jueves, 12 de julio de 2012

En tiempos más serenos. (Segundo)



Capítulos del 8 al 18





8

Madrid 4 de enero de 2010. Son las 11 de la noche , es un poco tarde pero me apetece escribir. No debí dejar pasar tantos días pero necesitaba serenarme antes de continuar, tenía miedo de empezar a escribir y de no poder contener las lágrimas.
Han sido unos días muy emotivos, las conversaciones con la tía y las fiestas que tantos recuerdos traen consigo... ¡No puedo remediarlo, las Navidades siempre me han puesto triste! Salvo cuando era niña que me encantaban, como ahora a Teresita, y estas Navidades han sido muy especiales, muy evocadoras y he pensado mucho en todos los que no están y en lo que hemos dejado atrás. Echo mucho de menos a mamá y estoy deseando que llegue marzo para volver a verla, las conversaciones telefónicas me saben a poco.

Hoy ha sido mi primer día de trabajo, o más bien de contacto con mis nuevos compañeros y tengo la impresión de que les he caído bien. Voy a colaborar en un estudio piloto con adolescentes autistas y estoy muy entusiasmada.

En casa estamos todos eufóricos: Teresita súper ilusionada con la llegada de los reyes, serán sus primeros en España, y Beatriz con la presentación de su libro a mediados de febrero.
Teresita ha escrito, ella solita, su primera carta a los reyes. Quiere dejar sus zapatos en la puerta de su cuarto como hacía allá. Beatriz le ha dicho que si espera recibir todo lo que ha pedido será mejor que deje sus zapatos debajo del árbol, de lo contrario su puerta quedará bloqueada.
El lunes 11 de enero será su primer día de cole y espero que le guste. A Beatriz y a mí nos causó una muy buena impresión y teníamos buenas referencias, pero es ella la que tendrá que ir todos los días y adaptarse a otras niñas y niños.

El otro día, cuando la tita Ana  leyó la carta de la abuela, me miró de una forma muy enigmática, después me abrazó de un modo muy especial y  por un momento sentí que yo era mi abuela. Sus ojos estaban húmedos, hacia esfuerzos para no llorar pero su emoción era tan visible que hasta Teresita lo notó.
Me di cuenta de que había llegado la hora de irnos, la tía necesitaba estar sola.
Antes de irnos nos invitó a cenar el día de Nochebuena.

El día 24 cenamos pronto, la tía tiene por costumbre acostarse temprano. Nos quedamos a dormir en su casa y cuando la niña ya estaba en la cama comentamos la carta. Me habló de sus sentimientos por la abuela y por el tío y sus palabras aún se pasean por mi mente.
La tía me dijo que mientras leía la carta volvía a ver a la abuela, que tenía su imagen clavada en la retina, y que el tiempo nunca pudo borrar esa imagen.
Se  habían vuelto a ver en otras ocasiones, cuando murió la yaya Carmen, cuando nací yo y cuando  los abuelos vinieron a Madrid al morir el tito Alfonso y, sin embargo, siempre la quiso recordar tal y como se despidió de ella en su despacho. Yo creo que a la abuela le pasó lo mismo. El recuerdo de ese abrazo de despedida lo custodiaron como un gran tesoro y mi madre fue testigo aunque ella no se acordara de nada.

9

Madrid 5 de enero de 2010.  Son la 5 de la tarde y no voy a tener mucho tiempo para escribir. Esta noche es la noche mágica, Teresita nunca ha visto una cabalgata de Reyes y vamos a llevarla.
De nuevo tenemos suerte, mejor que si nos hubiese tocado la lotería, vamos a poder ver la cabalgata desde un balcón de la Plaza Mayor. Casi ni me lo puedo creer pero es verdad: una de mis nuevas colegas, tiene conocidos en todos los sitios y nos ha invitado a las tres a ir a casa de unos amigos que tienen un estudio-buhardilla en la mismísima Plaza Mayor. ¡Hasta yo tengo ilusión por ir!

En el trabajo ha ido todo bien, los colegas son muy majos, tengo la sensación de que les conozco de hace tiempo, aunque eso sea imposible. Beatriz bromea conmigo y dice que es por la ubicación del edificio, que me transmite buenas vibraciones.

A la hora de la pausa me he pasado por la cafetería de la Plaza de los Frutos. A veces soy muy despistada y hasta ciega ¡mira que no darme cuenta de que la cafetería se llama La Manolita!, soy un desastre.  Recuerdo que una vez oí a la abuela decirle a mamá que la única vez que ella había ido al fútbol fue con Manolita, que bebieron más de la cuenta, terminaron en la comisaria y que el abuelo ni se enteró. O que hizo cómo que no se enteró de nada, porque el abuelo era así, siempre dejándote creer que se la dabas con queso para luego sorprenderte sabiéndolo todo. Conmigo era igual, él siempre supo de mis travesuras pero nunca me delató.

El dueño de la cafetería regresa después de reyes, así que, con un poco de suerte, y hasta ahora la estoy teniendo,  me enteraré de si es familia de Manolita y si no, a lo mejor sabe dónde paran los familiares.

Seguiré después.

11 de la noche. Ya estamos de vuelta. La cabalgata ha sido un éxito, desde la ventana hemos seguido todas las actuaciones y Teresita no daba crédito a todo lo que veía. En Venezuela no hay una cabalgata como la de aquí. Cuando llegaron los reyes se puso a aplaudir y a llamarles a gritos, seguro que mañana está afónica de tanto chillar.
Es maravilloso contemplar el mundo con los ojos de una niña de 5 años, a Beatriz y a mí nos contagia la alegría y la ilusión que pone en todo lo que ve y hace.
Yo creo que mira al mundo de la misma manera que lo hacía mi abuelo, de frente y sin miedo.  Lo primero que dijo la tita Ana cuando la vio fue que tenía los ojos y la sonrisa del abuelo Héctor.
Beatriz y yo no queremos fracasar, estamos dispuestas a protegerla y a guiarla y ojalá podamos conseguir que sea una persona fuerte, bondadosa, tolerante y segura de ella misma.

Mañana iremos a comer con la tita; seguro que por allí también habrán pasado los reyes.
Beatriz ha colocado ya los regalos debajo del árbol y ahora está hablando con su hermano por teléfono.


10

Madrid 6 de enero de 2010. Son las 10 de la mañana y Teresita corre de un sitio para otro con  todo lo que le han traído los reyes y con el micrófono de Hannah Montana en la mano.
Mientras juega a ser su ídolo aprovecho para escribir un poco.

La tía me dijo que nunca olvidaría esa mañana de julio de 1953. La abuela entró en su despacho, llevaba a mi madre con ella y mi tía cogió en brazos a su ahijada.
Se sentaron con ella en el sofá y empezaron a hablar del inevitable viaje: sería lo mejor para todos aunque la separación iba a ser muy dura.
Habían perdido mucho tiempo por tonterías y la tía confesó a mamá que ella tenía la sensación de haber dejado escapar el tren de su vida.

Quise a tu abuela, me dijo, pero no supe decírselo a tiempo y además estaba el tío Alfonso a quien también aprendí a amar con el paso del tiempo. Me hacía reír con las cosas que me decía, con su ternura, debajo de esa fachada de tipo duro había un hombre muy sensible y me encontraba a gusto con él, quería tenerle en mi vida y ayudarle. Le prometí a Carmen que nunca le haría daño y cumplí mi promesa.
Ni tu abuela ni yo hubiéramos sido felices si con nuestra felicidad hacíamos infelices a Héctor y a Alfonso. Nos amaban de verdad pero nunca habrían podido comprender nuestros sentimientos. Hubiéramos destrozado sus vidas, nuestro amor no tenía salida, eran otros tiempos, no es como ahora, tú y Beatriz tenéis un futuro en común y sólo depende de vosotras.

He vuelto a mirar el reloj para cerciorarme de que todavía es pronto, no me quiero atrasar, seguro que esta tarde la tía nos cuenta más cosas, evoca más recuerdos inolvidables, estoy deseando oír de sus labios más confidencias.

Mamá ignora por completo lo de mi abuela y mi tía,  o al menos eso es lo que abuela creía. Yo nunca comenté con mi madre lo que la abuela me contaba en la carta y mamá nunca me lo preguntó. Las mujeres de nuestra familia siempre tenían algún secreto y mamá y yo no íbamos a ser menos.
Seguramente la abuela le diría a mamá, en su carta, que no preguntase nada. Yo tampoco sé lo que la abuela le escribió a mamá.
Las cosas que mamá sabe de la familia son por la yaya Carmen,  por la abuela, por Simón o por el abuelo.
A la yaya no la conocí y a Simón apenas le recuerdo. La yaya murió dos años antes de que yo naciese  y Simón cuando yo tenía tres años.
No recuerdo su cara, no sé si alguna vez le miré a la cara porque según me dicen sus manos me fascinaban. Eso es lo que recuerdo, un lápiz , un cuaderno y una mano marcando líneas y creando con ellas rostros, mil rostros: el de la abuela, el de mamá y sobre todo el de la yaya.
Mamá conserva muchos de sus dibujos. Yo me he traído uno de la abuela con mamá a los 5 años. Quiero regalárselo a la tita.


Mamá me decía que la yaya y Simón vivieron un amor que nunca esperaron poder vivir.
Espero que mi madre alguna vez encuentre el suyo después del fracaso con papá.





11

Madrid 7 de enero de 2010 son las 7 de la tarde y acabo de hablar con mamá.
Ya es seguro que viene, de momento por unos meses y luego ya veremos, para ella es un gran paso.
Siempre le digo que allá está sola, que se venga con nosotras pero ella siempre me contesta lo mismo: mis muertos están aquí y no pudo abandonarlos.
Beatriz me aconseja que no le meta prisa, que seguro que cuando esté aquí será más fácil convencerla. La familia de Beatriz la visita muy a menudo y por supuesto que ella tiene allí su grupo de amigos, pero no es lo mismo. Mamá es tan cabezota como era la abuela para algunas cosas y Beatriz dice que yo soy igual.
De momento viene en marzo y podrá asistir a nuestra boda.
Mamá me preguntó si a la tía le gustó el dibujo que hizo Simón. ¡Cómo no le iba a gustar! Se puso contentísima con él.

Con la tita volvimos a recordar el pasado pero cuando  pregunté por la muerte del tío Alfonso me cambió conversación de una forma muy elegante.
Mamá tampoco sabe lo que pasó, los abuelos no quisieron contárselo, sólo dijeron que el tito había muerto soñando con el ring.

Ayer hablamos de mi trabajo, aunque poco le pude contar, pues todavía tengo que estrenarme.
Le comenté que en mi pausa me acercaba a “la Manolita” y le pregunté si ella sabía si los dueños de ahora tenían algo que ver con la familia del Asturiano.
La tía hacía mucho tiempo que no iba por el barrio, pero, según le dijo Leonor, la hija mayor de Manolita, el bar se vendió y la mujer del nuevo dueño se llamaba también Manolita, de ahí el nombre.

Me contó cosas sobre la familia y sobre el barrio, de la gran amistad que tenía con Manolita y de su valentía para recuperar a su sobrina Luisa.
Beatriz se interesó en la historia y la tía nos contó lo que sabía, yo recordaba algo, creo que el abuelo habló alguna vez de ello, fue unos de sus casos de detective que terminó con un final feliz siendo ya comisario.
Beatriz contó que su familia ayudó a muchos exiliados españoles, ellos tenían una pensión y allí se hospedaron algunos mientras buscaban vivienda y trabajo.
No fue fácil el comienzo, Simón ya lo decía, nosotros tuvimos la suerte de que él ya estuviera allí y el abuelo al cabo del tiempo también abrió allá una agencia de detectives.
El abuelo de Beatriz hizo amistad con un joven que tenía un primo a quien suponían en Francia. Sus familiares le perdieron de vista al terminar la guerra, y creen que dejó España y pasó  a Francia. Se lo imaginaban, conociendo a Nando y a sus ideas, colaborando con la resistencia.


Fueron años difíciles, dijo la tita, y muchas familias quedaron destrozadas y aún hoy en día algunas siguen buscando a sus muertos.
El abuelo sabía mucho de ésa época, decía mi madre.
La yaya lo pasó muy mal, me contaba mamá; al bisabuelo Pascual lo encarcelaron y ella se quedó con el tito y la abuela sola.

La abuela también me había contado cómo conoció al abuelo y él me explicó lo que le costó conquistarla.
Al filo de cumplir yo los 18, mamá me relató  toda la historia de cómo la abuela se vino a Madrid para buscar a su padre y el caso del asesino de mujeres. La abuela hubiera podido no contarlo si el abuelo no hubiera estado al quite.

La tita quiere hacer una reunión con gente de mi generación. Ella  nunca perdió el contacto con la gente del barrio y con sus hijos y hasta conoce a sus nietos. Pasamos una buena tarde de reyes y ahora tengo un fin de semana por planear. Beatriz y yo queremos hacer algo especial para tranquilizar, si podemos, a Teresita, que está muy inquieta con la idea de ir al cole.  Todas las noches tacha un día en el calendario y el día en que ella tiene que empezar lo tenemos en rojo.




 12

13 de enero de 2010. Son la 10.30 de la noche y Teresita ya duerme; aprovecho para escribir un poco.
Ya ha empezado a ir al cole  y  todo va bien. Es un colegio bilingüe y la clase de infatil es muy chévere, como dice Beatriz.; el cole está en el barrio, aunque nos queda un poquito lejos, pero no importa.
Su grupo es muy heterogéneo y su profesora parece muy agradable. A pesar de que había plazas para el comedor hemos preferido que venga a comer a casa, al menos de momento, ya veremos más adelante.
Por las mañanas la llevo yo y luego la recojo por la tarde. Beatriz se encarga de ir a buscarla y llevarla a mediodía.
Lo que nos ha chocado a las dos es la cantidad de deberes que les mandan siendo aún tan pequeños, pero Teresita no protesta de momento, el inglés le encanta y no pone pegas a la hora de hacer los deberes. Es una niña muy despierta y curiosa para su edad.
Ahora tenemos que adaptar nuestra agenda a los horarios y actividades del colegio.

Hoy, por ejemplo, he ido yo sola a comer con la tita. Nos había invitado a las tres, pero se había olvidado de que la niña tenía que ir al colegio, así que Beatriz me dijo que fuese yo, que ella se encargaba de Teresita.

Ha sido una comida sencilla y hemos tenido tiempo para confidencias.
Hoy me  ha contado la tita por qué se presentó en casa de los abuelos al día siguiente de haber nacido mamá.
Mediante Manolita, la abuela le había pedido que viniera. Cuando sonó el timbre y el abuelo abrió la puerta, todos se sorprendieron y temieron la reacción de la abuela. Pero ella estaba muy tranquila. Si la había llamado no sería para discutir, pensaba, y no se equivocó.
La tita entró en la habitación y sonriendo felicitó a la abuela por la preciosa niña, que según todos,  había tenido. El abuelo se retiró y ellas se quedaron solas.
La abuela se lo agradeció y le pidió que se sentara, que tenían que hablar.
Después de unos momentos de hablar por hablar y de contemplar a mi madre, la abuela le dijo a la tita que disculpase por haber sido tan egoista, que sentía mucho el haber estado tan equivocada y reconoció que la amistad de la tita con Rosa le dio miedo.
Hasta entonces habían sido las mejores amigas y de repente ella ya no pintaba nada, o al menos así lo creyó.

La tita hizo un alto en su relato, me miró fijamente, me ofreció otra copa de vino y le ordenó a su doncella que nos sirviera dentro de unos minutos el café en la salita.
Más tarde, cuando estábamos tomando el café, continuó con su relato.
La tita confesó, a su vez,  que ella se había dejado deslumbrar por el desparpajo de Rosa, por su ambición y hasta por la ingenuidad que transmitía, aunque muy pocos lo viesen.
La abuela, según la tita, estuvo a punto de estallar cuando oyó la palabra ingenuidad, pero se contuvo a tiempo.
La tita me dijo que nunca llegó a imaginarse que Rosa pudiera interferir entre ellas y
lamentó mucho que mi abuela llegase a pensar que Rosa podría suplantarla. La tita se arrepintió de no haberlo intuido a tiempo, pero afortunadamente esa mañana pudieron hablarlo. Al cabo de un rato el abuelo entró en la habitación, justo en el momento en que la tita aceptaba ser la madrina y la abuela enterraba el hacha de guerra. El abuelo se puso muy contento y las abrazó a las dos.

Después de comer volví a la fundación y me pasé la tarde imaginándome la escena en el dormitorio con mi madre en brazos de mi abuela, tragándose su orgullo por su hija.
Tengo que llamar a mamá y preguntarle algunas cosas. Mañana seguiré.

13


14 de enero de 2010. Son las 11 de la noche y Beatriz y yo hemos estado recordando la primera vez que nos vimos, mañana hace tres años.
Mi vida dio un gran vuelco cuando, al poco tiempo de cumplir mis 23 años, me atropelló un auto.
Venía de celebrar con unos amigos nuestra graduación, (¡por fín tenía mi grado de psicóloga!),  habíamos pasado una tarde muy agradable, me dirigía a tomar el bus cuando pasó, pero
del accidente nada recuerdo, sólo lo que me contaron. 
El conductor, un turista americano que había bebido más de la cuenta, fue detenido y tras pagar una fuerte fianza fue puesto en libertad.

El bufete de abogados donde trabajaba mi padre consiguió en el juicio que el seguro del americano corriese con todos los gastos de mi rehabilitacion.
Los médicos les dijeron a mis padres que veían muy difícil que pudiese volver a andar.
Aunque  ellos estaban separados, papá nunca faltó a sus compromisos conmigo,
Fueron unos años muy duros, primero en Venezuela y luego en los Estados Unidos, pero al final volví a caminar, al principio con muletas y ahora ya casi ni las necesito.

El atropello me robó tres años de mi vida, quizá la palabra robar no sea la más justa, el accidente me quitó años en cierto sentido pero enriqueció mi espíritu, descubrí que podía más de lo que yo pensaba y reformulé mis prioridades.
Cuando ya estaba completamente recobrada hice frente a mi segundo desafio, encontrar trabajo y a ser posible en un centro social donde pudiera ayudar a la gente y mi experiencia también pudiera ser útil. Afortundamente, conseguí mi objetivo y mi trabajo me dio muchas sastifaciones.

En el  2004 afronté mi tercer reto, el primero habia sido volver a caminar, ahora quería ser madre soltera.
Mi padre se enfadó conmigo y, aunque sigue estando en desacuerdo, antes de venirnos a España hicimos las paces y conoció a Teresita. También conoció a Beatriz.
Mi madre me apoyó aunque le parecía una locura, ¡inseminación artificial!, iba contra natura y eso no era católico. Pero como decía mamá, yo al igual que mi abuela no iba a escuchar razones.
Mamá es una católica creyente y lo pasó muy mal cuando mi padre le pidió el divorcio.
A pesar de sus ideas estuvo todo el tiempo a mi lado hasta que en mayo de 2005 nació Teresita. No sé qué hubiera hecho sin mi madre, porque, aunque los primeros meses son preciosos, también son angustiosos. Me preocupaba por cualquier tontería y además tenía que volver al trabajo.

En el 2007 conocí a Beatriz, en una charla informativa que dimos algunos compañeros sobre el autismo y la hiperactividad infantil.
Beatriz asistió a la charla acompañando a su hermano y a su cuñada. El sobrino de Beatriz tiene trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDHA) y tenían muchos problemas con el niño. Beatriz les ayudaba en todo lo que podía.
En el 2009 decidimos compartir nuestras vidas. Tanto su familia como mi madre, y sobre todo Teresita, aceptaron la situación. No fue fácil, pero mi madre como siempre estuvo a mi lado.
Teresita no tuvo ningún problema y como no no podía decir su nombre,  empezó a llamarla Nana, y así la sigue llamando. 
Ya sabe que vamos a casarnos y que tiene dos mamás. Hasta ahora no ha hecho preguntas y lo ha visto todo normal, me temo que dentro de poco empiece a hacerlas, sobre todo si en el cole le preguntan por su papá o por que tiene dos mamás.
Creemos que estamos preparadas para cuando vengan las preguntas, pero seguras no estamos,
confiamos en que así sea y estaremos muy atentas a los posibles cambios que la niña tenga.


14

18 de enero de 2010, son las 12 del mediodía y estoy sola en casa.
El fin de semana lo pasamos muy bien, pero anoche comenzó a dolerme la garganta y esta mañana he ido al médico: tengo anginas y me ha mandado penicilina. Beatriz ha ido a la farmacia y de paso a buscar a Teresita.

La tita había organizado el sábado una pequeña reunión en su casa y la verdad es que admiro la capacidad organizativa que aún tiene. Teresita no era la única niña pequeña, por lo que  la tita había acondicionado una habitación, en el otro extremo de la casa, como sala de juegos para la gente menuda, y dos canguros se ocupaban de ellos.
Mientras la gente mayor nos encontrábamos en el salón merendando ricamente, los peques se lo estaban pasando bomba a juzgar por las risas que se oían.

Cuatro generaciones juntas, riendo, recordando y disfrutando una tarde de sábado, lluviosa y fría, como corresponde al mes de enero.
A la invitación de la tita habían acudido Leonor y su hija con sus dos niños, Serafín, el hijo de Sole con un nieto, María, la hija de Clementina con su hijo y una nieta y nosotras tres.
No conocía a nadie, pero cuando hablé por teléfono con mamá le pedí que me contase más cosas de la gente de la plaza. Ella sólo podía contarme lo que a ella le contaron, claro está, pero los nombres al menos me resultaban familares.
De Clementina y de Sole había oído hablar a mi abuela y mamá me refrescó la memoria.
La tita me habló el otro día de Leonor.
La tita nos miraba a todos y, como perfecta anfitriona, fue conduciendo la tarde con gran maestría. Ella fue la primera en evocar el tiempo pasado, recordó anédoctas de Manolita, Sole y Clementina y, cómo no, de la abuela.
Leonor y Serafín eran los que más confianza tenían con la tita.

Serafín recordó cosas de cuando vivían en Alemania. Regresaron a España cuando él tenía 12 años. Gracias a los medios que había en Alemania su padre logró salvarse, pero las revisiones periódicas eran necesarias, por eso decidieron quedarse allí un tiempo más.
Sole encontró trabajo en una empresa que se dedicaba a la fotografía y el amigo de la tita se encargó de Juan dándole un trabajo en su empresa.
Serafín había oído muchas historias sobre la plaza de los Frutos, algunas eran del tiempo en que los abuelos vivieron allí, otras, anteriores a ellos.
Leonor también podía contar muchas cosas, otras no quería recordarlas, y la hija de Clementina sólo hablaba de los almacenes que tuvo la tita. Todos ellos habían oído hablar de mis abuelos y Leonor los había conocido.

Serafín contó que su padre y el mejor amigo de su padre, Juanito, lo pasaron muy mal cuando les detuvieron por haber trabajado con una productora de cine que estaba en la plaza de los Frutos, pero para entonces mis abuelos todavía no habían llegado al barrio.
La historia no la conocía muy bien, pero se les acusaba de haber intentado matar a Franco. Ellos quedaron en libertad, la productora desapareció y sus padres no podían creerse que Fernando, uno de los de la productora, fuese un espía doble. Sus padres tenían en alta estima a la gente de la productora y, tanto es así, que el contacto con la propietaria nunca lo perdieron.

A Beatriz este relato le interesó mucho y se propuso indagar en ello, mientras que a mí el nombre de Juanito me recordó algo que me dijo mi abuela.
El abuelo detenía a un joven en la calle justo cuando mi abuela pasaba por la plaza. El joven era Juanito y el motivo un derrumbe o algo así en las obras de los almacenes de la tita.
Así fue como se conocieron, él deteniendo y ella protestando por la manera de hacerlo. A pesar de todo, la abuela prefería recordar la tarde de la fiesta en el Morocco como la primera vez que en verdad se vieron y hablaron.


Es muy curioso ver cómo los caminos de todos los presentes guardaban relación con la plaza o con los almacenes.

Oigo la puerta, continuaré mañana.



15


19 de enero 2010. Son las 3 de la tarde. Sigo en casa, me encuentro mejor que ayer, al menos ya puedo comer algo y la sensación de tener una lija en la garganta va desapareciendo.
Estaba recordando la reunión de ayer y la sensación que me dejó.
Me encontré a gusto con todos ellos, me encanta oir los recuerdos de entonces, de una época que no conocí y que tanto ha marcado mi vida. Hemos quedado en vernos más a menudo. Los pequeños han hecho buenas migas y a Teresita le ha gustado el nieto de Serafín, se llama Agustín pero Teresita ya le ha bautizado como Tinín. Es un poco más mayor que ella pero se han pasado toda la tarde juntos.

Todas las épocas tienen su encanto, pero la que les tocó a mis abuelos parece que no tuviera ninguo.
Fueron años muy difíciles, la guerra civil aún estaba cerca, las heridas muy abiertas y la gente pasaba miedo, mucho miedo y miseria. Un país divido entre vencedores y vencidos, aislado del resto del mundo, todo era pecado, la mujer decente debía ir a misa todos los domingos, hacer ejercicios espirituales y rezar el rosario en familia. La mujer debía obedecer al marido.
El obrero no tenía ni voz ni voto. La economía estaba en manos del Estado y las autoridades del régimen podían hacer lo que quisieran.
Afortunadamente no toda la gente tenía esa mentalidad, pero no podían demostrarlo abiertamente.
La llegada de los grandes almacenes de la familia de la tita revolucionó al barrio y cambió la vida de muchos. Todo el mundo quería trabajar en los almacenes. Manolita lo hizo, la abuela también y la tita también empezó como dependienta en ellos. Dos años más tarde la tita se convirtió en una de las primeras empresarias de España.
Cambiemos de tema, no quiero ponerme triste.

Teresita tiene esta tarde  su primera fiesta de cumpleaños. Una de sus compañeras cumple 6 añitos y creo que va media clase. Me hubiera gustado ir con ella, pero aún tengo fiebre.
Beatriz la llevará y se quedará allí junto a los otros padres o madres, la fiesta de cumpleaños es aquí en el barrio, en un local especializado en estas cosas.
La madre de una de las niñas me ha dicho que hay un parque de bolas, que hay monitores que se encargan de los niños, que les pintan la cara y los disfrazan etc, etc mientras los niños se divierten los mayores meriendan, charlan entre ellos y de paso se conocen más los padres entre sí.
Para Beatriz y para mí todo esto es nuevo. Para Teresita también y estoy impaciente por saber cómo se lo ha pasado. Me preocupa un poco la reacción de algunos padres al ver a Beatriz. Hasta ahora los contactos han sido muy superficiales, pero en este tipo de eventos seguramente querrán saber más de nosotras.

Teresita ya tiene muchos amiguitos y amiguitas. Sigue sin hacer preguntas personales y la profesora me dice que no nota que Teresita tenga problemas en la clase, nosotras tampoco notamos nada.
Hace unos días estuvo viendo las fotografías que mamá nos había enviado y las fotos que la tita le había dado para su álbum familiar.
Está fascinada con las fotos del abuelo. Tiene fotos de todos, de mis bisabuelos, de Simón, de los abuelos, del tito Alfonso, de la tita, y de mi padre y sus padres pero la foto de mi abuelo, de cuando era comisario, le ha fascinado.
El yayo Héctor era muy guapo, me dijo el otro día, y cuando sea mayor yo quiero ser comisaria de policía, me agregó. ¡Cielos!, pensé al oírla, vamos a tener yayo Héctor para rato; cuando algo le gusta no lo olvida rápidamente.

No sé si será por la medicina, pero me está entrando sueño. Mañana seguiré.





16

22 de enero de 2010. Son las 11.30,  acabo de hablar con mamá y me ha contado que ha estado hablando con la tita y  que tiene muchas ganas de vernos. No me he atrevido a prenguntar nada, pero tengo la impresión de que la tita está tramando algo, porque ella también quiere que mamá fije la residencia en Madrid.
La diferencia horaria es una lata, me obliga siempre a estar pendiente del reloj y hemos decidio por unanimidad que el reloj del salón (el reloj de la abuela, según Teresita), tendrá la hora de Venezuela. No he tenido tiempo para escribir hasta hoy. Cuando volví al trabajo después de mi baja, me encontré con la grata sorpresa de una mesa llena de carpetas por estudiar, asi que he tenido que sacrificar mis pausas para ponerme al día. Las cosas llegan todas juntas o no llegan, normal, pero a veces me abrumo, tengo la sensación de que voy a fallar y me pongo aún más nerviosa. Me gustaría poder controlar mis impulsos como la tita.

El otro dia conté que Teresita había asistido a un cumpleños, fue el cumple de Linda y se lo pasó muy bien. Cuando llegó a casa con Beatriz estaba llena de historias por contar y una cara bien pintada por lavar.
La nena se integra con una gran facilidad y no sólo la invitan a los cumples sino que también ya va a jugar a casa de sus amiguitas o ellas vienen aquí. Linda y Marylén son sus amiguitas y Javier su amiguito.
En la fiesta del cumple de Linda, mientras los monitores se encargaban de la gente menuda, los mayores merendaban, y tanto la madre de Linda como la de Javier estuvieron muy atentas con Beatriz, y evitaron con gran maestría que algunos hicieran preguntas absurdas. Según Beatriz sólo dos de los presentes la miraron como si fuera un ser de otro planeta, pero a ella le da lo mismo,estamos acostumbradas a las miradas y cuchicheos por lo bajini por parte de algunas personas.
Todo el colegio sabe ya, creo, que Beatriz es mi compañera y que vamos a casarnos. Teresita lo grita a los cuatro vientos y quiere invitar a toda la clase a nuestra boda.
En mi trabajo también lo saben y hay opiniones para todos los gustos. Nosotras respetamos las opiniones de todos y no entramos en polémicas, vivimos nuestra vida y no somos el problema.

Ayer, mientras Teresita jugaba en casa de Javier, tomamos café con Leonor y el tiempo se pasó volando. Habíamos quedado en una cafeteria de la calle San Bernardo, cerca del instituto donde Leonor impartió sus clases de Lengua antes de jubilarse. Leonor fue la primera de la familia que estudió en la Universidad, se licenció en Filosofía y Letras y compaginó su vida laboral con la familiar. No se limitó a dar clases nada más, también tiene en su haber varios cuentos infantiles publicados y además es la autora de las ilustraciones que aparecen en ellos. Beatriz y Leonor comparten profesión, el mismo amor por la lectura y el gusto por la escritura.

Con Leonor hablamos del tito Alfonso. Nos dijo que a la tita le costaba mucho trabajo hablar del tema y que ella sabía que el matrimonio de los titos no habia sido un camino de rosas. Había habido más sombras que luces, aunque en los últimos años las aguas volvieron a su cauce.  El tito nunca superó el haber perdido el titulo de campeón y al poco tiempo vino la espantada en el ring, la muerte de su padre y la marcha de la familia a Venezuela. La abuela hubiera querido que el tito se hubiese ido con ellos, pero sabía que eso no era posible.
Leonor dijo que el tito se sentía muy solo y que sus únicos amigos habían sido sus padres, Manolita y Marcelino, y que a finales de los 60 el tito abrió un gimnasio por Carabanchel y se dedicó a entrenar a jóvenes promesas.
En uno de los entrenamientos, en 1972 el tito sufrió una caída y estuvo varios meses en coma. Cuando recobró el sentido, apenas podía hablar y los cirujanos no pudieron operarle el coágulo que tenía en el cerebro.
Los abuelos llegaron a tiempo de verle con vida. Ahora comprendo por qué la abuela le dijo a mamá que el tito había muerto soñando con el ring.
Mamá ya me había dicho que la yaya y los abuelos siempre estuvieron pedientes de las noticias del tito Alfonso y que la yaya rezaba todos los dias por él y mamá la acompañaba en sus rezos. La yaya murió un año antes que el tito.

17
23 de enero 2010. Son la 4 de la tarde y acabamos de venir de hacer la compra semanal. Hemos comido en el restaurante del centro comercial y ahora, mientras Teresita está viendo el DVD  que le ha comprado Beatriz, aprovecho para escribir. Luego van a venir unos conocidos de Beatriz y no creo que vaya a tener tiempo.
El padre de un amigo de su hermano trabaja en un colegio privado y se va a jubilar el próximo año. Beatriz es profesora de historia y vamos a ver si hay suerte, funciona el enchufe y puede dar clases en ese colegio. No va a ser nada fácil, pero si no es en ese colegio, ya buscaremos otro, el caso es intentarlo.
De momento ella se conforma con vender unos cuantos ejemplares de su libro, pero hasta finales del mes que viene no sale a la venta.

No ha olvidado lo que contó Serafin, lo de la productora de cine en la plaza de los Frutos y ha estado buscando en la hemeroteca. Lo único que ha encontrado es que existió, pero que, al fallecer el dueño, su mujer no quiso continuar con el negocio y deshizo la sociedad. La productora llegó a estrenar una película que tuvo muy poco éxito y peor crítica. Del atentado ni una palabra. Conociéndola no creo que deje las cosas así, seguro que sigue buscando por otros cauces.
Hemos quedado con Serafín mañana, se va a traer a su nieto Tinín, como dice Teresita, e iremos al Retiro. Espero que el tiempo nos dé un respiro y podamos pasar una bonita mañana de domingo, paseando por el parque o patinando, porque eso es lo que quiere hacer Teresita.
También he hablado con la tita, sabe que me he visto con Leonor y me ha dicho que tiene en casa un álbum que quiere enseñarme la próxima vez que vaya. Me ha dejado en ascuas, lo ha dicho en un tono un tanto misterioso y me ha picado la curiosidad. La semana que viene me pasaré por su casa.
En la pausa del mediodía no puede ser, la otra vez que lo hice llegué tarde al trabajo y me  advirtieron de que los horarios están para algo y que no querían una próxima vez. Tienen razón, no quiero tentar la suerte y  se lo  he dicho a la tía,  que nos podemos ver después del trabajo o los fines de semana. Creo que lo ha entendido, pero mucha gracia no le ha hecho.
Leonor me dijo que la tita casi nunca aceptaba un no por respuesta y eso me suena: mi madre también me advirtió de algo así. Según le habia contado la yaya, desde muy pequeña  educaron  a la tita para llevar una empresa y para saber mandar. Sus deseos no son órdenes pero es mejor tenerlo en cuenta, me dijo Leonor.
La tita me cae muy bien pero espero que ella entienda que yo también tengo responsabilidades y que no puedo acudir a ella cada vez que me llame.

La visita ya ha llegado, mañana seguiré cuando volvamos del paseo.

18

24 de enero de 2010, Son las 10 de la noche y puedo decir que hemos pasado un domingo muy divertido. Pensábamos  ir al Retiro, pero el tiempo no ha acompañado y al final hemos terminado en el Palacio de Hielo. Mientras Beatriz se atrevía con los patines, Serafín y yo nos hemos sentado a charlar y a mirar las pericias de los tres valientes. Era la primera vez que lo hacían, los niños son de goma y aprenden rápido, pero a Beatriz le  ha costado bastante, se ha pasado más tiempo sobre el hielo que sobre los patines. Los niños intentaban ayudarla a ponerse en pie pero entre que se morían de risa y que no tenían fuerza, la pobre volvía a caerse y Serafin y yo no hemos podido contener la risa. Ha sido muy cómico. Está claro, que no es lo mismo patinar con patines en linea que con cuchillas. Ahora está lamentándose de los golpes que se ha dado.
Serafín me ha contado que al volver a Madrid, su madre reabrió el estudio de fotos, un estudio muy moderno con las últimas tecnologías que había aprendido en Alemania y que se convirtió en uno de los mejores de Madrid. El amor a la fotografia lo heredó de su madre  y ha sido fotógrafo de una agencia de prensa.  Viajó mucho, cubrió alguna que otra guerra y en algunas ocasiones lo pasó francamente mal, pero el trabajo le gustaba mucho. Sus fotos han sido publicadas en varios periódicos del mundo.
Como Beatriz estaba interesada por el caso de la productora, él ha estado mirando en diferentes archivos y en efecto, no ha encontrado nada de un intento de atentado a Franco, pero no es extraño, me ha dicho, en aquel tiempo sólo se publicaba lo que la dirección de seguridad decía. Me ha recordado dos casos, uno lo conocía porque mi abuelo lo vivió en primera persona y me lo había contado mamá: el caso del asesino de mujeres. Cuando detuvieron al asesino, como éste era un policía,  adjudicaron la autoría de los asesinatos a un pobre infeliz del barrio que no tenía familia. Cuando meses más tarde el policía asesino murió  en el enfrentamiento con mi abuelo, publicaron que el gran comisario Salmerón había muerto de un ataque al corazón. Serafín sabía la verdad  por sus padres y los de Leonor.
El otro caso, fue el de un policía de la secreta que según el periódico había sido atropellado por un tranvía. Había gente en el barrio que sabía que no era así, pero Serafín no podía contar la historia porque ellos no habían regresado todavía y sólo Ángel tenía una idea de lo que había pasado.
Ángel era un buen amigo de la famila, un cura que ya no ejercía como tal y que abrió un dispensario para la gente humilde del barrio. Mucha gente colaboró con él en la tarea y entre ellas había un escritor a quien el tal policía le hacía la vida imposible, pero no sólo a él, a otras personas más, entre ellas a una tal Diana.
Pero quizá no esté todo perdido, dijo Serafín, el conoció a una señora que había vivido en el barrio por aquel tiempo y que había hecho trabajos de traducción para la productora. Su madre la conoció y Manolita también. Una vez quedó con ella para hacerle unas fotos. Fue una de las primeras abogadas que se dedicó a defender a las mujeres y a los estudiantes ante la ley. Se llamaba Alicia y, aunque ya ha fallecido, quizá su hija haya oído hablar de ello. Beatriz va a intentar ponerse en contacto con ella. Su libro ya está escrito, pero a lo mejor la historia le sirve para otro.
Después de comer en el centro comercial donde está la pista de  hielo, regresamos a casa. Teresita estaba toda alborotada, vino todo el camino repitiendo que ya sabía patinar y que le gustaba mucho, que  quiere que vayamos más a menudo. ¡Pobre Beatriz!, puso una cara cuando lo dijo que era un verdadero poema , ya se veía otra vez haciendo el rídiculo y besando el hielo una y otra vez. Terminamos la tarde en casa, Serafin y Tinín subieron un rato y mientras los niños jugaban con la consola nosotros seguimos hablando.
Sus padres fallecieron hace algunos años, primero su padre y años más tarde su madre, que llegó a conocer a sus nietos. Nadie hubiera dicho que su padre iba a vivir tantos años, teniendo en cuenta lo mal que estaba cuando se fueron a Alemania. Ni su hermano ni él han heredado la enfermedad, afortunadamente.
Voy a terminar por hoy y a ver si puedo consolar a Beatriz, los moratones ya empiezan a hacerse visibles. Teresita ya duerme,  pero antes de acostarse ha estado repitiendo cómo se decía patinaje sobre hielo en inglés para contarlo en la clase. “I love ice-skating”, repetía.

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