domingo, 23 de enero de 2011

Madrid, mayo del 68 Capítulos XXIX y XXX

Capítulo XXIX

La tarde es muy calurosa,en la radio han dicho que la temperatura es de 38 grados; aunque en la terraza de Amanda, asombrosamente, quizá por la altura y la orientación al norte se está bien, ahora en la calle, camino de su coche, Patricia siente el calor de golpe y se alegra de tener un ""dos caballo"" que puede convertir en descapotable.
Cuando llega a su casa se siente incómoda, cansada, sin ánimo y supone que Amanda no está mejor que ella. No es sólo el sofocante calor, se dice, es la conversación que han mantenido y aunque no se arrepiente (tarde o temprano tenía que suceder) piensa que debe llamar a Carlos e informarle. Amanda ha comentado que Sandra está en París, que se han visto y no le quiere poner en un compromiso. Una mirada al reloj de pared le dice que todavía está a tiempo de dejar un recado en portería. Marca el teléfono decidida y le pide a la portera del edificio parisino donde Carlos para, que le de el recado y se prepara un granizado de limón mientras espera la llamada.

En París, tras el paseo con Sandra y Ramón y de vuelta al apartamento, Carlos se encuentra con un compañero que está esperándole cerca del portal y por un momento teme que sus planes para el día siguiente se vayan al traste. Afortunadamente sólo quiere ponerle al día de lo que se había acordado esa tarde y recordarle que se mantenga en contacto con la sede, que llame por teléfono a lo largo del domingo por si hubiera cambios. Al entrar en el portal recibe el recado de Patricia, la portera del viejo edificio había anotado: “”monsieur Soler, d'urgence. P.”” y  Carlos vuelve a salir para llamar desde un café cercano.

En otro distrito de París y mientras Ramón se pone en contacto con el periódico, Sandra decide empezar una carta para su padre en contestación a la que recibió de él y de paso contarle lo que está viviendo estos días en París, los encuentros habidos con Carlos hasta ahora y comienza:

París 17 de Agosto de 1968
Querídisimo papá,
Aqui estoy, en la habitación del hotel empezando la segunda carta que dejaré en tu mesilla cuando vuelva a Madrid.
No puedo esperar más, quiero contarte ya las cosas que me están pasando y decirte lo mucho que me alegro de que tu viaje esté resultando un éxito.
 Estoy deseando oir todas tus vivencias, los sentimientos que despertaron en ti los encuentros con estas personas que no dudaron en dejarse la piel por otros y me encanta saber que entre el periodista con el que Ramón contactó y tú hay mucha sintonía y ahora te acompaña en tu viaje.
No te preocupes por las fotos que me has prometido, te confieso que me gustaría hacer esas fotos contigo, hacer ese recorrido por el Gran Cañón de tu mano, mientras Ramón y mi pequeño esperan nuestra vuelta en la piscina del hotel en Flagstaff, asi que ya sabes, si no tienes tiempo ya puedes empezar a preparar el próximo viaje con nosotros ¿de acuerdo?.
Te preguntarás ¿qué hace en París? Y tienes razón, no entraba en mis planes pero Ramón me sorprendió con el viaje aprovechando la invitación de boda de un compañero francés y con la callada esperanza de que yo llamase a Carlos para quedar. Decidí seguir tu consejo papá, quedar con él, hablar con él, y espero que mañana domingo pueda hacerlo; hasta ahora no he estado a solas con él.
Al llegar a París quedamos para cenar los tres y hoy hemos ido juntos a la boda, bueno, a la ceremonia porque al convite no nos hemos quedado.
Estos momentos que hemos pasado los tres juntos se me han pasado volando.
Esta tarde mientras estábamos comiendo  he pensado que era muy afortunada con los hombres que me rodean, el destino, la providencia o el altísimo, como quieras llamarlo, me ha permitido elegir a uno como marido y a los otros dos (tú y Carlos,naturalmente) me los dio sin preguntarme pero acertó de pleno.
 No te me pongas celoso, por favor, sabes que te quiero muchísimo, que te tengo casi en un pedestal aunque tú no lo quieras y como siempre hemos sido muy sinceros (salvo el secreto de “”operation Charly””, como yo he bautizado a las circunstancias),  quiero que sepas que estoy empezando a sentir cariño por Carlos y que se merece una segunda oportunidad, aunque me temo que en muchas cosas no vamos a estar de acuerdo.... Voy a dejarle hablar y me he propuesto no juzgarle.
Tengo que interrumpir la carta por unas horas, Ramón me dice que es hora de bajar a cenar (¡los horarios franceses!) y no sé si después podré continuar. Ramón sale mañana para Praga, tiene que estar en el aeropuerto a las 8.30, quiere acostarse temprano y pensándolo mejor voy a terminar la carta ya mismo. Mañana empezaré otra con las emociones del domingo. Vas a tener mucho que leer cuando vuelvas.
Te quiero mucho y te echo de menos a pasear de estar en muy buena compañía.
Besos.
Sandra.

Sandra firma la carta y baja con su marido al comedor del hotel y comenta con Ramón la corta conversación que ha tenido con su madre, la ha notado como decaída y la excusa del calor que estaba haciendo en Madrid no termina de convencerla del todo. Ramón le aconseja llamar el domingo, quizá se haya pasado toda la tarde preparando la vista del lunes, ya sabían que era muy importante para ella, por ese motivo no pudo acompañarles a París. Quizá el cansancio, unido al calor han podido con ella y necesite dormir.

Lo que Ramón ignora es que Carlos en ese preciso instante  está hablando con Amanda. Después de llamar a Patricia no ha dudado en telefonear  a Amanda, quien al oir su voz, llorando y  rota por los sentimientos le ha gritado lo enfadada que está con él por no habérselo contado con anterioridad.
 
-¡Amanda, por favor, escúchame! – insiste Carlos- ¡No cuelgues el teléfono!, si no quieres hablar, lo acepto, pero déjame explicártelo otra vez - repite Carlos.

-No tienes nada que explicar - contesta Amanda después de un corto silencio y suspirando hondamente pero un poco más calmada, continúa-  es verdad que mencionaste lo de no haberme perdido de vista, yo estaba tan enfadada contigo que lo pasé por alto y lógicamente si Patricia llevaba ya tanto tiempo en Madrid, quien mejor que ella..pero lo que ha dicho de Agustín, no sé, puede que tenga razón; estoy echa un lío y no puedo parar de llorar..ya se me pasará.

-Gracias por no colgarme.Te repito que siempre he buscado lo mejor para ti y sigo haciéndolo; no te juzgues tan severamente, reflexiona sobre ello pero no te dejes abatir por el sentimiento de culpabilidad, este sentimiento no es el mejor consejero para ver las cosas de forma objetiva. ¿Me lo prometes? ¿Vas a dejar de llorar?
-Lo intentaré, es todo lo que puedo decirte ahora. Gracias por llamar pero como le he dicho a Sandra, que no sabe nada de mi conversación con Patricia, estoy cansada y quiero irme a dormir. Pasarlo bien mañana los dos juntos y ojalá nada o nadie os estropee el día. Buenas noches y dale un beso a Sandra y otro a mi nietecito.

-Lo haré y con mucho gusto. Qué descanses y recuerda que siempre estás en mi mente.
Carlos regresa a su apartamento y pasa revista a las últimas horas que ha compartido con Sandra y Ramón.
No se equivocó al hacer la ficha personal de Ramón de la mano de sus crónicas y artículos  –piensa mientras contempla el recorte de la revista con la foto y noticia de la boda de los dos- no solamente hacen una muy buena pareja es que además Ramón le cae fenomenal como persona y aunque no es de los suyos ni esté comprometido con ningún partido se le nota demasiado la simpatía que siente por Pablo Iglesias.


Capítulo XXX


Pasadas las 10.30 de la mañana Sandra abandona el aeropuerto de Orly, el avión con destino a Praga ya ha despegado y ella regresa al hotel conduciendo el coche que Ramón había alquilado. A las 11 ha quedado con Carlos y no tiene una idea muy clara de a donde pueden ir. Se le ocurre que podrían salir de París, aprovechar que tiene el coche hasta el lunes e ir a Versalles,  pasear por los jardines, sentarse en una de sus terrazas y regresar después de comer. Quizá Carlos tenga un plan mejor y Versalles no le guste . Lo único que sabe con certeza es que esta vez no está Ramón con ella para calmar sus nervios, que la hora se acerca y prefiere ir a un lugar del que guarde  buenos recuerdos y allí los tiene, allí,su cámara y ella disfrutaron mucho haciendo un reportaje gráfico para una agencia de viajes.
Al entrar en el hotel Sandra se encuentra con Carlos que está ya esperándola, sentado en uno de los sillones del hall, leyendo la prensa dominical francesa. Al verla entrar se levanta y sale a su encuentro, media hora más tarde llegan a Versalles y tras aparcar el coche entran en el recinto, pasan directamente a los jardines y comienzan a pasear hasta llegar a la primera terraza donde se sientan a tomar unos helados.

-Creía que la que tenía que hacer las preguntas era yo, pero desde que hemos salido del hotel no haces nada más que preguntarme cosas, ¿cuándo vas a empezar a contarme lo que me decías en tu carta? ¿lo que te pasó después de la emboscada en la que te dieron por muerto?
-Cuando me digas tú por qué te has hecho fotógrafa en lugar de ir a la universidad y estudiar derecho- contesta Carlos sonriendo.
-No sé por qué quieres saberlo, pero no es ningún secreto, la imagen, las fotos, siempre me han vuelto loca al igual que los idiomas y viajar. ¿Sabes de quien es la culpa? De mi padre. Cuando cumplí 10 años me regaló un atlas para niños y una cámara de juguete. Abríamos juntos el atlas por la página de España y a ciegas señalábamos un lugar y nos imaginábamos un viaje por la provincia elegida al azar. Papá me hablaba de los lugares interesantes que tenía y yo los fotografiaba con mi cámara mentalmente y así, a lo tonto aprendí geografía e historia sin saberlo. Cuando España se nos quedó pequeña saltamos a Europa. ¿No te aburres escuchándome?
-En absoluto, me encanta oirte, continúa por favor.
-Como quieras, cuando terminé el bachillerato no me apetecía nada estudiar una carrera larga y pensé matricularme en la escuela de cine pero iba a ser la única mujer, al menos en ese curso y no quería ser un bicho raro como le pasó a mamá en derecho y un amigo de papá, que sabía que la fotografía me encantaba, me ofreció medio en serio, medio en broma, aprender en su estudio fotográfico durante el verano  los secretos de la fotografía y asi lo hice. A las pocas semanas ya sabía que lo mío era ser fotógrafa.
-¿Y tu madre no prostestó? ¡no me lo puedo creer!
-Y haces bien, mi madre puso primero el grito en el cielo y después no hacía  más que buscar argumentos para disuadirme  pero papá le recordó que habían prometido no imponerme ninguna carrera, que tendría que elegir libremente y mira, ahora está muy orgullosa de mi.
-¿Y así conociste a Ramón?
-Si, a finales del otoño el periódico necesitaba un fotógrafo, el amigo de papá que también hacía trabajos para ellos me recomendó; les dijo que a pesar de mi juventud había aprendido en pocos meses lo que otros tardaban en años, que tenía un talento natural increíble y que no se iban a arrepentir. Entré a prueba y allí me tropecé con Ramón y empezó todo.
-Vuestro noviazgo no pudo ser muy largo¿me equivoco?
-No, para nada. Tu, mejor que nadie deberías saber que existe el amor a primera vista ¿o no? A los 7 meses de ser novios Ramón me lo propuso, quería salir al extranjero como corresponsal para el periódico y los dos estábamos seguros que lo nuestro iba en serio, que iba a funcionar y nos casamos. No me arrepiento absolutamente de nada, y ahora tú.
-Lo prometido es deuda pero antes quiero decirte que mi padre era un apasionado de la fotografía y por eso me llamó la atención que tu te dedicaras a ello. No era pura curiosidad.
-¡Pero si casualidad!, pero dejémos la fotografía ahora de lado y cuéntame lo que quiero oir, ya retomaremos el tema de tu padre y de paso el de tu infancia más tarde. No te imagino de pequeño- dice Sandra muy seria mientras apura su copa de helado.
-Pues lo fui y hasta cierta edad un niño feliz...¿ la emboscada, como tu lo llamas?, poco hay que contar,  recuerdo que estábamos a punto de subirnos a un camión cuando de repente apareció la guardia civil y empezaron a disparar y ya está, no sé nada más.
-Eso ya me lo imagino pero supongo que la persona que te recogió te contaría algo, a lo mejor lo presenció desde lejos.
-Ojalá hubiese sido asi. No, Sandra, la anciana que me recogió, supongo que sería la misma persona pero no estoy seguro, era muda, sólo emitía gruñidos y se comunicaba por señas. La veía, al principio dos veces al día, cuando iba a cambiarme las gasas y a traerme algo de comer. Jamás vi a nadie más por allí y durante el día creo que estaba solo. La habitación era fría y oscura; cuando pude levantarme y salir al exterior vi que era una cabaña destartalada , sin ventanas, tan solo un vetanuco condenado y con un tejado de paja medio roto. La parte que estaba en mejores condiciones era una especie de cocina, con una mesa y una silla coja; sobre la mesa un pedazo de jabón mugriento,una jarra con agua tapada con un cartón, un cuenco y un plato de aluminio con un tarugo de pan, un tenedor y una cuchara. Al fondo se encontraba el cuarto en el que yo me recuperaba, con un camastro y un taburete. Mi ropa debieron de quemarla porque no la encontré, alguien había dejado sobre el taburete  un pantalón de pana, un jersey y otra manta tan vieja como la que cubría mi camastro; en un rincón un candil y unas cerillas y de un clavo en la pared colgaba una especie de toalla que la anciana cambiaba cada tres días.En el exterior sólo se veían montañas y cerca de la casa había un riachuelo donde me aseaba cuando ya pude andar.
-¡Qué mal debiste pasarlo y menudo estado de ánimo deberías tener! Y ¿Cómo llegaste a París?
-Del estado de ánimo, de las preguntas, de las dudas y del sentimiento de culpabilidad que tenía, mejor hablamos otro día, ¿de acuerdo?  – Sandra asiente con la cabeza y Carlos continúa contando-  Un buen día al levantarme vi a un hombre mayor, con una cámara de fuelle y un trípode, esperándome fuera.
Tampoco habló, sólo me indicó que iba a tomar una foto para un papel para poder viajar. Me sentó en una silla, recortó un poco mi pelo y arregló mi barba,después me hizo unas fotos. El hombre había traído también algo de comida fresca, jabón, una muda y una cazadora con forro de borrego. No sabía que pensar pero algo me dijo, desde que recobré el sentido, que podía fiarme de la anciana.. ahora tenía que confiar en esta  otra persona que ella me había mandado.
A los dos días vino a por mi, me tapó los ojos y me montó en una camioneta o algo así. Al cabo de unas horas me dejó en una estación de tren con un billete para París, junto a un visado con mi foto. La estación resultó ser la de Pau; desde allí fui a Toulouse y ya a París. Allí contacté con mi amigo Ricardo con mucho cuidado, me puso al corriente de mi muerte y otros altos cargos del partido pensaron que mejor era darme una nueva identidad y estar un tiempo sin misiones. Desde la masacre, más que emboscada, habían pasado casi 3 meses. Debí estar casi un mes fuera de este mundo y cuando desperté me costó un mes volver a ponerme en pie.

- ¡Qué horror!, ¿y te pasastes todos estos años en París? ¿de qué vivías? ¿qué hacías?
Carlos pasa a contar que tras unos meses en una clínica, (físicamente se encontraba aún muy mal), le mandan a Buscarest y que allí, en la redacción para radio Tirana conoce  a Patricia. Le cuenta lo que a ella le pasó y lo que le pidió cuando el partido la mandó a Madrid.
-¡Me dejas de piedra! Jolines, estoy abrumada y también rabiosa.- dice Sandra levantándose bruscamente de la silla y caminando dirección a la fuente de Neptuno.

Carlos la sigue y al alcanzarla se vuelve, se alegra de que las gafas de sol oculten sus ojos llorosos pero Carlos la sorprende quitándose las suyas al mismo tiempo que le quita las de ella, le alza la barbilla y buscando su mirada dice en tono amable pero firme:
-Suéltalo Sandra, no te reprimas. Quizá no debiera haberte contando lo de Patricia en tu estado, pero ¿estás enfanda conmigo? ¿Con Patricia? ¿Con los dos?
-Lo siento, a veces soy muy impulsiva y no puedo controlarme. Lloro por lo que te ha pasado, por lo solo que te has tenido que sentir y  también por Patricia. Un sexto sentido me estaba advirtiendo, la primera vez que la vi, que no era la primera vez, que ya me conocía aunque yo no lo supiera...y tenía razón. Me da rabia que una persona ajena sepa tantas cosas de mi, de nosotros, es una sensación muy rara, muy extraña y al mismo tiempo muy reconfortable porque lo hacía por ti, porque aún no sabiendo que eras mi padre estabas interesado en nosotros y...

Sandra solloza aún más fuerte y Carlos la abraza, llora sobre sus hombros y al cabo de un rato logra calmarse; se seca las lágrimas con el pañuelo de Carlos y más animada le dice sonriendo:
-Gracias, creo que las mujeres de mi familia estamos destinadas a arruinarte los pañuelos. Me encuentro mejor y ¿sabes lo que me apetecería ahora mucho? - dice cambiando completamente de registro.
-De nada por lo del pañuelo – dice Carlos riéndose y ya más serio añade-  díme el antojo que tienes. Si está en mi mano estoy de acuerdo.
-Alquilar dos bicicletas e ir hasta los dominios de María Antonieta que pillan un poco lejos para ir andando.
-¿Puedes montar en tu estado en bicicleta?
Sandra ríe ante el comentario de Carlos y le responde.

-Por supuesto. Hacer ejercicio es sano y montar en bicicleta es muy bueno. En Vietnan tenía que utilizar mucho la bicicleta, a veces hasta bicicletas de hombre y ya estaba embarazada y en Egipto también. ¡No tienes ni idea de los medios de transportes que hemos tenido que utilizar ¡
-Pero si te cansas, promete que me lo vas a decir ¿de acuerdo?
-No me voy a cansar y lo prometo.

Juntos cruzan el sendero que les separa del puesto donde alquilan las bicicletas y minutos más tarde pedalean los dos camino de las granjas y jardines que componen el dominio, dejando una vez más, los suntuosos palacios de lado.

Beatriz se dispone a recoger sus cuartillas cuando se da cuenta que Serafín le ha dejado una nota: Gracias por haber creado a Sandra y por su amor por la fotografía. Yo también disfruté de un viaje fotográfico junto a Ángel,mi padre biológico, no por Vesalles pero por los jardines romanos de Villa Borghese. Angel siempre estuvo en la sombra pero a pesar de su puesto en el vaticano, nunca se olvidó de mi y cada vez que mi trabajo me llevaba a Roma encontraba tiempo para pasar una horas conmigo. Entre Ángel y mi madre, después de la muerte de mi padre, siguió estando la iglesia de por medio.

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho, Rodas. Veo que Sandra y Carlos van acercándose poco a poco, y que Agustín fue un padre que se desvivió por la niña.
    Escalofriante el relato de la 'resurreción' de Carlos...

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