viernes, 22 de marzo de 2013

El escritor de las guías de viajes. Capítulo 9 y final.





Abril de 1973


La salita sigue siendo la misma, quizá el color de la pared tenga una tonalidad distinta pero del color pastel no han salido. En una esquina han puesto una mesa con juguetes y la mesita central ya no es de cristal por lo demás todo sigue igual, las butacas de alto respaldo que no permiten hundirse en ellas siguen teniendo el mismo color gris impersonal de la primera vez y sobre la mesita las revistas premamás y las científicas le recuerdan a Fernanda el comentario de Aurelia, la primera vez que visitó con ella al médico.


-      ¡Qué nervios y qué bochorno! Nos quedamos mirando al médico como si fuera un jovenzuelo y el pobre se molestó. No te fies de su apariencia, es de la misma edad que Gustavo aunque parezca que ha hecho un pacto con el diablo.


 Y ahora ella se lo cuenta a Martín quien sentado a su lado se echa a reír.


-      No te preocupes, no me fijaré en su juventud sino en su eficiencia y por lo que Gustavo me ha contado es uno de los mejores.


No ha sido nada fácil llegar hasta aqui y ambos los saben. Han pasado casi dos  meses desde que Martín regresara de Cangas con los detectives y aunque no es el lugar adecuado, Fernanda revive el domingo de febrero en que junto con Asunción fueron a la casa que Bonilla tiene en la sierra y allí esperaron a que todos vinieran.

Vallejo, por su parte, se pasó por la casa de Fernanda y ciertamente el seat negro descrito por Fernanda estaba aparcado frente a su casa. Los dos hombres de Martínez Prada hablaban fuera del coche mientras comían un bocadillo y aprovechó la polaroid para hacerles unas fotos que más tarde dejó ver a Fernanda y ésta les puso nombre. El de la derecha era Julián, el mismo que conducía el camión el día del accidente y que Manuel reconociera. El de la izquierda era Lucio, el gorila que no veía desde hacía un tiempo. Mientras Vallejo llevaba las fotografías a la comisaria, Fernanda y Asunción se metieron en la cocina para preparar la merienda charlando entre ellas como si fueran viejas amigas.

A las 5 de la tarde llegaron ellos y un poco más tarde Gustavo con Vallejo.  Al abrazo que Fernanda y Martin se dieron, la pequeña y emotiva charla que tuvieron a solas y en la que Fernanda le contó las sospechas de su embarazo, les había precedido el abrazo que se dieron Héctor y Asunción. Después vinieron las presentaciones de Martín, el firme apretón de manos que intercambiaron Vallejo y Gustavo con él cuando entraron y minutos más tardes,  ya todos relajados se sentaron entorno a la mesa del comedor dónde prendía la chimenea.

Martín volvió a relatar el motivo de su escapada a la casa de sus abuelos, sus problemas en Argentina, las palabras de doble sentido con las que les despidiera Martínez Prada..


-      Ahora estoy seguro- siguió diciendo tras una pequeña pausa- esos hombres son los mismos que hacen guardia en casa de Fernanda. Mi amigo en Barcelona me corroboró que Martínez Prada había encargado un informe de mis últimos años en Córdoba. No se le pasó por alto que la paliza fue el detonante para abandonar mi tierra y creo, estoy casi convencido de que ese era su plan, asustarme con una gran paliza para que hiciera lo mismo pero la situación era bien distinta, estaba Fernanda y no podía ni quería poner tierra de por medio.

-      Yo ya no tengo dudas. Martínez Prada sabe que estoy embarazada o se lo imagina y de nuevo le incomoda, va contra todos sus planes. Dos días después del cumpleaños de Martín y después de que el se fuera a la editorial, al mirar en mi calendario personal, me di cuentas que llevaba un retraso de 15 días. Sabía que era muy pronto para decir nada, además Martín estaba a punto de irse de viaje pero no pude evitar el mirarme en el espejo acariciando mi vientre e imaginarme ya con una tripita de cinco meses. Sé que es ridículo pero hasta me metí un cojín debajo de la blusa y lo que veía me encantaba, me ilusionaba, me veía bella y sentía una fuerza interior como nunca antes la había sentido pero sería mi secreto hasta que Martín regresara. Por la tarde cuando fui al despacho, como siempre hago, no podía concentrarme, me recliné en la silla, cerré los ojos y con las manos en mi vientre empecé a imaginarme la reacción de Martín, en lo contento que se iba a poner cuando de repente se abrió la puerta y Martín Prada entró sacándome de mi ensueño.

    

    << Perdona Fernanda –me dijo con voz suave – he llamado dos veces, ¿te pasa algo? ¿Tienes molestias en el vientre?

        << No, nada – le contesté azarosamente – no pasa nada, cosas de mujeres>>

Afortunadamente no insistió y cuando acudí a su despacho cinco minutos más tarde no volvió a sacarme el tema aunque me examinase con la mirada. Dos días más tarde Martín salió de viaje y como vosotros decís, según Asunción, las casualidades no existen.

-      No, no existen; todo tiene una razón de ser aunque no veamos la conexión a la primera. De todos modos seguimos en el mismo punto. Sospechas todas pero pruebas ninguna ¿alguna idea? – comenta Bonilla

-      Quizá si supiésemos algo más de la vida de Martínez Prada, si diéramos con otros incidentes – dice Gustavo – si no es por este podríamos echarle mano por otros ¿No podrías contar tú algo más Fernanda?

-      Tampoco sé mucho, la verdad. Todos éramos muy reservados y él el primero. Creo que esa era la razón de buscar sus amigos entre personas solitarias, sin familiares sin ataduras...el presente solo cuenta, le oído decir muchas veces.

-      ¿Cómo se conocieron Manuel y él? ¿lo sabes? – pregunta Vallejo.

-      El padre de Manuel tenía una editorial de libros de textos religiosos y Manuel trabajaba con él. Al morir su padre siguió con la editorial, era pequeña, daba lo suficiente para vivir pero Manuel necesitaba un cambio y dejó correr la voz de  su intención de ponerla en venta. Un día, estando en el café Gijón coincidió con un amigo suyo que estaba hablando con Martínez Prada. Se lo presentó, se interesó por la editorial y quedaron para hablar en el despacho de Manuel.

Al parecer Martínez Prada acababa de regresar de las Américas con dinero en el bolsillo. Un tío suyo había fallecido, le había dejado en Venezuela o en Bolivia, no lo recuerdo bien, lo siento, una plantación que pudo vender y quería invertir el dinero en España y aquí, en Valladolid había heredado, del mismo tío, otras tierra pero que no podía vender, no sé el motivo. Quizá Gustavo lo sepa.

-      Sí, luego lo cuento- dijo Gustavo- continúa.

-       Convenció a Manuel para que fueran socios cambiando el formato de la editorial, dejar los libros religiosos, pasarse a la novela en todas sus categorias y publicar trabajos de jóvenes noveles. Cuando yo les conocí ya llevaban dos años juntos y la editorial funcionaba muy bien...


 -      ¡Fernanda, Fernanda! En nuestro turno, deja de soñar

  

 La voz de Martín la devuelve a la realidad. Fernanda abre los ojos y hace un alto en sus recuerdos. La consulta dura más de media hora, como ya le dijera Gustavo a Martin,  el médico le dejó escuchar los latidos del bebé y Martín se emocionó como un niño pequeño. Todo iba bien y quedaron en hacer una ecografía en la próxima visita. Salieron de la consulta con una sonrisa en la boca y en el coche Martín le preguntó.


-      ¿En qué estabas pensando en la sala de espera?

-      En la tarde del domingo en que llegaste con Bonilla y Héctor. Me parece mentira que ya hayan pasado casi dos meses, en que hayamos conocido gente tan fantástica y que ahora sean nuestros amigos.

-      Es verdad. Aurelia y Gustavo son encantadores, los mellizos un regalo para la vista y Clara una mujercita muy bien formada. Vallejo y Laura me parece la consolidación perfecta del matrimonio maduro y con Paloma parece que han rejuvenecido. Bonilla y Matilde con su peque y con Javier son el matrimonio perfecto y Héctor y Asunción merecen mención especial, son los eternos enamorados que no disimulan sus sentimientos delante de nadie y por nada.

-      Sí, son una pareja muy especial y sus hijos me encantan. María es una mujercita con la ideas muy claras, directa y al mismo tiempo llena de tacto y Dani, ese chico me ha robado el corazón, no me importaría tener un diablillo como él ¿y a ti?

-      Me encantaría y creo que sabríamos lidiar muy bien con sus travesuras y por cierto ¿en qué parte de tu recuerdo te he interrumpido?

-      Estaba recordando lo que sabía de Martínez Prada que no era mucho.


Martín besa a Fernanda y pone el coche en marcha. Las palabras de Fernanda le trasladan a él también a ese domingo de febrero y de camino a Aravaca recuerda como Gustavo habló de las tierras de Valladolid.


-      Vino a mi despacho recomendado por uno de vuestros abogados, quería separar su vida personal de su vida laboral y necesitaba consultar un caso. No podía vender las tierras apesar del testamento que tenía en su poder, las escrituras no aparecían, otro familiar las reclamaba y había interpuesto una demanda. Hablamos sobre las posibilidades y quedó en llamarme si decidía seguir adelante conmigo . A los pocos días me llamó para decirme que el asunto estaba solucionado.Las escrituras habían aparecido, estaban solamente al nombre de su tío asi que el otro familiar tuvo que retirar la demanda y se marchó del pueblo asi pues, no necesitaba mis servicios, me agradecía mis consejos y el tiempo que le había dedicado. No volví a verle hasta el otro día con Fernanda.

-    En realidad nunca fue tu cliente ¿ me equivoco? -preguntó Héctor

-     Técnicamente no, solo me hizo una consulta y no vi ni el testamento ni las escrituras pero la marcha del familiar me pareció rara entonces, ahora me resulta sospechosa.

-      Como la marcha del conocido de Víctor ¿os acordáis que nos lo contó?- apuntó Bonilla

-      De una forma u otra espanta o echa a todas las personas que se interponen en su camino – dijo Asunción.


Entonces sonó el el teléfono, recuerda Martín, era la policía de Aravaca para decir que habían detenido a los dos hombres de Martínez Prada, ambos tenían un expediente abierto y eran viejos conocidos de la policía. Fernanda llamó entonces a su casa.


-      Señora, sí, es cierto el coche ya no está pero tengo que darle una mala noticia - dijo Carmen – el mayordomo del señor Martínez Prada ha llamado preguntando por la señora ya dos veces.

-      ¿Qué ha pasado Carmen? – preguntó Fernanda

-      El señor sufrió uno de sus ataques catapléjicos o algo así pero esta vez no ha recobrado la movilidad y se lo han llevado a La Paz.


Al colgar el teléfono y dar la noticia empezaron a hablar todos a la vez y...como le pasara a Fernanda ahora es él el que tiene que interrumpir sus recuerdos, por un lado su compañera llamándole y por otro las bocinas de varios automovilistas apremiándole a dar gas a su coche.


-      ¡Martín! ¡Cariño! El semáforo ya está verde ..¿qué pasa? ¿ahora eres tu el que está en otro sitio?

-      Perdona Fernanda, yo también estaba recordando todo lo que se dijo hasta que sonó el teléfono y luego tu llamaste a Carmen.

-      Parece que los dos tenemos necesidad de recordar ¿qué te parece si seguimos en casa y lo hacemos juntos?

-      Sí, mi amor, será lo mejor.


Por la tarde y después de comer, sentados en el jardín siguen recordando aquel domingo de febrero de noche interminable en el que inesperadamente tuvieron que empezar con los trámites de un entierro.


-      ¿Te acuerdas como llegamos al hospital con Bonilla, Héctor y Asunción? – dijo Fernanda

-      Lo recuerdo perfectamente. Asunción era la que tenía los nervios más calmados y la que llevó el coche. Vallejo prefirió pasarse por comisaria y Gustavo le acompañó. Jamás olvidaré como nos encontramos a Fermín con su lamento junto a Martínez Prada.


<< Señora – te dijo-  ha sido mi culpa, me senté en la sala continua, esperé a que el señor se levantara como hacía siempre, seguí sus órdenes y no me di cuenta de que esta vez era diferente. Si hubiera desobedecido quizá le hubiera podido salvar.>>


-     Sí que me acuerdo, el pobre estaba destrozado. El fiel retrato del mayordomo que no se separa de su dueño aunque este no se merezca tanta fidelidad, en verdad que  Fermín es de otra raza como decía Manuel. ¿Sabes que se apreciaban bastante? Sintió mucho su muerte-dijo Fernanda

-      Por eso te dio la llave que Martínez Prada guardaba en su caja fuerte.

-      Sí, fue un gesto de hacer justicia a su manera pero si te acuerdas, la clave de la caja fuerte no nos la dió, el abrió la caja fuerte y sólo nos dejó coger el diario y la llave. Le fue fiel a su manera hasta el final.

-      ¿ Tú crees que alguna vez leyó el diario y por eso te lo dio?

-      No lo sé Martín. Fermín no soltó prenda y no creo que alguna vez lo haga. No obstante conocía muy bien el grado de narcisismo del que adolecía señor y pensó, con muy buen criterio, que por fuerza tendría que escribir sus hazañas inconfesables para poder leerlas, releerlas, disfrutar con ellas y sentirse el ganador.

-      Gracias al diario sabemos la clase de monstruo que era y conocemos la infancia que le marcó aunque no creo que su condición se debiese sólo a ese vacío que sintió – comentó Martín

-      No, el médico ya lo dijo, su patología venía marcada por la genética y unos padres amorosos hubiese retrasado quizá el proceso pero a la larga se hubiera desarrollado igual.


Fernanda y Martín siguieron recordando como, aunque a  Julián y a Lucio les imputaron el accidente de Manuel y aún continúan en Carabanchel en espera de juicio, ellos no pueden evitar el sentirse un tanto frustrados. Saben que van a tener que asimilarlo, que un sentimiento así no es buen compañero de viaje y quizá recordando los hechos y hablándolos puedan vencer a la frustración.

Los dos imputados fueron los autores materiales pero el autor moral, el ideador de ese crimen y de muchos otros no podrá ser juzgado por un tribunal terrenal. Su muerte, como el médico dijera, fue un verdadero martirio. Martínez debió de estar consciente hasta poco antes del final, debió sentir como la sangre se le escapaba, debió maldecir el haberse caído justo encima de dos trozos de vidrio que se incrustaron en su espalda y quizá viera entrar a su mayordomo y maldecir su obediencia y apesar de todo, Fernanda no sintió ninguna compasión y Martín tampoco cuando el médico se lo contaba.

  Su muerte sin testamento complicó además bastante las cosas. El estado se ha quedado con la monumental casa de Las Rozas y ellos están en vías de recomprar las acciones que le pertenecían para poder vender la editorial. Fernanda quiere volver a ser traductora y Martín  a impartir clases y editar su segundo libro de viajes, su primer libro en España sobre los Picos de Europa a donde piensan regresar en junio para reconstruir la casa de sus abuelos. El bebé vendrá en  septiembre y la boda más adelante. Fernanda quiere seguir el ejemplo de Asunción, su primer hijo tiene que estar presente en la ceremonia y en las fotos ocupar un sitio de honor.

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1 comentario:

  1. ¡Genial, Rodas...! me encanta el final... Martínez Prada ha recibido su merecido y ahora Martín y Fernanda son felices junto al hijo que esperan para después del verano... me gusta que sean amigos de toda la panda que ya conocemos, y es que tener amigos así es muy gratificante... Un beso fuerte y seguimos en contacto para nuevos relatos...

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