jueves, 29 de noviembre de 2012

En busca de Paloma. 6



Al principio de la cena hablan de todo un poco. Alejandro observa con atención a Vallejo. Asunción  le ha advertido que tenga cuidado con las cosas personales que cuente y recuerda sus palabras:
<< Vallejo sólo conoce la versión oficial de la separación de Teresa y Héctor. Cuando falleció tu abuelo era inspector de policía en la comisaría del barrio.  Es un buen hombre, algo socarrón pero justo, sabe mirar hacia otro lado  cuando es necesario>>. Cuando el camarero les trae el primer plato es Héctor quien comienza a entrar en materia diciendo:

-      Según mi mujer tienes algo que contarnos de la travesía ¿Cómo se llama el empresario canario y cómo entras en contacto con él?
-      Miguel Morales – contesta Alejandro sin titubear - es un amigo de mi madre de la camara de comercio y está muy considerado tanto en Caracas como en Barcelona, donde vivimos. Es un hombre de toda confianza, ya le conocía antes del viaje. Mi madre sabía que tenía planeado viajar a Las Palmas y le pidió si podía adelantar el viaje para que yo no hiciera toda la travesía solo.
-      ¿Y el hombre estuvo todo el rato contigo? – pregunta Vallejo
-      Sí, la mayoría del tiempo lo pasamos juntos aunque yo también hablé con otro pasajero un poco más mayor que yo, un chico de Aruba, de las antillas holandesas que venía a visitar su familia en Holanda y que tiene tanto pánico como yo a volar.
-      ¿ Entonces había más gente en el barco que conocía tu nombre?- pregunta Héctor
-      Ellos dos y quizá el Sr. Gallardo.
-      ¿Quién es Gallardo? – quiere saber Vallejo
-      Un editor catalán pero yo apenas le traté. El segundo día de la travesía Miguel estuvo bebiendo algo con él y de vez en cuando se reunían a jugar una partida de cartas. El sabía que me llamaba a Alejandro pero no sé si conocía mi apellido y creo recordar que viajaba con otra persona pero nunca la ví y Miguel tampoco.
-      ¿Por qué? – vuelve a preguntar Vallejo
-      Según Gallardo su amigo estaba indispuesto, desde que el barco estaba en altamar se encontraba mal y nada le ayudaba contra los mareos. No salía casi de su camarote, al menos yo no le ví nunca .

El chico hace una pausa para terminar su segundo plato y tras beber de su vaso de vino continúa.

-      El sr. Gallardo debió bajarse también en Cádiz aunque yo no me di cuenta. Desde las Palmas a Cádiz apenas le vi, el capitán del barco , creo que por indicación de Miguel o de mi madre, me retuvo a su lado casi todo el resto de la travesía.
-      Interesante- comenta Héctor – y ¿qué paso a la llegada a Cádiz?
-     Nada importante, sólo pasé allí media tarde y la noche. Como mi madre lo había previsto me estaba esperando un empleado del consulado venezolano, el hijo de un conocido de Simón; fuimos al hotel y luego cenamos juntos. Al día siguiente fui a comprar el billete para Madrid y fue cuando conocí a Paloma.
-    ¿Simón? ¿quién es Simón? - pregunta Vallejo al ver que Héctor asiente con la cabeza.
-   Era – dice Héctor – Simón murió hace años. Fue el mejor amigo del padre de Teresa y antes de fallecer le pidió a su hija que a su muerte le escribiera. Pascual siempre supo que Simón estaba enamorado de Carmen. En cuanto pudo vino a por mi suegra y se fueron a Venezuela. Simón tenía un buen empleo en Barcelona.
-    Vale, vale, los líos de tu ex familia son muy interesantes pero sigamos que nos van a dar aqui las uvas – dice Vallejo un tanto impaciente haciendo otra pregunta - ¿ Y tú  crees que la chica te contó toda la verdad?
-      Sí, ya sé que puedo parecer ingenuo pero no lo soy.  Desde pequeño me han enseñado a mirar bien con quien hablo y con quien voy, << los Rivas no debemos confiarnos >> repite mi madre siempre. Me doy perfectamente cuenta de que mi familia, esté donde esté, siempre estará en el punto de mira de mucha gente, el éxito en los negocios crea tantos amigos como enemigos pero en cuanto a Paloma, sinceramente no sabría decir la razón pero la creo, digamos que es una corazonada, estoy seguro que ella no se ha ido por su propia voluntad y menos para jugarme a mí una mala pasada.

El camarero se acerca a recoger los platos y pregunta si van a tomar café o postre. Los tres encargan café, Vallejo y Héctor piden además una copa de coñac y mientras lo toman dice Héctor.

-      ¿Y en el tren  ¿Pasó algo que llamara tu atención?
-      No, nada, bueno algo sí pero creo que fue pura casualidad.
-      Las casualidades no existen- comenta Vallejo – cuénta ¿qué fue?
-      En el vagón restaurante, detrás de nosotros había un hombre que oyó parte de nuestra conversación, bueno oyó mi comentario.
- ¿Qué comentario era?- pregunta Héctor.
- El de buscar un hotel donde pudiera estar Paloma sin que le pidieran el carnet de indentidad, aún no se lo ha sacado. Ella tenía pensado dormir en una iglesia o en un albergue.
- ¿y el desconocido dijo algo al respecto? – ahora es Vallejo quien pregunta.
- Sí, se acercó a nosotros y nos dio el nombre del Hostal Fuencarral, según él no hacían muchas preguntas y... ¡Hostias!, perdón por la expresión, ahora recuerdo que dijo: << no queda muy lejos de su hotel>> ..¿ cómo sabía él en qué  hotel iba a estar yo? No lo comenté durante la comida.
-      Muy interesante, ¿volviste a hablar con ese hombre?-  dice Héctor
-      No, ya no le vi más hasta que el tren paró en Ciudad  Real.  Allí  bajé a comprar prensa y le vi abandonar la estación.
-      ¿Cuánto tiempo estuvo parado el tren?- vuelve a preguntar Héctor
-   Unos  diez minutos, había mucha gente en el andén comprando bocadillos y bebidas ¿Creen que volvió a subir sin que yo le viera?
-   Es una posibilidad – dice Vallejo al tiempo que pregunta - ¿Tú no le volviste a ver en la estación de Atocha?
-   No, ni en la estación ni en los pasillos del tren. Nosotros viajábamos en primera y él iba en segunda, al menos yo le ví bajar en Ciudad Real de un vagón de segunda.

Héctor le hace una seña al camarero y al ver que ya son casi las diez y media pide la cuenta, salen del restaurante y acompañan a Alejandro al hotel. Entran con él y comprueban que nadie ha preguntado por el chico, nadie ha traído ninguna nota y cuando el chico se sube a su habitación, no sin antes recordarle que a las diez debe presentarse en comisaría y que Asunción le irá a recoger para ir llevarle a Buitrago, Vallejo ve a uno de los hombres de Ramírez sentado en un sofá de hall del hotel y se acerca a él junto con Héctor.

-      ¿Tienes algo para nosotros o te han mandado velar el sueño del joven? – dice Vallejo por todo saludo
-      Algo de eso ahí. Ramírez os espera mañana a las nueve y media en comisaría.
-      Yo pensaba acompañar a Alejandro a las diez ¿Sabes por qué quiere vernos a esa hora exactamente?
-      Sí, es la hora acordada con su contacto en Cádiz para pasar el parte sobre Paloma Camacho Llanos.
-      Entiendo – dice Héctor
-       ¡Qué te sea leve la guardia ¡- dice Vallejo
-      A la doce me relevan asi que será corta. Buenas noches.

Los dos ex-comisarios bajan a Sol y allí toman el metro para ir a casa. En Quevedo se baja Héctor y Vallejo continúa hasta Cuatro Caminos. Mañana se volverán a ver en la comisaría del centro. Al salir en Quevedo, Héctor cruza la plaza y anda como unos diez minutos hasta llegar a su casa. El portal ya está cerrado, son más de las once de la noche, sube las escaleras y al llegar a su piso abre la puerta sin hacer mucho ruído. Los niños ya estarán dormidos y María seguro que también e incluso Asunción es probable que ya esté en la cama. Encontrarles a todos en la cama es una de las cosas que por un lado le reconforta, le da serenidad, seguridad de que todo está bien pero por otro siente que descuida a sus hijos, que antepone el trabajo a su familia aunque ellos le aseguren que no es así. Héctor cuelga su abrigo en el perchero del recibidor en eso que oye a sus espaldas decir:

-      Hola, ¡Cuánto has tardado! ¿Todo bien? – le saluda Asunción saliendo de la cocina con un vaso de agua en la mano, ya con el camisón puesto dispuesta a irse a la cama. Se acerca a su marido y le da un beso y éste la abraza peligrando el vaso de agua por un momento.
-      Lo siento, no he podido llamar, la cena se ha alargado demasiado y en el hotel nos esperaba uno de los hombres de Ramírez. ¿Cómo se lo han tomado  los niños el que no me hayan visto en todo el santo día?
-      Bien, no te preocupes, esto no pasa tan a menudo pero tengo que recordate, de parte de tus hijos, que no te olvides entrar a darles un beso.
-      Por supuesto que no me olvido, ahora mismo lo hago, esperamé en la habitación, no tardo mucho.

Héctor abre la puerta de la habitación de Dani y contempla como en la cama turca duerme Javier, se acerca a ellos y les da un beso en la frente, después va a la habitación de María y sigilosamente le da un beso y cuando va a salir oye:

-      Papá ¿has encontrado ya a esa chica?
-      Aún no, pero de mañana no pasa. Anda, vuelve a dormite que mañana tienes un examen y tienes que descansar.
-      ¿Crees que no la pasará nada? – pregunta María

Héctor se acerca a la cama de su hija, se sienta a los pies y dice:

-      Confiémos en que sea así, princesa pero ¿desde cuando te preocupas tanto con mis casos?
-      Este caso es diferente y no solo por Alejandro sino también porque esa chica tiene la edad de Irene.
-      ¿Qué te ha contado mamá?
-      Poca cosa, casi nada, que el hijo de Ana, la cuñada de Teresa está en Madrid y su amiga ha desaparecido. Tim está convencido de que tu la vas a encontrar sana y salva y yo también.
-      Muchas gracias por vuestro voto de confianza y ahora a dormir de verdad. Buenas noches princesa.
-      Buenas noches papi.

Media hora más tarde ya está en la cama junto a Asun y le hace un resumen de lo que han hablado durante la cena y le comenta lo de María.

-      No sé si has hecho bien diciéndoselo a María, está preocupada.
-      Ya, ya me he dado cuenta pero yo también he llegado tarde y quería que comprendiera el motivo. ¿A qué no sabes como me  he encontrado a los cuatro cuando he llegado a casa?
-      No me asustes, ¿cómo?
-      En la cocina haciendo la cena. Tim se ha pasado primero por su casa antes de venir aqui y se ha traído una bolsa de pan de hamburguesas, ya sabes, esos filetes de carne molida parecidos a los filetes rusos
-      Ya lo sé, las comí una vez con Bonilla en Torrejón.
-      ¿Te gustaron?
-      No están mal, se pueden comer pero ¿ aqué viene lo del pan?
-      Bueno, María le había dicho que tenía ganas de comer hamburguesas y que en la nevera tenía yo carne de ternera, eran para las albóndigas, pero na pasa nada – ríe Asunción bajito para no despertar a los chicos que duermen en la habitación de al lado-  total, que Tim ni corto ni perezoso, después de ayudar a los chicos con sus deberes y María haber estudiado para su exámen, se metió en la cocina para preparar la cena y así los he pillado, con la manos en la masa.  Los chicos estaban lavando la lechuga y María tratando de hacer lonchas de queso con el queso manchego. Misión imposible, pero se lo estaba pasando pipa. Al final nos hemos sentado todos en la cocina y aunque te hemos echado de menos no te hemos guardado ni una hamburguesa, de verdad que estaban deliciosas.
-      Muchas gracias, yo preocupado por vosotros y he aquí que casi habéis montado una fiesta a la americana- comenta Héctor dándole un beso a su mujer en la frente.
-      No tengas pelusa cariño, Tim ha prometido hacerlas de nuevo y espera que tu le ayudes y ahora, mi amor, abrázame y a dormir que mañana tenemos que madrugar y estoy cansada. Buenas noches.
-      Buenas noches, mi vida.

1 comentario:

  1. Muy bien, me gusta, esto se pone muy interesante, y me gusta que Héctor y Asun mantengan esa complicidad y confianza que les caracteriza, incluso con su hija María... ;) ¡muchas gracias por tu relato...!

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