miércoles, 16 de octubre de 2013

La vuelta a casa. Capítulo 9


Capítulo 9

“Gracias por llamarme , me has sorprendido la verdad. No me lo esperaba “ dice Asunción a Rosario nada más sentarse, dejando su chaquetón en el respaldo de su silla,
 el bolso en la de al lado, disponiéndose a pedir un chocolate caliente.
  Eran las seis y media de la tarde cuando las escaleras eléctricas del Corte Inglés de Princesa  la dejaron en la planta séptima, en la cafetería, dónde Rosario la esperaba sentada en una mesa con vistas a la calle, adornada ya con las luces de navideñas que acababan de encenderse cuando Asunción salía del metro de Argüelles.
  Rosario en uniforme de enfermera y Rosario con ropa de calle eran dos personas distintas y Asunción tardó en dar con ella. A esa hora la cafetería estaba llena y casi no quedaban mesas libres, afortunadamente Rosario  la ve y ahora ya están sentadas frente a frente.

-        No debiera sorprendente Asunción.  Al fin y al cabo me  apuntaste tu número de teléfono por algo y además el doctor Laredo interrumpió nuestra charla justo cuando tu comenzabas a tener intereses ¿ Estás segura que era la primera vez que oías a hablar de Lucía?
-        Veo que no eres de las que dan rodeo – contesta Asunción limpiándose con la servilleta su bigote de chocolate – No, no era  la primera vez que oía su nombre. En uno de los números de enero hay una nota de agencia sobre la muerte de una enfermera en el aparcamiento del Clínico. La revista tiene sus fuentes y aunque no pudo ampliar la noticia su caso nos dio pie a plantearnos un reportaje en el futuro. Reportaje , como ya sabes estamos llevando a acabo “ La mujer y trabajo en horario nocturno: riesgos y compatibilidad con una vida familiar”.
-        Eso no explica que supieras que esa mujer se llamaba Lucía. En la prensa no salió su nombre y además ¿ por qué ahora? ¿ por qué habéis esperado tantos meses?
-        Perdona Rosario, tus preguntas me están haciendo sospechar de que hay algo raro detrás de su muerte. ¿ Lo hay?
-        No te hagas la ingenua, contesta a mi preguntas y quizá te pueda ayudar- responde Rosario.

Asunción  acepta el cigarrillo que Rosario le ofrece , necesita ganar tiempo antes de responder. Rosario la está sorprendido , sin poder evitarlo mira a su alrededor  con el pitillo en la mano  y  nada, mucha gente  pero nadie que conozca o haya visto alguna vez.

-        La idea – dice con el cigarrillo ya encendido -  quedó aparcada por razones que ahora no vienen al caso. Hace poco la hemos retomado . Decidimos empezar con un reportaje sobre las telefonistas pero yo recordé el caso de la enfermera , a mi jefe le apareció bien y ya está.  Nuestras fuentes de información , que obviamente no puedo revelar,  nos  dijeron que se llamaba Lucía y era madre de una niña de 8 años y que su marido, por celos, fue quien la estranguló a sangre fría.
-        La verdad es que yo me creo la versión original, es decir lo de su marido . Les hemos visto  discutir más de una vez .  Lucía era muy particular y yo no estaba de acuerdo con ella en muchas cosas. En los últimos día se le había metido en la cabeza cuestionar la capacidad  y profesionalidad del doctor Laredo .
-        ¿ Por qué ? me estás intrigando.
-        Como te acabo de decir era muy suya,  tenía mucha fantasía y vivía en un mundo irreal.  Nos confesó que tenía serias sospechas de que el doctor había cometido un grave error con una paciente. Su muerte, según ella, se debió a que el doctor  esperó  demasiado tiempo para operar.  Nada más lejos de la realidad. Primero  ella no era quien para juzgar a un médico, con una trayectoria tan brillante como el doctor Laredo y segundo,  su objetividad brillaba por su ausencia ya que para ella solo existía el doctor Castaño, amor platónico decía ella, amor enfermizo que diría un psicólogo.
-        ¿ Lo sabían todos?
-        Lo sabíamos nosotras, las enfermeras. El doctor Castaño no tenía ni idea ni creo que la recuerde si mencionas su nombre, para él solo somos batas andantes.
-        ¿ Es una persona tan fría e indiferente?
-        No, no es indiferente pero si distante. Vive por y para su profesión, para sus pacientes pero odia la camaradería entre enfermeras y médicos.
-        Yo no veo que eso sea tan terrible – dice Asunción – apagando su cigarrillo mientras Rosario enciende el segundo -  pero dime una cosa..anoche creí ver que las mano derecha del doctor Laredo temblaba cuando sujetaba la taza del café ¿ ese temblores es habitual o solo pasajero?
-        El doctor Laredo está perfectamente capacitad para operar y ese temblor no se lo impide- contesta Rosario apagando de mala forma el cigarrillo que acababa de encender con enfado no disimulado.
-        No comprendo – responde Asunción pasando por alto el detalle del cambio en Rosario.
-        Hace varios años,  el doctor Laredo tuvo un accidente y estuvo un tiempo dado de baja. Ese temblor, que apenas  dura un segundo, que sufre muy pocas veces y que no ha ocultado, no ha sido visto como razón de inhabilitación por el consejo de médicos. Nunca ha habido ninguna queja . La muerte de esa mujer no guarda relación con esos temblores.
-        ¿ Pero el doctor Laredo lo sabía? Quiero decir ¿ Lucía le llegó a decir algo? – pregunta Asunción presintiendo que debe cambiar de conversación. Rosario cada vez está más nerviosa y ella más inquieta.
-        No lo sé,  fuera de nosotras,  dos enfermeras y yo quiero decir, no lo sabía nadie. Lucía estaba dispuesta a poner una queja, a demandar al doctor por la muerte de esa mujer pero  nosotras le aconsejábamos que no lo hiciera,  que lo olvidara, que volviera con su marido y se fuera con el a Murcia. Si nos hubiera hecho caso probablemente aún estaría viva.

Cuando Asunción baja por las escaleras eléctricas siente como si alguien la estuviese observando. El mismo presentimiento que ha tenido durante toda la conversación con Rosario, gira su cabeza pero no consigue ver entre la multitud que baja  con ella una cara conocida. Sale de los almacenes y se mete al metro, baja las escaleras y de repente se para, se gira y vuelve a subir los peldaños que había bajado,  cruza la calle  corriendo y se para en la otra boca del metro dónde hay un puesto de castañas y un quiosco de la ONCE.  Compra castañas recién asadas y la castañera las echa en un cucurucho de papel de periódico. Asunción se quita un guante, abre su monedero, saca un billete de cien pesetas y mientras espera la vuelta prueba una castaña  y entonces le ve. Está en la acera de enfrente, en la esquina, en  su mano un mechero con el que enciende el cigarrillo, con la vista fija en la salida  del Cortés Inglés. Asunción se esconde tras el quiosco instintivamente y alcanza a ver como Rosario se reúne con él. Comparten un beso y ella le quita el cigarrillo y se lo lleva a su boca mientras él para un taxi que sube por Princesa camino de Moncloa.  Ahora se alegra de haber cambiado de conversación, de dejar el nombre de Lucía de lado y de volver a preguntar sobre el trabajo y de haberle pedido que contara alguna anécdota y se arrepiente en parte de que tanto Héctor como Vallejo le hayan hecho caso. Ya no se atreve a volver a casa en el metro a pesar de que los dos se fueron en un taxi, está nerviosa y lo único que quiere es ver a Héctor cuanto antes . Levanta la mano , para un taxi y le da la dirección del despacho. El trayecto es corto y no le da tiempo a pensar pero la sensación que ha sentido no termina de irse del todo.

-  No te preocupes hombre, no pasa nada porque vengáis un día más tarde. Lo importante ahora es que vosotros lo paséis bien. Recuerdos también de Asun que acaba de llegar y un beso a Matilde.
-  ¿ Qué pasa ? – pregunta Asunción a Vallejo  entrando en el despacho - ¿ Les ha pasado algo a Boni y Mati?
-        No, no pasa nada - contesta Vallejo. Matilde y Bonilla  han modificado su estancia y llaman para comunicarlo que no para consultar si nos parece bien. ¿ Te puedes creer que ni tan siquiera ha preguntado por el caso?
-        Buena señal – dice Asun- eso quiere decir que solo tiene ojos y oídos para Matilde.
-        Esa impresión me ha dado a mi también  - responde Héctor levántadose de su silla mirando a su mujer - ¿ A ti te pasa algo? ¿ No habíamos quedado en casa?

Indudablemente Héctor la conoce muy bien, piensa Asunción , nunca le puede ocultar nada, es como si le leyera la mente y sentándose en la silla de su marido, mientras éste le sirve una copa de coñac que parece que necesita, ante un asombrado Vallejo que nunca antes había visto  que bebiera  brandy,  Asunción comienza a contarles lo que ha pasado.

-        Lo sabía – dice Vallejo – pero nada, la señora tenía que ser más lista que nadie y...
-        ¡Vale Vallejo! – corta Héctor a su amigo – No creo que hubiéramos podido hacer nada de estar presentes.
-        Vallejo tiene razón Héctor, esta vez he subestimado vuestro instinto. No creo que se hayan dado cuenta de que los he visto.
-        ¡Menuda mentirosa que está hecha la tal Rosario!- comenta Vallejo - ¿ No te había dicho que tenía novio?
-        Una cosa no impide la otra, estamos hartos de verlo – responde Héctor – no será la primera enfermera que se convierte en la amante de un médico y eso del novio no lo sabemos.
-        Es cierto, pudo decirlo para disimular igual que anoche disimularon, vamos jamás lo habría pensado – dice Asun apurando la copa de brandy - ¿ Qué vamos a hacer ahora?
-        Yo nada y tu tampoco  – dice Vallejo – yo me voy para casa antes de que Laura me mate. Vamos al teatro con una pareja amiga. Héctor no dejes que tu mujer siga indagando, este asunto es feo de verdad. Mañana seguimos.
-        Vete tranquilo Vallejo y no te duermas viendo la obra.
-        Críate la fama y échate a dormir –murmura Vallejo cerrando la puerta con llave sin darse cuenta.
-        Héctor – dice Asunción cuando se quedan solos –  me conoces bien y sabes que no puedes pedirme que me quede de brazos cruzados y menos ahora que ya estoy metida en ello.
-        Y no te lo pido pero si espero que lo dejes voluntariamente. Cariño el asunto es, como dice Vallejo, sucio y Rosario tiene mucho que ver en ello. Estoy seguro, no te ha tanteado por nada- dice dándole un beso fugaz.
-        ¿ No tenemos ya datos suficientes como para pedir a Gustavo que pida que se reabra el caso de Pablo?
-        No Asun, no tenemos nada. La declaración de Nuria no le sirve de coartada. Las notas de Lucía no se pueden corroborar y  no existe una conexión directa con la muerte de Bronny y la muerte de Lucía . Pablo,  a pesar de su borrachera o justamente por eso, tuvo tiempo de ir desde la Casa de Campo al Clínico y volver a su casa.
-        Lo dudo y perdona que  te contradiga. Nuria le ve irse en dirección al metro de  El Lago pero no le ve entrar en la estación. ¿No vivía en la calle de Cebreros, en el Batán?  Pues entonces, quien nos dice que no se fue andando, para refrescarse más, desde el Lago al Batán.  Si hubiera querido ir al Clínico habría salido por el Paseo de la Florida.
-        Hay otra posibilidad cariño – dice Héctor acercándose al sofá donde Asun está sentada, con un vaso de coca-cola para ella y una cerveza para él – Pablo llega a su casa andando, se tira en la cama pero no puede dormir, se vuelve a levantar y va en taxi hasta Moncloa. Espera a Lucía, habla con ella, discuten,le pone las manos en los hombros, se le cruzan los cables y sus manos van al cuello. Se asusta de lo que ha hecho, comienza a correr y no para hasta que llega a su casa. Allí se toma un calmante y se arroja sobre la cama donde se queda dormido exhausto . Recuerda que un testigo dijo que había visto correr un hombre.
-        No lo creo y no me queda claro ¿ No se podría hablar con ese testigo? ¿ Cómo se llama?
-        Ni idea, ahora que lo dices. Tendríamos que preguntar a Gustavo. En las notas de Vallejo solo hablan de un testigo que al ir a coger su coche, sobre esa hora, vio a un hombre correr,  - dice Héctor mirando la hora en su reloj  sin dejar de jugar con el pelo de Asun–  y ahora sí que se acabó por hoy ,a otra cosa ¿ sabes que todavía falta una hora para ir a buscar a los chicos del entrenamiento y que María estará en casa de Clara junto a Suzzanne con el trabajo ese que tienen que terminar?
-        Sí, lo sé, no me dices nada nuevo y creo que te veo venir –  puede decir Asun antes de que Héctor le selle los labios con un beso que como siempre la despierta las ganas de más, pero haciendo un esfuerzo consigue murmurar   ¿ Estás seguro que Vallejo no se ha olvidado nada y no nos va a sorprender?
-        No lo creo, además podemos echar el cerrojo ¿ no crees? – contesta Héctor desabrochando los primeros botones de la blusa de su mujer mirándola fijamente a los ojos, leyendo en ellos que ella tiene tantas ganas como él, como también lo demuestran sus manos que no se están quietas con la hebilla de su cinturón.




1 comentario:

  1. Pues fíjate que al comenzar a leer el capítulo he pensado que la tal Rosario podía estar actuando coaccionada por el doctor Laredo, pero... ¡sorpresa! Ahora ya hasta pienso que ella ha podido ser la mano ejecutora. Que ha sido manipulada aprovechando que está alelada perdida por el elemento ese... En fin... ¡esperando desenlace!
    ¡Muchas gracias!

    ResponderEliminar