miércoles, 10 de octubre de 2012

La sorpresa de Aurelia, parte 24



Infortunio y confidencias.

5 de junio de 1970

El mes de mayo es el mes de las comuniones por excelencia, mes en el que las niñas parecen novias y los niños de la marina y al cabo de los años, los recuerdos de ese día se disipan en el tiempo, sólo la foto en un ricón del salón u olvidada en una caja, o un viejo recordatorio encontrado por casualidad, traerán de nuevo ese día al presente y con él algunos de los regalos de familiares, amigos y padres..
Junio también conoce comuniones tardías, algunos colegios, como el de Dani y Javier, eligen este mes, ¿el día? el próximo domingo 7 de junio y ¿el lugar? la capilla del Espíritu Santo a dos pasos de la escuela.
Ni que decir tiene que las dos familias están líadas con los preparativos y en el restaurante donde  van a celebrar dicho evento ya está todo listo.




 Matilde y Asunción acaban de recoger el traje de sus hijos, la elección ha sido fácil, el colegio ha pedido que todos los niños vayan igual vestidos , un traje de marinerito que los niños ya se han probado, tan solo el largo de los pantalones ha tenido que ser modificado,  por lo demá el traje les sentaba como a un guante y ahora, sentadas en una cafetería, Matilde, que desde que está embarazada tiene cambios de humor bruscos, sonríe intranquila mientras remueve su té con leche sin azúcar echando de menos las pastas.

-          Javier está ilusionadísimo con lo de la comunión y el convite.
-          Pues Daniel solo piensa en el convite aunque el traje de comunión no le ha dejado indiferente, no te pierdas lo que la dicho a su hermana y la que liaron- ríe Asunción
-          ¿Si? ¿el qué?
-          Según él, el traje de comunión es el traje que su tío Miguel llevaba en la mili y claro, María le ha dicho que no podían ser el mismo, que se parecerían nada más y Daniel que sí, que él había visto una foto de la mili de su tío y empezaron con el mentira y verdad hasta que al final tuve que poner orden.
-          Desde luego con esos dos no os aburrís en casa. Daniel y Javier, cuando están juntos nunca discuten, ya veremos después, cuando también nosotros seamos cuatro.
-          Seguro que alguna discusión habrá, es inevitable, cuando  yo era pequeña , mi hermana y yo no dejabamos a Miguel en paz, con Pedrito fue diferente, era el pequeño y a él le consentimos más y bueno, cuéntame, ¿qué te ha dicho el médico de tus llantos repentinos?
-          Lo mismo que tú y Aurelia, que se me pasará  según vaya avanzando el embarazo. Por lo demás todo fenomenal, de momento mi glucosa sigue en orden y mi tensión también. Solo espero no estropear la comunión con uno de mis llantos incontrolados.
-          Mujer, no te preocupes tanto, en las bodas y en las comuniones se llora y además ya sabemos que no puedes hacer nada.
-          Sí, vosotros pero Javier no lo entiende y no sabemos como explicárselo.
-          ¿Y que le habéis dicho?
-          La primera vez que se me había metido algo en los ojos y la segunda vez que me había puesto triste leyendo un libro, cada vez una excusa tonta.
-          Menos mal que Héctor y yo no hemos comentado nada delante de los niños pero ¿por qué no le dices la verdad?
-          Me da miedo que tome manía a su hermanito antes de nacer.
-          Creo que si le explicas bien que cuando se está esperando un bebé que el cuerpo de la mamá todo cambia y que el bebé no tiene la culpa de nada Javier lo puede entender, enfin, vosotros veréis . ¡Cielos! ¿es ya tan tarde?
-          Sí, son casi las doce de la mañana, perdona por haberte entretenido tanto tiempo, échame a mi las culpas si Julio dice algo.
-          Matilde sabes que no ha sido así, nos hemos entretenido mutuamente y Julio no dice nada porque llegue media hora tarde.
Minutos más tarde las dos amigas salen de la cafetería , Matilde se va al despacho a ayudar a su marido y Asunción se encamina a la redacción. Al llegar a ella tiene una sorpresa, la nueva secretaria y la chica que lleva provisionalmente la sección de hogar están haciendo carantoñas a Raúl y Marta. Sus compañeros le dicen que Aurelia está hablando con Julio en el despacho y se extraña un poco. Su amiga había prometido pasarse por la redacción en cuanto tuviera el coche, y desde hace dos días ya lo tiene,  pero anoche estuvo hablando con ella y no le dijo nada.
Antes de entrar en el despacho de Julio, Asunción se entretiene con los mellizos y atiende una llamada y en cuanto esta termina ve salir del despacho a Aurelia con Julio.

-          ¿Ya has vuelto? Creía que te tomabas la mañana libre. ¿Qué te parece la visita inesperada que tenemos?- dice Julio al verla junto a su mesa.
-          Soprendente y muy agradable – dice Asunción dando un beso a su amiga – los mellizos están revolucionando la redacción ¿ por qué no me digiste nada anoche?
-          Ni yo misma lo sabía, esta mañana después del desayuno me han entrado ganas de volver por aquí y no me acordaba de que no ibas a estar ¿Tenéis ya los trajes?
-          Sí, el de Daniel lo tengo en el coche y Matilde ya tiene el de Javi y ¿cómo encuentras esto? ¿No me digas que no lo has extrañado?
-          Un poco sí, eso le decía a Julio pero de momento no vuelvo, de eso hemos estado hablando, me quedo con mi columna y la sección de hogar se la paso a la chica nueva.
-          Es lo que hay Asunción – dice Julio- no hay forma de convencerla, desde casa puede escribir la columna, traerla y dedicarse a su familia que es lo que dice que quiere.
-          Te vamos echar de menos y tu lo sabes, los lectores de la sección de hogar también – dice Asunción a su amiga.
-          Lo sé Asun, Gustavo me anima a seguir con la revista pero yo lo he meditado bien y no hay vuelta atrás.
Asunción no replica a su amiga, en parte entiende su decisión pero tiene un presentimiento, Aurelia oculta algo, es la misma sensación que tuvo cuando su amiga se quedó embarazada de Clara y lo quería ocultar y Julio sabe algo que ella no sabe, eso también lo nota pero prefiere no comentar nada más..ya se lo dirán piensa, cuando llegue el momento.
Mientras Aurelia abandona la redacción Gustavo se reune con Héctor en el café Comercial, tiene otro trabajo que encargarles y quiere además hablar con él a sola.

-          Descuida en cuanto pase lo de la comunión nos ponemos con tu caso, pero creo que quieres consultarme algo más, vámos, desembucha – dice Héctor
-          Tienes razón, se trata de Aurelia y ya sé que ella y tu mujer son muy diferentes pero, mientras Asunción estaba deseando volver a la redacción, Aurelia no quiere ni oir hablar de ello.
-          ¿ Y por qué te preocupa eso?- pregunta Héctor
-          Ahí está el problema, me encanta que se quede en casa al cuidado de los mellizos pero no quiero que lo haga obligada ahora y luego se arrepienta.
-          ¿Has hablado con ella?
-          Sí, varias veces. Siempre dice lo mismo, quiere conservar su columna semanal y colaborar de vez en cuando con la revista pero sin ser fija.
Dice que es una decesión muy meditada pero yo intuyo que me está ocultando algo, no sé, es una sensación que tengo.
-          Asunción ya me comentó hace tiempo que veía a Aurelia reacia a volver pero confiaba que con los meses cambiara de opinión. No sé que aconsejarte, deja las cosas que sigan su curso por un tiempo y si sigues con esa sensación, que puede ser pasajera, habla con ella sin tapujos.
-          Eso pensaba hacer y también hablar con Asunción, quiero oir una opinión desde un punto de vista femenino.
-          Pudes hacerlo dentro de media hora,  he quedado con ella a la una y media, vamos a comer ahi enfrente y después pasaremos a recoger el reloj que los abuelos le regalan a Daniel.
-          Estupendo, voy a llamar a mi mujer para decirle que me retraso un poco.

Gustavo se mete en el café y Héctor enciende un cigarrillo cuando ve como dos policias, vestidos de paisano, que el conoce muy bien, se sientan en unas de las mesas de la terraza del café y un tercero, de pie, a pocos metros del café hace que lee un periódico. Sabe que sus excompañeros le han visto y por el gesto que uno de ellos le ha hecho que debe ser discreto y no levantarse a saludarles.
Cuando Gustavo se vuelve a sentar a su lado, Hector le advierte que algo puede pasar, Gustavo mira con disimulo  y sigue conversando con Hector como antes de la llegada de la policía.
A la una y cuarto Asunción sale de la revista y diez minutos más tarde aparca su coche en las cercanias del Café Comercial, cruza la calle y cuando alcanza la acera, una señora tropieza con ella al tiempo que un hombre le pega un tirón queriéndo llevarse su bolso, Asunción se resite y cae al suelo, inmediatamente Héctor está a su lado, Gustavo sujeta a la señora que la hizo tropezar y los policias detienen al del tirón y rescatan el bolso de Asunción.

-          ¿Te encuentras bien?- pregunta Héctor tratando de incorporar a su mujer del suelo reprimiendo las ganas de golpear al detenido. -¿Te puedes poner en pie?

Asunción no contesta inmediatamente, trata de sonreir y de levantarse ayudada por su marido pero al poner el pie derecho en el suelo siente un gran dolor que no la deja andar.

-          Me temo que me he dislocado el pie o algo así porque me duele mucho y no lo puedo apoyar – dice reprimiendo sus ganas de gritar pues el dolor es insoportable.

Héctor no pierde el tiempo haciendo más pregunta, toma a su mujer en brazos, le pide a Gustavo que le abra el coche, mientras la policía se lleva al ladrón y a su cómplice, sienta a su mujer en el asiento de atrás y la lleva urgencias del hospital más cercano.. Gustavo les sigue en su propio coche llevando de pasajero al tercer policía.
Una hora más tarde Asunción ya está en su casa, con una venda elástica en el pie derecho, se ha dislocado los tobillos, tal y como pensaba. Felisa hace compañía a su hija mientras Héctor se acerca a la comisaria a  firmar la demanda.
Allí se encuentra con Vallejo que está hablando con el comisario Martinez.

-          ¿Cómo está Asunción? – pregunta directamente su amigo
-          Bien dentro de lo que cabe, sigue teniendo el susto en el cuerpo pero afortunadamente, salvo los tobillos y unos moratones en la pierna derecha no hay más lesiones, y tu ¿cómo te has enterado?
-          De casualidad, he venido a visitar a Martinez justo cuando entraban Domingo y Carlos con el “ Pecas” y su cómplice y nos han contado lo que ha pasado. Menudo susto que nos hemos llevado al oir que esta vez la víctima era Asunción, menos mal que estabáis Gustavo y tú allí también.
-          Sí – dice el comisario Martinez- dentro de lo que cabe hemos tenido una gran suerte. Llevámos ya unas semanas detrás de ellos, vigilando los  lugares en los que solían atacar pero no los podíamos atrapar, no repetían dos veces seguidas en el mismo sitio..hoy hemos tenido suerte. Gracias a Olavide la mujer no ha tenido tiempo de escapar, Gutierrez llamó del hospital y el parte médico ya lo tenemos como prueba, esta vez no se libran de pasar un buen tiempo a la sombra. Gracias Héctor por no haber utilizado la violencia con el Pecas, ya ha recibido varios golpes por resistencia al arrestro de camino a la comisaria.
-          Entiendo pero no creas que no me he quedado con las ganas pero mi mujer era lo primero ¿supongo que no le puedo hace una visita al calabozo?
-          No, mejor no, no vas a ganar nada con ello, ya sabe que esta vez ha tenido mala suerte por partida doble, no sólo estaban mis hombres esperándole sino que su victima es la mujer de un ex-colega.
Media hora más tarde Héctor llega a casa y Felisa les deja solo. Asunción está en el salón, reposando en el sofá, cuando su marido se acerca a ella, le da un cariñoso beso en la frente y otro en los labios, se sienta junto a ella, pone las piernas de su mujer sobre sus rodillas y le da una bolsita con el contenido de su bolso y  una bolsa de una firma muy conocida.
-          Toma, espero que te guste. En comisaria me han dado el contenido pero el bolso lo puedes olvidar.
-          Gracias cariño- dice Asunción que no esperaba que su marido le comprara de camino a casa otro bolso- ¡Es precioso! y lo siento, de verdad, perdona..la de veces que me has dicho que en caso de un tirón que no me resista, que un bolso no merece la pena y estoy de acuerdo pero a la hora de la verdad actuamos por reflejos y...
-          No pienses más ello, como bien dices una cosa es saber lo que tenemos que hacer y otra es hacerlo, los reflejos, el miedo, la superviviencia siempre aflora en los momentos críticos. ¿No estarías mejor en la cama?
-          Quizá, estoy empezando a tener un poco de sueño, debe ser de la tila de mi madre y el calmante que me han dado.
-          Pues no se hable más, ahora mismo te llevo a la cama, duermes un poco y cuando vaya a por las chicas le diré a tu madre que te suba algo para comer porque no hemos comido nada, aunque yo no tengo ni pizca de hambre. Si te hubiera pasado algo más grave no sé lo que le hubiese hecho al Pecas- dice Héctor cogiendo en brazos a su mujer, besándola la frente y llevándola a la habitación.
-          No me ha pasado nada, gracias a Dios y recuerda la promesa que nos hicimos en Salamanca. Tenemos dos hijos que nos necesitan, dejemos a la policía que haga su trabjo y a los jueces dictar sentencia aunque no siempre estemos de acuerdo- contesta Asunción ya en la cama, mientras su marido le quita el zapato que aún lleva y la ayuda con el camisón.
A las cinco de la tarde Héctor se va a buscar a las chicas al colegio y Asunción sigue en la cama pero ya despierta trata de seguir con la lectura del último libro de Vargas Llosas, Conversaciones en la Catedral que Héctor le ha regalado en Navidad y en la que el protagonista, Zavala, es periodista como ella. La novela le gusta, ya la lleva por la mitad pero ahora no consigue concentrarse y cuando la va a dejar de nuevo sobre la mesilla oye que la puerta se abre y dicen:
-          Hola, Asun, soy Aurelia ¿sigues en la habitación?
-          Sí, estoy en la cama, Héctor no me deja levantarme ¿Cómo tu por aqui? ¿y los mellizos? – pregunta Asunción.
-          Ahora te cuento,  siéntate que te traigo una sopa que te ha preparado tu madre- dice su amiga desde el pasillo y al segundo aparece en la habitación colocando la bandeja con patas en la cama y la sopa sobre ella - Los mellizos se han quedado con tus padres. Como comprenderás después de lo que me ha contado Gustavo no podía dejar de venir. Llamé antes pero Héctor me dijo que dormías y que viniera a las cinco. Y aquí estoy.
-          Gracias, pero no tengo hambre y ¡pobre Gustavo! También él se ha quedado sin comer, lo siento.
-          No lo sientas y come, si es necesario te doy la sopa como si fueras una niña pequeña y Gustavo se comió un bocadillo mientras me ponía al día ¡qué susto!
-          La verdad es que todo pasó tan rápido que no me enteré mucho, el susto ha venido después y ya se me ha pasado. Lo malo es que voy a tener que ir a la comunión con zapatos planos y rescatar del trastero una de las muletas de Héctor.
-          ¿Aún las tenéis? De eso hace siglos.
-          Sí hija, te sorprenderías si supieras la cantidad de cosas que guardamos del antiguo despacho, además de lo que tenemos en el despacho del piso.
-          ¿Recuerdos sentimentales, verdad?
-          Eso y que no podemos tirar nada ninguno de los dos – ríe Asunción
Aurelia retira la bandeja, Asunción se ha comido la sopa, la lleva a la cocina y cuando vuelve a la habitación dice:


-          Asun, yo quería decirte una cosa, pero no sé como empezar y no quiero que te enfades. Somos amigas desde hace tiempo pero, no sé, debe ser defectos de familia, me quejo de mi padre y de Clara y yo hago lo mismo.
-          Aurelia, perdona no entiendo nada ¿ tiene algo que ver con la visita a Julio y el no querer ser fija en la revista?
-          ¡Qué bien adivinas Asun! – comenta Aurelia
-          No te vayas por las ramas ahora, te conozco que ya es bastante, vámos, derecha al grano. 
-          Verás, mi padre tampoco puede tirar cosas y en la última mudanza le dio una caja a Gustavo con cosas de cuando yo era niña. Al mes de nacer los mellizos me dio por mirar en la caja y en efecto, estaba llena de cosas mías de las que yo ya me había olvidado: muñecas, pinturas, juegos reunidos, bueno varias cosas pero entre todas ellas había una libreta con el nombre de mi madre y un título : cuentos para mi hija . Al empezar a leer el primer cuento recordé a mi madre contándomelo, lo que no sabía entonces era que ese cuento y el siguiente que hay en la libreta los había escrito mi madre para mi, dos cuentos inéditos y preciosos ¿me sigues?
-          Creo que sí, continua por favor.
-          Desde hace dos meses he empezado yo también a escribir cuentos, ya tengo dos y se los he dejado ver a Julio junto a los de mi madre...la revista lleva tiempo pensando en algo para los hijos de los lectores y le he preguntado a Julio si no fuera posible, editar cada mes junto con la revista, uno de los cuentos y que Julio se encargase de las ilustraciones. Le ha parecido buena idea y cuando tenga las ilustraciones hechas quiere convocar una reunión con vosotros y hasta entonces yo no quería decir nada, tenía que ser una sorpresa ¿me perdonas?
-          Aurelia es una fantástica idea – contesta Asunción abrazando a su amiga- con lo difícil que es la literatura infatil, me parece genial y seguro que es un éxito. Ahora comprendo porque no quieres volver como fija a la revista, necesitas tiempo libre para tus cuentos ¿Lo sabe Gustavo?
-          Esta tarde se lo he dicho..cuando me estaba contando lo que te había pasado se me oprimía el corazón, si te hubiera pasado algo grave no me lo hubiera perdonado nunca...me he dado cuenta esta mañana que ni Julio ni yo te convencíamos y..
-          Aurelia no le des más vuelta, es cierto que presentía que ocultabas algo pero también sabía que me lo dirias cuando llegara el momento de hacerlo y ¿ves? No me he equivocado- contesta Asun
Mientras las amigas hablan, Héctor llega al colegio y ve a María hablando con la madre de Suzanne.  Cuando se acerca a ellas, María pregunta por su madre y les cuenta lo que ha pasado, su reacción poniendo verde al ladrón que ha lastimado a su madre asombra a la madre de Suzanne, a sus amigas, a su prima y hasta a Héctor.
-          Maria modera tu lenguaje, ya sabes que a tu madre no le gusta – le dice su padre – mamá está bien, unos días de descanso y podrá andar de nuevo sin problemas.
-          Lo siento papá pero lo mantego, ese tipo es un hijo de ...
-          ¡Vale! , no lo vuelvas a decir María que me voy a enfadar – le advierte su padre esta vez muy en serio.
Minutos más tardes las tres chicas suben al coche y María hace el recorrido  un tanto enfadada << Por culpa de un ladrón mi madre tiene un pie vendado y  mi padre se ha enfadado conmigo >> dice en voz baja a Irene
-          María te he oído – dice su padre – y no estoy enfadado pero tienes que aprender a moderar tu lenguaje por muy endafada que estés...ya sé que yo no soy un buen ejemplo pero fíjate en tu madre ¿cuantos tacos o palabras malsonantes la has oído decir?
-          Lo siento papá, tienes razón, mamá nunca dice tacos, intentaré controlarme.
-          Bien con eso me vale – dice Héctor aparcando el coche cerca de su casa.
Cuando llegan a casa las chicas entran en la habitación de Asunción, María abraza a su madre y se preocupa por ella, tras charlar un ratito Aurelia se despide de su amiga y baja a buscar junto con Clara e Irene a sus mellizos para regresar a casa. Cuando van a dejar el portal se encuentra con Bonilla que trae a Daniel quien al igual que su hermana corre por la escalera y cuando le abren la puerta entra como una flecha llamando a su madre y se abraza a ella.
-          Seguro que papá le ha hecho ver las estrellas al tipo ese que quería robarte el bolso ¿verdad mamá?
-          Me tomo que no le he hecho nada, Daniel, la policía le ha arrestado inmediatamente y yo estaba muy ocupado con mamá.
 Bonilla ríe la ocurrencia de Daniel y recuerda sus tiempos de policía, después se despide de  Asunción.
-          Mañana vendrá Matilde para ayudarte ¿vale?
-          Gracias, ¡Jolines el traje! ¿qué hacemos con el traje de Dani? Se ha quedado en el coche- dice Asun
-          Me puedes acercar a por el coche- pregunta Heçtor a su amigo y a su mujer le dice-  ¿te puedes quedar sola con los niños?
-          Papá, claro que puede – dice María – ni Dani ni yo somos bebés de pecho.
-          Eso, eso, - dice Daniel quien cuando su hermana tiene razón, según su punto de vista, no le duele prendas en reconocerlo
-          Vete tranquilo Héctor – dice Asunción.


Dos horas más tarde María tiene la cena lista, una cena fácil, de embutido acompañada de una gran ensalada de lechuga, tomate, pimiento verde, atún, aceitunas, huevos cocidos y espárragos. Mientras Dani pone la mesa, Héctor trae a Asunción en brazos y se sientan a cenar.
-          Gracias María, la ensalada tiene buena pinta.
-          Papá ha hecho arroz con leche de postre – dice Dani – y yo he lavado la lechuga y las otras cosas y he puesto la mesa.
-          Gracias a los tres, pero no me miméis demasiado no sea que me acostumbre - contesta Asunción con una mirada tierna que expresa muy bien lo orgullosa que se siente de su familia.
La cena transcurre placidamente y no paran de reir con las ocurrencias de sus hijos. María sugiere pintar la muleta del color del zapato que va a llevar haciendo juego con el vestido y a Daniel le da lo mismo, con tal de ver a su madre en la iglesia como si la entra su padre en brazos.. y más tarde, cuando ya todos están en la cama Héctor le comenta a Asunción la reacción de María llamando hijo de puta al ladrón y Daniel esperando que su padre le hubiera dado una paliza y dice
-          ¿Debemos preocuparnos?
-          No,  me parece una reacción normal , salida de tono, pero lógica...de todos modos ya hablaré yo con ellos- dice Asun acurrucándose entre los brazos de su marido después de darle un beso de buenas noches y de repetirle lo mucho que le ama.

7 de junio 1970


  
A dos días del infortunio, Asunción sigue sin poder apoyar el pie pero se mueve con habilidad con la ayuda de una de las muletas que antaño fuera de Héctor. La mañana del día de la comunión ha llegado, el tiempo no tiene pinta de estropear el día y Felisa ha subido para ayudar a su hija a vestir a Daniel quien no para de moverse y por fin, a las diez salen todos para el colegio.
Los niños hacen su entrada en la capilla a las once en punto y se sientan en los primeros bancos reservados para ellos. Sus familiares más directos detrás de ellos y la misa comienza. El momento de la consagración se acerca y tras él la comunión mientras el coro canta El Señor es mi pastor.
Asunción y María se acercan a comulgar y Héctor las acompaña como hiciera en la comunión de María aunque él no sea de los que comulgan, a diferencia de Bonilla, quien si suele hacerlo con regularidad y ahora, camina con naturalidad junto a Matilde. Felisa, Irene, Clara y Aurelia asi como Gustavo lo hacen,  también como Estrella y Miguel pero Trino no se mueve de su banco con Diego sentado a su lado.
Antes de las doce la ceremonia termina y en cuanto les hace la foto colectiva de toda la clase cada familia abandona el recinto con sus respectivos hijos.
En un restaurante de la Castellana la familia Olavide y la familia Perea hacen su entrada con el resto de los invitados. Durante el convite , Pelaez, uno de los fotográfos de la revista plasma con su reportaje este día tan especial para Javier y Daniel a quienes el protagonismo no les asusta, al revés, están encantados con los regalos que reciben.
Matilde, con una tripita de casi cinco meses ya visible, respira aliviada pues ha podido controlar sus llantos repentinos a pesar de la emoción que le ha embargado durante toda la ceremonia.
Héctor y Asunción no paran de dar las gracias a las enhorabuenas que reciben, mientras las chicas, sentadas en una mesa con Suzanne, Tim y otros jóvenes del equipo de baloncesto que entrenan a Javier y a Daniel, hablan animadamente.
Asunción agradece a los padres de Suzanne el ramo de flores que le enviaron a casa al día siguiente de su percance y Felisa se pone nostalgica recordando, junto a su marido, las comuniones de sus hijos, sobre todo la de Pedrito por ser la más cercana en el tiempo.
A las seis de la tarde la fiesta finaliza y ya en casa, la familia Perea comenta la ceremonia en el salón. 
-          ¿No te has sentido nervisos en ningún momento? – le pregunta su hermana
-          No, ¿ por qué? a mi me ha gustado que estuviera todo el mundo pendiente de nosotros. Al cura no le he entendido mucho pero ya sé que ahora puedo comulgar siempre que vaya a misa y los regalos me han gustado un montón ¿ has visto el reloj que me han regalado los abuelos? – contesta Daniel enseñándole el flamante reloj a su hermana. 
Los cuatro siguen charlando e intercambiando impresiones y esa noche todos se acuestan pronto, están cansados, mañana es lunes y todo vuelve a la rutina, los niños al colegio y Asunción a pesar de su pata coja va a volver a la revista y espera ser la primera en ver las fotos del reportaje de Pelaez.

Fin.














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