Escorial y Toros de Guisandos.
Daniel no iba muy desencaminado, cuando dijo que con
tanto frío no hay diversión en el campo, pensó Irene más de una vez en estos
dos días que estuvieron por la sierra. Claro que ellos no iban a divertirse
sino para tratar de buscar pistas, indicios que ayudaran a Pilar. Se sentía
identificada con la joven porque a ella también le mataron a su madre y la
privaron de sus caricias. Creció con su recuerdo, con su fotos y con el cariño
del que hablaban sus tíos y sus abuelos pero seguía sin perdonar al hijo del
juez que se subió a la acera con su moto adulterada, perdiendo el control de
ella atropellando a su madre causándole la muerte en el acto. La culpa fue de
su madre, según testigos pagados por el mismo juez, de su madre por querer
cruzar sin mirar y aunque Rubin, el jefe de su tía Asun en la revista, entonces
se llamaba Sucesos, encontró otros testigos que desmentían la versión oficial,
la verdad nunca salió a la luz. Al final el hijo del juez dio con sus huesos en
la cárcel, cuando el señor juez como padre se cansó de cubrirle las espaldas
por otros incidentes. Ojalá encontraran pistas que sirvieran para dar con el
paradero del medio hermano de Pilar y con los responsables de la prematura
muerte de la madre de la chica.
Pilar por su parte, se conformaba con saber algo de su
medio hermano, probar que lo de su madre no había sido un accidente con mala
suerte era casi imposible, habían pasado muchos años y las notas, de las que
hablaba su padre, ella no las tenía aunque Héctor le había dicho que Bonilla
estaba en contacto con un buen detective en Bruselas, con muchos contactos en
la policía. Ahora, ya de vuelta en Madrid, Pilar recordaba como a pesar del
frío que hacía, un frío más seco que en Bélgica, éste no le molestaba tanto
como a Irene y pudo disfrutar de la aventura y de todo lo que veía.
Llegaron al Tiemblo el sábado por la tarde, a la hora
de la merienda, tras pasar por El Escorial como ella les había
pedido. El real sitio, como estudiante de último año de Historia, en la
Universidad Libre de Bruselas, lo tenía en su lista desde hacía tiempo y no
quería dejar de escapar la ocasión ahora que lo tenía tan cerca.
“De los reyes españoles no hablan muy bien la historia
de los Países Bajos ni la de Bélgica pero sin duda alguna el que peor fama
tiene es Felipe II”, le dijo a Irene fotografiando el lugar.
Como la silla de Felipe II les quedaba de camino,
contemplaron desde allí el monasterio y el monte Abanto con nieve en su cima y
más tarde comieron en Robledo. Tanto Asun como Irene se conocía la zona
bien, no muy lejos del Escorial quedaba Valdemorillo donde la abuela Felisa y
la tía Manolita tenían su casa e Irene le contó a Pilar la historia del abuelo
Basilio, que durante la guerra fue mal fusilado y estuvo un tiempo mudo, que
adoraba a su nieta Chelo y le pagó las clases de baile. Recuerdos y más
recuerdos de oirlos contar que a su vez relataba a Pilar y una noche más se
quedaron dormidas a altas horas de la noche mientras en la habitación de
enfrente, Héctor y Asun, lamentaban el que no fuera posible poner
una conferencia a Birmingham para hablar con María. Resignados pasan a repasar
la estrategía para el día siguiente en el pueblo del padre de Miguel.
- Aunque
me parece un poco exagerado – dice Asunción- quizás tengáis razón tanto tu como
Pilar. Como no sabemos lo que nos vamos a encontrar y con quien vamos a hablar,
mejor la llamamos por su segundo nombre, Claire y es francesa en vez de belga
como ella nos ha propuesto.
- Debo
reconocer – comenta Héctor - que a sus 24 años es muy
sensata aunque muy atrevida por la forma que tuvo de actuar en Bruselas y te
confieso que temo defraudarla. Quizá hubiera sido mejor que hubiese acudido a
un colega belga, en lugar de a mi que no me conocía de nada, por mucho que
hubiera oído mi nombre el día anterior y escuchado mi intervención.
- Recuerda
que nos dijo que fue un impulso, que no lo tenía pensado pero que ahora no se
arrepiente, y eso te lo ha recordado esta misma tarde.
- Por
eso mismo, me preocupa que levantemos la liebre y que le pase algo. No me lo
perdonaría.
- No
vamos a levantar ninguna liebre, vamos a tener mucho cuidado, Irene la primera.
¿ Quieres que te ayude a relajarte con unos buenos masajes?
- No me
vendría mal amor, nada de mal ¿ con la luz encendida o apagada?
- Como
tu quieras, estoy a tus ordenes – contesta Asun dispuesta a mimar a su marido y
borrar de su cara ese semblante serio que le había vuelto al no poder hablar
con María.
Al día siguiente, antes de ponerse en camino a Hoyos de
Pinares, tomaron las fotos de los Toros de Guisando y ya en el
pueblo del padre de Miguel, entraron en el bar de la plaza y Pilar llamó
enseguida la atención del anciano matrimonio que hallaba en el mismo, como le
contaba Héctor a Bonilla sentados en el café Comercial esperando a
que Asun llegara con Pilar de su visita a la revista.
- No me
digas que la anciana creía ver un fantasma cuando vio a Pilar
- Casi
Bonilla, pero una de las hijas, que estaba con ella y que también conoció a
Rosario le dijo que la nuera de Enriqueta tenía el pelo negro y los ojos
también.
- ¿ Se
parece realmente tanto a su madre?
- Las
dos tienen el pelo muy rizado pero Pilar tiene la piel más blanca, pelo rubio y
ojos azules como los tenía su padre y los tiene su tío. En la foto no se
aprecia muy bien pero la postura y el corte de cara sí puede que sea el mismo
que el de su madre.
- Tuviste
una suerte loca socio, no sé como te las arreglas pero te ponen las cosas en
bandeja.
- No te
quejes Bonilla que tu no te quedas manco ¿ No acabas de decir que Ten Cate ha
dado con el expediente en casos abiertos y que las notas que recibiera Robert
están en él?
- Sí,
es verdad – ríe Bonilla un poco nervioso – pero la suerte no es mía es de Ten
Cate y sus conexiones. Estoy pensando en volar con Pilar el viernes y ver como
podemos reabrir la investigación.
- ¿ Vas
a volver a cambiar la fecha de los billetes? –pregunta Héctor un tanto
extrañado ya que la nueva fecha era para Marzo.
- No,
no, ni mucho menos. Lo he pensado mejor y tenías razón, a Matilde no le haría
ninguna gracia que me ocupara de un caso estando de vacaciones y además para
que esperar a mediados de marzo. Vallejo ya está en el caso de Gustavo, Asun te
puede echar una mano si es necesario y por unos días no creo que te agobies sin
mi ¿ o sí?
- ¿
Estás buscando cumplidos, Bonilla? Deja,no conteste, ahí llega Pilar y Asun, la
puedes preguntar directamente si ella está de acuerdo en volar contigo el
viernes.
- Pues
mira, eso voy a hacer ahora mismo, gracias socio.
- Muy
buenas – saluda Asun con un beso a Héctor y otro a Bonilla, presentándole a
Pilar.
- Encantada
– contesta Pilar al saludo de Bonilla dándole un besos – asi que tu eres el
famoso Bonilla. He oído hablar mucho de ti este fin de semana.
- Espero
que no te hayas asustado, no es tan fiero el león como lo pintan. Le estaba
contando a Héctor, cuando habéis entrado, que he estado hablando con nuestro
amigo detective en Bruselas y hay posibilidades de reabrir el caso de tu madre.
He pensado que podía volar contigo el viernes ya que necesitamos tu firma para
poder investigar el caso.
- ¿
Estáis seguros de que se puede reabrir? No quiero hacerme ilusiones, con saber
algo de Miguel ya me conformo.
- Ten
Cate si lo está pero por eso conviene que estés tu también delante para
discutirlo ¿ Puedo asegurarle que nos vemos este sábado?
- De
acuerdo pero por la mañana que por la tarde quiero ir a Brujas a pasar el fin
de semana con mi abuela. ¿ Tienes alojamiento en Bruselas?
- No,
pero eso se arregla en un periquete, en cuanto llegue al despacho. Bueno, y
ahora que estamos todos, empezad a contar como fue lo del bar en Hoyos.
- Que
lo cuenten ellas – dice Héctor bebiendo con calma su cerveza, dispuesto a
escuchar el relato de Asun. Le encantaba oir a su mujer relatar historias y no
podía apartar la mirada de ella de lo orgulloso que siempre se sentía.
Asun comienza a contar como entraron primero ella y
Héctor en el bar, que era el mismo edificio que se veía en la foto mientras
Irene y Pilar se quedaron haciendo fotos del pueblo.
La misa de las once acababa de empezar, el bar estaba
casi vacío a esa hora, solo una mesa estaba ocupada por una pareja de ancianos
y detrás de la barra una mujer de unos 50 años que atendió rápidamente a los
desconocidos. Asun tras pedir un café con un bollo se presentó como periodista
que recorría los pueblos de la sierra cercano a Madrid, en nombre de la
revista, para promocionar el turismo de interior mediante historias
interesantes de sus vecinos. Héctor se presentó como el fotógrafo de la revista
y marido de Asun y estaba a punto de mencionar a Irene y Pilar cuando estas
entraron riéndose y quejándose del frío. Nada más entrar Pilar se quitó los
guantes, la bufanda y el gorro que llevaba, sacudió su cabeza, se llevó los
dedos a su melena rizada y la atusó con ellos. Los ojos de la
anciana y los de la mujer de detrás de la barra se clavaron en ella y el
anciano la señalaba con el dedo cuchicheando sin ningún miramiento. Pilar
sintió las miradas y molesta hizo ademán de volver a salir a la calle cuando la
mujer de detrás de la barra, se acercó a ella y la pidió disculpas.
- Perdonen
a mi madre, ya es mayor y confunde a la gente. Lo siento de verdad señorita –
le dijo mirando a Pilar - usted nos recuerda a la nuera de su mejor
amiga, a la pobre Rosario, tristemente desaparecida en la
guerra. La verdad es que acaba de hacer el mismo gesto que hacía
ella cuando entraba en nuestro bar en el invierno.
Al oir el nombre de Rosario, Asun reaccionó enseguida
evitando que Pilar hiciera un comentario.
- ¿
Desapereció en la guerra? ¿ Podría contarme más cosas sobre ella? Puede ser una
buena historia para nuestra revista y promocionar el pueblo.
- No
estoy muy segura de que al pueblo le guste salir en revistas contando cosas de
la guerra y de sus vecinos pero, en cualquier caso, Rosario no era del pueblo.
Tenía una tía casada con un vecino del pueblo y a veces venía con su
madre en el verano.
- Antes
ha dicho que era la nuera de Enriqueta y que esta era la mejor amiga de su
madre asi que me imagino que Rosario y el hijo de Enriqueta se conocieron en el
pueblo, durante los veranos y que se gustaban desde pequeños. Yo huelo una gran
historia de amor rota por la guerra – comenta de nuevo de Asunción.
- Tiene
buen olfato – responde Catalina, la actual dueña del bar que al final termina
por presentarse – es cierto, fue una verdadera desgracia, Miguel y ella se
conocían desde los 12 años . Si le interesa la historia se la cuento pero por
favor no miente el nombre del pueblo, no quiero problemas.
Asunción miró a Héctor y este con la mirada le indicó
que aceptara la propuesta y Catalina comenzó a contar.
“ Enriqueta, la suegra de Rosario, y mi madre eran
como hermanas y Sagrario, la hermana de la madre de Rosario, casada
con un vecino del pueblo, se hizo muy amigas de ellas nada más llegar al
pueblo. La madre de Rosario, Pilar, vivía en Coca pero solía venir a ver a su
hermana con Rosario. Como fuere, los niños se hicieron mayores, Miguel se fue a
Madrid al cumplir los 23 en el 34 y Rosario le siguió dos meses más
tarde pues eran de la misma edad. Rosario era enfermera y Miguel era mecánico.
A Miguel le gustaba mucho la política, desde siempre, por eso tenía peleas
dialécticas con el primo de Rosario de ideas muy opuestas, y decían que estaba
afiliado a UGT y colaboraba en piquetes. Tuvieron un bebé precioso que pusieron
Miguel de nombre y les gustaba venir los fines de semana con él pero la
felicidad parece que no estuviera hecha para ellos. A los pocos meses de nacer el
niño, Miguel murió en una revuelta, días antes del Alzamiento. Rosario vino con
el niño a que le viera su abuela y le comunicó que llevaba al niño a su madre,
a Coca, que podía irse con ella si quería, pero que ella tenía que seguir
luchando por lo que había muerto Miguel, se lo debía a su hijo. En 1938 Pilar,
la madre de Rosario, dejó de recibir misivas de su hija. Eran siempre cortas
recordando que cuidara mucho de su hijo, que pensaba en ellos mucho, que
estaba bien y que volvería para que se fueran con ella. Cuando acabó la guerra Rosario no dio señales de vida, seguramente
es una de las que está enterrada en una fosa común”.
- ¿
Cómo pueden estar tan seguros? – preguntó Héctor - ¿hicieron algo por buscarla?
- El
primo de Rosario lo intentó pero dijo que se la daba por caída en el frente de
Teruel.
- ¿ y
que es del hijo de Rosario? – pregunta Asunción
- Ahi
si que no puedo ayudar. No sé nada. Sagrario fue la primera en morir a poco de
acabar la guerra , un año más tarde el marido. En el 46 Pilar pasó un tiempo en
casa de su sobrino con su nieto pero cuando el sobrino le dijo que pensaba
casarse ella regresó a Segovia. Enriqueta murió poco después y un buen día el
primo de Rosario, que se había mudado a Segovia, vino a decirnos que Pilar
había muerto y que el y su mujer se hacían cargo de Miguel.
- ¿ Y
eso en qué año era? – pregunta Héctor.
- A
finales de 1949, antes de las navidades, sí, antes de las navidades porque mi
madre le dio una bufanda, que ella había hecho, para Miguel como regalo de
reyes.
- ¿ Y
no han vuelto a ver al primo de Rosario desde entonces? – se atreve a preguntar
Irene.
- No,
por otros vecinos entendimos que tenían planes de irse a trabajar fuera de
España, tenía un amigo en Alemania y otro en Argentina y los dos le estaban
tentando en ir para allá. Por el dinero no creo que lo hiciera, la casa de su
padre la vendió y sacó buenas perras, los bienes de su madre y de su tía en
Segovia pasaron a su nombre y la mujer de Rogelio era de posibles, su padre
tenía una bodega y varios campos por Valladolid.
- Asi
que Rogelio, como se apellide se quedó con Miguel y lo mismo puede estar en
Alemania que en Argentina. Espero que al niño le hable de sus verdaderos padres
al menos – comenta Irene – yo sé lo que es crecer sin padres.
- Villa,
Rogelio Villa – dice Catalina – sí, yo también lo espero. Estoy segura que si
Rosario no volvió junto a su hijo fue por fuerza mayor.
- Yo
también lo creo – dice Pilar recobrando el habla tras asimilar todo lo que
estaba oyendo – y me gusta que yo les recuerde a ella porque creo que fue una
muy buena persona y mejor madre aunque no volviera a ver a su hijo.
Poco después se despidieron de Catalina, tomaron
algunas fotos del bar, del viejo matrimonio testigos de tantas historias no
publicables todavía, como pensaron Héctor y Asunción. En Madrid
tendrían que averiguar a dónde había marchado Rogelio Villa como
comentaron la noche del domingo recién llegados a casa, con María ya durmiendo
en su cama, brindaron en el salón por lo bien que había ido todo.
- Por
mi mujer, la mejor periodista-detective de España.
- Calla
bobo – contesta Asunción sorbiendo de su copa – yo he tenido suerte, he podido
hacer hablar a Catalina pero quien dio con Hoyos y pensó que allí podríamos
encontrar algo fuiste tú, cariño.
- No me
voy a quitar méritos pero ya sabes, si alguna vez dejas de ser periodista te
contrato como detective, juntos formamos un buen equipo. El mejor del mundo en
todo. ¿ Te he dicho ya hoy que te quiero?
- Bríndo
por lo del mejor equipo del mundo, te tomo la palabra en eso del contrato si lo
necesito y sí cariño, me has dicho hoy por lo menos cinco veces que me quieres
pero no importa, sigue diciéndolo aqui y en nuestro dormitorio que no me canso
de oirlo.
Entre besos y arrumacos terminaron la botella,
apagaron las luces y se fueron a la cama. En el salón, las copas sobre la mesa,
en la alfombra los zapatos de los dos, la corbata de Héctor en el suelo y las
medias de Asun junto a una pata del sofá, narraban sin palabras lo
que allí comenzó esa noche antes de irse a dormir.
-
Genial Rosa... y me encanta ver como la complicidad de nuestra pareja se palpa en todo lo que comparten juntos: su vida profesional y la personal... sigue deleitándonos con historias así... gracias...!!!!!
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