Marcos y su vecina, cada uno absorto con sus propios
pensamientos y recuerdos particulares, haciendo caso omiso de la desapacible
tarde de diciembre en la que el viento de la sierra les corta la cara ,
recorren los pocos metros que separan la parada de autobús de la calle General
Pardiña y la esquina con General Oraa. Allí, en esa calle y en la cafeteria junto
al cine del mismo nombre, han quedado
con la madre de Lucía. El encuentro lo ha proporcionado Gustavo tras la consulta
que Marcos le hiciera. No le fue fácil convencer a la señora de Arroyo pero la
llamada realizada anteriormente al registro de testamentos y la posterior que
hizo al notario, le dio pie a ello. El matrimonio había nombrado a Marcos
Llorente como tutor de su hija Sandra y aunque los padres de Lucía lo habían
recurrido éste no había sido aún invalidado. Ni que decir tiene que la buena
señora Arroyo puso el grito en el cielo y se negó al principio a todo, de ahí
la sorpresa de Gustavo cuando le volvió a llamar y acordó verse con el tío de
su nieta.
¿Cómo reaccionará cuando vea que no vengo solo? – se pregunta Marcos mientras sus manos buscan la
cajetilla de tabaco y enciende uno con visible nerviosismo. La misma pregunta
se está haciendo Pura. Ambas mujeres se conocen aunque no se traten mucho. El
destino quiso que tuvieran una amiga en común, una amiga de las altas esferas,
bohemia y sin complejos gracias a su posición social y dinero, amante de las
bellas artes y aficionada al dibujo, lo cual no impedía que participara en
diferentes roperos y organizara mercadillos por Navidad a los cuales la señora de Arroyo no faltaba.
Amalia Ferreira, señora de Arroyo , cinco minutos más
tarde de la hora acordada sale de su vivienda en la calle Castelló habiendo
estudiado bien el paso que va a dar. Camina lentamente con empaque de gran señora, enfundada en un abrigo de visón con el cuello
subido, guantes de cuero y un bolso de mano haciendo
juego sin hacer caso al frío, sólo tiene que andar unos metros y habrá llegado a su destino. No ha apuesto a su
marido al corriente ni de la llamada del abogado Olavide ni de la cita
concertada en la cafetería y le ha dicho a la sirvienta que iba a la
peluquería. En realidad no tiene mucho que discutir, se dice asi misma cuando
alcanza la calle de General Oraa, pero la cajita de música que Marcos le
mandara a su sobrina desde Filipina y que desde la noche de autos había quedado
arrinconada en una esquina de la cómoda, le ha hecho cambiar de opinión. Sandra solía quedarse dormida con las notas de
“Para Elisa”, pero ese fatídica noche,
cuando Lucía ya había salido la niña no pudo abrir la cajita, estaba cerrada y no había rastro de
la llave. Primera noche sin notas de Beethoven, de madrugada la mala noticia y
Sandra dejó de hablar. A la niña la llevaron a un psicólogo y continúa con él,
de la cajita nadie se acordó hasta que Marcos les visitó. Fue entonces cuando
Amalia la llevó a una ferretería para
que le pusieran otra cerradura. Al abrirla no fueron sus notas las que la
sorprendiera sino las notas que encontró
en ella. La letra era de Lucía y lo que leyó no le gustó nada. Las guardó de
nuevo bajo llave pero esta vez en un cajoncito de su escritorio. Aunque no conocía en persona a quien nombraba
no podía admitir que su hija estuviera en lo cierto pero ahora ya no estaba tan
segura. Olavide le había dicho que Marcos estaba dispuesto a limpiar la memoria
de su hermano, realmente ella nunca había sentido tanta adversidad por su yerno
como su marido y ahora, tras la información del abogado, pensando en su
nieta, comienza a cuestionarse si se juzgó
y condenó al verdadero causante de la muerte de su hija.
-
Buenas tardes Marcos –dice Amalia quitándose los guantes
para darle la mano mientras él se levanta gentilmente para retirarle la silla y
ayudar con el abrigo.
-
Buenas tardes doña Amalia, gracias por venir. Espero que
no le importe la presencia de doña Pura, creo que ustedes se conocen – contesta
Marcos mirando a doña Amalia fijamente.
-
Nos conocemos. ¿ Cómo estás Pura? ¿ Podemos contar este
año también con algunas de tus figuritas de arcilla para el mercadillo? –
contesta Amalia besando a Pura en el aire antes de sentarse en su silla.
Doña Amalia, como si estuviera en su casa, coge la tetera
humeante , aparta el saquito del té de importación que ambas damas han pedido
y llena las tazas . Marcos observa la
escena con curiosidad esperando una reacción de su vecina pero esta no llega,
toma un sorbo de su café con leche y está a punto de preguntar si no le molesta
que fume cuando ve que Amalia saca una pitillera dorada, la abre y le ofrece
uno a Pura añadiendo.
-
Son rubios y supongo que usted fumará Ducados ¿ me
equivoco?
-
No, no se equivoca. En España fumo Ducados – contesta
poniendo su cajetilla sobre la mesa y ofreciendo su encendedor – y en el barco solemos liar nuestros propios
cigarrillos . ¿ Le parece bien que dejemos el tabaco y hablemos de lo que nos
interesa, de Sandra?
-
No tengo mucho que decir al respecto Marcos. Hemos
recurrido el testamento, tu profesión no es la más segura ni la más acorde para
educar a a una niña. No obstante creo que no debemos privarte de que la veas y
quizá con nuestros abogados podamos llegar a un acuerdo, siempre y cuando tus
escalas lo permitan.
-
Acepto un regimen provisional de visita durante mi
estancia en España pero ya he dado orden a mi abogado de que recurra la
impugnación presentada por ustedes. Por Sandra y por su bien estoy dispuesto a
quedarme en tierra -contestó Marcos preguntándose el repentino tuteo de Amalia.
-
No quiero discutir eso aqui Marcos. Dile a Olavide que
se ponga en contacto con nuestro abogado. No tengo mucho tiempo. Tengo hora en la
peluquería pero si quiero entregarte algo, tu sabrás lo que haces con ello –
contesta Amalia abriendo su bolso sacando un sobre blanco – No lo abras ahora,
léelo cuando yo me vaya. Lo he encontrado hace poco y no lo ha visto nadie, ni
mi marido . Si Pablo era inocente quizá el contenido de este sobre pueda ayudar
–concluye Amalia levantándose de la silla decididamente sin darle casi tiempo a
Marcos a ayudarle a ponerse el abrigo y dirigiéndose a Pura le dice – no
olvides las figuras de arcilla, sabes que se venden muy bien y que contamos con
ellas.
-
Descuida no las olvidaré y este encuentro creo que
tampoco- responde Pura levantándose también acercando su mejilla de nuevo a la
de Amalia y los besos en el aire, después se sienta y espera a que Marcos
también lo haga y le dice- ¿ Nos vamos también nosotros y abrimos el sobre en
mi casa con un vaso de vino o de ron en la mano?
-
Creo que será mejor, no sé lo que nos espera pero quizá con ron se digiera mejor
que con un café con leche – contesta dejando el importe de la consumición sobre
la mesa añadiendo una propina de dos pesetas y se encaminan a Diego de León
donde toman la línea 4 del metro hasta Alfonso XIII .
Al calor de la
calefacción central de la que disfruta la casa de Pura, sentados en su salón en
el que algunas de las obras de su propietaria lo decoran con muy buen gusto,
con el prometido vaso de vino en la mano se disponen a abrir el sobre . Su
lectura les deja un tanto desconcertados y deciden llamar a la agencia por si
fuera importante. Vallejo que está a punto de abandonarla contesta a la llamada
y hora más tarde se reúne con ellos mientras Héctor acerca a su mujer al Clínico. A su vuelta su hija le dirá que Vallejo ha
llamado y que parecía urgente pero olvida el recado, sólo puede pensar en su
mujer y cómo será su noche en esa sala de
urgencias en la que puede pasar de todo pero la noche será tranquila,
los ingresos no revestirán mucha importancia salvo el de un matrimonio que ha tenido
un accidente de coche en el que la mujer ha salido peor parada que el marido pero
sus vidas no corren peligro y Asunción se recobra del impacto que le ha
producido verles entrar en camilla. Pese a la relativa tranquilidad en
Urgencias no ha tenido mucha oportunidad de hablar con las enfermeras. Ha
podido conocer a dos médicos y uno de ellos le ha llamado su atención. Ha sido
en la salita donde suelen reunirse para tomar un café . Una de las enfermeras ,
Rosario, se encontraba con ella y le estaba contestando a una de sus preguntas
cuando el médico entró sin mirarlas, cogió una taza y se preparó un café.
Asunción juraría que sus manos temblaron durante unos segundos pero Rosario
parecía que no había visto nada y siguió hablando como si tal cosa.
-
Los turnos de noche no suelen ser tan tremendos como la
gente se imagina pero es verdad que la mayoría de nosotras no estamos casadas .
Mi novio ya me lo ha dicho, cuando nos casemos no quiere que trabaje por la
noche.
-
¿ Y tu estás de acuerdo?
-
Completamente. Quizá sea muy tradicional pero creo que
los matrimonios tienen que dormir siempre juntos. Dos veces a la semana tengo
turno de noche y no creo que sea bueno dejar a mi marido solo en la cama si no
es necesario. Hacer una suplencia una noche o en caso de una tragedia es una
cosa pero lo que hacía Lucía no me parecía bien.
-
¿ Lucía?- pregunta Asunción como quien no entiende nada
aprovechando la ocasión.
-
¡Rosario! – interrumpe el médico dejando su taza de café
con voz autoritaria. Vuelva a su trabajo, su pausa ya ha terminado y usted señorita
¿ no le han dicho que no tiene que importunar?
-
Señora, señora de Pera y disculpe pero no creo
importunar. Tengo permiso para hacer un reportaje y las preguntas son
necesarias .
-
Sé que tiene permiso pero no estoy de acuerdo. Si hubiese
dependido de mi nunca se lo habría dado. La encargada podría haber contestado a
todas sus preguntas sin necesidad de molestar a quienes estamos trabajando –
respondió saliendo de la salita dejando a Asunción en ebullición por su
arrogancia y por no haber podido continuar con Rosario justo ahora que iba por
el camino que ella quería. El resto del tiempo lo pasó sentada en una silla,
preguntándose también ella por qué Lucía sí quería los turnos de noche estando
casada . Ella no podía dormir sin acurrucarse en los brazos de su marido, le
extrañaba muchísimo cuando estaba de viaje y recordaba la primera vez que hizo su primer viaje sola a Colonia por un congreso. Lo pasó fatal y a su vuelta
le comunicó a Julio que no volvía a salir al extranjero si su marido no iba con ella. La hora y
media que faltaba para volver a ver a Héctor, esperándola a la entrada del
hospital comenzó a hacérsela interminable y a su mente le vinieron los recuerdos
de por la tarde, de la siesta en la que hicieron el amor porque por la noche no
iba a ser posible, de las confidencias que seguían haciéndose a pesar de los
años que llevaban juntos, cuando ambos
volvían a respirar más sosegados antes de rendirse al sueño abrazados y de la
paz que sentía cuando se despertaba y le veía a su lado.
Que bonito Rosa...!!! Esto si que es una historia interesante y con fundamento y no lo que los lionistas de la serie nos quieren vender. .. y como se ve el amor puro y pasional de Asun y Héctor sigue intacto a pesar de los años... es una maravilla. Enhorabuena wapa y sigue así con tus relatos y los míos como contrapeso de lo que nos cuelan cada tarde últimamente... un beso enorme.
ResponderEliminarInteresantísimo está el relato. Desde luego, un gran secreto parecía envolver la vida de Lucía, ¿verdad?
ResponderEliminarMuchas gracias.