domingo, 3 de abril de 2011

Madrid, Mayo de 1968. Capítulos XLVII y XLVIII

Capítulo XLVII


Cuando los primeros rayos de sol dieron los buenos días al comisario Cortijo, en la maña del 3 de octubre de 1968, no podía imaginar que el pensamiento que tuvo en el metro << .. que este día no lo vayan a olvidar fácilmente>>  se cumpliría a las 7 de la tarde.
Sólo el tiempo nos dirá si el fatídico suceso dejó grandes secuelas en sus protagonistas y si el artículo de Ramón, a la larga, sirvió de algo.

Ahora, a las 9.30 de la noche el color está volviendo a las mejillas de Montse quien, acompañada de su tío, escucha aliviada las palabras del médico: << Las heridas no revisan gravedad y en dos días podrá irse a casa>>.
Quizá sea el susto y la confusión que todavía reina en ella, pero ve a su tío muy distinto; el coronel está amable, se le nota preocupado y hasta se muestra cariñoso. Ni una palabra de reproche sale de su boca, sólo una palmadita en el hombro sano y un comentario: <<No sé si has sido valiente o tonta, pero no estoy enfadado y  ya hablaremos cuando estemos en casa >>  El coronel Gruatmoner, avisado por el comisario de Carabanchel, corre al hospital para estar con su sobrina, allí se encuentra con Ramón que viene a recoger a Sandra. Los dos hombres intercambian presentaciones y mantienen un corto diálogo en el pasillo:

-Me temo que su mujer y mi sobrina no van a dar nunca su brazo a torcer aunque sus vidas estén en peligro

-Quizá pero estoy muy orgulloso de mi mujer y usted debería estarlo de su sobrina.

-Lo estoy joven, lo estoy aunque no se lo diga pero hay cosas que no pueden ser; entre usted y yo, su artículo está cargado de razón y mi sobrina tiene todo mi apoyo en este caso pero no lo reconoceré en público. – contestó el coronel entrando de en la habitación.

Ramón no hace ningún comentario, entra a saludar a Montse y cinco minutos más tarde bajan en el ascensor, salen del Hospital y suben al coche; el corto trayecto de Diego de León a General Mola lo hacen en silencio.
Los fotogramas de las últimas horas se reproducen en la mente de Sandra de forma desordenada y Ramón, que parece leer los pensamientos de su esposa,  prefiere respetar su silencio y aguardar a llegar a casa. Abrazados en la cama quizá de rienda suelta a sus sentimientos.


A las diez y media de la noche, en el otro extremo de Madrid, Amanda abandona la comisaría de Carabanchel acompañada de Agustín y de los chicos. Juan Ramón la llamó en cuanto conoció la noticia y juntos acudieron a la comisaría y ahora, a la entrada de la misma, el tío de Ramón y un inspector  conversan con la madre de Pedro y los padres de Miguel quienes al ver salir a su hijos corren a abrazarlos. Aunque ellos desean pasarse por el hospital, el comisario les aconseja esperar hasta el día siguiente. <<Montse se encuentra bien, las heridas en el hombro y en el brazo han sido “”heridas limpias”’ y lo mejor para a todos es ir a casa y estar con la familia>> les dice.

Amanda se despide de todos y se va con Agustin en su coche.
Antes de abandonar la comisaria ha podido hablar por teléfono con Patricia y se han puesto de acuerdo. Mañana temprano ella recogerá a Carlos en el aeropuerto y ahora, antes de pasarse por casa de su hija, llevará a Agustín a la de Patricia.

Agustín no habla mucho en el camino, ni tan siquiera se extraña que Amanda lo lleve allí, lo que ha pasado, lo que le está pasando no le parece real, es una pesadilla de la que pronto va a despertar.
No puede concebir que él, que siempre ha defendido la palabra por encima de todo, haya embestido como un toro herido sobre otro ser humano.
Recuerda nítidamente como al doblar la esquina vio a Campos con Montse navaja en mano dirigirse a Sandra. Se imagina que los hombres que se interpusieron entre Campos y Sandra era la medida de protección que Patricia había tomado y aún asi, sin pensarlo, se lanzó al cuello de Campos y en el forcejeo Montse resultó herida. Los esfuerzos que Miguel y Pedro hicieron para separarle, cuando Campos cayó de rodillas, fueron en vano, él seguía sacudiéndole..
Agustín oía los gritos de Sandra pidiéndole que lo dejara, que ya estaba bién pero fue la policía quien le separó.
Después, cuando Campos se puso en pie comenzó a vomitar y los agentes le metieron como un fardo en uno de los coches.
En comisaría le dirían que Antonio Campos entró en coma en el furgón y falleció en la Casa de Socorro de Carabanchel
Jamás había experimentado esta sensación tan irracional, jamás había estado tan fuera de si y aunque no le acusan de haberle matado él sabe que su embiste provocó una cadena de acontecimientos que a lo mejor podía haber evitado con la palabra.
Fueron sus golpes los causantes de su coma y los responsable de las heridas de Montse, de eso está convencido y mira sus manos como si fueran extrañas.
Amanda por el contrario no tiene ninguna duda, Agustín no es el causante de nada y la autopsia lo confirmará. Así lo han entendido en comisaría y por eso le han dejado libre sin cargos.


Alrededor de las once de la noche Encarna de Santamaría y dos inspectores de la policía llaman a la puerta de un piso del barrio de Useras; momentos más tarde Juana Campos intenta entender lo que los policías le están contando y que su prima parece comprender. << Se veía venir, bebía demasiado>> comenta su prima mientras ella solo sabe repetir:

<<No,no puede ser,él me ama,no es un mal hombre,no me quiere pegar,es mi culpa >>

-Juana no estás sola, te vamos a ayudar, vas a superar todo esto y sobre todo ya no tendrás que esconder los moratones ni darle otra oportunidad para maltratarte. Sabes que te pegaba una y otra vez, deja de protegerle, esta mañana mismo cuando dije su nombre temblaste de miedo asi que para ya de decir que era un buen hombre, los malos tratos nunca son muestra de amor- le dice su prima.

-Te equivocas, quería dejar de beber y dejarme de nuevo embarazada.

-¿Para qué? Para volver a perder al feto de otra paliza. Juana escucha a la señora, aunque  él no se lo merece ella y la asociación van a correr con los gastos y te ofrecen su ayuda.

La señora Santamaría  trata de calmar a Juana, entiende como se puede sentir, ya pasó por ese calvario con su hija sólo que a ella no la pudo salvar. Juana ha tenido más suerte y Encarna está dispuesta a ayudarla en todo. Con mucha paciencia le dice que no debe echarse la culpa de nada, que su desaparición no ha sido la gota que colmó la paciencia de Antonio y el ataque de esta noche no ha sido un accidente como no lo eran los golpes que ella recibía ni la pérdida del bebé que esperaba.

Juana no quiere escuchar razones, no les entiende, le acaban de decir que Antonio ha fallecido a consecuencia, probablemente, de un coma etílico (palabra que ni tan siquiera comprende ) y encima parece que se alegran de su muerte.


En París Carlos fuma cigarrillo tras cigarrillo deseando que sea la hora de ir al aeropuerto. El primer avión a Madrid sale a las siete menos cuarto de la mañana, hace apenas media hora que Patricia le ha dado el último parte y han discutido el viaje pero no hay vuelta atrás.
Sabe que es peligroso, que el partido prefiere que no se viaje en avión a España con pasaportes falsos pero por primera vez va a hacer lo que quiere hacer, consciente de que si sale mal no va a haber quien le salve.

-Patricia, se lo debo a Agustín. Sé que es peligroso pero tengo que ir.

Al colgar el teléfono consulta de nuevo la hora, son las once de la noche y aún tiene que conseguir hablar con Ramón, mientras espera la llamada, vuelve a llenar la copa de coñac y piensa en Agustín , aunque no haya matado a nadie se puede imaginar que él lo crea, no en vano acaba de descubrir de lo que es capaz de hacer y ese conocimiento unido al de culpabilidad puede acabar con él, romperle por dentro y al final, irónicamente, el triunfador sería Antonio Campos, victorioso después de muerto.

Carlos recuerda la primera vez que él que tuvo que disparar a matar. Todo sucedió muy deprisa y aunque sabían que podía pasar les pilló desprevenidos. Disparó por que no tenía más remedio que hacerlo y se sintió culpable; algo se rompió en él y enterró sus sentimientos personales junto al cuerpo de Hélèn y sólo el amor de Amanda fue capaz de desenterrarlos.


A las once de la noche en Madrid, en  las redacciones de los periódicos se recibe una noticia de agencia redactada en Gobernación.

<< En Carabanchel, alrededor de las 7 de la tarde, una joven ha resultado herida por arma blanca, se desconocen los motivos de su atacante, un varón de unos 35 años que falleció horas más tarde en la Casa de Socorro. El informe del forense ha revelado que el sujeto padecía una cirrosis muy aguda y su fallecimiento se debió a consecuencia de un coma etilíco.>>

En el periódico de Ramón la noticia ha entrado junto con otra nota:

<< Se agradecerá que no relacionen el suceso de Carabanchel con el artículo que han publicado esta mañana el cual no será sancionado>>

El director del periódico se pone en contacto con Ramón, cuando terminan de hablar sabe lo que tiene que hacer, la hora de contar la verdad tendrá que esperar, la noticia se publicará como quiere Gobernación sin nada que añadir y sin volver a mencionar el artículo de Ramón.

Cada uno pasa la noche como puede entre reflexiones y lamentaciones, el tiempo no se para y a las ocho de la mañana un nuevo día saluda  a Amanda camino del aeropuerto. Al entrar en el hall de llegadas espera ante las puertas de la aduana y a través de los cristales puede ver como los viajeros del vuelo de Bonn están recogiendo sus maletas aún con el pasaporte en la mano.

Por megafonía confirman que el avión procedente de París ya ha aterrizado y Amanda confía en que todo salga bien, tiene sus motivos para creerlo pero a pesar de todo cruza los dedos.
A las ocho y veinte Carlos sale por la puerta con su pasaporte en la mano y un maletín pequeño que ni tan siquiera ha sido controlado.

Amanda le abraza y le saca a toda velocidad del aeropuerto no sin antes dar las gracias en silencio a Juan Ramón quien disimuladamente se retira de la zona de la aduana donde al parecer ha estado charlando con algunos agentes.
Ya en el coche y antes de de intercambiar palabras se besan y Carlos pregunta quien era la persona que ha mirado el pasaporte y saludado antes de abandonar el aeropuerto.
 Amanda pensaba que habían sido muy discretos pero es lógico que a Carlos, acostumbrado a observar todo y a todos constantemente, no se le haya escapado el gesto.
Por el camino le dice que es el tío de Ramón y que anoche la sorprendió diciendo:

-No he podido evitar oír tu conversación. Mi instinto de comisario me dices que temes que alguien que llega mañana tenga problemas con su pasaporte ¿quieres que vaya contigo?

Amanda le aclara a Carlos que le pilló tan desprevenida que no supo que decir, no podía consultarlo con Patricia ni con Ramón en ese momento pero tampoco esperaba que Juan Ramón le fuese a jugar una mala pasada y al final le dijo:

-Te agradecería que a un buen amigo nuestro no le pusieran trabas, es muy importante que pueda hablar mañana con Agustín.

Carlos no dice nada, por toda respuesta besa de nuevo a Amanda y le pide que arranque el coche.
Anoche cuando consiguió hablar con Madrid ya era muy tarde. Sandra dormía pero pudo hablar con Ramón quien le puso al corriente de todo. Ahora también sabe que el comisario Cortijo ata muy bien los cabos y no pierde tiempo. Está en sus manos y lo único que puede hacer es esperar<< Ramón confía ciegamente en su tío y será por algo>> piensa mientras posa su mano sobre la de Amanda.

Agustín se despierta en el piso de Patricia, la habitación está a oscuras, su reloj le dice que son las ocho de la mañana pero las contraventanas están cerradas y no entra ni un rayo de luz. A tientas se levanta y abre la puerta, en el salón no ve a nadie y en la cocina tampoco.

-¡Patricia!- dice Agustín sin querer alzar mucho su voz ¿Dónde estás?

La puerta del cuarto de baño se abre un poco y Patricia asoma la cabeza.

-Buenos días Agustín, no esperaba que te despertaras tan pronto. Enseguida estoy contigo. Encima de la cama te he dejado un batín que ha traído Amanda antes de ir al aeropuerto.

Al oír sus palabras se da cuenta que no lleva pijama, anoche le dejaron con Patricia sin pasar por su casa y Amanda se llevó su ropa para limpiarla, se vuelve a la habitación y al encender la luz ve el batín y una muda sobre una silla. Supone que Amanda volverá con el traje más tarde y su propia calma le sorprende después de la pesadillas que ha tenido .

Patricia aparece en el salón ya vestida y arreglada, se acerca a Agustín, le da un beso en la mejilla y le pregunta cómo se siente.

-Mejor, no te preocupes por mi. Anoche no quise decir nada pero no entiendo que hago aquí.

-Me alegra oír que estás mejor. Acompáñame a la cocina a preparar el desayuno y te lo voy explicando.


Capítulo XLVIII


En casa de Ramón el despertador suena como todos los días pero no hay nadie en la habitación para apagarlo. Apenas han dormido y Ramón está en la cocina preparando el desayuno mientras Sandra sentada a la mesa del salón, ante un bloc de notas todavía en blanco, duda de si va a ser capaz de transcribir todo lo que está sintiendo.
En ese momento suena el teléfono y Sandra se levanta sin ganas a cogerlo.

-¿Si?

-Buenos días cariño. ¿Cómo te encuentras?-dice su madre.

-Bien mamá, buenos días. ¿Dónde estás?- dice Sandra

-Estoy en una gasolinera cerca de la Avenida de América. Carlos está conmigo,no ha habido problemas y vamos para General Mola ¿podrías pasar al piso de papá y elegir un traje y una camisa para llevárselo a casa de Patricia?

 -Sí claro, ahora mismo lo hago, hasta luego.

Cuando regresa con el traje Ramón está hablando con su padre y oye como le dice que no es necesario que venga, que mañana se pasarán ellos por su casa.
Sandra se siente un poco culpable pero sus suegros no saben nada de Carlos y sería muy difícil explicar su presencia si coincidieran en casa y decide hablar con su suegro por teléfono, después vuelve al salón, se sienta a la mesa y escribe:


Nueve y media del día 4 de octubre de 1968

Anoche hablé con Ramón, le dije que me sentía culpable por no haberme quedado en casa y por haberme inmiscuido entre Juana y su marido.
Ramón me dijo tajantemente que me quitara esa idea de la cabeza, que no era yo la que hablaba, la Sandra que él conocía no era una cobarde sino una persona muy responsable, fiel a sus principios y comprometida en la lucha por los derechos de los hombres y que él amaba a esa Sandra, que la quería de vuelta cuanto antes.
Quiero creerle, seguro que Carlos me dirá algo por el estilo, mi madre y Patricia también pero me siento distinta, desorientada, como si me hubiera desviado de mi ruta; hasta ayer todo lo que he defendido y fotografiado era el dolor y la lucha de otros pero ahora soy yo el objetivo de una fotografía que no consigo revelar, que nunca será publicada y el tema de una crónica injustamente silenciada y me faltan las fuerzas para andar este nuevo camino.

Culpable involuntariamente esa es la palabra que mi conciencia me dicta mientras mi razocinio me dice que ese pensamiento es absurdo.
Han pasado ya 13 horas y no consigo ponerme en paz conmigo misma y si yo me siento así ¿cómo se sentirán mi padre y Montse? seguro que igual que yo: culpables y ellos si que son inocentes.

Si me hubiese quedado en casa y hecho todo lo posible por localizar a Montse esto no hubiera pasado pero no, tenía que demostrarme a mi misma que era una valiente, que nadie me impone sus leyes tan facílmente y lo que es peor, tenía que poner en peligro a mi hijo y exponer a mi padre a impulsos irracionales, a sacar en él la agresión que durante toda su vida ha evitado pero que todos llevamos dentro. ¿Podrá  entender mi padre que su reacción, en defensa de nosotras, de Montse, de mí, de las mujeres en general, fue un grito contra la violencia machista, un no rotundo que tuvo que defender paradójicamente con violencia?. ¿Podrá verlo así? Ojalá Carlos y Patricia le puedan ayudar, acabo de oír que ya ha llegado a Madrid y que dentro de poco podré saludarle.

Aunque me contradiga sé que voy a salir de esta, sé que en pocas semanas lo habré asumido por mi familia y gracias a mi familia pero y ¿Juana?¿Podrá Encarna ayudarla a asumir todo lo pasado? Confío en que así sea pero presiento que su camino va a ser bastante sinuoso, a mi nadie me ha maltratado, al revés, la vida me ha mimado,  dentro de unas semanas nacerá mi pequeño y me quedaré absorta ante el milagro de la vida, algo tan diferente, tan opuesto de lo que me tocó vivir ayer.

Acabo de hacer un alto en mis reflexiones para poder hablar con Montse.
Miguel y Pedro han madrugado bastante, me dice, y le han mandado un ramo de flores precioso que acaba de recibir en este momento. A la hora de la visita vendrán a verla.
Se encuentra muy bien, está muy animada y asombrada ante el cambio de su tío y el de su padre quien ha tomado el primer avión que salía para Europa y esta tarde irá directamente del aeropuerto a verla.
 Montse manda muchos recuerdos para mi padre y dice que está deseando verle y darle un abrazo.
Sus palabras me han ayudado, me ha dado una lección, ella que ha sido la víctima más inocente mira para adelante y se queda con las consecuencias positivas de los hechos y no le echa la culpa a mi padre sino que se ha convertido en su héroe junto con Miguel y Pedro.
Vuelvo a parar, han llamado a la puerta, seguro que es mamá con Carlos, después sigo.

Diez de la mañana del día 4 de octubre de 1968

Ramón ha abierto la puerta, (al final se ha tomado el día libre y se queda en casa) y cuando les he visto en el salón me he emocionado bastante. Mamá me ha dado un fuerte abrazo, Carlos y Ramón se han unido a ese abrazo y he sentido como me llegaban sus mensajes sin palabras, he sentido que todas sus fuerzas emanaban en mi por tonto que parezca.

A las dos y media vendrán a buscarnos para ir a comer, al menos esa es la idea, será la primera vez que estemos todos juntos, mamá, papá, Carlos y Patricia aunque hubiese preferido que las circunstancias fuesen otras.
Soñaba con que tras el nacimiento del peque nos pudiéramos reunir e incluso invitar a Ernesto. Ahora no sé si será posible. Carlos no puede quedarse tanto tiempo aquí, se pueden quejar y con razón, de la frecuencia de los viajes personales en los últimos meses, si no lo hace el partido si la editorial.

Me ha prometido hacer todo lo posible para que papá supere el bache emocional que estará pasando y estoy segura que él es la persona indicada.
Curiosamente este encuentro será el primero entre los dos desde la separación de mis padres y ellas, Patricia y Amanda estarán presente.

¡Quién me lo hubiera dicho hace unos meses! Me parece mentira que hayan pasado tantas cosas, al tiempo que mi embarazo iba progresando mi familia se iba transformado, es como si estuviese viviendo dos embarazos a la vez pero en paralelo por absurdo que parezca.

Ramón me pregunta si me falta mucho, si todavía necesito seguir escribiendo mis dudas y sentimientos, la verdad es que sería capaz de pasarme todo el día haciéndolo porque noto que me ayuda mucho.
Ya no estoy tan sombría como cuando empecé y creo que le voy a hacer caso: no vamos a ir a ningún restaurante a comer, vamos a sorprenderles con una comida en familia, en nuestro comedor y nosotros vamos a ser los cocineros aunque tengamos que ir primero al mercado y darme prisa.
Creo que voy a dejarlo aquí, si quiero que papá se anime yo debo estar animada aunque la procesión vaya por dentro.
Son las diez y media de la mañana, termino pues, nos vamos al mercado.

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En casa de Patricia la cocina ya está recogida cuando Amanda llega con Carlos y con el traje que está pidiendo Agustín casi a gritos.
Tras saludarse, un saludo un tanto apático por parte de Agustín, este se disculpa y se mete en el cuarto baño. Una ducha y ropa limpia quizá le ayude a sentirse más persona.

La mañana pasa volando y a las dos de la tarde salen juntos para ir a casa de Sandra y Ramón.
Amanda no sabría decir si la conversación mantenida y los razonamientos de Carlos le han ayudado a Agustín a aceptar que él no deja de ser el hombre que siempre ha sido a pesar de los sucesos de ayer; le ha notado más receptivo de lo que se podía imaginar y la confesiones de Patricia y Carlos sobre su primera experiencia no le han dejado indiferente.

-Agustín, supongo que Sandra te habrá contado de la experiencia que tuvo en Vietnan ¿verdad? - le dijo Carlos casi al final de la conversación

-¿Te refieres a lo de si hubiera tenido un arma en lugar de la cámara?

-Exacto, ella confesó que hubiera disparado porque sus vidas corrían peligro.¿Ha dejado por eso de ser Sandra el ser tan maravilloso que es?

-No, ni toda la violencia del mundo podrá nunca cambiar a Sandra.

-A tí tampoco Agustín, lo pasado ha sido puntual en tu vida y no una constante. Mi padre siempre decía que en los momentos más críticos hay que echar mano de la entidad positiva que todos llevamos dentro y tú la tienes, lo has demostrado siempre.

-Gracias a los tres por lo que estáis haciendo. No os preocupéis más, me habéis dado mucha materia para pensar y reflexionar aunque me llevará algunos días .

-Y no estás solo, no lo olvides –le recordó Patricia

-Ya lo veo – contestó Agustín sonriendo por primera vez desde ayer tarde y a continuación dijo - ¿A qué hora nos esperan para comer? Ya tengo ganas de ver a Sandra y me gustaría acercarme a ver a Montse.

Amanda fue la primera en contestar, quizá porque estaba más acostumbrada a los cambios de Agustín, los mismos cambios que tenía Sandra cuando quería dar una conversación por terminada.

-A las dos y media y me pregunto que nos van a preparar esos dos porque que yo sepa no son muy aficionados a eso de los fogones.

-Yo también- dice Agustín- se conocen mejor los platos extranjeros que los nacionales. A lo mejor nos preparan algo exótico.

Agustín no iba muy descaminado, Sandra y Ramón ya habían reunido los ingredientes necesarios para hacer “Nasi goreng”, un plato típico en Indonesia y Malasia, a base de arroz frito y pollo, pero la salsa de soja dulce ya lista no la encontraron en ningún supermercado, al final en un herbolario encontraron la soja y ya en casa Ramón preparó la salsa.

A las dos de la tarde ya está casi todo listo, la mesa del comedor puesta hasta con un centro de flores en el medio y en el horno los plátanos asados rellenos de queso, el postre preferido de Ramón.
Quizá el momento no era el mejor para celebrar una comida familiar pero había que aprovechar la oportunidad ahora que estaban todos juntos, circunstancias adversas o no como decía el proverbio chino que a Ramón le gustaba repetir :

<< Cuanto más adversas sean para vosotros las circunstancias que os rodeen, mejor se manifestará vuestro poder interior.>>


Ana Perea está en casa de su hija cuidando de su nieta que está malita mientras Beatriz y Carmen asisten a un acto de la Fundación para la que trabaja su hija.
La niña ya está durmiendo y Mario ha bajado a comprar unas revista; al subir se encuentra a Ana llorando delante del monitor del ordenador.
A través del messenger ha estado hablando con Clara, una de sus amigas en Venezuela quien le había dejado un recado en el móvil. Su mejor amiga acaba de fallecer y se niega a creerlo; ayer mismo recibió un correo de ella con un vídeo, un vídeo lleno de vida y alegría, rodeada de amigas celebrando el cumpleaños de una de ellas.
Rosario era su mejor amiga y a quien más echaba de menos.
Ana se reprocha el haber aplazado su viaje a Venezuela y Mario trata de consolarla, nadie podía imaginar que Rosario fuese a fallecer en un accidente.
Mañana mismo viajarán a Venezuela le dice Mario, en el primer avión que salga, seguro que llegan a los funerales y podrá despedirse de su amiga.
Carmen le agradece a Beatriz que no diese a leer a su madre los últimos capítulos pues el tema de los maltratos es algo con lo que no puede. Su madre trabajó hasta poco antes de venir a España en un centro de salud y aunque el trabajo le gustaba siempre llegaba a casa frustrada ante un caso de maltrato. La mayoría de ellas no querían denunciar a su maltratador y si lo hacían retiraban las denuncias. Desgraciadamente esto sigue pasando.

1 comentario:

  1. Menos mal que no ha resultado nadie herido de gravedad (Montse, pero se recupera), porque menudo susto.
    Pobre agustin, el pobre ahora no levanta cabeza con estos dilemas de conciencia!
    Estoy intrigada por el final!

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