sábado, 8 de enero de 2011

Madrid, mayo del 68 Capítulos XXV y XXVI

Capítulo XXV


Ramón lleva ya unas semanas en Madrid y junto con Sandra ha visitado todas las tiendas de bebés que hay en la ciudad. Aunque los primeros meses pondrán la cuna en la habitación con ellos, Sandra no ha podido resistirse al ver una habitación de bebé completa, de verdadero ensueño y la han encargado. Amanda les ha acompañado alguna que otra vez y ha comprado un par de ositos de peluche para su nieto. Los tres lo han pasado muy bien y a Ramón hasta le ha empezado a gustar eso de ir de compras. Desgraciadamente, los días han pasado volando y ahora, en la tercera semana de agosto, Ramón apura los últimos días en Madrid; como se temía va a tener que viajar a Praga pero tiene una sorpresa para Sandra, que le dará esta tarde cuando salgan de la visita al médico. Pero primero van a comer con Patricia, la va a conocer y podrá darle por fin su opinión a Sandra.
Media hora más tarde entran en un restaurante cerca de Sol y Patricia les saluda desde la mesa que había reservado.
Las presentaciones son rápidas y, mientras les traen las bebidas y eligen el menú, Ramón estudia disimuladamente a Patricia. Estima que debe de tener unos 45 años y que en su juventud debió ser una chica bastante guapa; todavía tiene un buen tipo, pero al contrario que Amanda, a quien el tiempo no ha podido borrar la frescura de su rostro y su innata elegancia, Patricia muestra en su rostro las huellas de una vida  llena de riesgos, el cansancio de llevar una doble vida y su estilo despreocupado, nonchalant, como diría un compañero francés,  a la hora de vestir, no la favorece mucho.

- Había oído hablar mucho de ti y he leído casi todas tus crónicas. Me alegro mucho de conocerte y te agradezco que hayas encontrado tiempo para este breve encuentro.- le dice Patricia.
- Lo mismo digo, Patricia. Desde el mes de mayo vengo escuchando tu nombre con frecuencia y ya tenía ganas de conocerte.
- Bueno, pues ya os conocéis y ahora dejemos el formalismo- dice Sandra un tanto brusca y continúa en un tono más amable-  Cuéntanos,  ¿qué tal por París?
- Siempre tan directa, Sandra –responde Patricia con una media sonrisa- ¿en París? No ha sido una estancia de vacaciones, como te podrás imaginar, aunque mis colegas del Instituto asi lo piensen. Hemos tenido varias reuniones y hay muchas voces disidentes. Los acontecimientos de este año van a marcar un antes y un después, no estamos en un buen momento interno, en fin, supongo que Ramón, como periodista, ya habrá oído los rumores.
- Rumores, como tú bien dices. Mis compañeros franceses, los afines a vosotros no sueltan prenda de momento y los otros oyen cosas sueltas. Pero, aunque Patricia no lo diga, estoy seguro de que, si los tanques entran en Praga, la escisión puede darse y lo interesante es saber quiénes se quedan y qué van hacer los disidentes. Tampoco es un tema para hablarlo aquí.
- Tienes razón,- dice Patricia-, será mejor cambiar de tema, si podemos, claro. ¿Qué tal le ha ido a tu padre en Nueva York?, ayer recibí una postal pero no contaba mucho, que estaba bien, que mi carta ya había llegado a su destino y que ya hablaríamos cuando volviera.
- Lógico, una postal es un recuerdo y nada más – contesta Sandra, que sigue sin encontrarse cómoda con Patricia- pero le ha ido bastante bien, gracias a ti y a los contactos de Ramón, no ha tenido problemas para encontrar a tu conocido, ha quedado bastante impresionado, según me dice en la carta que recibí hace unos días y ahora va camino de visitar al abogado con quien se escribe desde hace años.
- ¿Cómo le conociste, Patricia? Tú eras una niña en 1936.- pregunta Ramón.
- No era tan niña, ya tenía casi 14 años y fue a finales del 36. Mi madre trabajaba para la Cruz Roja. En el batallón de mi padre también había brigadistas pero ninguno de la Brigada Lincoln. ¿Y tú, Ramón? ¿Cómo sabes que había muchos brigadistas negros en la Brigada Lincoln aquí en Madrid? Creo que muy pocas personas lo saben hoy en día, o al menos no lo recuerdan.
- No lo sabía Patricia, cuando estuve en Washington en junio, por lo de Bob Kennedy, coincidí con un periodista que estaba recabando datos para escribir un libro y si era posible crear un archivo. Su padre fue un brigadista que había fallecido en la batalla del Jarama y ahora él había podido contactar con algunos ex-combatientes que no lo están pasando nada bien gracias a McCarthy
- La que no sabe casi nada de nada soy yo. ¿Quién de los dos me hace el resumen?-pregunta Sandra.
- Yo mismo, si me deja Patricia…
-¡Por supuesto!
- Los voluntarios de Estados Unidos eran conocidos por el nombre genérico de Brigadas de Abraham Lincoln y en realidad eran dos unidades conjuntas con una unidad canadiense. Eran unos tres mil y entre ellos también había mujeres. La edad media sería de 30 años, inexpertos algunos pero todos con una gran ilusión y convencidos de que lo hacían por una causa justa. Entre ellos había unos 100 negros de diferentes orígenes, desde puertorriqueños hasta mestizos indios de padres blancos. Oí decir que fue la primera unidad americana con un oficial negro llamado Oliwer Law y que  perdió la vida en la batalla de Brunete. No fue el único, muchos de ellos murieron en la del Jarama otros en la de Belchite, o fueron muy malheridos en la de Teruel y en la del Ebro. Los que sobrevivieron cruzaron la frontera junto con el resto de los exiliados y algunos regresaron a los Estados Unidos donde volvieron a enrolarse en el ejército y lucharon durante la Segunda Guerra Mundial. Los brigadistas  en general corrieron diferentes suertes, en algunos países les quitaron la nacionalidad y en otros fueron unos héroes. En América, McCarthy se encargó de que sus nombres figurasen en las famosas listas negras.
- !Lo que les faltaba! ¿Se sabe cómo les fue a todos? - pregunta Sandra
- No, se sabe que los que trabajaban en la industria del cine fueron los que peor parados salieron. El brigadista que ha visitado tu padre en Nueva Jersey está ahora metido en el comité anti-Vietnam. Cuando tu padre vuelva, sabremos de primera mano cómo le ha ido. Espero que la visita sirva para obtener más nombres y mi colega americano pueda avanzar en su búsqueda, de hecho han ido juntos a Nueva Jersey.
- Sí, eso también lo dice en su carta y además le va a acompañar a Los Ángeles, donde ha quedado con su amigo abogado a quien lleva tiempo queriendo conocer. Según me ha dicho, es mestizo y también fue brigadista; esto lo ha sabido últimamente cuando le llamó desde Nueva York y ahora entendía por qué en sus cartas le decía que le había costado mucho ejercer su carrera. Lo que no termino de entender - dirigiéndose a Patricia, - ¿cómo y por qué le has dado esa dirección? Lo tuyo, Ramón tiene una explicación, pues tus movimientos han sido posteriores, una vez que ya sabíamos lo que quería hacer pero ¿fuiste tú quien le pidió un favor a mi padre?- vuelve a preguntar a Patricia
- En parte, Sandra, pero yo no saqué el tema. Estuvimos hablando sobre el libro que estaba leyendo Montse, el famoso libro “”No pasarán”” de Upton Sinclair y comenté que conocí a un brigadista, tu padre quiso escuchar su historia y me preguntó si quería que le llevase una carta personalmente, que le gustaría conocerle. Dudé  un poco pero al final le di la última dirección que tenía junto con una carta y un duplicado de una foto en la que estaba él con mi madre en la sala del hospital donde estaba destinado como intérprete de los brigadistas de habla inglesa.
- Comprendo; mi padre tenía ganas de recorrer los Estados Unidos desde que empezó a leer  las historias de Karl May siendo un  niño. Podéis reíros si queréis, pero  le encantaba el género y cuando vio la película “”Buffalo Bill”” supo que algún día iría a Estados Unidos. Por supuesto que ahora lo ve todo bajo otra perspectiva y hasta se ríe recordando sus sueños de niño, pero el gusanillo se le quedó y su correspondencia con este abogado de Los Angeles, que empezó por pura casualidad a principios de los 60 y lo que vosotros le habéis contado le ha animado a realizar el viaje con un tema añadido. Creo que le va a hacer bien revivir nuestra historia desde los recuerdos de unos hombres ajenos a nuestro país a los que no les importó poner en riesgo sus vidas porque estaba en juego el futuro de una nación.
- Asi fue, -dice Patricia- y lo que yo no entiendo Sandra es ¿por qué tu madre se cree que va a conocer hyppies y reservas indias?
- Mi madre sabe que lleva años pensando en ese viaje y que mantiene correspondencia con un abogado en Los Angeles y que pensaba verle. Supongo que tendrá sus razones para no decir nada de los brigadistas.
Si tanto te interesa, Patricia y no te ofendas, preguntárselo cuando vuelva.
- No, no me ofendo, y tampoco me interesa, es solo que me extraña. ¡Cielos! ¿es ya tan tarde? Se nos ha pasado el tiempo volando. ¿A qué hora tenéis la cita con el médico?
- Dentro de hora y media, aún tenemos tiempo de tomar un café- dice Ramón mirando a Sandra.
- Sí, claro, un café y nos vamos, que parece que Patricia también tiene prisa.

Minutos más tarde, los tres abandonan el restaurante, se despiden en la puerta y Patricia va a buscar su coche mientras Ramón para un taxi.


Capítulo XXVI



El avión de Madrid acaba de aterrizar en Orly, son la 12 de la mañana del día 15 de agosto y Sandra se dispone junto a Ramón a entrar en el taxi que les llevará al hotel, al mismo hotel en el que ya estuvieron en mayo y que Ramón ha reservado sin que ella lo supusiese. Fue toda una sorpresa la invitación de Ramón a pasar unos días juntos en París y de paso asistir a la boda de un amigo de ellos. La boda es este sábado y desde París también puede ir a Praga.
Quizá siga el consejo que le ha dado Ramón y llame a Carlos a ver si mañana pueden quedar para cenar o comer. Sandra duda de si debe hacerlo, a lo mejor no tiene tiempo y le pone en un compromiso. Su correspondencia con él es buena pero un encuentro con él es algo que todavía la pone muy nerviosa.
Una vez en la habitación del hotel y tras consultar sus dudas con su marido descuelga el telefóno y pide en recepción que le marquen un número. Segundos después, una voz en francés confirma que monsieur Soler llamará en cuanto pueda.
Sandra comienza a arrepentirse pero Ramón opina que no tiene por qué y le recuerda qué es la hora de comer en Francia.
Minutos más tarde suena el teléfono y un asombrado Carlos propone un restaurante para cenar hoy mismo, si quieren. Sandra lo consulta con Ramón y queda para esa misma noche a las 8 en el Boulevard de la Chapelle cerca de Pigalle.
Cuando cuelga el teléfono Ramón comenta divertido:

- Caray, poco le ha faltado para presentarse ya mismo. ¿Y tú dudabas de que quisiera vernos?
- No te rías Ramón, que no tiene gracia y vamos a comer algo que me muero de hambre.

Después de comer bajan por la calle del hotel hasta llegar a la plaza del Trocadero y pasean por los  jardines de palacio Chaillot.  No es la primera vez que vienen a estos jardines, siempre que están en París pasean por ellos y visitan  alguno  de los museos que alberga el Palacio. Ramón siempre recuerda que en este palacio se firmó la declaración universal de los derechos humanos y Sandra  que el palacio fue construido para la exposición universal de 1937, que el gobierno de la República Española encargó a Picasso un cuadro para el pabellón español y así nació el Guernica, este palacio sería su primera casa antes de mudarse a Nueva York. Tras el paseo regresan al hotel y, mientras Ramón telefonea al periódico, Sandra descansa un poco.
Pasadas las 7.30 de la tarde toman el metro hasta la Chapelle, donde han quedado con Carlos. Sandra está de nuevo nerviosa y no sabe qué hacer cuando lo vea, ¿darle la mano o darle un beso? Ramón trata de calmarla y le aconseja que no lo piense, que no se frene y que escuche a sus sentimientos. Según sube la escalera Sandra divisa a Carlos apoyado en la barandilla de la boca del metro y alza su mano en forma de saludo. Al alcanzar el último escalón, le da la mano y un beso que Carlos contesta a la francesa dándole cuatro y Ramón comienza a reír al ver la cara de susto de Sandra, al tiempo que él y Carlos se estrechan la mano muy cordialmente.
Roto el hielo se sientan en la terraza del restaurante, la noche es bastante calurosa y se está más fresco en la terraza que en el interior. Ramón comienza a charlar con Carlos como si se conociesen de toda la vida. Los dos hablan con mucha soltura de casi todos los temas y coinciden en muchas cosas. Sandra les mira como embobada y se siente orgullosa de Ramón. Siempre se lo pone fácil, siempre crea un ambiente distendido y consigue sintonizar muy bien con su interlocutor. Carlos también se siente a gusto con ellos, puede ser él sin tener que ocultar cosas.

- ¿Cómo va tu embarazo, Sandra?
- Perfectamente, no tengo ninguna molestía, salvo el empezar a sentirme gorda y pesada.
- No tengo experiencia con mujeres embarazadas pero he oído decir que eso es normal y además estás guapísima, si me permite Ramón decirlo.
. Permitido y además comparto tu opinión. Está radiante y no le noto cambios de humor como dicen que suele pasar.
- Gracias a los dos, pero sí me noto más sensible que antes y ya hay comidas que de repente no me gustan y hasta me está pasando con la gente.
- No va por ti, Carlos, -dice Ramón- sino por Patricia, no le cae bien y no comprende por qué no comparto su opinión. A mí me ha parecido una mujer muy agradable y muy comprensible.
- Y lo es, Sandra, es muy buena compañera y quizá te caiga mal porque a tu madre no termina de caerle bien.
- Quizá… ¿Sabes que mi padre está en los Estados Unidos?
Carlos no sabía nada y Sandra le pone al corriente.
- Así que tu padre está visitando a gente de la Brigada Lincoln, perdóname Sandra, pero Agustín es una verdadera caja de sorpresas, se está haciendo amigo de Patricia y le oculta a tu madre lo de las visitas.
- No, mi padre no es una caja de sopresas, Carlos, si de algo peca es de eso, nunca te sorprende, es muy constante y rutinario y sin embargo a veces puede llegar a ser la contradicción personificada...- Sandra hace una pequeña pausa para apurar su limonada y continúa-  Su razón para ocultar uno de los objetivos de su viaje responde a esa contradicción de la que te hablo. Verás, a mamá el viaje siempre le ha parecido una chiquillada, un sueño de niño, algo ridículo para un catedrático de derecho y papá nunca se ha enfadado por sus palabras y ahora prefiere que piense eso, que es un niño grande. ¿Y  todo por qué? Para que mamá no se preocupe por él más de la cuenta y no enfadarla. Ya sé que es una tontería sin sentido, pero es así. Conociendo a mamá y la antipatía que le tiene a Patricia, si se entera de que en su programa ha incluido lo de los brigadistas, mamá le podía echar en cara el que ahora sí se interesa  por temas de la guerra y antes prefería no tocarlos, es decir, con Patricia sí pero con ella no.
En parte no le falta razón a mamá. Papá nunca ha participado de los debates que teníamos mamá y yo, nunca ha querido comentar los libros que yo leía, siempre decía que el prefería mirar al futuro, preparar a otra generación para poder realizar un cambio pacífico que estar recordando cosas del pasado, abusos cometidos en ambos bandos e injusticias y que la palabra es la única arma que debe hablar. Y sin embargo, siempre me ha estimulado a conocer nuestra guerra y comentarla con mamá, a luchar de la forma que yo creyese más conveniente para denunciar las injusticias, a viajar y conocer cómo funciona la democracia en otros estados, a no renunciar a los sueños y ...
- Te entendemos, Sandra – dice Ramón, al notar que Sandra se está emocionando –
- Yo también entiendo lo que quieres decir ,Sandra, y quiero que sepas una cosa: siempre le estaré agradecido por lo que hizo por tu madre y mucho más por la manera en que te ha educado, por la libertad que te ha dado y por los principios que te ha inculcado aunque él no siempre los pusiese en práctica.
- Y yo también- dice Ramón, dándole un beso a Sandra, gracias a él tengo una mujer fantástica y una gran compañera.
- Aduladores, ahora me tratáis los dos como si fuera una niña pequeña- ríe Sandra.
- Oye- pregunta Ramón- ¿Tienes el sábado por tarde algo que hacer? Tenemos una boda y podrías acompañarnos, si quieres y no te dan miedo los periodistas de Le Figaro.
-No me dan miedo,- dice Carlos sonriendo- conozco algunos de ellos, pero no puedo confirmar mi asistencia, Ramón. Mañana vamos a estar casi todo el día reunidos y no sé que pasará el sábado. De todos modos, déjame la dirección y si puedo me paso sin falta. Ahora que estáis aquí, me gustaría pasar más tiempo con vosotros.
- Con los dos no creo que sea posible, el domingo voy a Praga, pero Sandra se puede quedar unos días aquí. No es necesario que regrese a Madrid sola, no creo que vaya a estar más de una semana y podríais aprovechar para conoceros mejor.
- No sería mala idea, pero si vas a Praga y sucede lo que todos esperan, me temo que yo tampoco voy a tener mucho tiempo libre.
- ¡Parad los dos! Habláis como si yo no estuviera delante y estáis tomando decisiones por mí. Si me quedo será porque a mí me apetezca y el tiempo lo decido yo. No necesito compañía todo el tiempo, conozco bien París y tampoco necesito guía ¿de acuerdo?
- Perdona, tienes razón, no lo volveré a hacer- dicen los dos a la vez y Sandra se echa a reir.
- Que no se os olvide – dice Sandra intentando parecer severa y añade- y si vas a la boda te presentas como mi padrino y el mejor amigo de mi padre ¿de acuerdo?
- ¿Tu padrino?
- Si me quedo y nos ven juntos nos evitamos habladurías, no puedo ir gritando ni publicar en ningún periódico que eres también mi padre ¿verdad?
- No, claro que no. Por mi parte no hay ningún inconveniente “ahijada”” pero te recuerdo que algunos me conocen del partido.
- ¿Y qué? ¿No puedes tener un amigo católico?
- Sí, claro. Será como tú quieras. No se hable más.

Ramón les mira a los dos y presiente que se van a llevar muy bien, la velada se alarga más de la cuenta y termina bastante tarde. Los tres se despiden con la sensación de ser viejos amigos, camaradas que llevaban un tiempo sin verse pero que siguen teniendo la misma sintonía.



Carmen se encuentra en el aeropuerto esperando el avión que viene de Pisa. Su madre y Mario aceptaron la invitación de Danielle y Giovanni y Teresita les ha acompañado.Tras pasar unos días con ellos, se fueron a la Toscana y llevaron a la niña al parque de Pinocho.  Ayer habló con ella y le comentó que tenía su cámara ya llena de fotos, que se lo estaba pasando muy bien, aunque echaba mucho de menos a sus mamás y que el parque era todo una pasada. Carmen recuerda, en parte por el relato de Beatriz, cómo fue su embarazo, un embarazó que sólo pudo compartir con su madre ya que su padre se enfadó mucho con ella y no quiso comprender su decisión. No se arrepiente de nada y lo volvería hacer, pero reconoce que debe de ser muy bonito poder compartirlo con la persona querida .Ella no conocía a Beatriz por aquel entonces, pero como la misma Beatriz dice, aún están a tiempo de darle un hermanito a Teresita.


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