sábado, 2 de octubre de 2010

relato: aquella noche de enero.


maandag 4 oktober 2010


Aquella noche de enero de 1934.




Aquella noche de enero de 1934.

I

Lunes 21 de enero de 1934.  ¡ Saludo viejo diario! ¡ saludos!. Habrás pensado y no sin razón que ya no quería saber nada de ti, ¿verdad?. Perdóname, no ha sido culpa mía, al menos no conscientemente, sabes muy bien que antes de abandonar mi querida tierra llenaba tus páginas con mis cosas, esas cosas tan íntimas en ocasiones, tan tontas en otras, que no nos atrevemos a contar a nadie y que están reservadas para las hojas de un viejo y querido diario como tú.
Hoy, al cabo de un año, un año largo y con sensación de ser eterno te he vuelto a encontrar. Buscando entre las cosas que me traje de nuestra tierra te encontré, cuando te creí perdido....y la sensación de volver a escribir en tus páginas amarillas me sensibilizan aún más; mi nostalgia y morriña aumenta pero no debo abandonarme a ella. Tengo que contarte que hago aquí, desde donde te escribo y donde te encontré.

Ya sabes por otras páginas que soy maestra y que me encantan los niños pues éso no ha cambiado en este año de separación: sigo siendo maestra pero no en Galicia.....en Argentina.
Hoy, el padre de uno de los pequeños que tengo en la escuela, ha venido como todos las tardes al anochecer a su clase conmigo. Como siempre hemos terminado la clase contándonos mutuamente cosas, él de la pampa argentina y yo de Galicia. Nuestra conversación ha sido larga y mi entusiasmo, para no variar, se notaba a la legua. Así te he encontrado, buscando un mapa de España en unas de las  viejas maletas que me traje y no he podio resistir la tentación de volver a tenerte entre mis manos y de hacerte mi confidente y cómplice de nuevo.

Hoy le he hablado de mi pueblo en la provincia de Orense con lágrimas en los ojos. Le he dicho que es una villa pequeña al pie de una colina, con muchísimos árboles y mucha agua. Llueve mucho, una fina lluvia que cuida de nuestros prados y de su bello color verde. La estación de tren está a unos 14 kilómetros y Orense capital no queda lejos y que muy cerquita tenemos un Monasterio con una iglesia románica. ¿Recuerdas el río Avia? ¿Te acuerdas de los paseos que daba con mi hermano por sus orillas? ¡Qué lejos queda todo ahora!..¿Sabes, querido diario?, me he emocionado tanto que creo que hasta he podido sonar pretenciosa o vanidosa por haber nacido en ese rincón tan precioso de España.

Mañana te abriré de nuevo y seguiré contando lo que hablé con este gaucho. Recordaremos juntos nuestras correrías ¿te parece?.
¿Sabes que me ocurre ahora?, me da pena cerrarte, me apetece tanto seguir contándote cosas, no parar de escribir y olvidar mis deberes, de hablarte de la saudade que tengo pero temo cansarte, resultar pesada y que me preguntes ¿por qué los gallegos os tenéis que estar siempre acordando de vuestra tierra? Pero tu no me lo puedes preguntar porque tú, al igual que yo, sientes lo mismo ¿verdad?
II

Martes 22 de enero de 1934   ¡Hola querido diario!, hoy he tenido un día casi agotador. El trabajo de maestra no mata, y además me gusta muchísimo, pero 8 horas con niños de diferentes edades con diferentes problemas reclama mucha entrega de mi parte y una paciencia de santo.

Ayer te hablé de un alumno, del padre de uno de los niños de la escuela ¿te acuerdas?, hoy te lo quiero presentar. Se llama Martín, como su hijo y se dedica al pastoreo. Acaba de quedarse viudo, habita una casa muy humilde que me recuerda un poco a nuestras pallazas. Es un hombre muy sencillo, de cultura muy escasa y tiene mucho interés en aprender, arde en deseo por conocer cosas nuevas y le gusta que le hable de Galicia, quizá porque por aquí ya hay unos cuantos gallegos. Le gusta que le hable de la agricultura y de la ganadería. La pampa es muy diferente de nuestra querida Galicia y aunque no es mi casa, no es mi tierra, estoy empezando a sentirme bien en ella.

Hoy me ha traído un regalo, le dije que no quería nada y que las clases se las impartía con mucho gusto, que no tenía que pagarme pero hoy se ha presentado con un cachorrillo de dogo argentino para que no me encuentre tan sola. Todavía no sé como lo voy a llamar. La verdad es que me ha hecho mucha ilusión.

Ayer recibí una carta con una postal de mi amiga Carmiña, me dice que ahora vive en Barcelona , que se acuerda mucho de nuestra aldea y de nuestros amigos comunes. Todavía no la he contestado y ya estoy deseando volver a tener carta de ella. Mañana lo haré ¡ ojalá no tardasen tanto en llegar las cartas a su destino! La carta tiene fecha de finales de noviembre.
Esta noche tenemos una pequeña reunión de gallegos. Queremos formar una especie de casa de Galicia para recrear nuestras cosas y poder disfrutar juntos hablando en nuestra lengua, crear una especie de biblioteca y ya tenemos pensado el nombre de la casa: Emilia Pardo Bazán, suena bien y a mí me encanta esta gallega por excelencia, sus poesías y su prosa las siento .

Querido diario, por hoy no tengo más que contarte, bueno sí, tengo muchas cosas aún en el tintero pero lo haré poco a poco, ahora que nos hemos encontrado no te voy a olvidar y en este año de separación me han pasado muchas cosas. Nos vemos mañana sin falta.


Miércoles 23 de enero de 1934. Buenas tardes querido diario, anoche llegamos a un acuerdo y nuestro centro, nuestra casa gallega ya es casi una realidad. Hemos podido alquilar una vieja nave, necesita algunos retoques pero entre todos la vamos a dar forma. Ya tenemos hasta estatutos para el centro y el señor Ferreiro se encargará de llevarlos a un notario.
Ferreiro es el gallego más influyente del contorno. Es un gallego de Pontevedra que lleva aquí 5 años y se conoce muy bien la región pues como veterinario se la recorre varias veces al mes. Su mujer es bastante agradable y tiene alma de pintora. Sus paisajes son preciosos.

Esta mañana, en la escuela, se ha armado un poco de lío. Uno de los niños, Nacho, se había desvanecido y sus compañeros se han asustado mucho. Yo me encontraba en ese momento en el patio, hablando con la madre de otro alumno, cuando Manolo ha venido a buscarme lleno de pánico.
Entramos corriendo a la clase y en el suelo vimos a Nacho, parecía que tuviera un ataque de epilepsia. Me arrodillé junto a él y le puse de costado para que respirase mejor y le sujeté la cabeza para que no se golpeara y rezaba en silencio para que el médico apareciese lo más pronto posible. Tenía miedo de hacer algo mal y además tenía que dar ejemplo de serenidad y como pude tranquilicé a los otros alumnos, la madre de Manolo me ayudó con los niños.

Nacho tenía el rostro contraído, no respiraba aparentemente y su piel había cambiado de color. Sus ruidos guturales eran los que más miedo me daban, temía que pudiese ahogarse con su propia lengua. Gracias a Dios el doctor llegó corriendo, nos mandó a todos a fuera y el se quedó con Nacho esperando a que se le pasase el ataque. A los pocos minutos, que a mí me parecieron horas, Nacho recuperó el conocimiento y el doctor se lo llevó para realizarle algunas pruebas. Era la primera vez que le pasaba, al menos que yo supiera. Sus padres llegaron corriendo a la escuela y acompañaron a Nacho al hospital.
La mañana nos pareció a todos eterna y antes de volver a casa me he pasado por el hospital. Las pruebas no se las pueden hacer aquí y seguramente tendrán que llevárselo a Buenos Aires. Sus padres han confirmado que es la primera vez y que en la familia no habían oido nunca hablar de esa enfermedad. De momento se queda unos días para observación en el hospital.

Querido diario, perdona mi tono tan triste pero es que no he parado de pensar en lo que ha pasado. Nacho tiene 8 añitos nada más y es la primera vez que le pasa pero según el médico el ataque ha sido muy virulento y tampoco se puede saber cuando le puede volver a pasar.
Tenía pensado escribir a Carmiña pero si no me puedo concentrar escribiendo en tus páginas menos aún lo haré escribiendo una carta. Prometí contarte el motivo que me trajo a Argentina y hoy tampoco lo voy a hacer, pero no olvido la promesa. Ahora
Borabás, el cachorrito que me trajo Martin, reclama mi atención, tengo que sacarle y quizá el aire fresco de la noche me siente bien.

III

Jueves 24 de enero de 1934  Buenas noches querido diario. Hoy estoy un poco más tranquila pero no creas que mucho. He estado hablando con el doctor Menéndez y he notado que quería animarme pero yo le noto a él muy preocupado. Me dice que en Buenos Aires hay muy buenos médicos y un especialista en epilepsia infantil.
Querido diario,  he leído en un libro de medicina, que el doctor Menéndez tenía abierto por la página de epilepsia y mientras el hablaba por teléfono, que las muertes infantiles por daños durante un ataque epiléptico es bastante frecuente y no puedo hacerme a la idea..¿ cómo puede dejar de existir un ser que tan sólo tiene 8 años? Hace tan solo tres días estaba hablando en clase por dos, corría por el patio y jugaba al fútbol con un balón casi desinflado y lleno de parches, se reía con todo y casi todos los niños en la clase son sus amigos. Ahora está en una pequeña habitación de un hospital en observación y en espera de ser trasladado a la capital. Sus padres están desolados y yo grito ¡no, no y no! No lo admito, no puede ser. Todo es un sueño.

Perdona querido diario, pero es que me parece tan injusto que pierdo mi paciencia. Ahora sé lo bueno que es que los niños alboroten en clase, es señal de que todos están bien, que no les pasa nada y que son eso: niños, el futuro de un mañana por quien tenemos que velar para que tengan una infancia feliz y ponerles los medios para que puedan estudiar.
Cuánto me pesa el haberlo castigado el día anterior a su desvanecimiento. Pensaba que estaba haciendo el tonto, que las muecas eran aposta y ahora sé que casi eran un aviso de lo que podía pasar. Me siento culpable por no haberlo visto y si Nacho se muere yo no quiero vivir.

Justo cuando estaba a punto de romper a llorar ha venido Martin, pero no hemos dado clase, hemos hablado un rato y ha intentado sacarme de mi abstracción pidiéndome que le hablara de mi pueblo, de mi casa...y aunque no tenía ganas le he hablado de la casa de la abuela, de los recuerdos de esa casa de piedra con armaduras y suelos de madera, tejado de pizarra con pendientes muy inclinadas. De la gran cocina con el hogar en una esquina de la dependencia con una gran chimenea y una alacena con sartenes, peroles, cacerolas, ollas, grandes, chicas, medianas. Utensilios para batir, picar, cortar, ... Frascos, pomos, mangas, cucharones, potes.... de todo, en esa alacena había de todo. La gran mesa de madera de roble llena de nudos con sus sillas, algunas con patas nuevas, la ventanuca por la que entraban los rayos de sol por la mañana. La cocina de la abuela, nuestra cocina, donde hacíamos los deberes mi hermano y yo mientras mi madre pelaba las patatas para la cena y mi abuela zurcía calcetines y revisaba nuestra ropa. Mi padre, marino mercante, navegaba por aguas de todo el mundo y le había visto muy pocas veces en mi vida. Sus venidas eran siempre una fiesta y alegraban a mi madre pero entristecían a mi abuela.
Las alcobas en la buhardilla, que me habían costado más que un coscorrón y una pequeña dependencia para guardar alimentos completaban el piso superior.
Era una casa pequeña pero llena de vida. Corral,  cuadra y un pequeño huerto formaban nuestro tesoro exterior.

Mi abuela solía contarnos cuentos de meigas en las noches de tormenta y a mi me encantaba oírla a pesar de que mi madre no quería que nos contase esas cosas.
Mi madre era muy supersticiosa y la abuela muy realista. Una prueba de la superstición de mi madre la teníamos en el portón de la casa. Se entraba a ella por un soportal y tras la puerta de la entrada, había colgada una herradura y en un rinconcito de la cocina, sobre una mesa redonda había siempre un cuenco con castañas u otra de cosas que librasen del mal de ojos y otros hechizos.
Mi abuela creía de verdad en la meigas y decía que cuando ella era pequeña las había visto celebrar un aquelarre.
Ay, querido diario, tenías que haber visto la cara que puso Martín cuando me oyó hablar de las meigas. Si el supiera que mi abuela decía que mi melena pelirroja y mis ojos verdes delataban los orígenes de la familia hubiera salido corriendo. Mi madre me decía que la abuela sólo hablaba tonterías y que no le hiciese caso.
Echo mucho de menos a mi abuela, mucho más que a mi madre y a mi hermano es al que echo más de menos, sobre todo mañana. Mañana es mi cumpleaños y cumpliré 26 años.




IV


Viernes 25 de enero de 1934  Buenas noches querido diario, no sabes la cantidad de sorpresas que me he llevado hoy. Sorpresas muy positivas pero también he tenido otra, que no por menos esperada ha evitado que un nubarrón estropease un día tan precioso como el de hoy.
Cuando he llegado esta mañana a la escuela me he encontrado una clase alborotada, los niños estaban muy inquietos, el uno al otro se decían:

¨¨ díselo tú, dáselo tú¨¨  al final Martin hijo se ha levantado y ha llegado hasta mi mesa con las manos detrás de la espalda y me ha dicho:

¨¨! Feliz cumpleaños señorita Marisa, en nombre de toda la clase!¨¨  y me ha entregado una cajita de bombones.

 Me ha hecho una gran ilusión ver la carita de todos ellos pendientes de que abriese la cajita y no les he hecho esperar mucho tiempo. Les he dado las gracias por el detalle y he repartido los bombones. Me hubiera gustado que Nacho estuviera con nosotros ¡ con lo goloso que es!, pero he guardado uno para él y pensé en llevárselo al hospital. Un bombón no le podía sentar mal y seguro que se alegraría un poquito con las cosas que le tenía que contar de sus compañeros.
A la hora de la comida me ha llegado la segunda sorpresa en forma de telegrama.
Mi hermano, que ha seguido los pasos de mi padre, me espera en Buenos Aires el domingo 27 de enero. El navío mercante en el que presta sus servicios está en Río de la Plata. Estoy contenta por ello, querido diario, y voy a ir a Buenos Aires, no me lo pierdo por nada pero también estoy triste por el nubarrón.

Al salir de la escuela dirigí mis pasos al hospital con la gran esperanza de encontrarme con la cara sonriente de Nacho. Esperanza vana, cuando llegué acababan de trasladar en ambulancia a Nacho. El doctor Menéndez me dijo que había vuelto a tener otra recaída y que habían decido trasladarle de inmediato. El pobre Nacho va solo, está solito en esa ambulancia blanca sin nadie que le sujete la mano o le acaricie la frente. Su madre no le puede acompañar, tiene en casa 4 hijos más y su padre tiene que trabajar en la mina de sal y hasta el sábado no podrán ir a Buenos Aires. Me da mucha pena y el sábado me voy con ellos, me voy con los padres de Nacho y con el doctor a la capital. Podré ver a mi hermano y estar con Nacho y celebrar con él mi cumpleaños un poquito.

La tercera sorpresa agradable del día me la dió la sra. Ferreiro, me vino a buscar para invitarme a comer con ellos y celebrar mi cumpleaños, tenía, me dijo, hasta la tarta ya hecha y la casa estaba llena de gallegos que querían felicitarme.
Ha sido una cena muy gallega y sobre todo muy entrañable. Xavier ha tocado su gaita y otros invitados improvisaron tamboriles y yo he cerrado los ojos y me he dejado llevar por la magia de la música y los quejidos de la gaita. ¿te acuerdas de último cumpleaños que celebré en casa? Creo que llené una página entera, era tan feliz, todo me sonreía y la vida parecía no presentarme problemas pero que equivocada estaba, poco después sobrevino la desgracia y mi cielo se nubló por completo.

Mis padres desaparecieron en una tempestad mientras gozaba de unos días de vacaciones, al poco tiempo mi abuela murió y mi hermano ocupó el puesto de mi padre en la marina mercante. Me quede sola y por vez primera no tenía ni fuerzas para escribir. Alguien me habló de irme a Argentina, de trabajar aquí como maestra y de empezar en otra tierra y éso hice. Te metí entre mis cosas y me olvidé de ti. Te he sido fiel porque no he vuelto a escribir en ningún diario más, tú eres el único hasta ahora, aunque tus páginas ya se están acabando.
¿Sabes? En parte fui una ingenua, no me arrepiento de haber venido pero los problemas no se quedan en la casa antigua, los problemas y la soledad viajan con nosotros en una maleta invisible pero fiel como nuestra sombra. Sinceramente creí que con alejarme de Galicia todo se iba a olvidar, y de verdad te digo, querido diario, que no ha sido así. No solamente no olvido mi vida de allá sino que recuerdo a mi tierra con mucha tristeza por estar lejos de ella.



Sábado 26 de enero de 1934 Buenas noches querido diario desde Buenos Aires, hemos salido esta mañana muy temprano, casi de madrugada y acabamos de llegar hace apenas unas horas. Estamos alojados en una pensión muy económica que regenta un familiar del doctor Menéndez. Mañana temprano iremos al hospital. Los padres de Nacho están destrozados , quieren mucho a Nacho, es el segundo hijo que tuvieron, y el único varón de los 4 que han tenido. Los compañeros de Nacho nos han entregado dibujos para nuestro pequeño paciente y  la madre de Manolo cuidará de las hermanas de Nacho. Martin y otras madres más quieren ayudar en todo lo que sea posible.
Lógicamente ayer no pude darle clase a Martín, hablamos un ratito antes de irme a celebrar mi cumpleaños y me dijo que la próxima vez le gustaría escuchar alguna historia de meigas. El lunes que viene quizá le cuente uno, el que mi abuela más solía contar. Yo pensaba que le había asustado pero me equivoqué de nuevo.

El viaje ha sido largo y nadie tenía muchas ganas de hablar. El doctor Menéndez  está preocupándose por el caso y ayudando mucho. Es un gran profesional y a pesar de ser relativamente joven parece tener ya mucha experiencia.
Querido diario creo que no me importaría enamorarme de él y a veces pienso que el me mira con interés. Me han dicho ¿sabes?, que no está casado, que tuvo una novia pero que al final terminó siendo la esposa de otro colega. Dicen que es muy tímido con las mujeres y que es muy buen partido, pero éso no me importa.
Mi abuela decía que las mujeres tenían que dar el empujoncito al hombre sin que este se diera cuenta. Yo no sé como hacerlo pero me gustaría quedar con él y hablar de otras cosas pero con esto del crío no es posible, nuestra conversación gira alrededor de Nacho.
Querido diario me gustaría saber más cosas del doctor y cuando las sepa te las contaré toditas, de momento estoy ilusionada con mañana, me va a acompañar al encuentro con mi hermano y mientras nosotros charlamos el esperará en un café para no molestar.
Ahora no te quejarás, ¿verdad?, desde que te he encontrado no he dejado pasar un día sin escribir algunas líneas.

V

Lunes 28 de enero de 1934 Buenas noches querido diario, buenas noches y perdóname de nuevo, ayer domingo no te escribí, prometí hacerlo ya todos los días pero falté a mi promesa. Ahora es la una de la madrugada, hace mucho calor y entre unas cosas y otras tengo problemas para darme cuenta del día en el que vivo. En realidad tendría que haber puesto martes 29 de enero pero todavía estoy tan desconcertada que me cuesta mucho fijarme en la realidad. Hemos vueltos de Buenas Aires ayer, es decir, hace unas horas solamente aunque ya hayamos entrado en otro día.
El viaje de vuelta ha vuelto a ser largo y mucho más penoso que el de ida.
Quiero contarte todo desde el principio para que comprendas bien mi estado de ánimo.

El domingo 27 de enero en Buenos Aires comenzamos la mañana desayunando en la pensión y luego nos fuimos con el doctor Menéndez al hospital. En el hospital estuvimos hablando con algunos colegas del doctor Menéndez y con el especialista.
A pesar de que en la familia no era conocido ningún caso de epilepsia, la de Nacho si que era una epilepsia de tipo hereditaria. Era el tipo que se da con más frecuencia en edad infantil y probablemente, aunque no lo supieran, algún otro niño en sus familias había podido fallecer por esta enfermedad de forma súbita.
Debido a los ataques que Nacho había sufrido tan seguidos sus vasos sanguíneos habían sufrido mucho y todo apuntaba al mal funcionamiento de una válvula y desgraciadamente no era posible operar.

Los padres de Nacho casi no podían articular palabra y las preguntas las tuve que hacer yo. ¿Corría la vida de Nacho serio peligro? es lo único que yo quería saber en ese momento. Seguridad. Sí, la epilepsia en sí podía ser controlada con un nuevo medicamento pero la válvula podía fallar en cualquier momento; otro ataque, por pequeño que fuera podía resultar fatal.
El mundo se hundió a nuestros pies y buscamos consuelo entre todos, abrazándonos los tres como si fuéramos uno sólo. Después, haciendo un gran esfuerzo para que Nacho no notase nada entramos en su habitación.
La madre de Nacho me agradeció el apoyo que la estaba dando y me abrumó con sus palabras. Me sentía culpable, dentro de unas horas iba a ver a mi hermano mientras ellos se quedarían en el hospital con Nacho, sin saber que iba a pasar con él. No estaba claro si Nacho tendría que quedarse o sería llevado de vuelta a su casa.
Al entrar en la habitación las piernas me fallaban y tuve un presentimiento.
Nacho estaba tendido en la cama, los ojos los tenía casi cerrados y aparentemente estaba muy tranquilo.
Sus padres trataron de hablar con él pero Nacho apenas reaccionaba, según la enfermera deberíamos esperar un poco pues todavía estaba bajo los efectos del calmante que le habían dado hace unas horas.
Las lágrimas afloraban a los ojos de sus padres y a los míos y quería correr, salir de allí cuanto antes, esconderme donde nadie me viera, cerrar los ojos y despertar. Me dí cuenta de que era una gran cobarde que pretendía ser valiente y el doctor Menéndez debió leerme el pensamiento.
Me sacó del habitación y sentados en el sofá de una sala de espera habló conmigo.
Habló mucho pero yo no sé si le escuché porque estaba obsesionada con la idea de que Nacho podía morirse de un momento a otro. De nada servía sus palabras de aliento yo tenía un maldito presentimiento y me maldecí mil veces por ser tan pesimista.

Querido diario, el momento de felicidad vino después de la comida. Junto con el doctor fui al encuentro con mi hermano. Cuando íbamos por el muelle camino del café en donde debíamos vernos oí mi nombre, me volví y vi a mi hermano que venía corriendo hacia mí.
Nos abrazamos fuertemente y no nos queríamos soltar., la tosecita del doctor nos sacó de nuestro ensueño. Hice las presentaciones y el doctor entró al café mientras mi hermano y yo dábamos un paseo.
Gabriel, mi hermano, estaba muy contento, había llegado a pensar que no nos volveríamos a ver más. Había perdido mi dirección y no sabía como encontrarme en Argentina. Afortunadamente Carmiña también le había mandado a él una carta y gracias a ella pudo pedirle mi dirección mediante un telegrama.
Charlamos sin cesar, recordamos momentos familiares y hablamos de nuestros planes de futuro.
Gabriel quería seguir siendo marino mercante, lo llevaba en la sangre y siempre permaneceríamos unido, me dijo, no importase donde estuviese, si no eran cartas siempre habría un telegrama.
No le hablé de Nacho ni de mi presentimiento, no quería que nada nublase estos momentos con él, eran momentos únicos después de muchos meses y necesitaba ser egoísta. Le conté que entre el doctor y yo no había nada, que a mí me gustaba pero el viajar juntos había sido una casualidad. Tenían que venir por motivos laborales y no quería que andara sola por el muelle.
El mercante de mi hermano levaba anclas esa misma noche y no pudimos estirar más las horas. A las 8 de la noche me reuní con el doctor y me despedí de mi hermano con tristeza pero feliz por haberle vuelto a ver y sentir que de verdad estaba contento con la vida que llevaba.

Volvimos al hospital y nada más entrar mi presentimiento se hizo más fuerte que nunca. Al subir a la planta infantil el especialista nos salió al encuentro. El doctor Menéndez me agarró por los hombres y me sujetó fuertemente y evitó el que me cayese al suelo. Nacho había fallecido hacía una hora.
Lloré sin consuelo hasta que me dí cuenta de que los padres de Nacho estarían aún peor que yo y me repuse como pude. Fuimos a su encuentro y de repente me convertí en una gran hipócrita. Les hablé de los designios de Dios, de la fuerza de la voluntad de los seres humanos para seguir adelante, de la ley de vida, de que unos mueren y otros nacen...no era yo quien hablaba era un títere de feria que estaba parodiando las machadas frases de siempre.
No sé si mis palabras huecas les sirvieron de algo, a mí desde luego no. Yo acusaba en mi interior a ese Dios despiadado que era capaz de llevarse la vida de un niño indefenso en lugar de quitar del medio a otros seres miserables que hacen daño y disfrutan con ello.

El lunes regresamos en el primer tren y el entierro de Nacho será mañana martes, es decir, hoy por la tarde. Querido diario, prometo que mañana, a pesar de mi tristeza te abriré y quizá al rellenar tus últimas páginas encuentre un poco de paz y empiece a ver el sol.


VI

Martes 29 de enero de 1934.  Lo prometido es deuda, querido diario, aquí estoy de nuevo contigo pero no veo el sol de momento. El día se presentó lluvioso es como si el cielo, irónicamente, quisiera acompañarnos en nuestra tristeza. El calor es casi insoportable y quizá tengamos tormenta y de las buenas.
Esta tarde enterraron a Nacho y todos sus compañeros con una inmensa devoción asistieron a la misa que por su alma ha dicho el párroco en la iglesia a la que pertenece la escuela.
Casi todos los padres estaban presentes, vecinos y familiares le han dicho el último adiós y muchos le han acompañado al cementerio. Yo no he ido, el doctor Menéndez no me ha dejado y yo no he protestado.
Hemos vuelto a hablar, no hace mucho que se ha ido para su casa y siento que le voy a perder sin haberle tenido. Mis sentimientos de culpabilidad por no haber reconocido en clase los primeros síntomas del mal de Nacho me atormentan y no consigo sobreponerme. El doctor Menéndez me repetí una y otra vez que no es mi culpa, que mi castigo no le causó mayor mal, que nadie se lo podía esperar...pero sus palabras me suenan tan huecas como las que yo pronuncié en el hospital. Se ha ido con la sensación de que no necesito su ayuda ni la de nadie, de que yo sola quiero purgar una culpa que sólo existe en mi mente.
Sus últimas palabras me han dolido pero he sido incapaz de reaccionar. Le he visto partir querido diario y me he refugiado en ti.
Ahora llueve mucho más fuerte que antes y el viento silba una danza dantesca, como decía mi abuela cuando las tormentas de verano en Galicia nos recluía en la buhardilla por miedo a las inundaciones.
El cielo está negro y me acuerdo de la leyenda que le iba a contar a Martín mañana.
El puente que hay a menos de dos metros de mi casa me recuerda aún más la leyenda. Siento pánico de repente pero estoy serena. Allí están, están las tres meigas sobre el puente como habían prometido. La reunión tendrán lugar esta noche a las 12 justo cuando el último tren salga de la estación y pase sobre el puente...justo en ese momento se encontrarán todas las meigas y el puente se desplomará, arrastrará el tren al río, este se desbordará y las almas de inocentes volarán con ellas..............................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................
Nadie supo exactamente lo que pasó de verdad aquella noche de enero de 1934.
El viejo puente se derrumbó a las 12 de la noche y arrasó con su caída al tren y las aguas crecidas del río, por la tromba de agua que descargó a esa misma hora,             se llevaron por delante algunas casas colindantes y entre ellas la de Marisa, cuya vida, bueno, una parte pequeña nada más, hemos conocido gracias a su diario, un diario que milagrosamente reposaba sobre la mesa de donde debía de haber estado la cocina y donde encontraron a Marisa cuando los bomberos rescataron el cadáver de la ruinosa casa.


      FIN





 ( escrito en Madrid en 1969).








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