Febrero 1974
En el centro de la inmensa sala, sobre una plataforma tapizada con una
moqueta con dibujos de hojas otoñales, un atril con un micro, una mesa larga de
caoba y sillas. Sobre la mesa unos micrófonos, unas cartulinas dobladas
con los nombres de los primeros
participantes, unas jarras con agua, vasos y junto a ellos unas servilletas. Detrás
de la mesa una gran cortina de terciopelo y adosada en ella el cartel del acto
escrito en tres idiomas, holandés, francés y en inglés: Derde Europese
Congres van detectives, Troisième Congrès européen de détectives, Third
European Congress of detectives y tras la cortina las cabinas de los
traductores.
Las sillas, sillas de alto respaldo con apoyabrazos y asiento tapizado de terciopelo rojo
como las cortinas, colocadas en forma de abanico, frente a la mesa, están ya ocupadas por los invitados venidos de
varios países europeos. Hablan entre
ellos a media voz mientras esperan a que
el acto comience. En primera fila, sentada junto a un colega de Barcelona, se encuentra
Asunción esperando a que su marido salga por la puerta que hay a la izquierda de
la mesa. La sala está llena, no quedan sillas vacías y hasta han tenido que poner algunas más, el interés ha sido
mayor de lo que esperaban y ha desbordado un poco a los organizadores que
tuvieron que improvisar a última hora, algo a lo que los belgas están muy
acostumbrados. Por tercera vez, Bruselas acoge un congreso de detectives europeos,
de los países que conforman la Comunidad Económica Europea y de sus aspirantes,
como España. Al acto acuden policías, abogados, profesores de universidad y
periodistas como oyentes y algunos como ponentes en el debate que cerrará el
segundo día de este congreso y que ha conseguido reunir en esta tercera edición
a más de 50 detectives y 200 invitados.
Asunción y Héctor habían llegado el día anterior, al medio día, al
aeropuerto de Zaventem, a unos 14 kilómetros de Bruselas en un vuelo de Iberia.
Al congreso tenía que haber asistido también Bonilla con su mujer Matilde pero
una apendicitis aguda, que requería cirugía urgentemente dio al traste con los
planes. Bonilla no quiso dejar a Matilde convaleciente en casa y ahora Héctor
tiene que hablar en nombre de la agencia y leer la nota de Bonilla. El congreso, el 14 y el 15
febrero, jueves y viernes les da la oportunidad de pasar el
fin de semana en Bruselas y si les da tiempo visitar Brujas. El viaje, en avión, se les hizo corto y en el mismo aeropuerto
tomaron el tren que les dejó en el mismo centro de Bruselas, en la estación
Central. Desde allí fueron andando hasta el hotel, situado cerca de la calle
donde se encuentra el pequeñín más famoso de Europa haciendo pis en la concha
de la fuente, luciendo cada semana un uniforme diferente, conocido por Manneken
Pis, nombre flamenco y original de la figura pero que los valones, de habla
francesa prefieren llamarlo Le Petit Julien. En el hotel donde se alojan se
celebra el congreso, y en la recepción hablan español asi como algunas de
las camareras para gran alivio de Héctor, que las pasó ya menudas para comprar
los billetes del tren. Para el congreso no tenía miedo, Bonilla le había
asegurado que habría 5 intérpretes traduciendo simultáneamente y que las sillas
estaban dotadas de unos auriculares y un aparatito con unos números.
“solo tienes que pulsa el número del
idioma deseado y podrás seguir toda las intervenciones sin problemas. Los intérpretes trabajaban
normalmente en la sede de la Comunidad Económica Europea y son muy
profesionales” le había explicado su socio, amigo y ya hermano tras tantos años
de estar juntos.
Asunción, al ver salir a los participantes por la puerta y sentarse en la
mesa deja de habla con su compañero de silla, se pone los auriculares y fija su
mirada en su marido como lo habían acordado. Allí estaba, sentado a la mesa,
ocupando el puesto de Bonilla, el tercero de la izquierda, con su traje azul
oscuro, la camisa de color crema que le había regalado ella por navidad, la corbata
roja con la letra hache, muy minúscula, en forma de dibujo regalo de María por
reyes y el alfiler que le había comprado Daniel.
-
Así no te sentirás tan solo papá, nos llevará
a nosotros contigo ¿ prometes que te lo vas a poner? - había dicho María cuando
estaban haciendo la maleta.
-
Eso,
eso, promételo –había insistido Daniel.
-
Prometido
princesa y prometido campeón.
Asun recuerda esas palabras mientras contempla a su marido, ahora con los
auriculares puestos, escuchando la introducción que unos de los organizadores
está haciendo. Nota que Héctor está nervioso y nota que la mira fijamente, como
ella a él y la conversación que tuvieron
en el tren, de camino a Bruselas, acude a su mente.
-
No
entiendo tus nervios – le había dicho Asun– no es el primer congreso al que
acudes, ya me acompañaste a Roma el año pasado.
-
Era
vuestro congreso y yo no tenía que participar para nada y además el italiano se
entiende muy bien pero aqui no hay Cristo que se aclare, uno habla holandés ,
el otro francés, el otro alemán , el otro inglés, parece la torre de Babel.
-
En
eso te doy la razón cariño. En Bruselas los flamencos hablan holandés y los
valones francés, y los dos son idiomas oficiales, más todos los que trabajan en CEE complica las
cosas. Según dijo Bonilla lo mejor es hablar en francés.
-
Quien
pueda que yo tres palabras y ya es mucho pero ¿ por qué dijo eso?
-
Los
de habla francesa se niegan a hablar holandés mientras que los de habla
holandesa si notan que eres turista hacen el esfuerzo de cambiar al francés.
-
¡Qué
país más raro!, la mitad habla un idioma y la otra mitad otro.
-
Y una
provincia, la de Luxemburgo, habla alemán, dijo Bonilla .
-
Lo
dicho ¡Babel!, mom amour ¿lo he dicho bien?- pregunta Héctor atusando un mechón
a Asun y aprovechando para darle un besito
en el cuello.
-
Trés
bien mon chèri – contesta Asun
-
No sé
lo que has dicho pero me ha gustado – comenta Héctor dándole un beso en la mano
sonriendo – por mi parte puedes decírmelo toda la noche entre pausa y pausa.
La entrada del tren en la estación central impidió que contestara- seguía
recordando Asun- pero en su mente ya
estaba repasando algunas frases que le enseñara Irene junto a Almudena y que todavía
guardaba en un cuaderno y que no dudaría en pronunciar esa noche, como así fue.
Tras llegar al hotel, asearse un poco y ponerse Asun unos zapatos más
cómodos para caminar por los adoquines del centro de Bruselas, salieron a
pasear y a comer algo por el Grote Markt con sus edificios góticos y
neogóticos. La Plaza del Mercado Grande,
la famosa plaza rectangular de Bruselas con su impresionante ayuntamiento gótico,
rodeada de 33 casas que antiguamente representaban a los diferentes gremios,
hoy todas reconstruidas, conservan su antiguo nombre. Entre ellas destaca la panadería, het Broodhuis en flamenco o la
Maison du Roi en francés que hoy alberga al museo de la ciudad. La casa que
representaba al gremio de los lecheros, llamada Den Cruywagen o la Brouette en
francés es hoy una cervecería dónde Asun y Héctor degustan la típica cerveza de
color caoba, fabricada antiguamente por los monjes trapenses y que lleva su
nombre: trappistenbier. Al salir de la cervecería se perdieron por una de
las bocacalles de la plaza, abrazados como dos enamorados haciéndose
carantoñas, en parte porque el frío de febrero invitaba a ello, porque les
apetecía un montón y el día de los enamorados era al día siguiente y se notaba
en el ambiente. Acallaron su hambre en
un restaurante de comidas caseras, dónde comieron un puchero de verduras con
patatas y carne, típico de la zona flamenca y más tarde regresaron al hotel. Al pasar por la fuente de Manneken Pis, vestido de marinero en ese día, se
pararon a contemplarlo aprovechando que ya no había tantos turistas viéndolo.
-
¿
Cómo puede ser famoso una cosa tan pequeña
- pregunta Asun a su marido
recostando su cabeza sobre su hombro abrazándole la cintura y tiritando por el
frío.
-
Ni
idea, porque pequeñajo lo es un rato pero según Bonilla es el signo de la
tolerancia de la ciudad. ¿ Tienes tanto frío?
-
Sí,
estoy helada, me tenía que haber puesto los pantalones y la cazadora. El
vestido y este abrigo son demasiado ligeros para este clima.
-
El
hotel está en la próxima esquina ¡ echemos una carrera!- dice Héctor cogiendo a
Asun de la mano emprendiendo la carrera
Corrieron la pequeña distancia que les separaba del hotel y al llegar allí
tomaron un chocolate caliente en la cafeteria del hall, mojando los mini grofes
que les habían servido en el humeante chocolate. Disfrutaron como dos niños limpiándose los
bigotes que delataban la bebida y más tarde, ya en la habitación, llenaron la
bañera, utilizaron la función hidromasaje, que en lugar de relajarles les
excitó más de la cuenta. Fue una noche de frases francesas, chocolates pralines
y champán francés, por gentileza del hotel, una noche loca que vivieron y
gozaron como dos recién casados como se confesaron por la mañana.
-
Asun
¿ te funciona bien el auricular? – le pregunta el colega de Barcelona sacándola
de sus recuerdos.
-
Sí, ¿
por qué lo preguntas?
-
Por
nada, perdona, me parecía que lo tenías apagado, no veo que brille ningún
número.
-
Es
que está apagado, lo apagué después de comprobar que funcionaba y ahora lo voy
a poner de nuevo, cuando termine el alemán le toca a mi marido. La verdad, el
señor que traducía antes del danés era tan monótono que me aburría.
-
Tienes
razón, no era muy bueno ¿ te puedo invitar a tomar algo durante la pausa?
-
No te
molestes pero he quedado con mi marido en la sala donde están los
participantes.
-
Ah
sí, claro, disculpa tú.
Al terminar su turno el detective alemán, Héctor coloca su micro y empieza a
leer la nota de Bonilla, después, sin nota, habla del paso de los dos por la
policía y propone uno de los casos de su agencia para el debate. Mientras Héctor
habla Asun se embelesa con la voz de su marido que llena la sala y acapara
muchas miradas, como la de una de las señoritas que sirven el café que no le
quita el ojo de encima. Cuando termina su turno, Asun aplaude como una loca y
se levanta corriendo para salir a su encuentro, tras su intervención viene una
pequeña pausa y Héctor ya la espera a la entrada de la sala, donde los invitados
a la mesa se reunen con sus familias.
-
Has
estado estupendo cariño, eras el más apuesto de todos y al único que he
entendido sin auriculares – ríe Asunción tras saludarle con un abrazo y un
intenso beso a su marido sin importarle las miradas de los otros.
-
Lo
último lo entiendo perfectamente pero lo de apuesto ¿ estás segura? , ¿ el
danés no te gusta?
-
Poef!
No gracias, con un rubio de ojos azules tengo suficiente, además, esas canitas
en las sienes te sientan muy bien y el danés no te supera en nada, bueno sí, en
estatura.
-
Y en
idiomas – ríe Héctor. ¿ De verdad que lo he hecho bien? No sabes como me
temblaban las rodillas mientras hablaba, menos mal que tenía el atril delante
de mi y no se veían mis piernas y me he concentrado en ti , como me habías
dicho, y en parte me he olvidado del público .
-
Eres
el mejor mi amor, hoy puedes creértelo – responde Asun apurando su café
dispuesta a volver a la sala no sin antes volver a besar a su marido.
De camino a la sala principal Asunción pasa primero al baño de señoras y al
salir se encuentra con la joven de melena rubia que no quitaba el ojo a Héctor.
-
Perdón
señora – le dice la chica en un buen castellano – por favor, dele esta carta al
señor Perea. Es muy importante para mi. No puedo explicárselo ahora. Mi turno
aqui ha terminado y tengo que estar en la Universidad dentro de una hora.
Gracias.
A Asunción no le da tiempo a decir nada, la chica desaparece entre la gente
y se queda mirando a la carta. Comprueba en su reloj que aún quedan unos
minutos para reanudar el acto y entra de nuevo al baño de señoras y abre la
carta. Su contenido es escueto pero su instinto de periodista le dice que deben
acudir a la cita, la historia puede
interesar a los detectives pero también a la revista. Tras guardarse la carta
en el bolso, retocarse el pelo mirándose al espejo, regresa a la sala, a su
silla y el resto de la mañana se le hace pesada, deseosa como está de que
Héctor lea la carta , mejor dicho la nota, y que sean las 8.30 de la noche para
ir al café de la dirección anotada, en la calle de la Bolsa, de Beursstraat,
cerca de la Plaza del Mercado Grande.
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