domingo, 20 de febrero de 2011

Madrid, mayo del 68. Capítulos XXXVII y XXXVIII

Capítulo XXXVII


Madrid 2 de septiembre de 1968


Ramón y Sandra esperan a que el rápido Madrid-Irún-Hendaya haga su salida, son las 19 y 15 horas según indica el reloj del andén y en primera, ya sentada en su compartimento, Amanda baja la ventanilla y saluda a sus hijos.
Cuando el tren abandona la estación Príncipe Pío, recuesta su cabeza en la ventanilla, cierra los ojos e intenta dejar su mente en blanco pero fracasa en el intento; las palabras de Ramón y Sandra resuenan aún en sus oídos y sabe que tienen razón, que debe aprovechar estos días libres, que se los tiene merecido después de unos meses frenéticos en acontecimientos personales y laborales; que debe olvidarse de todo y disfrutar del entorno, de la compañía etc, etc.. pero no es tan fácil como parece, las emociones se adueñan de Amanda y su estado anímico no es por haber quedado con Carlos y hacerlo, por primera vez, como mujer separada; no es por la última conversación con Agustín en casa del notario sino por aquel viaje que hace años hizo en sentido contrario acompañada de sus padres, cuyas esperanzas, planes y angustia parece que vuelve a oir.

Aquel viaje de retorno a primeros de junio de 1947 fue un viaje triste para ella. Aquel tren no se parece en nada a este y las circunstancias, claro, no son las mismas.
Amanda no quería dejar París, nada se le había perdido en Madrid, por no recordar, ni recordaba sus clases en el Liceo francés, por mucho que su padre le contara. Recuerda como su madre asentía con la cabeza pero Amanda no la veía muy convencida.
 El ambiente en el tren era deprimente ,cuando cambiaron en Hendaya y entraron en el vagón de segunda con sus asientos de madera, el miedo se apoderó de ella.
El revisor iba acompañado de un guardia civil y tenía la impresión que ningún viajero era feliz o que estuviese contento por viajar por España; por donde miraba veía cara tristes y largas, sólo se animaban cuando de vez en cuando una bota pasaba de mano en mano; nadie bromeaba y quizá no hubiese nada por qué reír..

Amanda abre los ojos y contempla a la pareja que va sentada frente a ella. Es una pareja joven en viaje de novios a París; al igual que ella viajan confortablemente en primera y están deseosos por llegar a su destino. Hasta el revisor de este tren es atento y dicharachero, hace un rato bromeaba con ellos: << Repitan el viaje en diciembre y verán la diferencia, con el Talgo ahorraremos una hora y no hay que cambiar de tren en Francia además el servicio de restaurante va a ser de lujo>>


 Vuelve a cerrar los ojos y reproduce la tarde que su padre les comunicó que los pasaportes estaban listos, que ella debía defender sus ideas democráticas en una España que necesitaba jóvenes preparados con ideas progresistas. Recuerda lo equivocado que estaba su padre respecto a la Universidad y a los cambios pero  apenas tuvo tiempo de tomar contacto con la realidad de esa España que el soñaba; su padre murió en agosto, un 5 de agosto y no llegó a saber que su libro de derecho ya no estaba en la lista ni se leía en la facultad como ella pudo comprobar, cuando fue a matricularse al poco tiempo de su repentino fallecimiento . Murió con la ilusión intacta y en la convicción de que su hija seguiría sus pasos en la facultad de derecho.

 Su madre consiguió trabajo en la editorial de un amigo de su padre y Amanda, acompañando a su madre en una comida, conoció a Carlos y a Agustín. Casualmente la silla a su izquierda fue ocupada por Carlos y con él pudo hablar de París y la vida parisina,vida marcada por la guerra, bien es cierto, pero muy diferente a lo que se encontró en Madrid :una ciudad fría, gris, anodina y sin libertades.
En sus recuerdos no puede faltar la imagen de Agustín en la facultad de derecho. Se habían visto en la comida de la editorial pero no habían hablado, ella estuvo todo el rato pendiente de Carlos pero al encontrarse con él en los pasillos le reconoció y Agustín le habló de lo mucho que sentía la muerte de su padre, quien fuera su profesor, cuyos libros aún guardaba en casa y ella se olvidó del tiempo hablando de su padre con el que ahora iba a ser justamente su profesor.

A medida que iban pasando las semanas Carlos y Amanda se vieron más a menudo, hasta iba a esperarla a la facultad mientras Agustín les observaba desde lejos y desconfiaba de las intenciones de Carlos.
Cuando su madre falleció ya eran más que amigos, pero las actividades llevadas a cabo por él en Madrid, dieron lugar a su detención primero, posterior liberación después y su intento de llegar a Francia impidieron que su relación siguiese adelante. Carlos se negó en redondo a que Amanda le siguiera y el resto ya es bien sabido, Agustín le propuso matrimonio, algo que había pactado con Carlos y al poco tiempo descubrió que Sandra estaba en camino.


El 26 de diciembre de 1948 nació Sandra y desde entonces se ha sentido un poco culpable ante su hija. No pudo disfrutar mucho de su embarazo, no se había repuesto del golpe de perder a sus padres cuando también tuvo que decir adiós a Carlos y la noticia de su muerte junto a la desaparición de su cuerpo provocaron en ella una crisis nerviosa de forma que  Agustín tomó las riendas.¡Cómo han cambiado las cosas desde entonces! Sandra va a ser madre a finales de noviembre, Agustín y ella se acaban de separar oficialmente según consta en el acta notarial de separaciones de bienes y Carlos, a quien enterró literalmente hace tiempo, retornó a su vida y la espera ahora en Burdeos.

Amanda mira por la ventanilla, acaban de salir de la estación de Burgos y ya se ha hecho de noche, no tiene sueño pero vuelve a cerrar los ojos para seguir con sus recuerdos.
Había episodios de su años en París que le costaba recordar, hechos que le impactaron mucho como la desaparición de algunas compañeras de clase. Hoy sabe que unas fueron llevadas al Velódromo y otras a los campos de Dracy para acabar posteriormente en otros peores y no regresar jamás. Estos episodios los había borrado con la ayuda del botón selectivo de su mente y sus recuerdos eran siempre los momentos más felices, momentos familiares que compartió con sus padres y con algunos exiliados como la alegría de la gente cuando los aliados entraron en París y el reencuentro con David, un joven judío, de su misma edad, que vivía encima de la panadería y que había sobrevivido gracias a la ayuda de unos campesinos.
Cuando Carlos propuso encontrarse en París los recuerdos en blanco y negro acudieron a su mente y prefirió no enfrentarse con ellos, aún no y así se lo dijo.


-Amanda, tranquila , París no se va a ir a ningún sitio, ya habrá tiempo ¿Qué te parece el estuario de la Gironda? Tengo un camarada francés que tiene una casa en la playa, a las afueras de Royan y le puedo pedir las llaves cuando quiera, siempre me la está ofreciendo ¿te gusta la idea?

-En principio me parece perfecto ¿queda muy lejos de Burdeos? No conozca el estuario, en la escuela decían que era el más vasto de Europa y de Royan solo he recuerdo que la habían bombardeado por equivocación y que ahora es casi una ciudad nueva.

-Sí, eso me ha dicho el camarada, es una ciudad pesquera y balnearia y la han reconstruído por completo. La casa familiar no fue dañada y está muy cerca de las rocas de mejillones y sus casetas sobre el estuario. En tren se tarda casi 2 horas, está a algo más de 100 kilómetros de Burdeos, pero si quieres podemos ir en Ferry.

-En barco no, gracias, no me lo digas ni en broma, aunque la travesía sea corta, conmigo no cuentes.

-De acuerdo, no hay ferry..Llámame mañana cuando hayas comprado el billete para pedirle a Jacques la llave ¿de acuerdo?

-De acuerdo, hasta mañana

Amanda vuelve a abrir los ojos, el cuello le duele bastante, no quería dormirse pero al final ha terminado haciéndolo con la cabeza apoyada en la ventanilla. Las primeras luces del amanecer dejan ver que el tren se acerca a la estación de San Sebastián, en pocas horas estará en Francia y a la hora del almuerzo se encontrará con Carlos en Burdeos.
No sabe lo que va a pasar, son muchos años sin estar juntos y ya no son los mismos jóvenes que hace 20 años vivieron una historia de amor, una historia que no pudieron olvidar  y que sigue teniendo el mismo futuro incierto de entonces y acaso también la misma pasión.


Capítulo XXXVIII

Burdeos 3 de septiembre de 1968


Carlos vuelve a mirar su reloj, marca exactamente la misma hora y los mismos minutos que el reloj del andén de la estación de St. Jean. Dentro de media hora entrará el tren procedente de Hendaya y Amanda y él volverán a verse. Apenas hace dos meses que se despidió de ella en Madrid; el encuentro de hoy ni tan siquiera estaba en sus planes.
El paseo a orillas del Sena que imaginaron hace 20 años tendrá que esperar pero los paseos por Royan ya no se los quita nadie. En su mano tiene los billetes para el tren de las 3 de la tarde y el tiempo de espera lo aprovecharán para que Amanda coma algo, seguro que tiene hambre después de haberse pasado toda la noche en el tren. Vuelve a mirar el reloj, faltan menos de un cuarto de hora, se sienta en un banco, y saca un cigarrillo. Mientras fuma recuerda como ayer, nada más llegar a Burdeos y tras buscar una habitación cerca de la estación, llamó a Sandra, a eso de las 9 de la noche:


 <<Tranquilo Carlos, mamá no ha perdido el tren,mañana a las 13 y 15 llegará a Burdeos>> le dijo Sandra.


Después de colgar, salió a fumar un cigarrillo al balcón y no pudo evitar que a su mente acudieran las imágenes mil veces recordadas y añoradas en todos estos años.
Dos meses antes del accidente de la madre de Amanda y de la operación que le había llevado a Madrid, Amanda se presentó una mañana en su piso en lugar de ir a la universidad, tenía un presentimiento decía y al día siguiente hizo lo mismo.
Fueron las dos mañanas más maravillosas e irresponsables de toda su vida.
 Los dos olvidaron quienes eran y donde estaban, soñaron con un futuro en París y cada momento fue único, como si fuese el último y asi fue; dos meses más tarde todo cambió: el entierro de la madre de Amanda, el fracaso de la misión, su detención y su libertad por falta de pruebas, (gracias a la ayuda de un amigo de Agustín); su conversación con él sobre el futuro de Amanda antes de abandonar España, esa serie de acontecimientos fueron el principio de su infierno personal ...


<< Attention, le train de Hendaye...>>Una voz en megafonía informando de la entrada del tren devuelve a Carlos al presente; poco a poco el andén se ha ido llenando de gente sin enterarse y comienza a preocuparse.
Se levanta lentamente del banco y admite que está nervioso, no está muy seguro de lo que pueda pasar en estos días; seguramente Amanda llevará la voz cantante, como entonces, algunas cosas no cambian..
Cuando Amanda desciende del tren Carlos saluda desde el fondo del andén al tiempo que comienza a andar en su dirección; al estar ante ella la mira primero y se abrazan después; cogidos del brazo, con las maletas en la mano se dirigen al restaurante .

-Se puede saber por qué me has mirado de esa forma cuando nos hemos encontrado-pregunta Amanda mientras corta su filete acompañado de patatas fritas que Carlos le acaba de poner delante de ella.

-Me has admirado –dice Carlos- nadie diría que has pasado toda una noche en un tren sin apenas dormir, estás radiante y más guapa que nunca.

-¡Cuídado Carlos!, no tienes que ser adulador conmigo pero gracias.! El filete está muy bueno! ¿tú no comes nada?

-Ahora no, ya comí antes de venir a la estación. Veo que te has quitado la alianza- dice reteniéndole la mano derecha por un instante.

-Sí, has visto bien – le contesta pinchando con su tenedor en las patatas y llevándoselas a Carlos a la boca quien termina por comérselas todas -
Los dos nos la hemos quitado, Sandra las tiene guardadas, quiere aprovechar las alianzas, para fundirlas con plata y  hacer una bandejita grabando en ella el nombre del recién nacido, debajo a la izquierda el nombre de los varones de la familia : Luis por mi padre, Carlos, por el abuelo de Ramón y en homenaje a ti, Agustín y Francisco, el padre de Ramón. A la derecha el nombre de las mujeres de la familia.

-¡Qué idea más original.¿Cómo se le ha ocurrido?

-¡Ni idea!, el caso es que no hace más que darle vueltas a todo,desea encontrar un modo de involucrarte directamente con tu futuro nieto o nieta sin que nadie se de cuenta,  esta idea nos ha parecido a todos la mejor solución y de paso las alianzas siguen teniendo utilidad.

Poco más tarde abandonan el restaurante y toman el tren a Royan; a las cinco de la tarde un taxi les deja frente al cottage y de la casa colindante sale una mujer secándose las manos en un delantal :

-Bonsoir, je suis madame Clotilde y Jacque ha pedido –dice siguiendo en un español bastante aceptable- que compre comida y prepare habitación en planta baja. Necesitan cosas preguntar sin problemas.

- Bonsoir, madame Clotilde, merci beaucoup, vous êtes très aimable. - le contesta Amanda en francés.

Amanda y Carlos entran en la casa, el cansancio está empezando a hacer mella en ella y tras dejar las maletas en la única habitación que está abierta, la de la planta baja, con cuarto de baño incluido, decide tomar una ducha, refrescarse un poco y cambiarse la ropa que lleva ya dos días puesta.
 Al mismo tiempo Carlos se adentra en la cocina y descubre la comida que ha comprado la vecina: quesos de la localidad, jamón de bayona, diversas tarrinas de foi gras, dos baguettes, mermelada, mantequilla, chocolate, café y leche.
En la cocina encuentra también una bodega bien surtida con diferentes tipos de Médoc, el vino de la zona.
Desde la ventana se puede ver el estuario confundirse a los lejos con las aguas del Atlántico y a la izquierda el faro de Royan que parece estar suspendido en la nada en medio de las aguas con la pleamar.
Cuando Amanda sale de la habitación tras la ducha y con ropa más cómoda salen a dar una vuelta, caminan cogidos de la mano hasta el banco de piedra más cercano y desde allí observan los aparejos de los pescadores que cuelgan de la construcciones de madera, a lo largo de la costa. Carlos le cuenta a Amanda la historia del faro según se la han contado a él

-Ahora le vemos como flotar a la entrada del estuario pero mañana, podremos ver el istmo sobre el que, según la leyenda, unos mulsumanes de Córdoba en la alta edad media decidieron levantarlo para proteger sus navíos. Dicen que habían establecido por aqui un enclave comercial muy próspero, como sea el faro ha tenido diferentes reformas y hasta se le ha añadido un piso más pero sigue siendo el faro más antiguo de Francia.

-¿Se puede visitar?

-Creo que se necesita un permiso especial pero podemos preguntarle a nuestra vecina. Por cierto ¿crees que podemos apañarnos con lo que han comprado para esta noche?

-¡Por supuesto! Ya verás como al final nos ponemos como el Quico –ríe Amanda

Empezaron el camino de vuelta cuando el sol ya se había puesto y al entrar en el cottage Carlos dice:

-¿Has mirado si hay más mantas o sábanas en el armario del dormitorio?

-No, ¿Para qué lo quieres saber?

-Para mi, dormiré en el sofá, como te habrás dado cuenta sólo hay una habitación abierta y en ella una cama de matrimonio.

-No seas bobo,-contesta Amanda riendo- pero no es mala idea lo del sofá, si roncas siempre te puedo mandar a él. ¡Vamos a la cocina! – le dice cogiéndole de la mano- mientras yo preparo la cena elige tu el vino y te encargas de abrirlo.

Minutos más tarde están de vuelta en el salón con dos bandejas llenas de canapés de foi-gras, de queso y rebanadas con jamón; en la chimenea la leña calienta el ambiente y sentados en la alfombra, apoyando las espalda contra el sofá, con las copas de vino en la mano, antes de empezar a picotear la improvisada cena, brindan por ellos, por estos días y ríen cuando sus manos chocan al querer coger el mismo canapé. Sandra se levanta para cambiar los discos, el camarada de Carlos debe ser un gran admirador de Edith Piaf pues casi todos los discos son de ella; no saben cual poner primero y duda entre La Foule y Les Amants de Paris, al final se deciden por La Foule y ambos comentan lo distinto que suena este vals cantado en español en su letra original y la versión de Piaf con una letra completamente distinta.
A medida que la noche avanza las provisiones se van acabando, la segunda botella de vino  ya es casi historia y a eso de las once de la noche en el pic-up suena “L’hymne à l’amour””  Carlos y Amanda bailan muy unidos mientras Edith Piaf canta:

Le ciel bleu sur nous peut s'effondrer
Et la terre peut bien s'écrouler
Peu m'importe si tu m'aimes
Je me fous du monde entier
Tant qu'l'amour inond’ra mes matins
Tant que mon corps frémira sous tes mains
Peu m'importe les problèmes
Mon amour puisque tu m'aimes.........

(el cielo azul podrá desplomarse sobre nosotros, y la tierra podrá colapsarse, pero nada me importa si tu me amas, el mundo entero me da igual,mientras tu amor inunde mis mañanas, los problemas me importan poco mi amor, porque sé que tu me amas........)

Cuando las últimas estrofas de la canción suenan en el pic-up ,

Mon amour crois-tu qu'on s'aime
Dieu réunit ceux qui s'aiment

en el salón ya no hay nadie, sólo queda un reguero de ropa sobre la alfombra..



Carmen lee con asombro los nuevos capítulos que Beatriz ha escrito, no sabía que conociese la discografía de Edith Piaf de cabo a rabo, seguro que Mario tiene algo que ver en la elección del repertorio; tiene casi todos sus discos, heredados de su padre, un gran amante de la música francesa y de las películas americanas. A su madre en cambio le encantan los boleros y la copla.
Carmen mira a Beatriz muy seriamente y le pregunta: ¿No dejarás a Amanda de nuevo embarazada, verdad?
Beatriz no contesta, alza las cejas y se va cantando: “”Qué será, será, whatever will be, will be...””

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