Capítulo 9
“Gracias por
llamarme , me has sorprendido la verdad. No me lo esperaba “ dice Asunción a
Rosario nada más sentarse, dejando su chaquetón en el respaldo de su silla,
el
bolso en la de al lado, disponiéndose a pedir un chocolate caliente.
Eran
las seis y media de la tarde cuando las escaleras eléctricas del Corte Inglés
de Princesa la dejaron en la planta séptima, en la cafetería, dónde
Rosario la esperaba sentada en una mesa con vistas a la calle, adornada ya con
las luces de navideñas que acababan de encenderse cuando Asunción salía del
metro de Argüelles.
Rosario en uniforme de enfermera y Rosario con ropa de calle eran dos personas
distintas y Asunción tardó en dar con ella. A esa hora la cafetería estaba
llena y casi no quedaban mesas libres, afortunadamente Rosario la ve y ahora ya están sentadas frente a
frente.
- No debiera sorprendente
Asunción. Al fin y al cabo me apuntaste tu número de teléfono por
algo y además el doctor Laredo interrumpió nuestra charla justo cuando tu
comenzabas a tener intereses ¿ Estás segura que era la primera vez que oías a
hablar de Lucía?
- Veo que no eres de las que dan rodeo –
contesta Asunción limpiándose con la servilleta su bigote de chocolate – No, no
era la primera vez que oía su nombre. En uno de los números de enero hay
una nota de agencia sobre la muerte de una enfermera en el aparcamiento del
Clínico. La revista tiene sus fuentes y aunque no pudo ampliar la noticia su
caso nos dio pie a plantearnos un reportaje en el futuro. Reportaje , como ya
sabes estamos llevando a acabo “ La mujer y trabajo en horario nocturno:
riesgos y compatibilidad con una vida familiar”.
- Eso no explica que supieras que esa
mujer se llamaba Lucía. En la prensa no salió su nombre y además ¿ por qué
ahora? ¿ por qué habéis esperado tantos meses?
- Perdona Rosario, tus preguntas me
están haciendo sospechar de que hay algo raro detrás de su muerte. ¿ Lo hay?
- No te hagas la ingenua, contesta a mi
preguntas y quizá te pueda ayudar- responde Rosario.
Asunción acepta el cigarrillo que Rosario le ofrece
, necesita ganar tiempo antes de responder. Rosario la está sorprendido , sin
poder evitarlo mira a su alrededor con el pitillo en la mano
y nada, mucha gente pero nadie que conozca o haya visto alguna vez.
- La idea – dice con el cigarrillo ya
encendido - quedó aparcada por razones que ahora no vienen al caso. Hace
poco la hemos retomado . Decidimos empezar con un reportaje sobre las
telefonistas pero yo recordé el caso de la enfermera , a mi jefe le apareció
bien y ya está. Nuestras fuentes de información , que obviamente no puedo
revelar, nos dijeron que se llamaba Lucía y era madre de una niña
de 8 años y que su marido, por celos, fue quien la estranguló a sangre fría.
- La verdad es que yo me creo la versión
original, es decir lo de su marido . Les hemos visto discutir más de una
vez . Lucía era muy particular y yo no estaba de acuerdo con ella en
muchas cosas. En los últimos día se le había metido en la cabeza cuestionar la
capacidad y profesionalidad del doctor Laredo .
- ¿ Por qué ? me estás intrigando.
- Como te acabo de decir era muy suya,
tenía mucha fantasía y vivía en un mundo irreal. Nos confesó que
tenía serias sospechas de que el doctor había cometido un grave error con una
paciente. Su muerte, según ella, se debió a que el doctor esperó
demasiado tiempo para operar. Nada más lejos de la realidad.
Primero ella no era quien para juzgar a un médico, con una trayectoria
tan brillante como el doctor Laredo y segundo, su objetividad brillaba
por su ausencia ya que para ella solo existía el doctor Castaño, amor platónico
decía ella, amor enfermizo que diría un psicólogo.
- ¿ Lo sabían todos?
- Lo sabíamos nosotras, las enfermeras.
El doctor Castaño no tenía ni idea ni creo que la recuerde si mencionas su
nombre, para él solo somos batas andantes.
- ¿ Es una persona tan fría e
indiferente?
- No, no es indiferente pero si
distante. Vive por y para su profesión, para sus pacientes pero odia la
camaradería entre enfermeras y médicos.
- Yo no veo que eso sea tan terrible –
dice Asunción – apagando su cigarrillo mientras Rosario enciende el segundo
- pero dime una cosa..anoche creí ver que las mano derecha del doctor
Laredo temblaba cuando sujetaba la taza del café ¿ ese temblores es habitual o
solo pasajero?
- El doctor Laredo está perfectamente
capacitad para operar y ese temblor no se lo impide- contesta Rosario apagando
de mala forma el cigarrillo que acababa de encender con enfado no disimulado.
- No comprendo – responde Asunción
pasando por alto el detalle del cambio en Rosario.
- Hace varios años, el doctor
Laredo tuvo un accidente y estuvo un tiempo dado de baja. Ese temblor, que apenas
dura un segundo, que sufre muy pocas veces y que no ha ocultado, no ha sido
visto como razón de inhabilitación por el consejo de médicos. Nunca ha habido
ninguna queja . La muerte de esa mujer no guarda relación con esos temblores.
- ¿ Pero el doctor Laredo lo sabía?
Quiero decir ¿ Lucía le llegó a decir algo? – pregunta Asunción presintiendo
que debe cambiar de conversación. Rosario cada vez está más nerviosa y ella más
inquieta.
- No lo sé, fuera de
nosotras, dos enfermeras y yo quiero decir, no lo sabía nadie. Lucía
estaba dispuesta a poner una queja, a demandar al doctor por la muerte de esa
mujer pero nosotras le aconsejábamos que no lo hiciera, que lo
olvidara, que volviera con su marido y se fuera con el a Murcia. Si nos hubiera
hecho caso probablemente aún estaría viva.
Cuando Asunción baja por las escaleras eléctricas siente
como si alguien la estuviese observando. El mismo presentimiento que ha tenido
durante toda la conversación con Rosario, gira su cabeza pero no consigue ver
entre la multitud que baja con ella una cara conocida. Sale de los
almacenes y se mete al metro, baja las escaleras y de repente se para, se gira
y vuelve a subir los peldaños que había bajado, cruza la calle
corriendo y se para en la otra boca del metro dónde hay un puesto de
castañas y un quiosco de la ONCE. Compra castañas recién asadas y la
castañera las echa en un cucurucho de papel de periódico. Asunción se quita un
guante, abre su monedero, saca un billete de cien pesetas y mientras espera la
vuelta prueba una castaña y entonces le ve. Está en la acera de enfrente,
en la esquina, en su mano un mechero con el que enciende el cigarrillo,
con la vista fija en la salida del Cortés Inglés. Asunción se esconde
tras el quiosco instintivamente y alcanza a ver como Rosario se reúne con él.
Comparten un beso y ella le quita el cigarrillo y se lo lleva a su boca
mientras él para un taxi que sube por Princesa camino de Moncloa. Ahora
se alegra de haber cambiado de conversación, de dejar el nombre de Lucía de
lado y de volver a preguntar sobre el trabajo y de haberle pedido que contara
alguna anécdota y se arrepiente en parte de que tanto Héctor como Vallejo le
hayan hecho caso. Ya no se atreve a volver a casa en el metro a pesar de que
los dos se fueron en un taxi, está nerviosa y lo único que quiere es ver a
Héctor cuanto antes . Levanta la mano , para un taxi y le da la dirección del
despacho. El trayecto es corto y no le da tiempo a pensar pero la sensación que
ha sentido no termina de irse del todo.
- No te preocupes hombre, no pasa nada porque
vengáis un día más tarde. Lo importante ahora es que vosotros lo paséis bien.
Recuerdos también de Asun que acaba de llegar y un beso a Matilde.
- ¿ Qué pasa ? – pregunta Asunción a Vallejo
entrando en el despacho - ¿ Les ha pasado algo a Boni y Mati?
- No, no pasa nada - contesta Vallejo.
Matilde y Bonilla han modificado su estancia y llaman para comunicarlo
que no para consultar si nos parece bien. ¿ Te puedes creer que ni tan siquiera
ha preguntado por el caso?
- Buena señal – dice Asun- eso quiere
decir que solo tiene ojos y oídos para Matilde.
- Esa impresión me ha dado a mi
también - responde Héctor levántadose de su silla mirando a su mujer - ¿
A ti te pasa algo? ¿ No habíamos quedado en casa?
Indudablemente Héctor la conoce muy bien, piensa Asunción
, nunca le puede ocultar nada, es como si le leyera la mente y sentándose en la
silla de su marido, mientras éste le sirve una copa de coñac que parece que
necesita, ante un asombrado Vallejo que nunca antes había visto que
bebiera brandy, Asunción comienza a contarles lo que ha pasado.
- Lo sabía – dice Vallejo – pero nada,
la señora tenía que ser más lista que nadie y...
- ¡Vale Vallejo! – corta Héctor a su
amigo – No creo que hubiéramos podido hacer nada de estar presentes.
- Vallejo tiene razón Héctor, esta vez
he subestimado vuestro instinto. No creo que se hayan dado cuenta de que los he
visto.
- ¡Menuda mentirosa que está hecha la
tal Rosario!- comenta Vallejo - ¿ No te había dicho que tenía novio?
- Una cosa no impide la otra, estamos
hartos de verlo – responde Héctor – no será la primera enfermera que se
convierte en la amante de un médico y eso del novio no lo sabemos.
- Es cierto, pudo decirlo para disimular
igual que anoche disimularon, vamos jamás lo habría pensado – dice Asun
apurando la copa de brandy - ¿ Qué vamos a hacer ahora?
- Yo nada y tu tampoco – dice
Vallejo – yo me voy para casa antes de que Laura me mate. Vamos al teatro con
una pareja amiga. Héctor no dejes que tu mujer siga indagando, este asunto es
feo de verdad. Mañana seguimos.
- Vete tranquilo Vallejo y no te duermas
viendo la obra.
- Críate la fama y échate a dormir
–murmura Vallejo cerrando la puerta con llave sin darse cuenta.
- Héctor – dice Asunción cuando se
quedan solos – me conoces bien y sabes que no puedes pedirme que me quede
de brazos cruzados y menos ahora que ya estoy metida en ello.
- Y no te lo pido pero si espero que lo
dejes voluntariamente. Cariño el asunto es, como dice Vallejo, sucio y Rosario
tiene mucho que ver en ello. Estoy seguro, no te ha tanteado por nada- dice
dándole un beso fugaz.
- ¿ No tenemos ya datos suficientes como
para pedir a Gustavo que pida que se reabra el caso de Pablo?
- No Asun, no tenemos nada. La
declaración de Nuria no le sirve de coartada. Las notas de Lucía no se pueden
corroborar y no existe una conexión directa con la muerte de Bronny y la
muerte de Lucía . Pablo, a pesar de su borrachera o justamente por eso,
tuvo tiempo de ir desde la Casa de Campo al Clínico y volver a su casa.
- Lo dudo y perdona que te contradiga. Nuria le ve irse en dirección
al metro de El Lago pero no le ve entrar
en la estación. ¿No vivía en la calle de Cebreros, en el Batán? Pues
entonces, quien nos dice que no se fue andando, para refrescarse más, desde el
Lago al Batán. Si hubiera querido ir al Clínico habría salido por el
Paseo de la Florida.
- Hay otra posibilidad cariño – dice
Héctor acercándose al sofá donde Asun está sentada, con un vaso de coca-cola
para ella y una cerveza para él – Pablo llega a su casa andando, se tira en la
cama pero no puede dormir, se vuelve a levantar y va en taxi hasta Moncloa.
Espera a Lucía, habla con ella, discuten,le pone las manos en los hombros, se
le cruzan los cables y sus manos van al cuello. Se asusta de lo que ha hecho,
comienza a correr y no para hasta que llega a su casa. Allí se toma un calmante
y se arroja sobre la cama donde se queda dormido exhausto . Recuerda que
un testigo dijo que había visto correr un hombre.
- No lo creo y no me queda claro ¿ No se
podría hablar con ese testigo? ¿ Cómo se llama?
- Ni idea, ahora que lo dices.
Tendríamos que preguntar a Gustavo. En las notas de Vallejo solo hablan de un
testigo que al ir a coger su coche, sobre esa hora, vio a un hombre correr, - dice Héctor mirando la hora en su reloj
sin dejar de jugar con el pelo de Asun– y ahora sí que se acabó por
hoy ,a otra cosa ¿ sabes que todavía falta una hora para ir a buscar a los
chicos del entrenamiento y que María estará en casa de Clara junto a Suzzanne
con el trabajo ese que tienen que terminar?
- Sí, lo sé, no me dices nada nuevo y
creo que te veo venir – puede decir Asun antes de que Héctor le selle los
labios con un beso que como siempre la despierta las ganas de más, pero
haciendo un esfuerzo consigue murmurar ¿ Estás seguro que Vallejo
no se ha olvidado nada y no nos va a sorprender?
- No lo creo, además podemos echar el
cerrojo ¿ no crees? – contesta Héctor desabrochando los primeros botones de la
blusa de su mujer mirándola fijamente a los ojos, leyendo en ellos que ella
tiene tantas ganas como él, como también lo demuestran sus manos que no se
están quietas con la hebilla de su cinturón.
Pues fíjate que al comenzar a leer el capítulo he pensado que la tal Rosario podía estar actuando coaccionada por el doctor Laredo, pero... ¡sorpresa! Ahora ya hasta pienso que ella ha podido ser la mano ejecutora. Que ha sido manipulada aprovechando que está alelada perdida por el elemento ese... En fin... ¡esperando desenlace!
ResponderEliminar¡Muchas gracias!