sábado, 5 de marzo de 2011

Madrid, mayo del 68 Capítulos XXXIX y XL

Capítulo XXXIX



“”7 de septiembre, penúltimo día en Royan, los días vuelan”” , piensa Carlos mientras anda a la panadería a comprar el pan y los croissants del desayuno con paso rápido y silbando una canción. Se le nota contento, feliz y hasta casi más jóven.

El día ha amanecido radiante; en realidad han tenido suerte con el tiempo y quizá antes de comer se puedan dar un baño en las aguas del estuario y sacar algunas fotografías, unas cuantas más, que Sandra se encargará de revelar y enmarcar.

Carlos tiene razón, los días vuelan y ellos lo saben perfectamente. Han aprovechado las horas al máximo, conscientes de que aún pasará un tiempo hasta que puedan volver a repetirlo, han grabado en su memoria así como en el diario que Amanda acaba de estrenar,  todos los minutos y segundos que han compartido desde su llegada a Royan y su encuentro en Burdeos.

En el cottage Amanda hace la cama y prepara el café ; los primeros rayos de sol calientan la pequeña terraza que linda con la cocina y allí, como casi todos estos días pone la mesa para desayunar.
Los desayunos en la cama no han faltado y sus consecuencias tampoco: la mañana se les echaba encima, el desayuno se juntaba con el almuerzo y al final terminaban por no salir de casa o salían haciendo un gran esfuerzo y alcanzaban a pasear por la orilla de la playa con los pies descalzos envueltos en una nube, como Amanda ha escrito en su recién estrenado  diario:

<< Royan, jueves 5 de septiembre de 1968 (diario de Amanda)

Carlos ha salido a comprar el pan para desayunar y el café ya está hecho, la mesa puesta y mientras espero, comienzo a escribir en este journal que compramos ayer en Verdon sur la Mer.

Hace muchos años, en una pequeña libreta apunté muchas cosas que Carlos decía, sus pensamientos y nuestra despedida.
Hoy, en esta nueva etapa de mi vida con Carlos de nuevo en ella, vuelvo a sentir la misma necesidad de entonces.

El martes 3 de septiembre llegamos a esta pequeña casa de Royan y aquí pasamos nuestra primera noche juntos después de tantos años. El tiempo nos ha madurado a los dos pero hay dos cosas que no ha cambiado: nuestros planes aún siguen en el aire, como entonces, y nuestros cuerpos, hoy como ayer, no atienden a razones, sólo escuchan a nuestros sentimientos y refuerzan nuestro lazo de unión..

Tras una velada envuelta en el embrujo de las canciones de la Piaf paramos el tiempo, la noche dio paso al día, teníamos tanto que compartir que nos olvidamos de dormir, parecíamos dos hambrientos que no terminaban de saciar su hambre y hasta el desayuno lo consumimos en la cama entre risas, miradas y palabras más propias de adolescentes que dos adultos como nosotros.
Cuando nos quisimos levantar ya era la hora del almuerzo e hicimos un gran esfuerzo para dejar la casa y buscar un restaurante desde donde llamamos a Sandra y comimos con la sensación de que todo el mundo nos miraba y podían leer en nuestras caras nuestros más íntimos sentimientos.

A la salida fuimos caminando por el centro de Royan hasta llegar al puerto de La Marina; vimos salir el ferry que lleva al otro lado del estuario mientras nos tomábamos un café y de regreso a casa compramos Le Monde, con la intención de leerlo sentados en el patio de la casa pero apenas pasámos de la primera página.
Aunque esto no lo va a leer nadie no puedo seguir repitiéndome, además hasta me da un poco de vergüenza volver a confesar que acabamos en la cama. ¡Menos mal que Carlos ha tomado medidas!.

El miércoles conseguimos levantarnos para desayunar y al final me convenció para ir con el ferry a Le Verdon sur Mer no sin antes comprar en una farmacia pastillas contra el mareo que ayudaron a la vuelta pero no a la ida. Lo pasé fatal, apenas podía contener las arcadas y una niña de unos 10 años le preguntó a su madre si estaba embarazada y no sé que hubiera sido mejor si decir que sí porque a la niña le pareció tonto que una mayor se marease en un ferry.
Cuando llegamos a la otra orilla, según Carlos tardamos una media hora, respiré aliviada: tierra firme ¡por fin!.
En la terraza del balneario pude reponer fuerzas y reirme de la ocurrencia de la niña en el ferry junto con Carlos.

-¿Te imaginas que estuviese embarazada a mi edad?-le pregunté a Carlos

-No mucho, pero seguro que serías una embarazada guapísima.

-¡ Seguro! Gracias por pensar en poner remedio, Carlos, no te lo había dicho antes.

-Es lo primero que me recomendó Sandra, ya ves, nuestra hija no quiere tener un hermanito o hermanita que sea menor que su hijo- dijo Carlos con un poco de añoranza en la voz.

-¿Sandra? ¡Qué calladito se lo tenía y qué libertades se toma! Pero la entiendo aunque por un lado me da pena. Si pudiesemos registrar legalmente nuestra relación no me importaría quedarme de nuevo embarazada y a tí ¿te gustaría volver a ser padre y vivir un embarazo activamente?

-¡Ojalá, pero eso sí que es un sueño imposible! Sí, me encantaría, me perdí lo de Sandra y poco voy a poder hacer cuando de a luz a mi nieto; mi presencia en el hospital será difícil de justificar...!Lástima que no puedas venir a vivir a Francia!, aunque tampoco podríamos registrar nuestra unión legalmente ya que en España no hay divorcio y yo tengo una identidad falsa. Me temo que la paternidad ya pasó una vez por mi puerta y tendré que resignarme y estar contento por el hecho de tener a Sandra.

Seguimos hablando sobre el tema un ratito más y después recorrimos la costa del Atlántico en pleno golfo de Vizcaya y no pudimos de dejar de visitar los bunkers que aún recuerdan el paso de la segunda guerra mundial.

El viaje de vuelta fue maravilloso, sin mareos y abrazados en cubierta mirando hacia Royan e intentando descubrir nuestro cottage en el horizonte con unas ganas inmensas por llegar.

Voy a dejarlo por hoy aquí; mañana continuaré, Carlos ya entra por la puerta y vamos a desayunar. Queremos hacer aún muchas cosas, ir a Rochefort y comprar unos quesos, tanto a Sandra como a Agustín les encanta y quiero darles esta pequeña sorpresa. Sólo dos días más y ya estaré camino de Madrid, pero no quiero pensar en ello ahora sino en las horas que aún tenemos por delante. Hasta luego.>>


En efecto, Carlos entra a la cocina con la prensa en una mano y los croissants y un baguette en la otra.

-¡No has tardado nada! ¿No había mucha gente en la panadería?

-No, la mayoría de los franceses ya han desayunado a estas horas, nos hemos convertidos en unos holgazanes – ríe Carlos- ¡A las 10 de la mañana desayunando!, No tenemos remedio.

-No exageres tanto Carlos, cuando estés en París ya tendrás tiempo de levantarte a las 7 y media al igual que yo en Madrid, ¿has comprado la prensa de hoy? ¿seguro que vas a poder leerla? –pregunta Amanda con una sonrisa bastante pícara.

-¡Hoy si! La voy a leer mientras desayunamos aunque sea de mala educación y si quieres te presto la sección de sociedad.

-No gracias, puedes leerla tranquilo, prometo no hablar durante el desayuno.

Amanda sirve el café y unta unas cuantas rebanadas con mantequilla y mermelada que pone junto a los croissants mientras Carlos abre el periódico y en la segunda página descubre un anuncio que reclama toda su atención.

-¡Cielos santos! ¡No es posible!-exclama.

-¿Qué pasa Carlos?-pregunta Amanda soltado el cuchillo con el que estaba abriéndose su croissant para untarlos con mermelada de fresa.

-Mira, lee el anuncio.

Amanda toma el periódico y al igual que Carlos se queda atónita; el anuncio es corto, escueto y hasta casi en clave pero para ellos es muy claro:

“”Le moine Ernesto Rosales Martín cherche son cousin C.S. Rosales.
Merci . téléphone à Saragosse,Espagne: 61410 3 “”

-¿Tu tienes un primo que es fraile y que se llama Ernesto, verdad?-pregunta Amanda toda perpleja.

-Sí, ya lo sabes, la última vez que le vi fue antes de cruzar Francia con mi madre, el se quedó en el pueblo en Zaragoza y después de la guerra pude averiguar que se había hecho fraile y que estaba de misionero en África con una congregación Belga.
Cuando me recuperé y regresé a París le perdí la pista. Patricia ha intentado desde Madrid seguirla pero ella y lo religioso no se llevan muy bien y no lo consiguió.
 Nos parecíamos mucho físicamente y él es dos años mayor que yo. ¿Crees que debo llamar?

-Espera, ¿Habrá puesto también el anuncio en la prensa española? En ese caso sería mejor que llamase Ramón ¿no te parece?

-Quizá, vamos a terminar de desayunar y nos acercamos a una cabina y llamamos a Patricia.

-De acuerdo.

Al medio día consiguieron hablar con Patricia quien venía de casa de Sandra a donde había ido por motivo del anuncio. En efecto, en la prensa española también estaba puesto y Sandra lo había visto. Ramón y Carlos pudieron hablar por teléfono el mismo día y acordaron esperar a que Amanda estuviera en Madrid para intentar localizar al primo de Carlos.

Por la noche, ya en la cama, Carlos recuerda cosas de su primo Ernesto y las comparte con Amanda. Eran primos de verano, como decía Carlos y  mientras Carlos vivía en Santander, su primo con su padre , hermano de la madre de Carlos, en Zaragoza capital donde sus padres regentaban una librería.
Eran amigos de los buenos, de los que sellaron su amistad con un juramento de sangre; se escribían en invierno y soñaban con los veranos en el pueblo, con la casa de la abuela, con el pilón en el que se bañaban en el corral y con el riachuelo a donde iban a pescar.

Cuando el padre de Carlos murió y su madre volvió con él al pueblo, dejando atrás Cartagena, el último destino de su padre, se refugiaron en casa de la abuela y Ernesto venía todos los fines de semana para estar con su primo.
Físicamente eran casi iguales y los dos sentía debilidad por las personas que no tenían nada, por los niños huérfanos, por el teatro clásico y la naturaleza. También eran muy distintos: Ernesto era introvertido, muy religioso y un gran amante de la música. Carlos era extrovertido, osado, la religión no le llamaba la atención y había crecido con las ideas socialistas de su padre. Ernesto por lo contrario se había criado con unos padres muy monárquicos.

A Amanda le encanta escuchar las correrías que Carlos le cuenta y se imagina a los dos primos montando en bicicleta, dirección al río, con sus improvisadas cañas de pescar y una bolsa de pan duro. ¡Ojalá pudieran reunirse los dos primos! –piensa Amanda mientras se acurruca entre los brazos de Carlos y cierra los ojos.



Capítulo XL



14 de septiembre de 1968. Zaragoza. (diario de Amanda)

Últimamente no hacemos nada más que viajar, y hasta ahora nuestros viajes van dando muy buenos frutos; ayer llegamos todos a Zaragoza : Ramón por su cita con el “”primo “” Ernesto, Sandra porque no quería quedarse sola en Madrid, Agustín y Patricia para recabar más información y observar desde la sombra que el encuentro con Ernesto no fuese una encerrona y yo para ser los ojos de Carlos.

El 9 de septiembre regresé de Francia tras unos días maravillosos como ya he escrito anteriormente. Al día siguiente,  a eso de las 5 de la tarde, con mis quesos de Rochefort en la mano, llamé a la puerta del piso que fuera mi casa durante tantos años y que ahora pertenece a Sandra por expreso deseo de Agustín.
 Aprovechando que el vecino de enfrente se marcha por dos años a Granada y que su piso es más pequeño, Agustín se lo ha alquilado ; con sus dos dormitorios y un despacho a él hasta le parece grande....bueno, mi estudio en Argüelles tampoco es más grande aunque mi terraza vale por todo el estudio.

El propio Agustín me abrió la puerta; antes de pasar al salón dejé en la cocina los quesos y llegué a tiempo de ayudar a Sandra a llevar el café.
 Al entrar al salón me encontré con Patricia y aunque sé que es irracional, todavía no me acostumbro a verla integrada en nuestra familia.
Entre ella y Agustín sólo hay una gran amistad, como ellos dicen y Ramón y Sandra también lo creen pero yo presiento que pronto pasará a haber más entre ellos y éso no me molesta, lo que me molesta por ilógico que sea es verla en mi salón, aunque ya ni tan siquiera sea mío.

A eso de las 6 de la tarde Ramón consiguió hablar con Zaragoza y el fraile Ernesto Rosales nos sorprendió con un timbre de voz muy parecido al de Carlos. (Ramón había traído una extensión del trabajo y todos pudimos seguir la conversación).
Mi yerno se presentó como un periodista que probablemente tendría información de la persona buscada pero que por teléfono no estaba dispuesto a decir nada.
Ernesto Rosales entendía que era lógico que no se fiaran de él y estaría encantado de concertar un encuentro. Desgraciadamente,  por motivos de salud no podía viajar le dijo a Ramón: << los muchos años vividos en el Congo Belga pasan factura>>, dijo con resignación.
Ramón propuso visitarle el viernes 13 de septiembre en Zaragoza y de paso hacerle una entrevista sobre su vida en las misiones africanas.

Ayer por la tarde hablamos con él, bueno, al principio sólo habló Ramón con él, yo no pude decir nada.
Acompañé a Ramón al encuentro y me presenté como la abogada Amanda Álvarez, antigua conocida de la persona buscada.Pude comprobar lo que Carlos ya había dicho ¡el parecido es asombroso! no obstante el tiempo ha tratado mejor a Carlos que a Ernesto; el calor del trópico envejece y Ernesto parece 10 años mayor que Carlos, su invalidez tampoco le rejuvenece.
Ramón comenzó con su entrevista y a través de ella regresamos a los años anteriores a la guerra y a los veranos en Nuévalos. Sus recuerdos coincidían con los de Carlos y al volver a oir uno en especial le pregunté:

-¿Por qué busca a su primo, después de tantos años? ¿Cómo podemos estar seguros de que, suponiendo que se encontrasen, la vida de su primo no correría peligro?

-Sra. Álvarez le aseguro que no tengo ninguna intención de hacer daño a mi primo. No sé que relación mantiene o ha mantenido con él pero he podido ver en sus ojos que mis recuerdos de la niñez no le son de todo extraños.
Me gustaría asegurarme de que vive para poder solucionar los problemas de la herencia- Ernesto hizo una pausa y sacó de su cartera una vieja foto en la que se podía ver a los dos primos con su abuela.

Al ver la cara de la abuela tuve que disimular mi asombro. Sandra guardaba un gran parecido con la abuela de Carlos y Ernesto. Seguramente, pensé, en una foto de sus años mozos el parecido con Sandra sería aún más patente.

Al morir mi padre- continuó Ernesto, ajenos a mis pensamientos- y al no tener noticias de mi tía y mi primo la casa de mi abuela y sus tierras pasaron a ser mía.
Como puede comprobar, estoy casi inválido, padezco atrofia muscular degenerativa y no hay tratamiento posible, sólo fármacos que alivian el dolor.  No sé cuánto tiempo me queda de vida, sólo El Señor lo sabe,  pero me gustaría irme con las cosas bien hechas. Si mi primo ha tenido descendencia, la casa y las tierra le corresponden a él o ella, en caso contrario me gustaría repartir su importe entre mis cofrades para nuestra misión en el Congo. ¿Comprende ahora por qué le busco? ¿Para qué necesito esa información?

-Lo comprendo perfectamente y además me deja sorprendida por su generosidad. De mi relación con su primo prefiero no hablar pero como abogado le repito mi pregunta¿Qué garantias tenemos de que a su primo no le pase nada?

-Me temo que no puedo darle ninguna salvo mi palabra sobre la Biblia. Conociendo a mi primo me imagino que estará o ha estado metido en algún partido ilegal y esa ilegalidad es la que ha hecho imposible  el que no pudiésemos estar en contacto. Creáme, siempre lo he sospechado y por eso nunca he querido hacer uso de la herencia, siempre he mantenido la esperanza de que él me buscase a mí y si no fuera por mi enfermedad seguiría esperando pacientemente a que esto ocurriese.

Nuestra charla se alargó durante unas horas más y cada vez estaba más convencida de que Ernesto no tenía segunda intenciones y que no había ninguna trampa. Quedamos en ponernos en contacto con él este domingo, es decir, mañana.

Agustín y Patricia, por su parte, han aprovechado bien el tiempo y han recopilado bastante información sobre Ernesto. Hace dos meses que regresó del Congo y alquiló el piso bajo donde habita. Llegó acompañado de otro fraile quien ha continuado viaje a Bruselas. Sus salidas se reducen a un paseo por la tarde, ayudado de un bastón en sus días buenos, y en silla de rueda en sus días malos.
Una señora entrada en años viene a hacerle las cosas del hogar y una hermana religiosa se encarga de pasearle en la silla de ruedas, de llevarle al médico y acompañarle todos los días a la misa de 9 en la parroquia del barrio.
No recibe casi visitas y su correspondencia viene del Congo o de Bélgica.
Tiene fama de ser una persona afable y muy caritativa, no hay pobre que vea por la calle que no reciba limosna de él.

Estoy ansiosa por volver a oir la voz de Carlos. Ha quedado en llamar dentro de una hora y tengo tanto que contarle, estoy segura que nos autorizará a darle su número de teléfono a Ernesto. Doy casi por hecho que Carlos y Ernesto se van a encontrar aunque este encuentro obviamente debería ser en Francia. Algo me dice que Ernesto estará dispuesto a cruzar la frontera.

Carlos y Ernesto, dos personas casi iguales pero distintas, dos vidas en paralelo al servicio de los demás. Dos vidas llenas de peligro y sacrificio, dos doctrinas distintas pero vocacionales que siguen siendo hoy en día su credo y compañía.... quizá vuelvan a encontrarse, como dice Ernesto: “”El Señor sabrá que es lo mejor para nosotros”” Espero que lo sepa porque yo no tengo duda>>




En la casa del Viso,Serafín recuerda con Mario y Ana a Luisita y su labor para Unicef en Sierra Leona.
Luisa e Ignacio no tienen cara en los recuerdos de Serafín pero si en los de Leonor, pero su historia la oyó siendo un niño y siempre le acompañó. Recuerda el encuentro que tuvo con Luisita, Carmen y Beatriz en Florencia. Un encuentro inesperado y sorprendente para Carmen y Beatriz, sobre todo para Carmen.
En ese encuentro Luisita recordó al abuelo de Carmen y le entregó una foto del entonces comisario Perea con ella en brazos. En esa foto Luisita apenas era una bebita de casi dos años. La foto la tomó la madre de Serafín y estuve mucho tiempo guardada hasta que Serafín se la entregó a Luisita.
En Florencia esa foto pasó a manos de Carmen y hoy reposa sobre una estantería en el salón de Beatriz y Carmen. Teresita suele mira la foto con mucha curiosidad y Carmen le ha prometido que dentro de unos añitos le contarán la historia pero que ahora esa niña pequeña es toda una mujer adulta, como la abuela Ana y que se encuentra en un país africano trabajando con niños que han sido niños soldados devolviéndoles la sonrisa que habían perdido y a ser posible la fe en los mayores.

2 comentarios:

  1. teníamos tanto que compartir que nos olvidamos de dormir, parecíamos dos hambrientos que no terminaban de saciar su hambre
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    PRECIOSA la descripción de las noches entre ellos....
    Por lo demás, ha sido toda una sorpresa ver al primo de Carlos, fraile. ¿Llegarán a conocerse? ¿Qué pasará con la herencia?
    Me lo puedo imaginar, pero no quiero decir nada, para no meterme...
    Y Patricia y Agustín....;DDD

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  2. Gracias, la verdad es que siempre me da miedo parecer cursi y mi marido no me aconseja, a él plin, el sentido de cursi es sólo Spanish, dice él.Ernesto no va a ser un problema y entre AyP ya veremos que pasa pero Agustín va a sorprender y Carlos descubrirá otras cosas. El relato continuará hasta que nazca el crío y a partir de ahí ya veremos quien sigue el hilo y como.

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