sábado, 25 de junio de 2011

vuelta al presente. capítulos 5 y 6

Capítulo 5


Aeropuerto de Eindhoven.  8 de diciembre de 2010


El día 8 y como estaba previsto a las 9 y 30 en punto, el avión con destino Madrid despegó del aeropuerto de Eindhoven sin ningún problema. No nevaba, la pista estaba limpia, la temperatura había subido unos grados, no había peligro de hielo y llegamos con tiempo de sobra para embarcar a pesar del pequeño atasco que nos pilló.

Ya en el aeropuerto nos besamos y nos despedimos muy cordialmente de Lissette y Jack y  con la tarjeta de embarque en una mano  y el pasaporte en la otra entramos en  la sala de partida. Pasados los controles y mientras me ponía las botas, que me obligaron a quitarme, miré a mi alrededor. Sentía a Almudena cerca de mi, muy cerca pero no la encontraba y se lo dije a Mario:

-La presiento y debe estar por aquí pero no consigo verla. Puedes reírte si quieres.


-Descuida, no lo haré ¿Y cómo sabes que no puedes verla? ¿Por qué no preguntas a las mujeres que vayan solas?

-No, no quiero hacer el ridículo. Nadie de las personas  a mi alrededor  se parece a ella.

- Perdona pero ¿veías en tu sueño sus rasgos claramente?

-No, eso no, ahora que lo dices no, el de Carolina era más nítido, quizá porque según iba leyendo el relato les puse cara a los personajes y a Carolina la cara de Carlos con los rasgos más finos de Amanda.

-¡Qué imaginación!, ¿por qué esa mezcla?


-Los nietos se parecen a los abuelos, mira a Teresita. De mi padre tiene sus ojos y su sonrisa y de mi madre todas las expresiones.

-Sí, la niña es una mezcla perfecta de tus padres. Se me ocurre que podíamos pedir por megafonía que llamaran a Almudena López Hernández. ¿Qué te parece?

-Calla tonto, esto no es una película.


-Como quieras.

Ya sentados en nuestros asientos, abrochados los cinturones me persigné para que el vuelo se desarrollase sin incidentes, cerré los ojos y le dije a Mario que me despertara cuando estuviéramos  en Madrid y  así lo hizo. Y lo que no pude ver en mi sueño y sigo sin tener recuerdos sucedió:  bajamos a por el equipaje, rodé por la escalera, me llevaron al hospital y .......mi viaje en el tiempo, mis dos largos días de sueño encadenado comienza aquí.



En la casa del Viso. Madrid

Como ya digo mi cuerpo iba en la ambulancia, debía ir, claro, pero yo estaba en la cocina de casa con Carolina y me pareció lo más normal del mundo. No estuvo mucho tiempo visible, sólo un ratito para decirme que no me preocupara, que ella vendría a buscarme llegada la hora y que todo saldría bien.
Al marcharse preparé unos bocadillos y más tarde, sentada a la mesa con  Mario empezamos a hablar de la agenda que tenía en la mano.

-¿Has descubierto algo más en ella? – le pregunté yo.

-Sí. Tenemos suerte de que utilice una agenda de las de toda la vida.

-¿Por qué? ¿hay una dirección que nos sirva de algo?- le pregunté

-Hay muchos teléfonos con direcciones de Madrid y entre ellos uno de una Almudena Hernández , debe ser la madre y el teléfono de la universidad de Tilburg . ¿No te parece sorprendente?


-Sí y me está entrando miedo ¿Vas a llamar a la madre?

-Ni hablar, este domingo invitamos a Leonor a comer y se lo contamos. Prefiero saber algo más de la familia antes de llamar.

Así lo dejamos y después de comer fuimos a ver a las chicas. Estando con ellas recibí la llamada de la inmobiliaria de Venezuela: habían encontrado un comprador e inmediatamente, sin pensarlo más, reservamos los billetes para ir a firmar la venta.


El comprador, un americano de Texas, deseaba pasar las navidades con su familia en mi casa y eso suponía que el contrato debía firmarse antes del 20 de diciembre asi que no me olvidé de llamar a Leonor y a Serafín para adelantar nuestro encuentro.

El sábado por la tarde, después de una comida familiar pasamos al salón con el café en la mano y les conté mi sueño, quería saber que era lo que Leonor sabía y sabía mucho hasta de la tienda de disco es decir, de Irene y Ubaldo y sobre ellos dijo:

- Ubaldo puso la tienda tras abandonar la embajada por no estar de acuerdo con los golpistas. Todo el mundo estaba encantado con Ubaldo, todos menos el padre de Almudena, según oí comentar. Irene llamaba mucho la atención en el barrio, era alta y muy guapa. No tenían niños y se llevaban muy bien, al menos mis padres lo creían así. Irene comenzó a dar clases a Almudena cuando esta por culpa de la polio no pudo ir al colegio.

-¿Es cierto que Irene había estado en un campo de concentración?- pregunté directamente sin saber exactamente muy bien el motivo, de una forma u otra intuí que su pasado iba a dar pie a muchas cosas.

-Algo oí pero creo que lo sabía muy poca gente y se desconocían los detalles. Recuerdo que por aquella época un amigo de la plaza apareció ahorcado y al día siguiente en el periódico salió su foto, hablaban de él como de un falso judío. Según la prensa en realidad era un peligroso oficial nazi y todos nos quedamos asombrados. Le habíamos conocido y nos parecía imposible- contestó Leonor


-¿Guardaba relación con el pasado de Irene?- quiso saber Beatriz

-Siento decepcionarte Beatriz, no lo sé, no se habló mucho más del tema. En ese tiempo acaba de nacer mi hermana la pequeña y en casa había otros problemas familiares que se complicaron con la llegada de Manolín. Yo iba poco por el Asturiano y mis padres llegaban a casa cansados. Seguramente habría alguna relación, ahora que lo dices, pero la policía no investigó nada o casi nada. Irene terminó por irse del barrio a finales del año. Meses antes había fallecido su marido y aunque tenía muchos amigos le faltaba Ubaldo. Partió para seguir viviendo como su marido hubiera querido.

-¿No tendrás el periódico por casualidad guardado en algún sitio? –preguntó Mario interesado en un asunto no investigado por la policía. Su mente de comisario se había despertado.

- No, no lo tengo pero seguro que lo encuentras en alguna hemeroteca- respondió Leonor.

   
 - Tengo la impresión Serafín, que el antiguo estudio de fotos de tu madre no traía muchas suerte ¿o no? – dijo Carmen tratando de llevar la conversación por otros derroteros.

-Según se mire.  Mi madre vivió un tiempo fantástico con su hermano en ese estudio,  allí tuvo su  momento de amor con mi verdadero padre, con Ángel y estuvo acompañada durante su embarazo de Luisa, su mejor amiga y a la que jamás olvidó. Juntas aguantaron las críticas de la gente del barrio, sobre todo de las de la tía de Alicia.  Allí pasó a máquina la novela que encontró de  Marcos en la buhardilla e incluso Fernando le pidió su opinión para evaluar unas fotos como si sospechara del autor de ellas.Y sobre todo el tiempo que vivió con Juán criándome a mi y el nacimiento de mi hermano Guille. Allí vivió momentos maravillosos  y es cierto que hubo malos momentos pero a mi madre le dolió mucho tener que dejar la tienda aunque  se alegró al saber que Teresa quería empezar por su cuenta en su local.

-¿Pasó por la plaza un periodista americano llamado Steven Dayton?- Preguntó Mario a Leonor que no podía olvidar la historia del falso judío.

-Sí,  le vi una vez, creo. Le hizo una entrevista a mi madre e iba mucho por el bar para charlar con mi abuelo pero  a quien más conocí fue a su fotógrafo. Sancho se casó con Almudena Hernández y es el padre de la Almudena del sueño de Ana. ¿Queréis que llame para informarme como va de salud y de paso cotilleo discretamente sobre su hija? Hace tiempo que no hablamos y quién sabe, a lo mejor hasta consigo que nos inviten ¿de acuerdo?- dijo Leonor


Al día siguiente Leonor llamó a Almudena Hérnandez. Aunque ellas no fueron grandes amigas, la pequeña de los Salvatierras, (como decía su abuelo Pelayo), era más mayor y por aquel entonces tenían pocas cosas en común pero Almudena seguía tan espontánea como siempre y al preguntarle por su familia le contó que su hija había estado unos días de paso por Madrid antes de regresar a Canadá. Leonor le propuso quedar en enero para que les pudiéramos conocer y ella aceptó de buenas ganas.
Acabada la conversación con Almudena nos llamó y nos puso al corriente y en ese momento mi segundo salto tuvo lugar.



Capítulo 6



En Alberta. Canadá.


Mientras mi cuerpo seguía inconsciente en la cama de un hospital de Madrid también estaba en Alberta, Canadá, exactamente en Red Deer, en la casa de una mujer que no conocía pero que sabía que era ella: Almudena López Hernández y todo lo veía nítidamente como si fuese real.

De nuevo y gracias al trabajo de su marido estaba en otro país a miles de kilómetros de España y paseaba nerviosa por el salón de su nueva casa, una casa alquilada, típicamente canadiense, con mucha madera, grandes ventanales y un salón de grandes dimensiones con una chimenea en uno de los rincones.

Mientras ella paseaba yo recorría la parte baja de la casa.  En la pared del salón se veían cuadros con una firma que me resultaba familiar: Olalla Salvatierra. Sobre un aparador algunas fotos familiares y en el despacho diplomas al nombre de Roberto Rodríguez, Ingeniero de Minas. Sobre la mesa una foto de Almudena y su marido con la siguiente inscripción: Roberto y yo en el Golfo Pérsico.
Recortes de periódicos de Bolivia y Venezuela me hicieron suponer que habían estado por allí también.

En la cocina, en la puerta de la nevera dos notas, una con el teléfono de Jaime en Tilburg y la otra con el menú de Nochebuena.

De la cocina pasé de nuevo al salón y sobre una mesita descubrí la novela de Beatriz: "Madrid, Mayo del 68" y un catálogo con obras de Olalla Salvatierra editado por la misma editorial que la de Beatriz.

Aunque Almudena no hablaba podía leer sus pensamientos. Sus paseos por el salón eran habituales en ella cada vez que estrenaba casa en otro país.
Las primeras semanas se sentía como una sonámbula, se despertaba soñando cosas inexplicables y sólo se calmaba paseando una y otra voz por el salón.        
Ahora le acababa de pasar, había tenido que bajarse , se había despertado empapada en sudor y con las imágenes del sueño frescas en su mente.
Su sueño era mi sueño, el sueño del aeropuerto nevado en Holanda pero me asombró oir mi nombre, me había visto y me había oído.
Almudena recordaba la conversación sobre la plaza y la gente que allí vivió, recordaba que habló con una mujer que se llamaba Carolina, que estaba sentada a su lado y que hablaron de sus hijos pero no podía ser posible porque en el aeropuerto no habló con nadie, entonces  ¿Quién es Carolina? ¿Dónde ha oído o leído ese nombre recientemente?, se preguntaba mientras iba y venía por su salón.

Yo quería ayudarla, la iba a hablar cuando su vista se fijó en la mesita donde estaba la novela de Beatriz y el nombre de Carolina adquirió sentido: era el nombre de la nieta mayor de Carlos, el personaje que más le había impactado en la novela y que le recordó a Fernando.
Ella no lo había conocido pero su padre, Sancho López le habló de Fernando como el vecino más recordado por Pelayo, el dueño del Asturiano.
Fernando, Roberto, Alicia, Luisa, Antonio, Andrea y muchos vecinos más muy comprometidos con los ideales de la república de la que Pelayo era un fiel defensor.  
Quizá debiera basar su próxima obra en las plazas, en sus habitantes, en los años 40 y en los 50, en la década de su madre y decidió apuntar la idea en su agenda pero no la encontró y entonces traté de decirle que la tenía yo, que la perdió en Tilburg pero no me fue posible, había perdido el contacto con ella y ya no estaba en Alberta, mi tercer salto me llevó a Venezuela.



1 comentario:

  1. Me encanta como relacionas tramas y personajes entre temporadas.
    Ahora es Almudena, la hija de la otra Almudena. Y supongo que el nuevo Jaime es su hijo, sobrino del hermano de su madre. ¿no?

    A ver qué va pasando, con los sueños de unos y de otros.

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