Al principio de la cena hablan de todo un poco. Alejandro observa con atención
a Vallejo. Asunción le ha advertido que
tenga cuidado con las cosas personales que cuente y recuerda sus palabras:
<< Vallejo sólo
conoce la versión oficial de la separación de Teresa y Héctor. Cuando falleció
tu abuelo era inspector de policía en la comisaría del barrio. Es un buen hombre, algo socarrón pero justo, sabe
mirar hacia otro lado cuando es
necesario>>. Cuando el camarero les trae el primer plato es Héctor quien
comienza a entrar en materia diciendo:
- Según mi mujer tienes
algo que contarnos de la travesía ¿Cómo se llama el empresario canario y cómo
entras en contacto con él?
- Miguel Morales –
contesta Alejandro sin titubear - es un amigo de mi madre de la camara de
comercio y está muy considerado tanto en Caracas como en Barcelona, donde
vivimos. Es un hombre de toda confianza, ya le conocía antes del viaje. Mi
madre sabía que tenía planeado viajar a Las Palmas y le pidió si podía
adelantar el viaje para que yo no hiciera toda la travesía solo.
- ¿Y el hombre estuvo
todo el rato contigo? – pregunta Vallejo
- Sí, la mayoría del
tiempo lo pasamos juntos aunque yo también hablé con otro pasajero un poco más
mayor que yo, un chico de Aruba, de las antillas holandesas que venía a visitar
su familia en Holanda y que tiene tanto pánico como yo a volar.
- ¿ Entonces había más
gente en el barco que conocía tu nombre?- pregunta Héctor
- Ellos dos y quizá el
Sr. Gallardo.
- ¿Quién es Gallardo? –
quiere saber Vallejo
- Un editor catalán pero
yo apenas le traté. El segundo día de la travesía Miguel estuvo bebiendo algo
con él y de vez en cuando se reunían a jugar una partida de cartas. El sabía
que me llamaba a Alejandro pero no sé si conocía mi apellido y creo recordar
que viajaba con otra persona pero nunca la ví y Miguel tampoco.
- ¿Por qué? – vuelve a
preguntar Vallejo
- Según Gallardo su
amigo estaba indispuesto, desde que el barco estaba en altamar se encontraba
mal y nada le ayudaba contra los mareos. No salía casi de su camarote, al menos
yo no le ví nunca .
El chico hace una pausa para terminar su segundo plato
y tras beber de su vaso de vino continúa.
- El sr. Gallardo debió
bajarse también en Cádiz aunque yo no me di cuenta. Desde las Palmas a Cádiz
apenas le vi, el capitán del barco , creo que por indicación de Miguel o de mi madre, me retuvo a
su lado casi todo el resto de la travesía.
- Interesante- comenta
Héctor – y ¿qué paso a la llegada a Cádiz?
- Nada importante, sólo pasé
allí media tarde y la noche. Como mi madre lo había previsto me estaba
esperando un empleado del consulado venezolano, el hijo de un conocido de Simón; fuimos al hotel y luego
cenamos juntos. Al día siguiente fui a comprar el billete para Madrid y fue
cuando conocí a Paloma.
- ¿Simón?
¿quién es Simón? - pregunta Vallejo al ver que Héctor asiente con la cabeza.
- Era – dice
Héctor – Simón murió hace años. Fue el mejor amigo del padre de Teresa y antes
de fallecer le pidió a su hija que a su muerte le escribiera. Pascual siempre
supo que Simón estaba enamorado de Carmen. En cuanto pudo vino a por mi suegra
y se fueron a Venezuela. Simón tenía un buen empleo en Barcelona.
- Vale, vale,
los líos de tu ex familia son muy interesantes pero sigamos que nos van a dar
aqui las uvas – dice Vallejo un tanto impaciente haciendo otra pregunta - ¿ Y
tú crees que la chica te contó toda la
verdad?
- Sí, ya sé que puedo
parecer ingenuo pero no lo soy. Desde
pequeño me han enseñado a mirar bien con quien hablo y con quien voy, <<
los Rivas no debemos confiarnos >> repite mi madre siempre. Me doy
perfectamente cuenta de que mi familia, esté donde esté, siempre estará en el
punto de mira de mucha gente, el éxito en los negocios crea tantos amigos como
enemigos pero en cuanto a Paloma, sinceramente no sabría decir la razón pero la
creo, digamos que es una corazonada, estoy seguro que ella no se ha ido por su
propia voluntad y menos para jugarme a mí una mala pasada.
El camarero se acerca a recoger los platos y pregunta
si van a tomar café o postre. Los tres encargan café, Vallejo y Héctor piden
además una copa de coñac y mientras lo toman dice Héctor.
- ¿Y en el tren ¿Pasó algo que llamara tu atención?
- No, nada, bueno algo
sí pero creo que fue pura casualidad.
- Las casualidades no
existen- comenta Vallejo – cuénta ¿qué fue?
- En el vagón
restaurante, detrás de nosotros había un hombre que oyó parte de nuestra
conversación, bueno oyó mi comentario.
- ¿Qué comentario era?- pregunta Héctor.
- El de buscar un hotel donde pudiera estar Paloma sin
que le pidieran el carnet de indentidad, aún no se lo ha sacado. Ella tenía
pensado dormir en una iglesia o en un albergue.
- ¿y el desconocido dijo algo al respecto? – ahora es
Vallejo quien pregunta.
- Sí, se acercó a nosotros y nos dio el nombre del Hostal
Fuencarral, según él no hacían muchas preguntas y... ¡Hostias!, perdón por la
expresión, ahora recuerdo que dijo: << no queda muy lejos de su
hotel>> ..¿ cómo sabía él en qué hotel iba a estar yo? No lo comenté durante la
comida.
- Muy interesante,
¿volviste a hablar con ese hombre?- dice
Héctor
-
No, ya no le vi más hasta que el tren paró en
Ciudad Real. Allí bajé a comprar prensa y le vi abandonar la
estación.
- ¿Cuánto tiempo estuvo
parado el tren?- vuelve a preguntar Héctor
- Unos diez
minutos, había mucha gente en el andén comprando bocadillos y bebidas ¿Creen
que volvió a subir sin que yo le viera?
- Es una
posibilidad – dice Vallejo al tiempo que pregunta - ¿Tú no le volviste a ver en
la estación de Atocha?
- No, ni en la
estación ni en los pasillos del tren. Nosotros viajábamos en primera y él iba
en segunda, al menos yo le ví bajar en Ciudad Real de un vagón de segunda.
Héctor le hace una seña al camarero y al ver que ya
son casi las diez y media pide la cuenta, salen del restaurante y acompañan a
Alejandro al hotel. Entran con él y comprueban que nadie ha preguntado por el
chico, nadie ha traído ninguna nota y cuando el chico se sube a su habitación,
no sin antes recordarle que a las diez debe presentarse en comisaría y que
Asunción le irá a recoger para ir llevarle a Buitrago, Vallejo ve a uno de los
hombres de Ramírez sentado en un sofá de hall del hotel y se acerca a él junto
con Héctor.
-
¿Tienes
algo para nosotros o te han mandado velar el sueño del joven? – dice Vallejo
por todo saludo
-
Algo
de eso ahí. Ramírez os espera mañana a las nueve y media en comisaría.
-
Yo
pensaba acompañar a Alejandro a las diez ¿Sabes por qué quiere vernos a esa
hora exactamente?
-
Sí, es
la hora acordada con su contacto en Cádiz para pasar el parte sobre Paloma
Camacho Llanos.
-
Entiendo
– dice Héctor
-
¡Qué te sea leve la guardia ¡- dice Vallejo
-
A la
doce me relevan asi que será corta. Buenas noches.
Los dos ex-comisarios bajan a Sol y allí toman el metro
para ir a casa. En Quevedo se baja Héctor y Vallejo continúa hasta Cuatro
Caminos. Mañana se volverán a ver en la comisaría del centro. Al salir en
Quevedo, Héctor cruza la plaza y anda como unos diez minutos hasta llegar a su
casa. El portal ya está cerrado, son más de las once de la noche, sube las
escaleras y al llegar a su piso abre la puerta sin hacer mucho ruído. Los niños
ya estarán dormidos y María seguro que también e incluso Asunción es probable
que ya esté en la cama. Encontrarles a todos en la cama es una de las cosas que
por un lado le reconforta, le da serenidad, seguridad de que todo está bien
pero por otro siente que descuida a sus hijos, que antepone el trabajo a su
familia aunque ellos le aseguren que no es así. Héctor cuelga su abrigo en el
perchero del recibidor en eso que oye a sus espaldas decir:
-
Hola, ¡Cuánto
has tardado! ¿Todo bien? – le saluda Asunción saliendo de la cocina con un vaso
de agua en la mano, ya con el camisón puesto dispuesta a irse a la cama. Se
acerca a su marido y le da un beso y éste la abraza peligrando el vaso de agua
por un momento.
-
Lo
siento, no he podido llamar, la cena se ha alargado demasiado y en el hotel nos
esperaba uno de los hombres de Ramírez. ¿Cómo se lo han tomado los niños el que no me hayan visto en todo el
santo día?
-
Bien,
no te preocupes, esto no pasa tan a menudo pero tengo que recordate, de parte
de tus hijos, que no te olvides entrar a darles un beso.
-
Por
supuesto que no me olvido, ahora mismo lo hago, esperamé en la habitación, no
tardo mucho.
Héctor abre la puerta de la habitación de Dani y
contempla como en la cama turca duerme Javier, se acerca a ellos y les da un
beso en la frente, después va a la habitación de María y sigilosamente le da un
beso y cuando va a salir oye:
-
Papá
¿has encontrado ya a esa chica?
-
Aún
no, pero de mañana no pasa. Anda, vuelve a dormite que mañana tienes un examen
y tienes que descansar.
-
¿Crees
que no la pasará nada? – pregunta María
Héctor se acerca a la cama de su hija, se sienta a los
pies y dice:
-
Confiémos
en que sea así, princesa pero ¿desde cuando te preocupas tanto con mis casos?
-
Este caso
es diferente y no solo por Alejandro sino también porque esa chica tiene la
edad de Irene.
-
¿Qué
te ha contado mamá?
-
Poca
cosa, casi nada, que el hijo de Ana, la cuñada de Teresa está en Madrid y su
amiga ha desaparecido. Tim está convencido de que tu la vas a encontrar sana y
salva y yo también.
-
Muchas
gracias por vuestro voto de confianza y ahora a dormir de verdad. Buenas noches
princesa.
-
Buenas
noches papi.
Media hora más tarde ya está en la cama junto a Asun y le
hace un resumen de lo que han hablado durante la cena y le comenta lo de María.
-
No sé
si has hecho bien diciéndoselo a María, está preocupada.
-
Ya, ya
me he dado cuenta pero yo también he llegado tarde y quería que comprendiera el
motivo. ¿A qué no sabes como me he
encontrado a los cuatro cuando he llegado a casa?
-
No me
asustes, ¿cómo?
-
En la
cocina haciendo la cena. Tim se ha pasado primero por su casa antes de venir
aqui y se ha traído una bolsa de pan de hamburguesas, ya sabes, esos filetes de
carne molida parecidos a los filetes rusos
-
Ya lo
sé, las comí una vez con Bonilla en Torrejón.
-
¿Te
gustaron?
-
No
están mal, se pueden comer pero ¿ aqué viene lo del pan?
-
Bueno,
María le había dicho que tenía ganas de comer hamburguesas y que en la nevera
tenía yo carne de ternera, eran para las albóndigas, pero na pasa nada – ríe Asunción
bajito para no despertar a los chicos que duermen en la habitación de al
lado- total, que Tim ni corto ni
perezoso, después de ayudar a los chicos con sus deberes y María haber
estudiado para su exámen, se metió en la cocina para preparar la cena y así los
he pillado, con la manos en la masa. Los
chicos estaban lavando la lechuga y María tratando de hacer lonchas de queso
con el queso manchego. Misión imposible, pero se lo estaba pasando pipa. Al
final nos hemos sentado todos en la cocina y aunque te hemos echado de menos no
te hemos guardado ni una hamburguesa, de verdad que estaban deliciosas.
-
Muchas
gracias, yo preocupado por vosotros y he aquí que casi habéis montado una
fiesta a la americana- comenta Héctor dándole un beso a su mujer en la frente.
-
No
tengas pelusa cariño, Tim ha prometido hacerlas de nuevo y espera que tu le
ayudes y ahora, mi amor, abrázame y a dormir que mañana tenemos que madrugar y
estoy cansada. Buenas noches.
-
Buenas
noches, mi vida.
Muy bien, me gusta, esto se pone muy interesante, y me gusta que Héctor y Asun mantengan esa complicidad y confianza que les caracteriza, incluso con su hija María... ;) ¡muchas gracias por tu relato...!
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