domingo, 30 de enero de 2011

Madrid, mayo del 68 Capítulos XXXI y XXXII

Capítulo XXXI


Sobre las 3.15 de la tarde dejan Versalles y regresan a París, aparcan el coche delante del hotel, entran en el hall y Sandra pregunta en recepción si tiene algún recado, le dan una nota que dice: “je t’appelle à 4 p.m. Ramón” y Carlos propone encontrarse de nuevo a las 5.30 de la tarde, así podrá hablar con Ramón e incluso descansar un poco; le asegura que ya tiene en mente el programa de por la tarde y prefiere que esté descansada. Sandra sube a su habitación sin rechistar y Carlos decide pasarse por la sede del partido para ver si hay novedades.

Desde las ventanas del salón de prensa, en el primer piso del Hotel U Prince de Praga, se contempla toda la plaza de la Ciudad Vieja y Ramón no pierde de vista el reloj astronómico, espera que sean las cuatro de la tarde para fotografiar a los 12 apóstoles, que como todas las horas y sin faltar a su cita, aparecen por una puerta y tras su corto recorrido desaparecen por otra hasta la próxima hora.
El ambiente entre los corresponsales es bueno pero en la ciudad reina la tensión de la espera; según los alemanes de “ Bild” en menos de 48 horas los tanques van a poner fin a la revuelta, según los de NY Tribune en la Casa Blanca ya están tomando medidas y del Krenlim ya ha salido la consigna de que nadie oponga resistencia si no quieren problemas. Todos los occidentales se sorprenden de la actitud entera y resoluta de los estudiantes que no están dispuestos a desalojar los puestos claves que han ocupado en la ciudad.
A las 4 en punto Ramón se asoma a la ventana y hace su foto, seguramente no ha salido tan profesional como si la hubiese tomado Sandra pero se conforma y a continuación  llama a su mujer a París.La conversación no es muy larga pero comprueba con satisfacción que Sandra ha superado su particular prueba de fuego y que el encuentro a solas con Carlos ha sido todo un éxito.

-No sabes como me alegro de oírlo Sandra- dice Ramón-  y por cierto ¿has podido hablar con tu madre?

-No, todavía no. Pienso hacerlo ahora cuando cuelgues pero no hay prisa. Carlos si ha hablado con ella esta mañana, antes de venir a buscarme y según él ya no está tan cansada como ayer.

-Bueno, cariño, no te preocupes que seguro que era el calor y el trabajo. Dale mucho recuerdos de mi parte cuando hables con ella y mis saludos a Carlos.

-Ya veremos, la excusa del calor y el trabajo no termina de convencerme, en fin, les daré recuerdos. Un beso y ten cuidado.

Tras esta breve conversación ambos cuelgan el teléfono y Sandra marca el número de su madre pero no obtiene contestación, probablemente esté comiendo fuera de casa, piensa, y decide llamar más tarde.
En realidad su madre está en casa, está en la terraza y deja sonar el teléfono; no quiere perder su concentración ahora que ha decidido empezar con el escrito más importante de su vida.

Sentada, con un bloc sobre sus rodillas Amanda empieza a escribir una carta. Esa misma mañana, al levantarse, después de una noche en vela, deja correr el agua en la bañera y tras tomarse el café se relaja en el agua con sales, cierra los ojos y medita lo que quiere hacer de una vez por todas. Al salir se encuentra de mejor humor y mucho más descansada. Después del baño se arregla para bajar a por la prensa y a eso de las diez suena el teléfono.  Un preocupado Carlos se interesa por ella y tras tranquilizarle y desearle de nuevo que tenga un buen día cuelga  decidida a tomar las riendas de su destino.
Se pasa la mañana mirando fotos y recordando los momentos más emocionantes de su vida con Agustín y ahora le está escribiendo una carta, una carta que al igual que Sandra, ella también dejará en la mesilla de la alcoba de Agustín.

Madrid 18 de agosto de 1968

Querido Agustín:

Aqui estoy, ante una hoja en blanco pensando que es lo que quiero decirte exactamente y como decírtelo, a pesar de que cuando estaba tomando un baño, relajada en la bañera, he escrito esta carta mentalmente, sigo sin encontrar las palabras.
Quizá deba empezar por el principio, por el efecto que me produjo tu carta, por el desconcierto que han sembrado tus palabras en mi y por el daño que me ha hecho el que no hayas sido del todo sincero conmigo, aunque ya ves, entiendo que hayas preferido callarte una parte de tu viaje si tu tampoco estabas seguro de realizarlo. No obstante y aunque es tu letra y son tus palabras  no me encajan  con la persona que yo creía conocer, con la persona que no tenía secretos y en la que yo confiaba incondicionalmente. Indudablemente o no te he conocido o has cambiado mucho en estos meses que llevamos separados, pensé al leerla por segunda vez y la culpable del cambio, volví a pensar, debe ser Patricia. Ya ves, aunque parezca ridículo tenía que buscar un atenuante para no echarme a mi toda la culpa de una situación que se me iba de las manos.
El sábado, es decir, ayer, mantuve una conversación con Patricia y cuando se fue me pasé toda la noche llorando, llorando por nosotros, llorando por la historia de Patricia y por sus palabras que me han hecho reflexionar. Me he pasado toda la mañana mirando las fotos de todos estos años y recordando nuestras conversaciones y he llegado a la conclusión que no te conozco, que nunca te he conocido, que nuca he hecho nada por conocerte y que curiosamente ha sido en esta misma terraza, desde la que ahora te escribo, donde hemos mantenido la conversación más íntima y personal de todos estos años. Tenías razón cuando decías que habías llegado a la conclusión que eramos compañeros de viaje y que el viaje llegaba a su fin,lo malo es que ni tan siquiera cuando lo dijiste te escuchaba, mejor dicho, su significado no me llegaba, no lo interpretaba como ahora lo hago.
Agustín, no sabes lo mal que me siento y la rabia que tengo pero tu también has tenido parte de culpa. Yo he sido una egoísta, es cierto, siempre he dado por sentado que tú estabas ahí, que tú entendías que una parte de mi ser pertenecía a otra persona y que te conformabas con tenerme a tu lado, que eras feliz cuidando de mi como prometiste y que mi cariño, respeto y afecto eran suficientes. ¡qué ilusa he sido!
Antes te he dicho que tu tenías algo de culpa y es verdad porque nunca me diste a ntender en estos años que no estabas dispuesto a seguir asi, a sacrificarte por mi; entiendo que en los primeros años no lo hicieras pero si alguna vez, cuando Sandra ya era más mayor, hubiese sacado el tema hubiéramos podido discutir la situación pero ahí está el problema Agustín, tú nunca discutes, nunca querías polémicas y por eso no tratabas los temas políticos conmigo, aunque te gustase oir mis debates con Sandra, tu te mantenías al margen y salvo los temas de la facultad y la educación de la niña no teníamos más temas de qué hablar.
De todos modos creo que ninguno de los dos somos culpables del todo. Los dos nos resignamos a seguir el camino que el destino nos había marcado y si Carlos no hubiese vuelto nos hubiésemos hecho viejos sin que ninguno de los dos hubiese sido completamente feliz, viviendo a la sombra de la felicidad de Sandra.
Me decías en tu carta que si quería a tu vuelta arreglábamos nuestra separación legalmente y ahora te pido que lo hagas. Los dos lo necesitamos, tenemos que empezar una nueva etapa, siendo amigos porque sin tu amistad no podría hacerlo, pero al día de hoy estoy segura, muy segura, de que te tengo que dejar libre, que jamás podré amarte como tu mereces y aunque sé que tu no pierdes la esperanza, sería un crimen dejarte pensar que podría ser de otro modo. Perdóname, te quiero muchísimo y eres muy importante en mi vida pero no te amo, nuca te he amado y no te amaré.
Siento ser tan dura y sé que mis palabras te pueden hacer daño pero creo que en el fondo tu sabes que es la única verdad y yo quiero que recuperes a la persona que eras antes de conocerme, a esa persona llena de ilusiones y planes, que vueles y encuentres quien te ame por ti mismo porque si hay alguien que lo merece, ese eres tú.
Recibe un beso y un hasta siempre, con todo mi cariño.

Amanda.


Cuando termina la carta la mete en un sobre y la cierra, no quiere releerla, no quiere cambiar nada y antes de llevar la carta a su destino busca el teléfono del hotel de París y llama a Sandra.



Capítulo XXXII


Martes 20 de agosto, 12 de la mañana; el avión con  destino a Madrid, con Sandra a bordo, acaba de despegar de Orly mientras Carlos abandona el aeropueto camino de una reunión que se presenta larga como preámbulo de muchas otras que están por venir. Se congratula de haber podido pasar casi tres días seguidos con Sandra, tres días que le han parecido cortos pero que han sido los mejores que ha tenido en muchos años.  Ayer mismo, durante la visita a “”Lafayette”” le compra un pequeño obsequio para ella y otro para el niño.
“Nunca pensé que ir de compras, entrar en una boutique sí y en otra también o mirar escaparates me fuera a gustar pero la verdad es que me encantó compartir esta actividad tan banal y superficial con mi hija” piensa mientras entra en el portal de la sede en París.
En el avión, Sandra se desabrocha el cinturón, saca del bolso una novela, regalo de Carlos y con ella en la mano, echa un vistazo a la otra bolsita que lleva consigo en la que hay otro regalo: una ranita para el pequeñajo, como Carlos le ha llamado, y unos zapatitos que el mismo eligió en la sección de bebés.
Sandra intenta leer la novela, una traducción al francés del original escrito en inglés, cuyo autor, Hans Koning, tiene varios amigos en el partido, según Carlos, a pesar de que ahora resida en los Estados Unidos.  Recuerda que le preguntó:

- ¿Y tú también le conoces?

-No tanto como mi camarada Ricardo pero coincidí con él en la resistencia, después pasó a ser traductor de los aliados y en su periódico de izquierda, cuando él era editor, hemos publicado varios artículos, tiene en su haber la Cruz de la Resistencia holandesa.

-Muy interesante y la novela “ Caminando con el amor y la muerte”” ¿te ha gustado?

-A mi sí y cuando la leas podemos discutirla. El escenario: Francia inmensa en la Guerra de los Cien años. Campesinos que se enfrentan a los nobles, la iglesia que los deja de lado y un joven estudiante, de camino a Inglaterra en busca de la libertad, testigo de todo lo que pasa, encuentra en su caminar a una joven noble.  Entre tanta desolación y oscuridad el amor toma vida.

-¿Amores imposibles?

-Juzga tu misma.Espero que te guste

Sandra también lo espera y comienza a leer pero no puede concentrarse, a su mente acuden los recuerdos de la tarde del domingo, del paseo en barco por el Sena y la cena cerca de la Opera que le permite enseñarle la casa en la que su madre pasó su adolescencia en París; recuerda como entre los dos se imganinaban a su madre recorriendo la calle, con coleta, con trenzas y de punta en blanco , entrando en la panadería o asistiendo al colegio.
En el restaurante Sandra pide a Carlos que cuente algo de su padre, al que también le gustaba la fotografía y sobre su infancia.

-¿De dónde es tu familia? Y ¿dónde ha nacido el verdadero y único Carlos?, si se puede saber y no es secreto de estado, claro-le pregunta Sandra guiñándole un ojo y mirando para todos los lados.

-¡Qué curiosa que eres y qué discreta! – contesta Carlos. ¿Quieres la versión corta o la larga?

-Déjate de bobadas y comienza- le dice Sandra en tono serio pero sin poder disimular la risa.

-Vale, vale.- contesta Carlos, contento con la confianza que va ganado con Sandra- Mis padres nacieron en la misma provincia pero en diferentes pueblos y se conocieron en Zaragoza, a los pocos meses de casarse se fueron a vivir a Santander y allí nací yo, un 30 de noviembre. Hasta los 12 años fui un niño feliz, no tenía grandes problemas iba al colegio y soñaba con ser aviador y volar por todo el mundo. Mi padre era ingeniero naval; un buen hombre que se preocupaba por el bienestar de los obreros de los astilleros, amante de la fotografía y de la naturaleza, soñador empedernido y devoto lo justo, los domingos y días de fiesta para no enfadar a mi madre. Todos los domingos, después de la misa de las 12, íbamos a la playa con nuestras cometas y mi padre nos hacía fotos y en el verano nos quedábamos a comer en la playa, si el tiempo lo permitía. Mi madre extendía una manta y de una maleta de mimbre sacaba  platos, vasos, tenedores y de las tarteras la tortilla y las empanadas que había preparado en casa, era una rutina que no me aburría y que eché de menos cuando en1929 nos mudamos a Cartagena.

-¿Qué paso entonces? – pregunta Sandra cortando con su cuchillo su filet de boeuf

- Al principio nada, era otra ciudad y otras costumbres, mi padre en seguida hizo amigos y yo me integré bastante bien, ya era casi un hombre y en el colegio descubrí el teatro y a muchos clásicos. En 1933 nuestra vida, cómoda pero comprometida, cambió con la muerte de mi padre de forma violenta. Mi padre salía del puerto cuando se encontró con un grupo de obreros que estaban discutiendo entre sí. Desde hacía unos días los partidarios de Acción Nacional estaban calentando el ambiente y ese día estalló. Mi padre se puso en el medio y consiguió hacerse con la situación al tiempo que venían los guardias.
Dos días más tarde mi padre no regresó a casa, mi madre alarmada y con razón, comenzó a buscarle y junto con la guardia lo encontraron muerto en un muelle del puerto. Le habían dado una paliza antes de pegarle un tiro en la sien. Después del entierro le recomendaron a mi madre, unos buenos amigos con conexiones en la Falange que no removiera el asunto y abandonase Cartagena, que sería lo mejor para ella y para mi, así lo hizo, volvió a Zaragoza con su familia y a finales de 1935 cruzó la frontera francesa junto con otros familiares y yo, a mis 17 años me uní al ejercito republicano.

-¡Maldita violencia sin sentido! Siempre es lo mismo, en todas las partes y no sabes como te entiendo. En Vietnan he visto como se truncaba la vida de tantos jóvenes y una vez estuvimos, unos cuantos periodistas y fotógrafos, a punto de ser víctimas por un ataque sorpresa. Creo que ese día descubrí una faceta mía que no me gusta nada. Si hubiese tenido en mis manos un arma en lugar de mi cámara hubiese disparado sin pensarlo.

- ¿Qué pasó Sandra?-pregunta Carlos mirándola muy seriamente.

- Mejor te lo cuento otro día. Ahora quiero disfrutar de esta cena y quedarme con esa imagen que ya me he formado, de un chico de 10 años con pantalón corto corriendo por una playa con los pies descalzos y el pelo alborotado por el viento con su cometa volando.

-Como quieras – responde Carlos y tomando su copa de vino invita a Sandra a brindar por ellos y su próximo encuentro.

""A los postres- sigue recordando Sandra- terminamos hablando de literatura y cuando me dejó en el hotel quedamos para comer juntos al día siguiente. Después en mi habitación escribí a mi padre, mi segunda carta desde París contándole como había sido el día y.....””

La voz del piloto anuncia que la tripulación debe tomar asiento para empezar el aterrizaje y Sandra deja los recuerdos para otro momento, media hora más tarde abandona en un taxi el aeropuerto de Barajas dirección General Mola.


Agosto está a punto de acabar y el nuevo curso escolar a la vuelta de la esquina pero Teresita no quiere ni oir hablar de volver al colegio. Beatriz trata de consolarla pero Carmen sabe que no va a ser nada de fácil, es la primera vez que una decisión de dos adultos afecta directamente a la niña y a su entorno, es la primera vez que oye la palabra divorcio y que siente sus consecuencias. Javier, su amiguito se va con su madre a Mallorca mientras su padre se queda en Madrid. Lo que Javier quiere, como dice Teresita, no importa, el mundo de los mayores es injusto y no escucha a los niños. Javier no quiere irse a Mallorca y no comprende por qué su madre no se puede quedar en Madrid aunque sea en otra casa. Se han prometido verse por el ordenador y llamarse por teléfono pero ni él ni ella encuentran consuelo en ese remedio. Beatriz le recuerda que en las vacaciones y en otras fechas Javier vendrá a Madrid para pasar unos días con su padre pero ella sigue sin conformarse y no quiere salir de su habitación. Carmen pasa por hoy de leer los nuevos capítulos del relato y decide llamar a la caballería: a su madre y a Mario, quizá entre todos, sobre todo su madre, pueda explicar a Teresita que nadie es feliz cuando toma la decisión de divorciarse, de separarse, pero duda de que su hija lo entienda, ella misma no quiso dar crédito a la separación y posterior divorcio de sus padres.

2 comentarios:

  1. Estoy deseando ver como reacciona Agustín cuando lea la carta de Amanda, pobre... se va a quedar chafado (o no). Aunque por otra parte me alegro que Amanda mire de frente a sus sentimientos.
    Muy bien!

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  2. No creas, se lo espera, conoce a Amanda muy bien y como te comento en el foro, volverá muy fuerte de su viaje.

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