sábado, 28 de septiembre de 2013

La vuelta a casa. Capítulo 7




Marcos y su vecina, cada uno absorto con sus propios pensamientos y recuerdos particulares, haciendo caso omiso de la desapacible tarde de diciembre en la que el viento de la sierra les corta la cara , recorren los pocos metros que separan la parada de autobús de la calle General Pardiña y la esquina con General Oraa. Allí, en esa calle y en la cafeteria junto al cine del mismo nombre,  han quedado con la madre de Lucía. El encuentro lo ha proporcionado Gustavo tras la consulta que Marcos le hiciera. No le fue fácil convencer a la señora de Arroyo pero la llamada realizada anteriormente al registro de testamentos y la posterior que hizo al notario, le dio pie a ello. El matrimonio había nombrado a Marcos Llorente como tutor de su hija Sandra y aunque los padres de Lucía lo habían recurrido éste no había sido aún invalidado. Ni que decir tiene que la buena señora Arroyo puso el grito en el cielo y se negó al principio a todo, de ahí la sorpresa de Gustavo cuando le volvió a llamar y acordó verse con el tío de su nieta.
¿Cómo reaccionará cuando vea que no vengo solo? – se  pregunta Marcos mientras sus manos buscan la cajetilla de tabaco y enciende uno con visible nerviosismo. La misma pregunta se está haciendo Pura. Ambas mujeres se conocen aunque no se traten mucho. El destino quiso que tuvieran una amiga en común, una amiga de las altas esferas, bohemia y sin complejos gracias a su posición social y dinero, amante de las bellas artes y aficionada al dibujo, lo cual no impedía que participara en diferentes roperos y organizara mercadillos por Navidad a los cuales  la señora de Arroyo no faltaba.
Amalia Ferreira, señora de Arroyo , cinco minutos más tarde de la hora acordada sale de su vivienda en la calle Castelló habiendo estudiado bien el paso que va a dar.  Camina lentamente con empaque de gran señora,  enfundada en un abrigo de visón con el cuello subido, guantes de cuero y un bolso de mano haciendo juego sin hacer caso al frío, sólo tiene que andar unos metros y habrá llegado a su destino.  No ha apuesto a su marido al corriente ni de la llamada del abogado Olavide ni de la cita concertada en la cafetería y le ha dicho a la sirvienta que iba a la peluquería. En realidad no tiene mucho que discutir, se dice asi misma cuando alcanza la calle de General Oraa, pero la cajita de música que Marcos le mandara a su sobrina desde Filipina y que desde la noche de autos había quedado arrinconada en una esquina de la cómoda, le ha hecho cambiar de opinión.  Sandra solía quedarse dormida con las notas de “Para Elisa”,  pero ese fatídica noche, cuando Lucía ya había salido la niña no pudo abrir  la cajita, estaba cerrada y no había rastro de la llave. Primera noche sin notas de Beethoven, de madrugada la mala noticia y Sandra dejó de hablar. A la niña la llevaron a un psicólogo y continúa con él, de la cajita nadie se acordó hasta que Marcos les visitó. Fue entonces cuando Amalia  la llevó a una ferretería para que le pusieran otra cerradura. Al abrirla no fueron sus notas las que la sorprendiera sino  las notas que encontró en ella. La letra era de Lucía y lo que leyó no le gustó nada. Las guardó de nuevo bajo llave pero esta vez en un cajoncito de su escritorio.  Aunque no conocía en persona a quien nombraba no podía admitir que su hija estuviera en lo cierto pero ahora ya no estaba tan segura. Olavide le había dicho que Marcos estaba dispuesto a limpiar la memoria de su hermano, realmente ella nunca había sentido tanta adversidad por su yerno como su marido y ahora, tras la información del abogado, pensando en su nieta,  comienza a cuestionarse si se juzgó y condenó al verdadero causante de la muerte de su hija.
-        Buenas tardes Marcos –dice Amalia quitándose los guantes para darle la mano mientras él se levanta gentilmente para retirarle la silla y ayudar con el abrigo.
-        Buenas tardes doña Amalia, gracias por venir. Espero que no le importe la presencia de doña Pura, creo que ustedes se conocen – contesta Marcos mirando a doña Amalia fijamente.
-        Nos conocemos. ¿ Cómo estás Pura? ¿ Podemos contar este año también con algunas de tus figuritas de arcilla para el mercadillo? – contesta Amalia besando a Pura en el aire antes de sentarse en su silla.
Doña Amalia, como si estuviera en su casa, coge la tetera humeante , aparta el saquito del té de importación que ambas damas han pedido y  llena las tazas . Marcos observa la escena con curiosidad esperando una reacción de su vecina pero esta no llega, toma un sorbo de su café con leche y está a punto de preguntar si no le molesta que fume cuando ve que Amalia saca una pitillera dorada, la abre y le ofrece uno a Pura añadiendo.
-        Son rubios y supongo que usted fumará Ducados ¿ me equivoco?
-        No, no se equivoca. En España fumo Ducados – contesta poniendo su cajetilla sobre la mesa y ofreciendo su encendedor –  y en el barco solemos liar nuestros propios cigarrillos . ¿ Le parece bien que dejemos el tabaco y hablemos de lo que nos interesa, de Sandra?
-        No tengo mucho que decir al respecto Marcos. Hemos recurrido el testamento, tu profesión no es la más segura ni la más acorde para educar a a una niña. No obstante creo que no debemos privarte de que la veas y quizá con nuestros abogados podamos llegar a un acuerdo, siempre y cuando tus escalas lo permitan.
-        Acepto un regimen provisional de visita durante mi estancia en España pero ya he dado orden a mi abogado de que recurra la impugnación presentada por ustedes. Por Sandra y por su bien estoy dispuesto a quedarme en tierra -contestó Marcos preguntándose el repentino tuteo de Amalia.
-        No quiero discutir eso aqui Marcos. Dile a Olavide que se ponga en contacto con nuestro abogado. No tengo mucho tiempo. Tengo hora en la peluquería pero si quiero entregarte algo, tu sabrás lo que haces con ello – contesta Amalia abriendo su bolso sacando un sobre blanco – No lo abras ahora, léelo cuando yo me vaya. Lo he encontrado hace poco y no lo ha visto nadie, ni mi marido . Si Pablo era inocente quizá el contenido de este sobre pueda ayudar –concluye Amalia levantándose de la silla decididamente sin darle casi tiempo a Marcos a ayudarle a ponerse el abrigo y dirigiéndose a Pura le dice – no olvides las figuras de arcilla, sabes que se venden muy bien y que contamos con ellas.
-        Descuida no las olvidaré y este encuentro creo que tampoco- responde Pura levantándose también acercando su mejilla de nuevo a la de Amalia y los besos en el aire, después se sienta y espera a que Marcos también lo haga y le dice- ¿ Nos vamos también nosotros y abrimos el sobre en mi casa con un vaso de vino o de ron en la mano?
-        Creo que será mejor, no sé lo que nos  espera pero quizá con ron se digiera mejor que con un café con leche – contesta dejando el importe de la consumición sobre la mesa añadiendo una propina de dos pesetas y se encaminan a Diego de León donde toman la línea 4 del metro hasta Alfonso XIII .
 Al calor de la calefacción central de la que disfruta la casa de Pura, sentados en su salón en el que algunas de las obras de su propietaria lo decoran con muy buen gusto, con el prometido vaso de vino en la mano se disponen a abrir el sobre . Su lectura les deja un tanto desconcertados y deciden llamar a la agencia por si fuera importante. Vallejo que está a punto de abandonarla contesta a la llamada y hora más tarde se reúne con ellos mientras Héctor acerca a su mujer al Clínico.  A su vuelta su hija le dirá que Vallejo ha llamado y que parecía urgente pero olvida el recado, sólo puede pensar en su mujer y cómo será su noche en esa sala de  urgencias en la que puede pasar de todo pero la noche será tranquila, los ingresos no revestirán mucha importancia salvo el de un matrimonio que ha tenido un accidente de coche en el que la mujer ha salido peor parada que el marido pero sus vidas no corren peligro y Asunción se recobra del impacto que le ha producido verles entrar en camilla. Pese a la relativa tranquilidad en Urgencias no ha tenido mucha oportunidad de hablar con las enfermeras. Ha podido conocer a dos médicos y uno de ellos le ha llamado su atención. Ha sido en la salita donde suelen reunirse para tomar un café . Una de las enfermeras , Rosario, se encontraba con ella y le estaba contestando a una de sus preguntas cuando el médico entró sin mirarlas, cogió una taza y se preparó un café. Asunción juraría que sus manos temblaron durante unos segundos pero Rosario parecía que no había visto nada y siguió hablando como si tal cosa.
-        Los turnos de noche no suelen ser tan tremendos como la gente se imagina pero es verdad que la mayoría de nosotras no estamos casadas . Mi novio ya me lo ha dicho, cuando nos casemos no quiere que trabaje por la noche.
-        ¿ Y tu estás de acuerdo?
-        Completamente. Quizá sea muy tradicional pero creo que los matrimonios tienen que dormir siempre juntos. Dos veces a la semana tengo turno de noche y no creo que sea bueno dejar a mi marido solo en la cama si no es necesario. Hacer una suplencia una noche o en caso de una tragedia es una cosa pero lo que hacía Lucía no me parecía bien.
-        ¿ Lucía?- pregunta Asunción como quien no entiende nada aprovechando la ocasión.
-        ¡Rosario! – interrumpe el médico dejando su taza de café con voz autoritaria. Vuelva a su trabajo, su pausa ya ha terminado y usted señorita ¿ no le han dicho que no tiene que importunar?
-        Señora, señora de Pera y disculpe pero no creo importunar. Tengo permiso para hacer un reportaje y las preguntas son necesarias .
-        Sé que tiene permiso pero no estoy de acuerdo. Si hubiese dependido de mi nunca se lo habría dado. La encargada podría haber contestado a todas sus preguntas sin necesidad de molestar a quienes estamos trabajando – respondió saliendo de la salita dejando a Asunción en ebullición por su arrogancia y por no haber podido continuar con Rosario justo ahora que iba por el camino que ella quería. El resto del tiempo lo pasó sentada en una silla, preguntándose también ella por qué Lucía sí quería los turnos de noche estando casada . Ella no podía dormir sin acurrucarse en los brazos de su marido, le extrañaba muchísimo cuando estaba de viaje y recordaba la primera vez que hizo su primer viaje sola a Colonia por un congreso. Lo pasó fatal y a su vuelta le comunicó a Julio que no volvía a salir al extranjero si su marido no iba con ella. La hora y media que faltaba para volver a ver a Héctor, esperándola a la entrada del hospital comenzó a hacérsela interminable y a su mente le vinieron los recuerdos de por la tarde, de la siesta en la que hicieron el amor porque por la noche no iba a ser posible, de las confidencias que seguían haciéndose a pesar de los años que llevaban juntos,  cuando ambos volvían a respirar más sosegados antes de rendirse al sueño abrazados y de la paz que sentía cuando se despertaba y le veía a su lado.







2 comentarios:

  1. Que bonito Rosa...!!! Esto si que es una historia interesante y con fundamento y no lo que los lionistas de la serie nos quieren vender. .. y como se ve el amor puro y pasional de Asun y Héctor sigue intacto a pesar de los años... es una maravilla. Enhorabuena wapa y sigue así con tus relatos y los míos como contrapeso de lo que nos cuelan cada tarde últimamente... un beso enorme.

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  2. Interesantísimo está el relato. Desde luego, un gran secreto parecía envolver la vida de Lucía, ¿verdad?
    Muchas gracias.

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