domingo, 27 de marzo de 2011

Madrid, Mayo del 68 capítulos XLV y XLVI

Capítulo XLV


Juan Ramón Cortijo sale de su casa y busca sus gafas de sol antes de abandonar el portal. El sol otoñal promete un buen día, las tiendas empiezan a abrir sus cierres y el reloj de la iglesia confirma que son las 9 de la mañana. Como todos los días se acerca a comprar la prensa en su quiosco habitual donde el dueño suele tenérsela ya preparada y al iguala que ayer y anteayer le comentará las noticias.
Al comisario le gusta charlar con Manuel, es un buen hombre que no puede ocultar su descontento con el regimen y en cierta forma es la voz de su conciencia que acalla constantemente.

-Buenos días, señor comisario. Permítame felicitarle con su sobrino y el artículo que publica hoy. Ojalá sirva de algo pero en este país, usted disculpe, la justicia no existe.

-Buenos días, Manuel, gracias, aunque no lo creas hay gente que lucha por acortar las injusticias.

-Usted quizá don Juán Ramón, usted debe ser uno de los pocos, la mayoría de sus colegas son distintos y de los demás ya ni digo.

-Manuel aunque me quedara todo el día contigo no sería capaz de hacerte cambiar de opinión- dice el comisario moviendo la cabeza- nos conocemos ya bastante y recuerda lo que te digo siempre: ¡ten cuídado con quien hablas y lo qué dices!

-¿Lo ve, como tengo razón?, bueno se lo apunto y que tenga un buen día.

-Gracias y tú también- le dice alejándose del quiosco al tiempo que abre el periódico y baja las escaleras de la boca del metro de Ríos Rosas.
Al llegar al andén tiene ya localizado el artículo de su sobrino y al entrar en el vagón, ya sentado, lo lee y entiende el asombro del bueno de Manuel.
Su sobrino se cuestiona en la segunda página del periódico la posición de la mujer en la sociedad española y su indefensión ante ciertos hombres, que la ven en general como un ser inferior y merecedora de una buena paliza si les viene en gana. Habla de la poco o nula protección legal de las mujeres maltradas y de la indeferencia de la mayoría de la sociedad y de las autoridades.

El comisario Cortijo se siente orgulloso de su sobrino pero teme que este artículo le pueda causar problemas y el día de hoy, 3 de octubre del 68, no lo olviden facílmente. 
Pronto se dará cuenta si en las altas esferas ha caído en gracia o en desgracia. El metro ya está entrando en la estación de Sol  y sin más dilatación dobla el periódico, se levanta, pide permiso para salir y sube por las escaleras mecánicas consultando el reloj que marca las nueve y media pasadas. Una vez en la calle sus pasos se dirigen a una cafetería de la calle Correos y se toma un café, aún tiene tiempo, su cita con Rafael es a las diez y Gobernación está al lado.


Agustín acaba de recoger la prensa en portería y el portero le sorprende comentando el artículo de Ramón, le da las gracias y sube rápidamente a su piso.
Una vez dentro busca directamente la firma de su yerno y lee con atención. Cuando termina piensa que no le queda más remedio que poner a su hija al corriente de lo pasado ayer tarde, ante la puerta del Centro de mujeres, la amenaza que le hizo a Montse ese tipo, el tal Campos. Aunque Patricia le ha pedido que no diga nada, que ella ya ha tomado medidas el presiente que debe hacerlo.

Ramón y Sandra están desayunando y comentan la llamada que acaban de recibir de la redacción.

-Ya sabíamos que podía pasar Ramón, tranquilo que ellos están de tu lado.

-Lo sé, mi amor, habrá que campear el temporal lo mejor que se pueda. De momento las llamadas que están recibiendo son muy diversas y  gobernación aún no ha llamado.

En ese momento entra Agustín en la cocina con el periódico en la mano y las llaves en la otra.

-¡Buenas días hijos! –saluda dando un beso a Sandra y disculpándose por utilizar su propia llave- ¡Felicidades Ramón! – le dice a su yerno- tu artículo es muy bueno y muy atrevido..¿hay ya reacciones?

_Muy buenas Agustín- contesta Ramón- Gracias, y si las hay, estaba comentándolo ahora con Sandra, habrá que esperar algunas horas más para evaluar su repercusión .

-Esperemos lo mejor pero te confieso que estoy preocupado. ¿Sandra has hablado ya  con Montse o con alguien del Centro de mujeres?

-No, ¿Lo dices por el artículo de Ramón?, supongo que ya me lo comentarán esta tarde cuando vaya.

-No sé si debieras ir Sandra.

-¿Cómo? – dicen Sandra y Ramón a la vez

-Verás, anoche me llamó Patricia, me dijo que no me preocupara que ella ya había tomado medidas y que no dijera nada pero creo que debo decirlo.

Agustín cuenta lo que pasó y termina diciendo:

-Si ese malnacido ha leído el artículo de Ramón es mejor que no aparezcas hoy por allí.

-Papá gracias por tu preocupación pero no es la primera vez que Antonio Campos me amenaza y Ramón ya le ha denunciado. Dudo que él compre el periódico pero el quedarme en casa no va a cambiar nada. Si me busca me encontrará, allí, o en la panadería, no me voy a esconder, lo siento.

-Gracias a Agustín por contarlo, quizá debería haber retrasado la edición del artículo pero estoy con Sandra, con o sin artículo el peligro existe. No me hace ninguna gracia que vaya hoy al Centro pero no puedo impedírselo aunque no va a ir sola, yo la voy a acompañar y si es necesario me quedo allí todo el tiempo.

-No Ramón, tu tienes que hacer tu trabajo, te prometo que voy a tener mucho cuidado y que si le veo en la puerta me quedo en el coche y os llamo desde una cafetería.

Agustín discute con sus hijos y al final alcanzan un compromiso.

Cuando Sandra se queda sola intenta llamar a Patricia primero y luego a Montse pero ninguna de las dos están en casa. Pensativa se queda mirando el teléfono,
sabe que su decisión de no esconderse es la buena pero no puede evitar pensar en su pequeño y en el peligro al que le puede exponer y recuerda lo que Carlos le dijo en París: 
<< Para sobrevivir hay que hacer lo que se debe hacer y no lo que se quiere hacer.  Si alguna vez dudas a la hora de tomar una decisión y necesitas una segunda opinión llámame . Sé que estás rodeada de gente que puede asesorarte muy bien pero por si acaso, no mires la hora y llámame.>>
Sandra descuelga el telefóno de nuevo y pide hablar con París. Como siempre tiene que esperar un poco hasta que Carlos se pone al teléfono.


En la facultad de derecho la segunda clases del día ya ha comenzado pero Montse ha faltado, se ha inventado una excusa para no entrar y poder leer el periódico que ha traído Miguel. No sabe como repercutirá este artículo en los sucesos de ayer tarde pero un sexto sentido le aconseja poner  a Pedro y Miguel a la orden del día.
Cuando se reunen con ella a la hora del bocadillo, Montse les cuenta lo que  pasó y los chicos se ofrecen a acompañarla esa tarde .

- ¿Queréis ser mis guardaespaldas durante un tiempo indefinido?- pregunta Montse y continúa-  El problema no es hoy solamente; el problema es que ese tipo está suelto, su mujer escondida y la policía no hace nada.

Los chicos entienden el razonamiento de Montse pero insisten en acompañarla y tratan de animarla, la encuentra bastante afectada y aunque dudan si volver a clase o quedarse con ella al final terminan los tres entrando a la clase de derecho administrativo.


Amanda vuelve con la cartera llena de expedientes a casa y con el periódico en la mano, que aún no ha tenido tiempo de leer, pero que muchos colegas parecen que ya han leído, a juzgar por los comentarios que le han hecho en la facultad primero y en el juzgado después. Ha tenido una mañana de locos y al llegar a casa se quita los tacones , abre el balcón y va a servirse un aperitivo cuando suena el teléfono.
La llamada la deja bastante preocupada, nunca había oído a Carlos expresar sus miedos tan claramente y le ha costado bastante calmarle.

-Carlos, Sandra sabe cuidarse muy bien, si el tipo la pone la mano encima seguro que pone en práctica alguna de las lecciones que aprendió en Vietnan.

-¡Amanda! Entonces no estaba embarazada de casi 9 nueve meses-le recuerda Carlos.

-No, estaba de dos meses y también es un momento muy delicado. Carlos, según me dijo, le enseñaron a moverse rápidamente con el más mínimo esfuerzo sin dejar caer la cámara ni la bolsa. Te prometo que si no lo veo no lo creo; me hizo aquí una demostración antes de ir a París y me dejó con la boca abierta.

-Puede ser, pero no es lo mismo y me fastidia no poder estar con ella. Bueno, lo que te iba a decir es que he conseguido hablar con Patricia y tiene dos camaradas dispuestos a vigilar el centro los días en que Montse y Sandra van juntas. Pásate esta noche por su casa y observa como está de verdad.

-No será necesario, he quedado con ella y Agustin cerca de casa, vamos a comer juntos.  Ya  te contaré. Te llamo esta noche pero te repito, tranquilo, confía en Sandra como hace Ramón y Agustín. Te dejo que se me echa la hora encima. Un beso.

A las dos y medía Agustín viene a buscar a su hija  para ir a comer con Amanda.
Sandra sigue sin conseguir hablar con Montse y espera que su madre pueda decirle algo, quizá la ha visto por la mañana en la facultad.


Capítulo XLVI


A las 3 de la tarde Juan Ramón Cortijo entra en la comisaría de Moncloa. La mañana se le ha ido en Gobernación en parte y en La Paz.
No esperaba que su amigo le citase tan pronto y tampoco esperaba verle tan mal. Ayer mismo habló con él y hoy le ha acompañado al hospital y no ha sido capaz de dejarle allí solo durante la sesión de diálisis. En comisaría sabían donde estaba en caso de urgencias y su amigo le necesitaba.

Rafael lleva más de 35 años trabajando en los archivos y su carrera en el cuerpo está llegando al final, acelerada en parte por la deficiencia renal que le obliga a ir tres veces a la semana a La Paz.
La diferencia de edad entre ellos no fue un obstáculo para hacerse amigos.
Rafael había vivido cerca de sus padres y se conocían muy bien. 
Eduardo, el hermano menor de Rafael, hacía poco que había muerto en México, en el exilio, sin poder retornar a España. El policía no se perdonaba no haber podido conseguir un pasaporte para su hermano. Sus sobrinos tienen la nacionalidad mexicana, pero su hermano, fiel a sus ideas, se negó a dejar de ser español.

Al entrar en la DGS saludó a algunos guardias y bajó enseguida a reunirse con su amigo quien le esperaba con una carpeta en la mano.
Rafael le dejó tomar algunas notas y le recordó que no podía extraviar ningún documento aunque quisiera.  Algunos informes le parecieron un poco dudosos y no pudo evitar hacer ciertas preguntas. La explicación que le dio su amigo confirmó que ciertos rumores eran ciertos.
De los otros nombres de la lista no había registro alguno, le aseguró Rafael y acabadas las anotaciones subieron juntos la escalera y pararon un taxi para ir al hospital.
Durante el camino a La Paz recordaron cosas de cuando ambos vivían por la Guindalera y Rafael le confesó lo solo que se siente desde que falleció su mujer y la poca familia que le queda en Madrid.
Ahora el cuaderno con las notas le quema en el bolsillo y quiere poner a Ramón al corriente cuanto antes.


En París, en el despacho de la editorial Brillant, Carlos mira por la ventana y el cielo gris, lleno de nubarrones no le pone de mejor humor, al revés, a duras penas consigue reprimir su impulso de reservar una plaza en el primer avión para Madrid del día de hoy.

La llamada de Sandra ha removido muchas cosas, su corazón le estaba gritando egoístamente y en contra de todos sus principios: << Ni se te ocurra salir de casa, tú y el niño sois lo primero>> pero haciendo un gran esfuerzo y controlado su estado de ánimo dijo:

- Princesa, actúa según te indique tu instinto y procura estar siempre rodeada de gente, no vayas por calles solitarias e informa a Ramón  y a Agustín de tus movimientos. Ten mucho cuídado y si quieres me cojo el primer avión a Madrid ahora mismo.

-No Carlos, no por este motivo. Me apetece verte, ya te lo dije ayer pero puedo esperar, dentro de dos semanas vendrás para la despedida de papá y tantas faltas no las vas a poder justificar.

-<<Tú eres lo primero en estos momentos Sandra>>- piensa Carlos pero en voz alta dice- Como quieras princesa pero recuerda que tus deseos son órdenes.

Después de colgar Carlos suelta unos cuantos tacos y se sorprende ante su reacción y recuerda lo que Ricardo le dijo el otro día:
<< es curioso como cambia la óptica de ver las cosas cuando la persona en peligro es un hijo, cómo ese sentimiento de protección es más fuerte que todos los razonamientos y principios por los que alguien se ha guíado a lo largo de los años>>.
El comentario no iba por él sino por la detención de un amigo en común, por haber pegado un puñetazo al tipo que pilló a su hija con la bicicleta, en el parque de Boloña.

En Madrid, a las cuatro y media de la tarde Agustín aparca su coche a unos metros del Centro de Amas de Casa y entra junto con Sandra en el recinto. La mujer del comisario de Cuatro Caminos nada más verles comenta que su marido ya ha hablado con el comisario de Carabanchel y va a mandar patrullar más a menudo por el barrio. Agustín se despide de ellas hasta más tarde y al salir se choca con Montse que acaba de llegar con sus amigos. Charlan un poco y los chicos que han venido en el metro, agradecen el ofrecimiento de Agustín de acercarles a la Plaza España. A las siete de la tarde volverá a recoger a Sandra, les dice por si quieren venir con él a esperar a Montse.

A la misma hora Ramón está hablando con su tío en una cafetería cerca de la comisaria.
El informe que le pasa le deja una cosa muy clara: Carlos Solera Rosales no tiene ningún expediente abierto y en principio no sería difícil obtener una partida de nacimiento. Otra cosa bien distinta es la ficha que hay en el expediente de Carlos Matas según la ficha, detenido en Madrid en abril de 1948 como sospechoso de atentar contra la vida de un alto cargo del Régimen, puesto en libertad días más tarde por falta de pruebas como demostró un famosos abogado con contactos monárquicos. En uno de los folios, según su tío, se le da como fallecido en una reyerta con la guardia civil en una localidad del valle de Arán unos días después de su puesta en libertad.
Antes de que Ramón pueda preguntar nada su tío le cuenta lo que Rafael le confíó.

<< Cuando la guardia civil recibía información esperaba en los pasos ilegales de la frontera; sin mediar palabra disparaban sobre los que intentaban cruzarla por sorpresa y en esa localidad exactamente, había un matrimonio ya mayor que se encargaba de dar sepultura a los muertos. Entregaban posteriormente en el cuartelillo los documentos y objetos personales que los fallecidos llevaban encima.
A menudo se quedaban con las cosas de más valor que encontrasen como relojes o anillos. Vía esta pareja llegó al cuartelillo los documentos que el tal Matas llevaba y que le identificaba. Donde enterraban a los muertos solo lo sabían ellos.>>

Ramón agradece la información a su tío y prefiere no hacer comentarios. Esperaba parte de lo escuchado pero lo que no podía imaginarse es oír que quienes tenían que haberle dado sepultura le salvaran la vida. Carlos Matas para todos los efectos está enterrado en algún lugar del Valle de Arán. En su expediente hay una partida de nacimiento y otra de defunción que probablemente no consten en ningún registro de ningún ayuntamiento de España.
Cuando Ramón pensaba que su tío había terminado le soltó la bomba:

-Legalmente Matas nunca existió pero si hay una ficha con unas huellas dactilares bastante mal tomadas y hay una persona que reclamó el cadáver: Agustín Sepúlveda.

-Lo siento tío, ya te dije que era complicado y que no podía decir nada. Te lo agradezco de todo corazón. .

Juan Ramón no dice nada y se despide de su sobrino con un apretón de mano. Ramón se queda un rato más en la cafetería y no sabe como darle la noticia a Carlos.
Oficialmente puede pedir un pasaporte en la embajada española en París con su verdadero nombre pero residir en España ya es más difícil para ello tendría que solicitar su carnet de identidad y su huellas podrían delatarle. Sin ver las cosas aún muy claras sale de la cafetería y se acerca a casa de Amanda.

A las siete de la tarde Agustín no encuentra donde aparcar en la calle donde está el Centro de Amas de casa y tiene que hacerlo en una calle paralela.
Sandra y Montse están esperando en la puerta, acaban de ver pasar el coche de Agustín mientras conversaban con Encarna y a los pocos segundos los ven asomarse ya por la esquina. De repente, como si saliera de la nada, Antonio Campos sujeta a Montse fuertemente por el brazo y mientras exige a Sandra que le diga donde está su esposa abre una navaja.
<<En ese momento dos desconocidos dan un salto,se ponen delante de Sandra, se oyen voces, gritos, sirenas y la policía se lleva a Agustín y a los chicos mientras una ambulancia traslada a Montse al hospital y en un furgón de policía meten a Antonio Campos>>,declararía más tarde Encarna de Santamaría, la esposa del comisario de Cuatro Caminos.



Con la lectura aún fresca de lo último que ha escrito Beatriz, Carmen pone el coche en marcha y va a recoger a Teresita al colegio. En el primer semáforo pone el mix que le han regalado con canciones de Serrat y justo ahora que oye “”aquellas pequeñas cosas””  recuerda sin querer a sus abuelos.
También su abuela Teresa estuvo en peligro dos veces y en la segunda, su abuelo, siendo ya comisario, tomó las medidas que quiso tomar y no las que debería haber tomado. Se arriesgó y estuvo a punto de costarle la vida y el empleo. Todavía no sabe que que ha pasado con los personajes de Beatriz pero espera que sea leve y quizá sea mejor que su madre no lea las últimas hojas hasta que esté más avanzada la historia. Ana escuchó lo sucedido varias veces por boca de su abuela Carmen y de su padre Héctor, quien le quitaba hierro al asunto pero a su madre Teresa no le hacía gracia. Beatriz conoce la historia en la versión de la tía Ana y la asocia con el comentario que la tía hizo con respecto a su relación con ella : << pude haberme aprovechado de la oportunidad que se me brindaba pero su seguridad fue más importante que mis deseos, por ella habría dado mi vida>>






















































2 comentarios:

  1. Dios mio, menos mal que "parece" que no ha pasado nada, ¿no? Porque no ha pasado nada...
    Muy curioso lo del expediente de Carlos MAtas...

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  2. ya lo verás. Los últimos capítulos tienen que tener un poco de suspense.

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