domingo, 2 de diciembre de 2012

En busca de Paloma. 8 y Epílogo.


8

Alejandro entra en el bar de la carretera, pasado San Agustín, se acerca a la barra y pide dos cafés con leche y unas ensaimadas mientras busca con la mirada una mesa cerca de la ventana. Al ratito coge la bandeja y la lleva a la mesa elegida. Sentado en ella ve como Asun consigue aparcar el coche, en el único sitio libre que ha encontrado, después de mucho maniobrar pues el aparcar en fila cuesta arriba no es su especialidad. A los diez minutos ven llegar a Héctor, quien tiene mejor suerte y puede aparcar justo a la entrada, empuja la puerta y se acerca a la mesa sobre la cual hay un mapa de carretera, de la provincia de Madrid, desplegado y en él una ruta señalada gracias a la información del camarero.

A ver, explicadme ¿qué es todo ésto? – pregunta Héctor después de haber saludado a su mujer con un beso, sentándose en una silla.
¿Café o algo más fuerte? – pregunta Alejandro
Un carajillo – le dice a Alejandro- venga, Asun, cuéntame que no he puesto una excusa para venir aquí por mi gusto.
Ya lo sé cariño y te lo agradezco. ¿Está buscando la policía ya a Narciso?
Iban a ir a la antigua dirección a informarse, pero no hay pruebas de que sea él el autor de nada y...
Se equivoca Héctor – dice Alejandro dejando sobre la mesa el café de Héctor recogiendo el mapa.
¿Cómo que me equivoco? ¡Hablad de una jodía vez! No sé si me gusta que paséis tanto tiempo juntos, sois muy peligrosos – comenta Héctor un tanto serio.
No te preocupes mi amor, ahora mismo te lo contamos todo, en realidad es Alejandro quien, mediante dos llamadas, nos ha llevado con motivos, más que sobrados, hasta Narciso y lo de venir hasta aquí, sí , es idea mía, aquí mismo está la desviación a Colmenar Viejo y en el mapa la ruta señalada.
¿Y? – vuelve a preguntar Héctor
Cuando Asunción me dejó ver la foto de la gente de la revista Sucesos, reconocí a Narciso Colmenar como el hombre del tren. Está cambiado pero estoy completamente seguro, la sonrisa sigue siendo la misma asi que, después de que ella le llamara conseguí localizar al capitán del barco, afortunadamente hasta pasado mañana no regresa a Venezuela. Me confirmó que Narciso Colmenar ocupaba el camarote 230 y lo compartía con Gallardo Macías, un editor de Tarragona.
Alejandro ha llamado también al hostal – continúa Asun – por si acaso estamos todos equivocados y Paloma ha vuelto pero no es así, de paso y para salir de dudas, ha preguntado si Narciso Colmenar continuaba en el hostal como le dijera en el tren. La dueña le dijo que el sr. Colmenar había abandonado el hostal el martes antes de las doce del medio día y antes el comentario ingenuo de Alejandro le dijo exactamente que día y a qué hora llegó al hostal.
- Seguid – dice Héctor – soy todo oídos ¿qué comentario era ese?
- Al oir que ya no estaba – dice Alejandro – se me ocurrió comentarle que segun mi información iba a estar tres días y por lo que ella decía sólo había estado unas horas:
 <<  El sr. Colmenar llegó el lunes una hora más tarde que usted lo hiciera con la chica. Siempre que viene a Madrid se aloja con nosotros.No tenía ni idea de que se conocieran, desde luego yo no le ví hablar con esa chica ni tampoco le vi salir de su habitación>>
 Lo más curioso – continúa Alejandro viene ahora –cuando le pregunté si ella pasó toda la noche en la recepción me contestó:
<< De once a dos se queda un sobrino mío mientras yo duermo un poco. Mi sobrino es de entera confianza y él no vio nada raro>>
¡Muy bien Alejandro! Podrías ser un buen detective – comenta Héctor – Podemos suponer que Narciso pagó al sobrino o le contó una milonga y bajó con Paloma y más tarde regresó al hostal.
Exacto – dice Asunción – pero Alejandro no se cree que Paloma saliera por su propia voluntad.
Yo tampoco –dice Héctor – Será mejor que vayamos a echar un ojeada a esa casa de campo, pero quiero que me prometáis prudencia, yo tengo liciencia de arma y voy armado, vosotros no.
Prometido – dicen los dos a la vez.
¿No vamos a avisar a la policía? – pregunta Alejandro
¿Lo prefieres?- pregunta a su vez Héctor , yo pensaba hacerlo según qué cosa nos encontremos.
Me parece bien. Gracias – dice Alejandro.

 Tras pagar la cuenta Héctor arranca primero con el mapa en el asiento delantero y Asun le sigue por la carretera que lleva a Colmenar Viejo. Entre las dos poblaciones hay unos 15 kilómetros pero la carretera tiene muchas curvas y tardan tres cuarto de hora en llegar. Siguiendo la dirección a Hoyos de Manzanares, cruzan el río , aparcan el coche ante un sendero que les lleva a una casa de piedra, de una sola planta, con tejado de pizarra y un cobertizo a unos metros de la casa.El lugar está tranquilo, no se observa moviento ni hay vehículo alguno delante de la casa. Si el humo de la chimenea delata que hay alguien en casa, las piedras que forman parte del paisaje delatan a La Pedriza, a escasos kilómetros, donde Rubin, Laguna, Julio y el mismo Narciso hiciesen senderismo hace unos años.  El lugar es también bien conocido por el matrimonio Perea,  Asun recuerda el fin de semana pasada allí este último verano y el golpe que se pegó en las resbaladizas piedras cuando subían por ellas, para llegar al lugar preferido del río, dónde a los niños les gustaba bañarse en esas  aguas heladas y entre las piedras mientras ella, tomaba el sol tumbada en una toalla sobre una de las inmensas piedras y Héctor repartía su interés y atención entre sus hijos y ella.

-  Quiero que os quedéis detrás de mi y no hagáis ninguna tontería ¿ de acuerdo? – oye decir a su marido detrás de ella.
No se preocupe Héctor, sabré comportarme – dice Alejandro.

Minutos más tarde y al ruído de una piedra que da de lleno en una de las ventanas, se abre la puerta de la casa y un desmejorado Narciso mira a todos los lados, pero no le da tiempo a cerrar la puerta de nuevo ni a esquivar la derecha de Alejandro ante los atónitos ojos de Asunción y Héctor.

- !Joder Alejandro! ¿ no me has oído?
Lo siento, la tentación era grande, este hijo de puta le ha amargado la vida a mi madre y a mi tía, sin olvidar que tu mujer también tuvo que tragar quina con en él.

Héctor no pierde el tiempo en discutir con Alejandro, mete a Narciso dentro de la casa, lo sienta en una silla y le pone las esposas mientras Asunción y Alejandro registran la casa sin encontrar a Paloma en ella. Alejandro recuerda el cobertizo y va a mirar en él pero Paloma tampoco se encuentra allí retenida. Regresa a la casa justo el momento en que Narciso está volviendo en sí y oye a Héctor decir:

-  La última vez que nos vimos te advertí que dejaras a Ana y Teresa en paz pero parece que no quieres aprender ¿dónde está la chica? – pregunta Héctor amenazándole con un puñetazo en el hígado.
-  No, no tengo nada que ver, no sé de qué chica me hablas.
¿Tengo yo que recordártelo lagartija asquerosa? – le pregunta Alejandro dándole el golpe que Héctor le tenía prometido- te advierto que tengo unas ganas enorme de deformarte la cara por caradura, chantajista y embaucador. Sé lo del hostal Fuencarral así que habla.
Vale, vale, no me peguéis más. Héctor sujeta a este chico que es más peligroso que tú.
Lo haré si dejas de hacerte el tonto y comienzas a contar.

Narciso comienza su pequeño relato entre ayes y golpes de tos:

La chica está bien, pensaba dejarla en libertad hoy mismo, sólo quería que Alejandro pagara por lo que me hizo su madre. Por su culpa no he podido volver a trabajar en ningún periódico y me vi obligado a dejar Madrid. Necesito dinero y al verle suibir al barco, tras despedirse de su madre y Teresa en el puerto supe que tenía una segunda oportunidad. Desgraciadamente mi estómago no puede con el movimiento de los barcos y tuve que trabajar a mi compañero de camarote. El no sabía quien era Alejandro, yo le dije que era el hijo Alfonso García y que el parecido con su padre era muy grande, por eso le había reconocido. Le pregunté que se informara con disimulo de a dónde iba y en qué hotel se iba a hospedar pues como buen admirador de su padre quería hablar con él pero tenía que ser una sorpresa. Gallardo me siguió el juego, quizá por lástima al verme tan enfermo pero me proporcionó la información necesaria. En Cádiz tuve la suerte de encontrarme mejor asi que te seguí, fui testigo del encuentro con Paloma y monté guardia en el vagón restaurante ya que el revisor no me dejaba pasar a los vagones de primera. Escuché vuestra conversación aposta y me vino de maravilla que la chica no tuviera papeles.

Narciso hace una pausa y pide  agua, respira con dificultad y Asunción le acerca el un vaso con agua.

Continúa – dice Héctor - ¿por qué la chica? ¿cómo lo planeaste?

Narciso continua:

Antes de llegar a Ciudad Real. Hice que me bajaba y me preocupé que Alejandro lo viera pero volví a subir, el tren para mucho allí . Al llegar Atocha bajé el último para darles tiempo a ellos. Tomé un taxi al hostal y la suerte parecía estar de mi lado ya que ellos salían del hostal y se metían en el bar que hay un poco más abajo.. Me registré en el hostal,me dieron la habitación que siempre me dan y esperé a que Alejandro regresara con Paloma. Como yo solo no podía sacarla del hotel le pedí a un gitano que tiene unas chabolas en Tres Cantos ayuda. El tiene una furgoneta y me debe algunos favores. Quedé con él a la puerta del hostal a las doce de la noche. La dueña nunca está a esa hora y su sobrino duerme a piernas sueltas detrás del mostrador, nunca se entera de nada. Cuando Paloma entró en su habitación, se quitó el abrigo y dejó su bolso sobre la cama y cuando iba a encender la luz le dí un golpe en la cabeza y la llevé a mi habitación. Allí le tape los ojos , le puse un pañuelo en la boca y le até las manos. A las doce subió Manuel y entre los dos bajamos a Paloma, todavía inconsciente pero respiraba. Al día siguiente llamé a la policía y cuando estaba esperando a que saliera, sabía que le dejarían en libertad, lo que no sabía es que tú , Héctor ibas a salir con él y entonces tuve que cambiar mis planes. Le dije a Manuel que cuidara de la chica un día más...
-  ¿Cual era tu plan? ¿pedir dinero por el rescate de la chica? – pregunta Asunción
-  Y por las fotos.
-  ¿ Qué fotos? – pregunta Héctor
-  Las que tu no viste Hécto, pero qué Narciso robó por orden de Rocío y se quedó con una copía sin que Rocío lo supiera y si lo supo le dió lo mismo ¿me equivoco? – dice Alejandro friamente.
¡Serás hijo de puta! – dice Héctor dando una patada a la silla que hace que Narciso se tambalee- pensé que sólo existían las fotos de Rocío y que Ana recuperó y que tu chantaje era solo oral ¡qué idiota he sido! ¿dónde coño están esas fotos? ! habla o no respondo!

Narciso señala un cajón en la mesa de la cocina y dice que el sobre y los negativos se encuentran allí. Asunción y Alejandro corren a la cocina, abren el cajón y encuentran un doble fondo, en él están las fotos. Asun saca la foto del sobre y sin pensarlo toma el mechero y la quema en la pila, Alejandro hace lo mismo con los negativos y regresan al salón.

-  Ya no hay fotos, las hemos quemado – dice Alejandro – y ahora Paloma.
¡Espera Alejandro! – ordena Héctor dándole la pistola a Asunción, sale con el chico afuera y allí le dice - Será mejor que Narciso llame a la comisería del centro, que dé la dirección de la chabola y que confiese que todo era una broma. En cuanto sepamos que la chica está bien y libre abandonamos está casa. Denunciarle y arrestarle implica  que cuente todo ¿Quieres correr ese riesgo? Si la chica está bien y no ha visto a Narciso nunca podrán probar que ha sido Narciso.
¿Y el gitano? – pregunta Alejandro
-  Según Narciso Paloma no les ha visto la cara a ninguno de los dos y en la chabola donde la retiene no vive nadie, es un riesgo que tenemos que correr al menos que quieras que sepan la historia oficial nunca contada.
-  No, me parece bien tu plan – dice Alejandro.

Los dos vuelven a entrar en la casa y oyen que Asun le pregunta a su antiguo compañero de trabajo:

-  ¿ Por qué no has utilizado las fotos en Venezuela? ¿y qué narices hacías allí?
-  No las llevaba conmigo. Cuando Héctor me amenazó, tras la salida de las chicas de España, decidí esconder las fotos; me dí cuenta que él no sabía que yo tenía los negativos y una de las copias, asi que en cuanto me soltó vine aqui y las guardé para siempre. Si no hubiera reconocido a Alejandro en el barco ni me hubiera acordado de ellas.
-  ¿Pero si no puedes viajar en barco cómo llegaste allí y para qué?
-  No fui en barco, la ida la hicimos en avión pero los negocios no le salieron bien a Gallardo y tuvimos que regresar en barco y antes de lo previsto.

A las tres y media de la tarde Héctor aparca su coche, de nuevo, cerca del sendero y anda a la casa, abre la puerta y comprueba que en esos diez minutos que él ha estado fuera Alejandro no se ha propasado con Narciso. Es la segunda vez que hace el camino de vuelta desde la cabina a la casa. La primera vez con Narciso hace casi una hora para que realizara la llamada y ahora para comprobar si habían dado ya con la chica. Afortunadamente no se han encontrado con nadie en sus viajes a la cabina más cercana, a la entrada de la Nava.

-  ¿Y, han encontrado a Paloma? – pregunta Alejandro nada más verle entrar por la puerta.
-  Sí, acabo de llamar bajo la excusa de que la dueña del hotel había omitido decir que Narciso se hospedaba allí y Ramírez me ha contado que han recibido una llamada anónima de nuevo, diciendo dónde estaba la chica y que todo era una broma para asustar a Alejandro.  Como siempre pasa, el poblado, al ver llegar a los coches de policía se quedó vacío en un minuto. Sólo los niños y algunas mujeres se han quedado y una de ella les ha señalado una chabola, bastante más retirada de las demás. Allí estaba Paloma, con los ojos tapados, el pañuelo en la boca y con viso de no haber bebido ni probado bocado en estas horas. La han llevado a la Paz y allí está Vallejo con ella. Nos esperan dentro de una hora.
¿Qué váis a hacer conmigo? – pregunta Narciso sudando y con la .ropa húmeda.
-  Tienes suerte, te damos 3horas para cerrar esta casa y desaparecer de Madrid. Probablemente la policía no esté al tanto de este lugar y esa será tu suerte. Alejandro no piensa poner denuncia una vez que Paloma está ya fuera de peligro ¿me equivoco?
-  No, no te equivocas, ¿puedes quitarle las esposas a este cabrón? –pregunta Alejandro.

Héctor libera a Narciso y Alejandro le coge por el cuello como si fuera un muñeco y le dice:

-  Más te vale que esta sea la última vez que intentas algo contra mi familia.Tampoco te atrevas a tomar represalias en la familia Perea porque en caso contrario no respondo de mí, te buscaré por donde quieras que estés y te aplastaré como un gusano, ¿Te ha quedado claro?
-  Sí, dice Narciso con un hilo de voz.

Tres cuarto de hora más tarde tanto Héctor como Asunción aparcan el coche en La Paz y tras informarse en que piso se encuentra la chica suben a él. Vallejo y su mujer están con Paloma cuyos ojos se llenan de lágrimas al ver a Alejandro en la puerta.

Epílogo

El frío reinante y el fuerte viento no frenan a Alejandro, el chico se sube el cuello de su anorak y anda con paso firme hasta el buzón del correo y deposita en él dos tarjetas postales. Una para la familia Perea, para agradecerle la ayuda prestada, la paciencia y las molestias causadas; la otra es para Paloma, alojada en casa del ex comisario Vallejo en espera de pistas que la lleven a su madre, parece que se la haya tragado la tierra, ni en Portugal ni en España la policía ha podido encontrarla. Paloma no se dá por vencida. Pronto tendrá  dinero para pagarse un detective privado que investigue en Francia o en cualquier país europe. El abogado Olavide se ha encargado de impugnar la venta de las tierras de Paloma y Vallejo es su tutor hasta su mayoría de edad. En enero retomara su estudios de bachiller y Alejandro espera volver a verla algún día antes de regresar a Venezuela. Recuerda su llegada Portsmouth y el reencuentro con su madre y tía. Las vio tan felices que no tuvo valor para contarle lo que había vivido y tampoco quiso analizar la cara que puso su tía cuando le devolvió la carta. Ha llegado el momento de tomar el relevo, ahora será él quien las protega  y lo hará a su manera. De regreso a la solitaria habitación del colegio en el que se encuentra, saca el retrato que siempre lleva en el bolsillo desde que salió de Madrid y que Julio le hiciera. Paloma sonríe en él y  lo contempla a la luz de una farola, lo vuelve a meter en su bolsillo y trata de imaginársela leyendo la postal:

Querida Paloma,

Vallejo me ha contado, telefónicamente, que tu estado de ánimo mejora con los días. Sólo cuatro letras para animarte a seguir así, a mirar para delante, a retomar tus estudios y mañana Dios dirá, quizá la suerte nos destine que nuestras vidas anden de nuevo el mismo camino y entonces, espero que sea para siempre.

Besos,

Alejandro García Rivas.








sábado, 1 de diciembre de 2012

En buca de Paloma. 7



Aljandro se despierta temprano y relajado, ha domido bien, gracias al baño de casi una hora de la noche anterior que realmente necesitaba. Se notaba tenso y nevioso, reconoce mientras se despereza; sólo en compañía de Héctor y Asunción consigue relajarse, le  gusta esa sensación nueva para él, sensación que le viene de poder hablar con entera libertad de su familia, sin censura de ningún tipo. !Ojalá fuese recíproco! pero desgraciadamente no se atreve a decirle nada a su madre cuando habla con ella.
Quizá con el tiempo, si todo acaba bien y mañana puede tomar el tren dirección Santander, se lo diga. A él no le importa deberle un favor a Héctor pero su madre no quiere abrir nuevas cuentas, eso se lo dejo bien claro antes de iniciar el viaje. Por ese mismo motivo la carta que le diera su tía Teresa para Héctor, en caso de verse en apuros, viajará con él a Inglaterra y se la devolverá a su tía, tal y como se la dio: cerrada. Reconoce que le pica la curiosidad por saber que le puede decir ya que ni su madre conoce la existencia de esa carta,  pero el sentido del derecho a respetar  la intimidad de los demás,  siempre y cuando no esté en juego la reputación de su familia, algo que le han inculcado desde pequeño, es más fuerte que su curiosidad y al levantarse saca la carta del bolsillo interior de su chaqueta y la esconde en su maleta, entre las páginas de un portafolio con aburrida información en inglés, sobre el curso escolar que va a empezar en enero. Después de asearse baja a desayunar y a la diez en punto se presenta en la comisaría del centro dónde Vallejo y Héctor se encuentra desde las nueve de la mañana.

-      El informe de tu persona de contacto en Cádiz ¿ ha sido contrastado? – pregunta Héctor al comisario Ramírez.
-      Sí, no cabe duda de que Paloma es una víctima. La guardía civil ya me corraboró, en la conversación telefónica que mantuve con ellos, ayer tarde, que la versión de la chica del accidente de su padre probablemente sea la correcta.  Hay elementos extraños en ese accidente pero díficiles de probar de ahí que ellos también aceptasen la opción de accidente fortuito. El expediente del padre es bastante interesante, según ellos, era un rojo incorregible y la madre abandonó el pueblo como Paloma le contara a Alejandro.
-      Lo que no entiendo es que nadie saliera en defensa de la joven al morir su padre y que todos en el pueblo, incluído el párroco, permitiesen el expolio del que ha sido víctima – comenta Vallejo
-      La familia del padre nunca fue bien vista; todos ellos apoyaron la república, el cuerpo de su abuelo descansa en una fosa común, según mi contacto y los hermanos mayores de su padre abandonaron España pocos días antes de que Negrín dejara Madrid. El padre de Paloma tenía por aquel entonces 8 años y queda al cuidado de una tía materna viuda de un fanlangista. Vive con ella en en pueblo de Extramadura donde estudia, se hace maestro y al morir la tía regresa a su pueblo natal y compra, con la herencia de su tía, las tierras que les fueron expropiadas durante la guerra. Le acompaña su mujer, una portuguesa de Elvas, mitad gitana mitad paya que no consigue ganarse el cariño de la gente. En 1956 nace Paloma y cuando la niña tiene dos años dejan Cádiz capital y van a vivir al pueblo, al padre le han concedido una plaza de maestro en un pueblo cercano y allí toma contácto por primera vez con gente del PC. Cuando Paloma tiene 10 años es detenido en posesión de material subversivo y el resto ya lo conocemos.
-      Estos datos son importante para encontrar a la madre de la chica. Es posible que haya vuelto a Portugal y  nuestra prioridad ahora es encontrarla cuanto antes , sana y salva – dice Héctor
-      En efecto – dice Ramírez – pero no tenemos ni una pista ¿qué habéis adelantado vosotros?
-      Un desconocido en el tren les recomendó el hostal en Madrid e incluso sabía en que hotel pararía Alejandro- comenta Vallejo – pídele una buena descripción de ese hombre, para mí es el más sospechoso.
-      Eso haré ¿y el resto de los pasajeros? – pregunata Ramírez
-      Sólo el editor catalán puede ser sospechoso si el amigo enfermo es el desconocido del tren. Eso explicaría que supiera donde se iba alojar Alejandro en Madrid y la idea de secuestro para sacar dinero, aunque no termine de encajar no deberíamos descartarla. – dice Héctor
-      Yo también lo he pensado, lo del secuestro por dinero, pero no cuadra el que el autor llame para denunciar la desaparición de la chica a manos de Alejandro. Eso apunta más a una especie de venganza personal – comenta Vallejo
-      Sin duda alguna, si tuvieramos una lista de los enemigos de Los Rivas se nos simplificaría la cosa – remata Ramírez.
-      Si existiera sería bastante larga – comenta Héctor – no podemos dar palos de ciegos. La suerte de esa chica me preocupa, necesitamos centrarnos y el desconocido del tren es mi principal sospechoso.
-      Bien – dice Ramírez- son casi las diez, esperadme aqui, voy a ver si ya ha llegado Alejandro y a dar órdenes de que le devuelvan su pasaporte.

Una hora más tarde Asunción conduce por la carretera de Burgos junto a Alejandro camino de Buitrago. Hasta San Agustín de Guadalix apenas han hablado. Alejandro está con sus pensamientos muy lejos de ella y Asunción respeta su silencio, supone que aunque ya está libre de cualquier sospecha y con el pasaporte en el bolsillo, el joven debe estar pensando en Paloma. De repente es Alejandro quien comienza a hablar y cuenta su conversación con Ramírez, recordando que sobre la mesa del comisarío  quedó la descripción del desconocido: un hombre de unos cincuenta años, calvo, con gafas, bigote, bajo, gordo con signos de haber adelgazado rápidamente en muy corto espacio de tiempo pero con buena labia.

-      ¿Por qué dices que ha tenido que adelgazar en los últimos días? – pregunta Asunción tras haber oído el relato de Alejandro.
-      Llevaba la chaqueta abrochada y se notaba que le quedaba algo holgada. O no era de él o había perdido kilos no hacía mucho, además el mismo comentó que no quería robarnos más tiempo y que su estómago llevaba unas semanas muy revuelto.
-      ¿ Le has dicho eso a Ramírez?
-      No, no me preguntó como has hecho tú y yo no paro de pensar en la suerte de Paloma, no me gustaría irme mañana sin saber que ha sido de ella, ni siquiera sentí alivio cuando me dijo que podía abandonar el país cuando quisiera.
-      Comprendo. No te preocupes, ya sé que suena a farol pero estoy segura que la vamos encontrar en menos de 24 horas.
-      ¿Tienes una corazonada? – pregunta Alejandro
-      No exactamente pero la descripción del desconocido no me es del todo extraña, me resulta familiar aunque no consigo localizarla en mi memoria..no sé, quizá me suene de algún reportaje o artículo y si consiguiera dar con ello podíamos avisar a Héctor.

Veinte minutos más tarde Asunción aparca el coche cerca del castillo del pueblo y junto con Alejandro andan hasta el cementerio, al entrar en él buscan el pequeño panteón de los García, que Teresa comprara antes de abandonar España, para reunir a su padre y a su hermano en un mismo sitio. Le acerca los ramos de flores y desde una prudente distancia, respetando su intimidad, contempla como el joven deposita las flores y en un rincón pone una pequeña urna, junto a una fotografía de Carmen, en recuerdo de ésta cuyo cuerpo descansa junto al de Simón en Venezuela. Una vez cumplido con el deseo de su tía Teresa abandonan el cementerio en silencio, al llegar a la plaza del pueblo se adentran en un bar a tomar una taza de café y es entonces cuando Asunción recuerda la foto que le dieran Julio esa misma mañana.

-      Perdona Alejandro, no hemos podido encontrar ninguna foto de Carmona pero sí un artículo en el que viene junto a su nombre una foto suya, muy pequeña y de cuando era muy joven.
-      Gracias, ya es algo – comenta Alejandro y tras mirarla durante unos segundos dice – No, no creo haberle visto en el barco, también es cierto que hay que tener imaginación pues el hombre deberá tener la edad de mi madre pero estoy segura, pensaba que pudiera ser el editor catalán del que nunca me fié pero no es él.
-      Un sospechoso menos, vamos bien – dice Asunción sacando otra foto de su bolso – mira, en esta foto está Narciso, es el que se encuentra al lado de un jovencísimo Julio. Los otros dos son, eran, el propietario de la revista, Adolfo Laguna y su redactor jefe Rubín de Celis, una persona maravillosa a quien le debo el ser hoy día periodista. La foto se la hicieron un domingo que les dio por hacer senderismo en la sierra y no te la puedo dar ya que es la única que tiene Julio de recuerdo de esos días.

Alejandro toma la foto y asiente con la cabeza, la mira, la vuelve a mirar, la remira y dice:

-      Es él .Estoy casi seguro que Narciso es el desconocido del tren. Aqui tiene aún pelo, bigote y no lleva gafas pero es él, a pesar de que creo que ha perdido kilos los mofletes son iguales y esa sonrisa también. Quizá sea el pasajero que estuvo indispuesto durante toda la travesía. Puedo contactar con el capitán del barco y preguntar el nombre de ese pasajero.
-      Muy buena idea pero déjame hablar con Héctor y con Julio. Voy a llamarles por teléfono.

Asunción llama primero a la redacción y pregunta donde fue hecha esa foto exactamente, en ella se les ve delante de una casa de campo y recuerda que Narciso alardeaba de una en la sierra, cerca de Colmenar Viejo. Julio le confirma que es la casa de los padres de Narciso y Asun le pide la dirección rogándole guardar silencio.  A continuación llama a Héctor al despacho pero nadie coge el teléfono , insiste una vez más y tiene suerte.

-      ¡Héctor menos mal que te encuentro! ¿estás solo?
-      Sí , acabo de llegar de la calle, he dejado a Vallejo hablando con Olavides y he venido a coger tus notas, me pillas de milagro. ¡Díme ¡ ¿os pasa algo?
-      Pasa que Alejandro acaba de descubrir que el desconocido del tren es Narciso Colmenar, por eso me parecía tan familiar la descripción que hizo de él. Escucha, no me interrumpas.  Julio me ha prestado una foto suya, hecha hace varios años frente a la casa de los padres de Narciso en Colmenar Viejo. Ya te comenté anoche que Alejandro quería ver la cara de los dos periodistas que amargaron la vida a su familia. Esta mañana antes de ir a recoger a Alejandro al hotel me he pasado por la revista a recogerla. ¿sigues ahí?
-      Sigo y asombrado ¿puedo hablar? – pregunta Héctor
-      No,aún no, no he terminado, tengo la dirección de la casa de campo, sigue estando en manos de Narciso según Julio, aunque Narciso ya no viva en Madrid , los lugareños le dijeron a Julio, no hace mucho, que el dueño es Narciso Colmenar, residente en Tarragona y que algunos veranos viene por aquí, también mantiene aún la casa en la que vivían en Madrid ¿sabes la dirección?
-      Sí, creo recordarla y no es difícil comprobarla, ahora mismo llamo a Ramírez para que busquen a Narciso. Venid para acá lo antes posible ¿de acuerdo?
-      No, no estoy de acuerdo , quiero que busques una excusa y nos veamos en San Agustín, en el café de la carretera, creo que debemos ir a Colmenar Viejo a echar una ojeada a esa casa, sería el lugar idóneo para esconder a una chica y quizá no sea una buena idea que la policía sepa esta pista....todavía.
-      ¡No me lo puedo creer! ¡Asun no hagas nada por tu cuenta! Vale, te encuentro en la cafetería de San Agustín y no te muevas de allí.
-      Gracias cariño, hasta dentro de un ratito, yo estoy alli en menos de veinte minutos. Un beso, te quiero.

 Héctor pone en antecedentes a Ramírez y Vallejo, y se disculpa por no poderles acompañar.

-      A Asunción se le ha pinchado una rueda y ni ella ni Alejandro saben cambiarla, voy a su encuentro.
-      ¡Mujeres al volante! Un peligro – comenta Vallejo – sobre todo la tuya, ya tuve que ir yo una vez a ayudarla con una lata de gasolina.
-      Es verdad y no creas que lo ha olvidado, pero el culpable fui yo como ya te dije.
-      ¡Ah! Excusas tuyas para cubrir a tu mujer, hay que ver como te tiene comido el coco, parece que te fuiste ayer a vivir con ella – ríe Vallejo y también Ramírez.

Héctor se aleja de ellos con una sonrisa en los labios y sin molestarse en responder al comentario. Recoge su coche, recién salido de una revisión total del garage y sube por Bravo Murillo camino de la carretera de Burgos dirección San Agustin de Guadalix y en el bar de Buitrago, un sastifecho Alejandro ha conseguido localizar al capitán del barco. Narciso Colmenar compartía camarote con el editor Catalán y a las tres horas de zarpar el barco tuvo que retirarse al camarote, los vómitos no remitieron en todo el viaje y el médico temió por su vida, afortunadamente tres días antes de llegar a Cádiz mejoró pero se encontraba tan débil que apenas podía salir unas horas a cubierta le confirmó el capitán Sánchez Marques.





jueves, 29 de noviembre de 2012

En busca de Paloma. 6



Al principio de la cena hablan de todo un poco. Alejandro observa con atención a Vallejo. Asunción  le ha advertido que tenga cuidado con las cosas personales que cuente y recuerda sus palabras:
<< Vallejo sólo conoce la versión oficial de la separación de Teresa y Héctor. Cuando falleció tu abuelo era inspector de policía en la comisaría del barrio.  Es un buen hombre, algo socarrón pero justo, sabe mirar hacia otro lado  cuando es necesario>>. Cuando el camarero les trae el primer plato es Héctor quien comienza a entrar en materia diciendo:

-      Según mi mujer tienes algo que contarnos de la travesía ¿Cómo se llama el empresario canario y cómo entras en contacto con él?
-      Miguel Morales – contesta Alejandro sin titubear - es un amigo de mi madre de la camara de comercio y está muy considerado tanto en Caracas como en Barcelona, donde vivimos. Es un hombre de toda confianza, ya le conocía antes del viaje. Mi madre sabía que tenía planeado viajar a Las Palmas y le pidió si podía adelantar el viaje para que yo no hiciera toda la travesía solo.
-      ¿Y el hombre estuvo todo el rato contigo? – pregunta Vallejo
-      Sí, la mayoría del tiempo lo pasamos juntos aunque yo también hablé con otro pasajero un poco más mayor que yo, un chico de Aruba, de las antillas holandesas que venía a visitar su familia en Holanda y que tiene tanto pánico como yo a volar.
-      ¿ Entonces había más gente en el barco que conocía tu nombre?- pregunta Héctor
-      Ellos dos y quizá el Sr. Gallardo.
-      ¿Quién es Gallardo? – quiere saber Vallejo
-      Un editor catalán pero yo apenas le traté. El segundo día de la travesía Miguel estuvo bebiendo algo con él y de vez en cuando se reunían a jugar una partida de cartas. El sabía que me llamaba a Alejandro pero no sé si conocía mi apellido y creo recordar que viajaba con otra persona pero nunca la ví y Miguel tampoco.
-      ¿Por qué? – vuelve a preguntar Vallejo
-      Según Gallardo su amigo estaba indispuesto, desde que el barco estaba en altamar se encontraba mal y nada le ayudaba contra los mareos. No salía casi de su camarote, al menos yo no le ví nunca .

El chico hace una pausa para terminar su segundo plato y tras beber de su vaso de vino continúa.

-      El sr. Gallardo debió bajarse también en Cádiz aunque yo no me di cuenta. Desde las Palmas a Cádiz apenas le vi, el capitán del barco , creo que por indicación de Miguel o de mi madre, me retuvo a su lado casi todo el resto de la travesía.
-      Interesante- comenta Héctor – y ¿qué paso a la llegada a Cádiz?
-     Nada importante, sólo pasé allí media tarde y la noche. Como mi madre lo había previsto me estaba esperando un empleado del consulado venezolano, el hijo de un conocido de Simón; fuimos al hotel y luego cenamos juntos. Al día siguiente fui a comprar el billete para Madrid y fue cuando conocí a Paloma.
-    ¿Simón? ¿quién es Simón? - pregunta Vallejo al ver que Héctor asiente con la cabeza.
-   Era – dice Héctor – Simón murió hace años. Fue el mejor amigo del padre de Teresa y antes de fallecer le pidió a su hija que a su muerte le escribiera. Pascual siempre supo que Simón estaba enamorado de Carmen. En cuanto pudo vino a por mi suegra y se fueron a Venezuela. Simón tenía un buen empleo en Barcelona.
-    Vale, vale, los líos de tu ex familia son muy interesantes pero sigamos que nos van a dar aqui las uvas – dice Vallejo un tanto impaciente haciendo otra pregunta - ¿ Y tú  crees que la chica te contó toda la verdad?
-      Sí, ya sé que puedo parecer ingenuo pero no lo soy.  Desde pequeño me han enseñado a mirar bien con quien hablo y con quien voy, << los Rivas no debemos confiarnos >> repite mi madre siempre. Me doy perfectamente cuenta de que mi familia, esté donde esté, siempre estará en el punto de mira de mucha gente, el éxito en los negocios crea tantos amigos como enemigos pero en cuanto a Paloma, sinceramente no sabría decir la razón pero la creo, digamos que es una corazonada, estoy seguro que ella no se ha ido por su propia voluntad y menos para jugarme a mí una mala pasada.

El camarero se acerca a recoger los platos y pregunta si van a tomar café o postre. Los tres encargan café, Vallejo y Héctor piden además una copa de coñac y mientras lo toman dice Héctor.

-      ¿Y en el tren  ¿Pasó algo que llamara tu atención?
-      No, nada, bueno algo sí pero creo que fue pura casualidad.
-      Las casualidades no existen- comenta Vallejo – cuénta ¿qué fue?
-      En el vagón restaurante, detrás de nosotros había un hombre que oyó parte de nuestra conversación, bueno oyó mi comentario.
- ¿Qué comentario era?- pregunta Héctor.
- El de buscar un hotel donde pudiera estar Paloma sin que le pidieran el carnet de indentidad, aún no se lo ha sacado. Ella tenía pensado dormir en una iglesia o en un albergue.
- ¿y el desconocido dijo algo al respecto? – ahora es Vallejo quien pregunta.
- Sí, se acercó a nosotros y nos dio el nombre del Hostal Fuencarral, según él no hacían muchas preguntas y... ¡Hostias!, perdón por la expresión, ahora recuerdo que dijo: << no queda muy lejos de su hotel>> ..¿ cómo sabía él en qué  hotel iba a estar yo? No lo comenté durante la comida.
-      Muy interesante, ¿volviste a hablar con ese hombre?-  dice Héctor
-      No, ya no le vi más hasta que el tren paró en Ciudad  Real.  Allí  bajé a comprar prensa y le vi abandonar la estación.
-      ¿Cuánto tiempo estuvo parado el tren?- vuelve a preguntar Héctor
-   Unos  diez minutos, había mucha gente en el andén comprando bocadillos y bebidas ¿Creen que volvió a subir sin que yo le viera?
-   Es una posibilidad – dice Vallejo al tiempo que pregunta - ¿Tú no le volviste a ver en la estación de Atocha?
-   No, ni en la estación ni en los pasillos del tren. Nosotros viajábamos en primera y él iba en segunda, al menos yo le ví bajar en Ciudad Real de un vagón de segunda.

Héctor le hace una seña al camarero y al ver que ya son casi las diez y media pide la cuenta, salen del restaurante y acompañan a Alejandro al hotel. Entran con él y comprueban que nadie ha preguntado por el chico, nadie ha traído ninguna nota y cuando el chico se sube a su habitación, no sin antes recordarle que a las diez debe presentarse en comisaría y que Asunción le irá a recoger para ir llevarle a Buitrago, Vallejo ve a uno de los hombres de Ramírez sentado en un sofá de hall del hotel y se acerca a él junto con Héctor.

-      ¿Tienes algo para nosotros o te han mandado velar el sueño del joven? – dice Vallejo por todo saludo
-      Algo de eso ahí. Ramírez os espera mañana a las nueve y media en comisaría.
-      Yo pensaba acompañar a Alejandro a las diez ¿Sabes por qué quiere vernos a esa hora exactamente?
-      Sí, es la hora acordada con su contacto en Cádiz para pasar el parte sobre Paloma Camacho Llanos.
-      Entiendo – dice Héctor
-       ¡Qué te sea leve la guardia ¡- dice Vallejo
-      A la doce me relevan asi que será corta. Buenas noches.

Los dos ex-comisarios bajan a Sol y allí toman el metro para ir a casa. En Quevedo se baja Héctor y Vallejo continúa hasta Cuatro Caminos. Mañana se volverán a ver en la comisaría del centro. Al salir en Quevedo, Héctor cruza la plaza y anda como unos diez minutos hasta llegar a su casa. El portal ya está cerrado, son más de las once de la noche, sube las escaleras y al llegar a su piso abre la puerta sin hacer mucho ruído. Los niños ya estarán dormidos y María seguro que también e incluso Asunción es probable que ya esté en la cama. Encontrarles a todos en la cama es una de las cosas que por un lado le reconforta, le da serenidad, seguridad de que todo está bien pero por otro siente que descuida a sus hijos, que antepone el trabajo a su familia aunque ellos le aseguren que no es así. Héctor cuelga su abrigo en el perchero del recibidor en eso que oye a sus espaldas decir:

-      Hola, ¡Cuánto has tardado! ¿Todo bien? – le saluda Asunción saliendo de la cocina con un vaso de agua en la mano, ya con el camisón puesto dispuesta a irse a la cama. Se acerca a su marido y le da un beso y éste la abraza peligrando el vaso de agua por un momento.
-      Lo siento, no he podido llamar, la cena se ha alargado demasiado y en el hotel nos esperaba uno de los hombres de Ramírez. ¿Cómo se lo han tomado  los niños el que no me hayan visto en todo el santo día?
-      Bien, no te preocupes, esto no pasa tan a menudo pero tengo que recordate, de parte de tus hijos, que no te olvides entrar a darles un beso.
-      Por supuesto que no me olvido, ahora mismo lo hago, esperamé en la habitación, no tardo mucho.

Héctor abre la puerta de la habitación de Dani y contempla como en la cama turca duerme Javier, se acerca a ellos y les da un beso en la frente, después va a la habitación de María y sigilosamente le da un beso y cuando va a salir oye:

-      Papá ¿has encontrado ya a esa chica?
-      Aún no, pero de mañana no pasa. Anda, vuelve a dormite que mañana tienes un examen y tienes que descansar.
-      ¿Crees que no la pasará nada? – pregunta María

Héctor se acerca a la cama de su hija, se sienta a los pies y dice:

-      Confiémos en que sea así, princesa pero ¿desde cuando te preocupas tanto con mis casos?
-      Este caso es diferente y no solo por Alejandro sino también porque esa chica tiene la edad de Irene.
-      ¿Qué te ha contado mamá?
-      Poca cosa, casi nada, que el hijo de Ana, la cuñada de Teresa está en Madrid y su amiga ha desaparecido. Tim está convencido de que tu la vas a encontrar sana y salva y yo también.
-      Muchas gracias por vuestro voto de confianza y ahora a dormir de verdad. Buenas noches princesa.
-      Buenas noches papi.

Media hora más tarde ya está en la cama junto a Asun y le hace un resumen de lo que han hablado durante la cena y le comenta lo de María.

-      No sé si has hecho bien diciéndoselo a María, está preocupada.
-      Ya, ya me he dado cuenta pero yo también he llegado tarde y quería que comprendiera el motivo. ¿A qué no sabes como me  he encontrado a los cuatro cuando he llegado a casa?
-      No me asustes, ¿cómo?
-      En la cocina haciendo la cena. Tim se ha pasado primero por su casa antes de venir aqui y se ha traído una bolsa de pan de hamburguesas, ya sabes, esos filetes de carne molida parecidos a los filetes rusos
-      Ya lo sé, las comí una vez con Bonilla en Torrejón.
-      ¿Te gustaron?
-      No están mal, se pueden comer pero ¿ aqué viene lo del pan?
-      Bueno, María le había dicho que tenía ganas de comer hamburguesas y que en la nevera tenía yo carne de ternera, eran para las albóndigas, pero na pasa nada – ríe Asunción bajito para no despertar a los chicos que duermen en la habitación de al lado-  total, que Tim ni corto ni perezoso, después de ayudar a los chicos con sus deberes y María haber estudiado para su exámen, se metió en la cocina para preparar la cena y así los he pillado, con la manos en la masa.  Los chicos estaban lavando la lechuga y María tratando de hacer lonchas de queso con el queso manchego. Misión imposible, pero se lo estaba pasando pipa. Al final nos hemos sentado todos en la cocina y aunque te hemos echado de menos no te hemos guardado ni una hamburguesa, de verdad que estaban deliciosas.
-      Muchas gracias, yo preocupado por vosotros y he aquí que casi habéis montado una fiesta a la americana- comenta Héctor dándole un beso a su mujer en la frente.
-      No tengas pelusa cariño, Tim ha prometido hacerlas de nuevo y espera que tu le ayudes y ahora, mi amor, abrázame y a dormir que mañana tenemos que madrugar y estoy cansada. Buenas noches.
-      Buenas noches, mi vida.