miércoles, 25 de julio de 2012

La sorpresa de Aurelia. Parte 1.






Hace una medía hora que el tren ha dejado la estación de Príncipe Pío y en uno de sus coche camas hay una pareja camino de París.Por la mañana temprano llegarán a la capital francesa,ahora ya no es necesario bajarse en Hendaya,el tren Madrid-París hace casi un año que ya deja a sus pasajeros directamente en la ciudad de la luz,como muchos la llaman.  
Aurelia sigue preguntándose la razón de este viaje, tan rápido y sin haberlo hablado antes; su marido no es así, no da sorpresas pero desde el último caso que tuvo le nota cambiado, tiene un brillo especial en los ojos...pero lo que más le escama son los cuchicheos que se trae con Asun y Héctor, los cambios de conversación cuando ella se acerca ¿qué está pasando?. .Cuando se lo comentó a Asun bromeó con ella y encima fue la primera en preparar la maleta cuando Gustavo llegó a casa y  después de darle un beso muy cariñoso dijo:

-   Mañana por la noche salimos para Paris, mi amor.
-   ¿París? ¿ Tienes algun congreso allí?
-  No, tengo dos billetes de tren y una habitación en un hotel reservada para nosotros dos. ¿Qué te parece?
-  Gustavo ¿ te encuentras bien? ¿Qué se nos ha perdido ahora en París? Además, mañana es jueves, tengo que ir al trabajo, la niña tiene colegio y..
-  Pequeñas cosas, todo está arreglado – dijo, guiñándole un ojo a Asun que les miraba divertida desde la puerta del salón.
-  No entiendo nada, perdón pero no entiendo nada y ... ¿Qué haces ahí, Asun? ¿Cómo has entrado? – pregunta asombrada al ver a su amiga tan tarde en su casa.
-  ¡Hola Aurelia!, he entrado por la puerta junto con Gustavo ¿ Te ayudo a hacer la maleta?, Clara ya está haciendo la suya, se viene con nosotros y Héctor la llevará mañana al cole junto con Maria e Irene. Es una suerte que las tres estén en el mismo colegio. Como bien dice tu marido, todo está arreglado.

Aurelia recuerda esta conversación mientras mira por la ventanilla del tren.En el compartimento no hay nadie, Gustavo ha salido hace un momento,ha dicho que iba al coche- bar a por algo y que volvería en seguida, que se pusiera cómoda y se relajara pero ella no puede. Todavía no entiende como no fue capaz de protestar cuando Asun se marchó con Clara maleta en mano, dejando la de ella encima de la cama casi llena, a falta de las cosas de aseo y como Gustavo entró en la habitación, se puso hacer la suya mientras silbaba una canción. Quiso enfadarse pero no la sirvió de nada, Gustavo sólo sonreía y con sus besos borraba las preguntas. Despertarse al día siguiente sin ver a Clara en casa y desayunar sola con Gustavo le resultó muy raro, aunque trató de hacer preguntas su esfuerzo fue en vano y para colmo se presentó su padre en casa a desearla buen viaje,  ¡él también lo sabía!, todo el mundo lo sabia, como pudo comprobar cuando fue a la redacción, todos menos ella, hasta la dueña del quisco donde solían comprar la prensa le dijo:

-  ¡Qué suerte Aurelia! Lo que me gustaría a mi ir a París.

A las 8 de la tarde estaban en la estación y ahora, a las 9 de la noche, ya hacia rato que habían dejado la provincia de Madrid atrás y Aurelia detiene sus pensamientos al oir como alguien llama a la puerta;  inmediatamente esta se abre, Gustavo entra empujando un carrito con una cena muy especial y con una botella de champán en un cubito con hielo.

-   Y bien, señora de Olavide ¿ Está usted lista para la cena?
-   Estoy lista para la cena pero no voy a probar bocado hasta que no me digas que está pasando.!Hablo en serio!
-   Pues no te pongas así que no te va – dice Gustavo poniendo cara de sorpresa y añade -  bueno te lo voy a contar, al menos la primera parte.
-   Pues comienza que tengo hambre.

Mientras cenaban Gustavo le habla del último caso, de lo frustrado que quedó y como a pesar de todo le había dado la idea. Aurelia recuerda que Héctor le ayudó a investigar el caso, Gustavo se negaba a creer que su defendida fuese una fría y calculadora asesina. Fue un caso complicado; una mujer de unos cuarenta y tantos años, empujó al socio de su marido a las vías del metro, en Sol, en hora punta y al darse a la fuga fue detenida. El hombre murió en el acto y el hecho tuvo lugar  meses después del accidente en el que muriera su marido y en el que ella se salvara de milagro <<¡ojalá no me hubiera salvado!>>, repetía la mujer constantemente cuando Gustavo la visitaba en la prisión. Cuando la dieron de alta en el hospital, pidió a la policía que investigara el accidente, estaba segura que no había sido un accidente fortuito. Nadie la creía y el caso se cerró como un accidente común en el que el conductor perdió el control del volante al tomar una curva en el puerto de Navacerrada a más de 100 kilómetros por hora. De nada sirvió que ella protestara, que su marido notara que el coche no podía frenar, los técnicos no encontraron nada raro pero ella estaba segura.
  Días antes del accidente su marido y su socio habían discutido y él estaba dispuesto a deshacer la asociación. No tenía pruebas fehacientes pero las cuentas no casaban, apenas tenían dinero líquido en la cuenta de la empresa que rezaba a nombre de los dos hombres, y eso no era posible.


-    Y el marido tenía razón, según me dijiste- dice Aurelia mientras prueba el plato de salmón que tiene delante.
-    Sí, la tenía pero la policía no podía demostrar nada. Un mes antes del accidente, el socio había abierto otra cuenta en otro banco con consentimiento del marido de Carmen, en dicha cuenta sólo constaba el nombre del socio. Había un documento notarial firmado por ambos por el cual el socio podía retirar parte del dinero para invertirlo en otro negocio en el extranjero. Lo malo es que el marido de Carmen no recordaba haber firmado ningún documento aunque si habían hablado de invertir en Venezuela.

- ¿ Y el director del banco que dijo?
-  El sólo había hablado con el socio que tenía un poder notarial para sacar dinero de la cuenta y como no era la primera vez no le pareció extraño. Héctor y Bonilla, cuando la mujer ya estaba en la cárcel, pudieron demostrar que el documento era falso y encontraron al mecánico que había arreglado los frenos.
-    Tuvo suerte de que tenerte a ti como abogado. El primero no hizo nada por ella y renunció a pocos meses del juicio. Gracias a ti no la condenaron al garrote y conseguiste que la internaran en un psiquiátrico.
-    Sí, gracias a la ayuda de muchos, entre ellos la del médico de la prisión; la mujer tenía grandes pesadillas y perdía a veces el sentido. Afortunadamente se dio cuenta de que Carmen, aparentemente coherente, estaba bajo los efectos de un fuerte trauma desde el accidente de coche; trauma que se agrandó al ser acosada constantemente por el sinvergüenza del socio de su marido. Asesina o no necesitaba atención médica.
-   Y ahora la tiene aunque haya perdido su libertad; lo que no entiendo es qué relación guarda ese caso con este viaje.
-    Ahora lo entenderás. Primero brindemos por nosotros.

Gustavo llena las copas de champán de nuevo, besa a su mujer y brindan por ellos, por su amor y por ver a su hija Clara hecha toda una mujer y realizada; después continua hablando.


-    Cuando me asignaron el caso y la visité por primera vez no había forma de hablar con ella, no quería nada más que una cosa, morir para reunirse con su marido, ya no tenía nada que hacer entre los vivos, su vida ya había terminado. En la segunda visita le pedí a Héctor que me acompañara, ya sabes el efecto que tienen sus ojos azules entre las mujeres...
-   ¡No seas tonto!, Héctor no está mal pero tampoco es un adonis ante el cual se derritan las mujeres.
-   No, no lo será pero Carmen rompió su mutismo y habló del accidente. Ella y su marido regresaban de haber pasado un delicioso fin semana en Segovia, de celebrar sus bodas de plata, ¡25 años de casados!. Los años se les había pasado volando pero seguían amándose como el primer día, lo único que echaban en falta era el no haber podido tener hijos. En Segovia decidieron que aún eran jóvenes y podían adoptar, no a un bebé, pero quizá si algún adolescente y estaban hablando de ello cuando el coche empezó a hacer cosas raras, los frenos no respondían, el coche se salió de la carretera y mientras caían al vacío su marido le dijo que había sido el amor de su vida..después nada, todo era oscuridad hasta que abrió los ojos en el hospital y le dieron la noticia.
-   Qué historia de amor más bonita aunque bien triste ¿verdad?
-  Exacto, eso es lo que pensé yo también. ¿Recuerdas cómo te enfadaste conmigo porque antes del caso, acabábamos de hacer 12 años de casados y a mi se me olvidó?
-  Ya lo creo, siempre llegabas a casa con un gran ramo de flores aunque no hiciéramos nada especial pero ese 24 de noviembre se te olvidó por completo.
-   Sí, el juicio que tenía entre manos no fue una excusa pero no me lo perdono y por eso hago este viaje ahora contigo, no quiero esperar a llevar 25 años de casado para celebrar un aniversario por todo lo alto. Si no me equivoco pasado mañana hace doce años y medio que nos casamos y me han dicho que fuera de España suelen celebrarlo, le llaman algo así como bodas de cobre y como sé que soñabas con ir a París pensé que lo podríamos celebrar allí.
-  ¡Cómo eres Gustavo! ¿Por qué no me lo dijiste en lugar de tanto secretismo?- le dice Aurelia mientras toma otro sorbo de champán.
-  Tenía que ser una sorpresa aunque la grande me la reservo para París.

Gustavo aparta el carrito de la comida tras pronunciar esas palabras, apaga la luz del compartimento, toma a Aurelia entre sus brazos y juntos se echan en la litera.. El tren sigue avanzando y la noche pasa volando. A la mañana siguiente, viernes 23 de mayo, descendien en la estación de Austerlitz, alquilan un coche y atraviesan las calles de París, dirección al hotel que tienen reservado cerca del Sacre Coeur.
Pasan el día recorriendo los monumentos más emblemáticos de la ciudad y por la tarde, cenan en un barco que recorre el Sena, como dos turistas más, al tiempo que recuerdan aquel 24 de noviembre de 1957 cuando se casaron en la iglesia Castrense del Sacramento en Madrid.
-  ¿Sabes? – le decía Gustavo- aún recuerdo la sensación que me causaste al verte entrar del brazo de tu padre, estabas preciosa con ese vestido blanco perla, me pareciste la mujer más hermosa del mundo.
-  Tú que me veías con ojos de enamorado – ríe Aurelia y continua – No sabes lo nerviosa que estaba y el miedo que tenía.
-  ¿Miedo? ¿por qué? eso nunca me lo has dicho.
-  Tenía miedo pero no por casarme contigo sino porque todo el mundo me señalara con el dedo por casarme embarazada y de blanco.
-  ¡Qué tontería! Casi nadie lo sabía y además a nadie le importaba, sólo a nosotros, a nuestros amigos y mi familia tampoco protestó.
-  Si pero al poco tiempo de nacer Clara dejaste el ejército y llegué a pensar que fue por mi culpa. Clara nació demasiado grande para pasar por niña prematura y ...
-  Cariño, ¿ todavía con eso? Ya te dije que mi salida no tenía nada que ver con ello.  La noche en que concebimos a Clara me había pasado la tarde bebiendo, bebiendo para olvidar el asco que me daba pertenecer a un cuerpo que me había manipulado, que usaba a sus soldados como conejillos de india e impartía su propia justicia según le conviniera...pero no tenía valor y entonces tú te cruzaste en mi camino y cambiaste sin querer mi destino.
El nacimiento de Clara me dio las fuerzas que me faltaban para romper con el ejército; mi hija se merecía tener un padre que se sintiera orgulloso de su trabajo y no un hipócrita que había dejado de creer en sus jefes y en lo que representaba el uniforme que llevaba.
-  Si, ya lo sé pero si no hubieses descubierto lo de Cecilia con Alberto ahora estarías casado con ella.
-  Había dado mi palabra de hombre y de militar, así me educaron y además tu no quisite decirme nada de tus sospechas hasta que no nos volvimos a encontrar después de romper el compromiso con Cecilia.
-  No quería obligarte a nada, como tu bien dices habías dado tu palabra y tu no me conocías, no quería que pensaras que era una fresca.
-  Nunca lo pensé, ni esa noche ni en el primer día que te vi junto a Asun en el portal. Ya entonces sentí algo por tí aunque no supe descifrarlo....

Gustavo hizo una pausa para continuar pero Aurelia le sella la boca con sus labios mientras el barco atraca de nuevo en el punto de partida, a unos metros de la Torre Eiffel y cogidos de la mano lo abandonan, caminan hasta donde habían dejado el coche,regresan al hotel y ya en la habitación reviven activamente aquella noche en la redacción,solo que esta vez no hay alcohol por medio,ni falta que les hace,la pasión de entonces sigue ardiendo bajo el cielo de París. Mañana será el gran día pero Aurelia no tiene ni idea de lo que la espera.

-  ¿ Estás ya lista Aurelia? – pregunta Gustavo, al día siguiente, todo impaciente y sin dejar de mirar su reloj de pulsera.
-  Sí, ya salgo, aunque no entiendo porque te has empeñado en que me comprara ayer este vestido y que me lo ponga ahora, no es un vestido de mañana, es más bien de noche, pero bueno, me rindo y ¿ qué te parece?- pregunta Aurelia saliendo del cuarto del baño.
-   Preciosa, estás preciosa, sabía que el vestido te sentaría de maravilla, ¡vámos! No quiero llegar tarde.
-  ¿ A dónde vamos?
-  Ya lo verás, paciencia, ya falta poco.

Gustavo y Aurelia abandonan el hotel y en el coche de alquiler se dirigen a un pueblecito en las afueras de París. Cuando Gustavo para el coche frente a la iglesia del pueblo Aurelia se queda atónita, no sabe que decir, decididamente Gustavo se ha vuelto loco o es ella la que está perdiendo la noción de la realidad. Su marido se baja primero, abre la puerta y mirándola a los ojos dice:


-  Aurelia ¿ te quieres casar de nuevo conmigo, ahora mismo y en esta iglesia? Díme que sí porque nos ha costado mucho trabajo encontrar un sacerdote que hable español y en la iglesia nos están esperando tu padre, nuestra hija y nuestros amigos.

Justo en ese momento aparece Clara por la puerta con el ramo de flores y Aurelia siente que va despertar de uno de esos sueños que tiene Asunción pero no, Clara la llama y Asun la dice desde las escaleras:

-  ¡Aurelia! No te hagas tanto de rogar ¡caray! ¿quieres que te pellizque para que veas que no es un sueño?
-   Sí, sí quiero – le dice a Gustavo entre sonrisas y lágrimas, ignorando las palabras de Asun. Si es un sueño no quiere despertar.



Hora y media más tarde, sentado en un restaurante, comen todos juntos y brindan por ellos y aunque nadie baila el piano invata a hacerlo. Héctor le hace una seña a Gustavo y  a continuación le dice a Asun al oído:
-   ¿Y tú? ¿Quieres casarte conmigo de nuevo dentro de año y medio también en París?
-   En París no, en Venecia mi amor... y sin sorpresas, que tu ya me sorprendes bastante, todos los días y a cada hora- le contesta dándole un beso y abrazándose a él.
- Como debe ser – responde Héctor, levántadonse de la silla e invitándola a bailar como ya están haciendo Aurelia y Gustavo.

Fin.







5 comentarios:

  1. Ole ese Gustavo!!!
    Gracias, Rodas, es un regalo de escena!!!
    Me ha gustado mucho!!

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  2. ¡Plas, plas, plas, plas! Me he emocionado, se me han saltado las lágrimas y todo, aisssss.... ¡Gracias, Rodas!

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  3. ¡Muy bonito, Rodas! Precioso final para esta pareja, y muy coherente con los personajes.

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  4. Gracias a todas, cuando se cierre la serie los relatos no sé si saldrán...!es tan fácil escribir cuando ya hay personajes formados! pero de nuevo, gracias por leerlo.

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